Hace 15 años descubrí por casualidad en internet la existencia de la película Electroshock. Cuando la vi, impresionó tanto a la Eva adolescente que hasta me lancé a escribir una crítica en Filmaffinity. Si, había visto películas de lesbianas antes (las devoraba, de hecho) y también cine de la guerra civil y el franquismo que golpeó al estado español durante 40 años, pero nunca una historia de amor entre dos mujeres durante la dictadura.
Se dice que lo que no se ve no existe y aunque tiene parte de razón (prueba a crecer como lesbiana en un pueblo sin referentes), la realidad es que hasta entre los adoquines de las aceras salen brotes verdes. Hay vida más allá de lo oficial y todas esas historias empiezan con una luz tímida.
Nota: Contiene spoilers
Electroshock me removió completamente, pero lo de ‘Una Llum tímida’ ha sido otro nivel. La comparativa de ambas obras tiene sentido, en tanto en cuanto en ambos casos cuentan una historia que probablemente sea la misma y lo que es más importante, que está basada en hechos reales.
El cine tiene capacidad para agitarte por dentro, pero vivirlo en un teatro en formato minimalista con solo dos mujeres llenando el escenario durante casi dos horas en una obra musical, mete las emociones en una batidora y pulsa el Turbo. He dicho dos mujeres y he mentido: hay otras dos, de fondo, responsables de poner la música a la obra con un violoncello y un par de guitarras.
La música añade dinamismo a una obra que de por sí es ágil (todo empieza en 1959 y termina décadas después, cuando España ya no es una dictadura), pero hay puntos donde directamente te parte en dos, en lo bueno y en lo malo. La dulzura de las voces y lo bien que empastan entre sí aporta una capa extra de intensidad, de dramatismo, de dulzura, por un lado. Por otro, acabas odiando la guitarra eléctrica.
Ese minimalismo hace presencia en el montaje del escenario: apenas unos pupitres, una pizarra y una cama y la verdad es que no hace falta más: el peso recae encima de ambas actrices y la música, capaces de convertir a un público animado en un valle de lágrimas. ¿Por qué elegir una expresión cristiana como ‘Valle de lágrimas’? Porque en aquella época todo era trabajar y rezar.
Como dice Isabel (África Alonso) ‘Trabajar y rezar es lo que nos hace grises’. Carmen (Júlia Jové) le contesta que ‘Tú no eres gris, eres rubia’ y la verdad, no se me ocurre una frase mejor para definir a esa valiente maestra intensa que quiere huir de lo que le ha hecho daño y no tiene miedo a buscar su felicidad. Carmen en cambio tiene miedo hasta de pisar la acera. No es para menos: en aquella época la homosexualidad se intentaba ‘curar’ con electroshock.
¿He dicho en aquella época? He vuelto a mentir: en muchísimas partes del mundo se siguen induciendo convulsiones utilizando la electricidad. Y no hace falta irse muy lejos, ni muy atrás en el tiempo para llevarnos un chispazo de realidad: las terapias de conversión se siguen usando en España y pese a haber siete leyes autonómicas y una estatal, no ha habido sanciones para algo increíble, doloroso y vergonzoso: la patologización de la homosexualidad en 2024.
Descubrirse a una misma es un camino siempre difícil, en aquellos tiempos y bajo ciertos entornos, más todavía. Entre la felicidad y la culpabilidad Carmen accede (en realidad, por aquel entonces regía la ley de vagos y maleantes, por lo que podía ser denunciada y ser todavía peor) a los deseos de su familia y se somete a ese tratamiento de electroshock. No hace falta que lo diga, pero por si acaso: las terapias contra la homosexualidad no curan la homosexualidad y si lo de aplicarnos calambrazos no suena demasiado bien es porque efectivamente, no es bueno para la salud.
Así que para sorpresa de nadie, Carmen no solo no se cura, sino que sale confundida, enamorada y con unos terribles dolores de cabeza que le afectarán toda su vida con Isabel. Porque sí, aquí Love wins, pero a qué precio. Porque este no es un cuento infantil en el que ellas fueron felices y comieron perdices tofu porque desgraciadamente es una historia basada en hechos reales y freír el cerebro tiene consecuencias.
Una luz tímida estará esta semana en el Teatro Infanta Isabel de Madrid y después llegará a Valencia, el lugar donde se ubica la historia. En cualquier caso, estará de gira hasta el 27 de mayo de 2024, así que si tienes oportunidad, te recomiendo ir a verla: es una historia que nos recuerda lo cerca que está todo eso y cuánto queda por recorrer, pero es también una obra musical que te va a mantener pegada al asiento por su sensibilidad y fuerza.