Danielle tiene 17 años y está en plena efervescencia adolescente. Su hermano, bastante majo, resulta ser el mejor amigo de una estrella de la canción llamada Emily Rivera. El caso es que Danielle está colgada de Emily. No se trata del típico flechazo-deslumbramiento de una fan por una cantante. En realidad, la cuestión viene de atrás -tres años más o menos-. Emily (a quien los amigos y familiares, y por supuesto Danielle, llaman Emi) era vecina suya y el enamoramiento surgió antes de que alcanzara el éxito. Pero tras lograr un papel en una película, Emi se mudó.

Danielle lleva consigo desde entonces un batiburrillo sentimental. Sigue añorando a Emi, pero a la vez la da por perdida; por otra parte, se ha metido en el mundo del atletismo de la mano de su madre (que es profesora de educación física y entrenadora) y esto ha ampliado considerablemente su vida social. En estos ambientes conoció a Lena, con quien tuvo un affair y que ahora es una gran amiga. Pero el mundo del deporte no acaba de convencerla como futuro profesional, a pesar de que ofrece una serie de ventajas nada desdeñables. Por ejemplo, el ejercicio le ha procurado un cuerpito serrano que ha ampliado mucho el número de candidatas/os a convertirse en su novio/a.

Su mejor amiga, Carla, intenta que salga con alguien y le busca una cita con un chico bastante potable llamado Lucas. Resulta que Lucas va para futbolista y es un encanto: respetuoso, amable y siempre dejando que Danielle marque el ritmo. Encima es guapo.

Pero Danielle no está por la labor de intentar nada con Lucas. Sigue con la obsesión por Emi, a quien “stalkea” constantemente. Aquí hago un inciso: confieso que me he enterado por esta lectura de qué es “stalkear”, que viene a ser perseguir y espiar a alguien a través de las redes sociales. Ni que decir tiene que tal conducta, aunque la perpetre quien esté bajo los efectos de un enamoramiento, roza peligrosamente el acoso.

El hecho indudable es que Danielle está hecha un lío y no sabe cómo desenredarse. La situación empeora aún más cuando Danielle se entera de que la carrera de Emi hace aguas y que resulta muy probable que regrese, al menos temporalmente para tomarse un respiro. Esto significa que volverá a mirarla, a hablarle, y a derretirse por sus huesecillos.

Pero, claro, habrá que ver si Emi la corresponde y en qué términos. Ya se sabe que estas cosas nunca son tan fáciles, y menos al principio de las novelas.

Y como estamos ante un libro bastante coral, las venturas y desventuras de Danielle se completan con las de sus amigas, amigos y familiares. Así que veremos el desarrollo de la historia de nuestra protagonista acompañada de la de todo su entorno. No en vano su título es “El club de los no correspondidos”, nombre de la asociación que conforman la propia Danielle y un muy reducido grupo de amistades que tienen en común esa nada agradable característica: las personas a las que aman no sienten lo mismo a la recíproca.

Por todo lo dicho seguramente ya habréis llegado a la conclusión de que estamos ante una novela de tipo romántico. Correcto. También con toda probabilidad penséis que, a pesar de todos los líos y desarrollos de los diferentes problemas, la cosa no va de dramas que no encuentren solución. Correcto también.

En resumen, “El club de los no correspondidos” ofrece esto: una lectura sobre amores adolescentes (esto es, problemáticos) y el desarrollo personal de la intensa y confundida Danielle. Que la disfrutéis, si os apetece.

El club de los no correspondidos
En ocasiones, un recuerdo puede dejarte anclada en un viejo amor. Si encima añadimos que ese crush es una superestrella y la mejor amiga de tu hermano, todo se vuelve más frustrante. Danielle quiere avanzar y dejar de estar enamorada de Emi, pero ¿cómo olvidar a la cantante que aparece en todos lados? ¿Y si además vuelve a su vida? ¿Podrá seguir adelante o seguirá anclada en el pasado?