Sevilla, 1471. Sara Cortés, una bella joven de familia acomodada, espera expectante noticias sobre el resultado de un duelo. Dos caballeros se enfrentan por su causa y el que quede vivo, aspirará a su mano. El vencedor finalmente fue Don Diego de Rojas, un partido excelente que no tardará en pedirla en matrimonio. El novio es del agrado de la familia, un muchacho agradable y encima miembro de la nobleza local. El enlace será de ventaja para ambas familias: los Cortés tienen dinero y los Rojas títulos nobiliarios. Todos contentos.

Sara, por su parte, tampoco ve mal el arreglo. Su pretendiente es apuesto, amable y todo un galán. Puede ofrecerle todo lo que le apetezca y a su lado tendrá cuanto desee: respeto, poder y alta alcurnia. ¿Qué más se puede pedir?

Pero Sara no acaba de ser feliz y no sabe por qué. De día todo es perfecto, está contenta e ilusionada con su futura boda, su futuro marido y su futura vida. De noche, una vaga inquietud suele atenazarla. Incluso alguna vez tuvo un sueño inquietante:

Sara corría impaciente y perdida por un bosque sombrío, una figura rojiza de ojos intensos avanzaba delante de ella y no podía controlar las ganas de seguirla y alcanzarla. Iba muy deprisa, no conseguía llegar hasta ella. De repente se paro y dijo “quizás aún no lo sepas”. Su voz penetró en el curspo de Sara y se mezcló con el flujo de su sangre. Ardía.

Sara tiene miedo, sigue soñando cosas inexplicables casi cada noche. No sabe a qué se deben tan inquietantes sentimientos, sobre todo porque oficialmente ella debería ser feliz y en apariencia nada debería perturbar tal felicidad.

Entonces llega a achacar sus nubarrones emocionales a la que es su principal afición: la lectura. Cree que tanta novela de aventuras ha despertado los pájaros de su cabeza y generado ideas peregrinas propias de una chica inmadura: estar ansiosa y llena de expectativas e ilusiones inconcretas e irrealizables. Teme por tanto, aunque ella no le dé este nombre, sufrir un síndrome de Madame Bovary.

Pero el hecho cierto es que no puede evitar sentirse así, insatisfecha y expectante. Le falta algo y no sabe el qué.

En una fiesta en casa de su prometido conoce a su futura cuñada: Eva. Eva es una chica pelirroja de profundos ojos verdes. Dotada de una gran personalidad, parece lo opuesto a la propia Sara: es decidida y sabe perfectamente lo que quiere. Ni está casada, ni se espera que jamás lo esté; pone por delante de todo su independencia y gobierna su propia vida.

Eva representa casi las antípodas de lo que es Sara, lo que provoca que ésta se encuentre incómoda. Y no es de extrañar que se sienta así, sobre todo por las preguntas “difíciles” que le hace Eva de vez en cuando: por ejemplo, si Sara realmente ama a su hermano Diego o si solo alberga hacia él un tibio y oficial afecto.

Lo cierto es que Eva siente cierta intriga por esa muchacha en apariencia dócil y conformista, pero en la que ha creído ver una chispa de rebeldía y más carácter del que parece tener.

Quizás lo más curioso de “Te sueño eterna” es que empieza por un epílogo. Lo normal sería comenzar con un prólogo, pero en este caso el epílogo sirve de breve “flash back”, que sugiere sin desvelarlo, el final de la trama que se desarrollará a lo largo de las páginas. Aquí, un niño descubre a su madre escribiendo por las noches un largo relato. Su labor tiene mucho de terapia, porque llora y se desahoga según va llenando hojas con la historia. Para el crío, el contenido de lo que escribe su madre es un misterio. Para nosotras, no hay más que pasar el epílogo para comenzar a ver qué sucedió y el porqué de tanta emoción.

Esta es una novela de amor romántico y también, en cierta medida, de aventuras. La acción transcurre entre el enamoramiento de las protagonistas y los múltiples dificultades que deberán arrostrar para conseguir estar juntas. Teniendo en cuenta la época en que se desarrolla la narración, resulta fácil suponer que no lo van a tener nada sencillo.

La historia es correcta, tiene interés y se lee con agrado. Quizás hubiera sido más efectivo prescindir de la ambientación histórica o elegir un momento temporal más cercano a nuestros tiempos. Digo esto porque situar una novela en el siglo XV requiere una importante labor de documentación para lograr que sintamos el entorno como real. Y este problema se obvia si la acción se localiza en un tiempo menos lejano, en el que no hay que tener tanto cuidado con hacer verosímil el modo en que se relacionan los personajes, el contexto social, la mentalidad, etc.

Por lo demás, como decía, como novela romántica funciona bien. Que la disfrutéis, si os apetece.

Te Sueño Eterna
Carta de Sara:“Solo habrá un requisito para leer esta historia: llegar hasta el final. No os dejéis llevar por prejuicios antes de conocer toda la historia. No creáis que esto es una historia de amor, aunque lo sea. Llegad hasta el final. Después será tan tuya como lo es mía, la estarás haciendo realidad. Mientras tus ojos absorben estas palabras y tu memoria va almacenando esta historia, yo respiro, te siento, me salvas. A las dos.”