Nana nocturna

Cuando sufro de miedo o no obtengo la respuesta que deseo, miro al cielo con gesto inservible. El espanto se agudiza en la noche, casi es tangible. Observando el techo más alto puede que hable con mi Dios más creíble, quizá le susurre un millón de dudas a cada estrella inasible o me limite a trazar la silueta de todas las constelaciones con mi dedo más flexible. En cualquier caso, el silencio de la noche me mece con su nana nocturna tan apacible, apartando de mí las memeces más punibles.

Aseguras que la Primavera florece en mi mirada ilegible y yo que tú eres un gran Otoño asequible. Tus finos cabellos son helechos sedosos y sensibles que trenzan con la brisa un tango irresistible. Junto a tu sonrisa, te transforman en una mujer indestructible. Y yo intento dormir preguntándome, en el destierro nocturno, por qué añoro tus caricias invisibles, por qué tu ausencia me ha alcanzado de modo tan increíble, por qué no nos atrevemos a comprobar que la poesía que nos une es deliciosa siendo incorregible.

Al final, el rumor de día me entrega la única respuesta que soy capaz de soportar: duerme y déjate de bobadas horribles, mañana será otro día y, quién sabe, todo es posible.

 

Corazón herido

Te busco en todos mis latidos. Entre tanta espera, eres el sueño que he cumplido. Me atrae que tus sentimientos no están podridos. Gracias a ti, los pedazos de mi Corazón he cosido. Ahora es de tacto mullido, para lo que pudo haber sido. No me voy a sentir mal por confesar que anhelo lamerte los fluidos, desde los de tu sexo de placer henchido hasta las lágrimas cuando el dolor te deja el día destruido.

Te busco en todos mis latidos. Pero entre tanta afónica espera, eres el aire que suicido.

 

Mi fianza

Me toca el otoño de mala manera rendirme ante tu caprichosa espera, si ya no sobrevive nuestra alianza. Y pensar que siempre arrastro la misma esperanza con una templanza que acaba haciendo vomitar a las mariposillas de mi panza. En vez de revolotear, siento que me clavan su más afilada lanza.

Rompiste mi Corazón cuando organizaste la mudanza. Me quedé observando cómo tu Vida sí que avanza y la mía intenta resolver tu compleja adivinanza. Ya que aún conservo añoranza porque, en algún momento, nos tuvimos confianza, al menos devuélveme la fianza para que, de esta putada con silueta de venganza, pueda sacar alguna enseñanza.