Bécquer tenía razón
Trasmites una sensación parecida al arrullo del mar. Es como si estuvieras sentada sobre sus aguas con las piernas estiradas, chapoteando parsimoniosa, con tu espalda apoyada en el horizonte, recostada en la Vida. A veces dejas entrever tu lado más travieso y alzas la mano al cielo para hacerle cosquillas a las nubes. A ellas les gusta tanto que lloran de la risa sobre el mundo. Cuando se calman y marchan a descansar, vuelves a bajar los dedos y los introduces dentro del océano, meciendo su néctar con un vaivén melodioso. Entonces, y solo entonces, es cuando yo, desde la orilla, entiendo el significado de la palabra POESÍA.
¿Qué será, será…?
No sé por qué me aterra tanto decirte que me gustas si, en caso de rechazo, ya sé cómo es el golpe.
¿O será que me asusta tu abrazo?
Si no me crees, mírate al espejo
Eres un cielo. El firmamento al que todos los que te conocemos ansiamos alzar el vuelo. No te buscamos con ahínco porque seamos unos obsesos ni de tu círculo cercano experimentemos celos, sino porque nos haces sentir tan bien que la existencia sin ti nos es tan desierta como el hielo.
Eres un Amor. Así te lo digo, sin pudor. Lo sé porque, cuando te acercas a mi pavor, mi Corazón se vuelve un luchador y es capaz de ganarle cualquier batalla al momento más aterrador. Solo con tu presencia deja de sentirse un perdedor.
Eres un Sol. Y no lo digo solo porque tu pelo sea del mismo color ni tu sonrisa brille en todo su esplendor. Lo digo porque desprendes una energía tan feroz que dan ganas de bailar a tu lado y perder el control.
Eres un Ángel de tersura bondadosa. La pena más dolorosa junto a ti acaba transformada en una lluviosa risa jubilosa. Cualquier payasada que sueltes me resulta graciosa. Dicen que los Ángeles no tienen sexo pero tu cercanía me invita a abrazarte y querer conocer tu más oculto secreto, si por las noches o a la hora de la siesta te vuelves una fiera lujuriosa.
Porque tu esencia es bien valiosa, porque eres una gran Mujer afectuosa y por mucho más te considero tan maravillosa.