Mi mejor tatuaje
El mejor tatuaje que me he hecho cuenta con un único trazo. Un detalle que perdurará para siempre con su sedoso lazo. Un diseño que me rodea por completo, desde la mirada hasta las zancadas pasando por el bazo. Es una marca imperecedera que no disfrazo porque me hace sonreír ante cualquier mazazo. No importa lo corpulento que sea el leñazo, recuerdo este tatuaje y me siento inmortal ante el rechazo.
El mejor tatuaje que me he hecho nació dentro de tu pecho y me alcanzó sin dar un frenazo. Que te abrieras a mí fue todo un gustazo que ansío repetir por volver a sentir tu Corazón, que tiene un cuerpazo.
Sí, mi niña… Mi mejor tatuaje fue tu abrazo.
Me gusta, me desconcierta, me encantas
Me gusta saber que he descongelado mi Corazón. Que empieza a escribir en cualquier renglón sin acatar órdenes ni seguir ningún guion. Que ha recuperado su color y ahora es de tono más auténtico, una mezcla entre rosa dulzón y también rojo putón bermellón. A pesar de que le asusta tu indecisión, no por ello se deja acorralar en un rincón. Late a buen ritmo, como si viviera en una perpetua canción.
Me desconcierta tu repentina cercanía seguida de tu manía por colocar entre nosotras un telón. Es como si caminaras a mi lado pero apuñalándome los pasos con tus zapatos de tacón. La unión que se dio en nuestro paseo bajo aquel sedoso chaparrón me reveló la visión de que, aun a riesgo de estancarme en la sección de ficción, guardo para ti un latido que nunca te apartará de un empujón.
Me encantas en cualquier estación, sea la de calor que trae consigo un asfixiante sofocón o la del gélido e interminable monzón. Esa es mi conclusión.
Sin dudarlo
A pesar de la odisea de buscarte, no encontrarte, que pasen los días sin hallarte, telefonearte y en la llamada perdida aguantarte, whatsappearte, esperarte, susurrarte, soñarte, desearte y, a veces, alcanzar a odiarte, no cuento con grandes lujos para darte, ni riquezas materiales con las que adornarte, ni caprichos para entregarte… Pero sí un bolígrafo bic negro para prestarte sobre una carpeta gris con relatos otoñales —que son mi Arte—, y un sinfín de besos con los que arroparte.
Sin dudarlo, aunque tus latidos me estén dejando aparte, eres tan maravillosa que, de ti, volvería a enamorarme.