Este cariño maldito
Te sueño constantemente, igual que una aficionada al sado. Como si disfrutase haciéndome daño a mí misma. Como si no fuera ya bastante cruel saber que es otra la que te despega las bragas, la que come de ti, la que te acompaña hasta el final. Otra con la que te sentirás feliz y no querrás saber de nadie más. Otra cuyo nombre explotará del fondo de tu garganta cuando disfrutes un orgasmo. Otra a la que acariciarás el pelo mientras la ves dormir. Otra que fue valiente y puede deleitarse con tu amor. Como si eso no fuera suficientemente cruel. Este cariño maldito, tan real como el mundo real.
Me cortejaste con los ideales que ilustrabas tras tu sonrisa eterna, embustera. Y yo me dejé engañar. Quedé atrapada en tus promesas, que no se sostenían por ningún lado. Tus palabras ocultaban un significado que no conseguí adivinar. Las mías también. Llegué a decirte “te quiero” con voz sorda para tus oídos, que se habían quedado mudos. Me alegro de que seas feliz. En realidad, no. Pero una de las dos tiene que serlo. Prefiero que seas tú.
Ahora que sigues tan lejos, todo sería más fácil para mí, si no le hubiera enseñado a mis canciones preferidas a acordarse de ti, a pincharme con sus acordes más agudos, a estrangularme un poco más fuerte cada vez que llega el estribillo. A vivir dentro de una contradicción que es un afecto condenado. Un cariño que, en vez de ser reconfortante, es embaucador y maldito.
Me atrae lo prohibido
Tiendo a escribir sobre alguien que me inspira. No tiene por qué ser la pareja. En mi caso, no lo es. Más bien, trato acerca de un imposible.
A mí me inspiran dos mujeres: una se marchó a bailar el carnaval de Oruro… Y otra eres tú. Ninguna sois mi compañera. ¿Ves? No se cumple. No es “lo que corresponde”. Pero es lo que toca.
Soy una enamorada de las causas perdidas: mujeres que se alejan cada vez más del país, mujeres con novia, mujeres casadas, mujeres de la acera de detrás… Es lo que me seduce: lo prohibido. Lo ajeno. Lo que no me conviene. Me da la vida trapichear con mis sentimientos, hacer de contrabandista conmigo misma, enjaularme sin tener compasión de mí.
Esa soy yo, una suicida emocional que exprime su existencia por si se acerca demasiado al vacío que, por cierto, también está prohibido.
Sin título
Me gusta pasear contigo, que compartamos un café, discutir sin enfadarnos sobre quién paga, quitarnos las manos que sujetan el dinero tocándonos más de la cuenta… A veces fantaseo con averiguar a qué sabes, con hacer el amor contigo, como hace todo el mundo. Porque posees una belleza que me vuelve adicta al sexo.
Lo mejor: que veo que tú también quieres. Veo tu propensión. Me lees las intenciones.
Lo peor: que no eres una mujer.