Hoy os traigo la reseña de una película donde las miradas son el guión perfecto para narrarnos una preciosa historia de amor. Su directora, Céline Sciamma, ya tiene en su haber tres obras maravillosas, «Lirios de agua», «Tomboy» y «Girlhood”, todas ellas centradas en el despertar sexual y en la adolescencia. Con “Retrato de una mujer en llamas” se aleja de este registro y aborda una historia diferente.

En la Bretaña de 1770, Marianne (Noémie Merlant), una pintora, recibe un encargo que consiste en realizar un retrato de Héloïse (Adèle Haenel), una joven a la que han sacado del convento para casarse, ocupando el sitio que dejó su hermana al morir. Si el retrato complace a su prometido, un milanés acaudalado, se trasladará a Milán para casarse.

Héloïse no está conforme con este matrimonio por lo que se niega a posar intentando, de este modo, retrasar lo inevitable. Por este motivo su madre contrata a Marianne para que se haga pasar por dama de compañía y trabaje en secreto en el retrato. Marianne observa a Héloïse de día y la pinta por la noche. Poco a poco su relación se vuelve más intensa a medida el retrato va tomando forma. Las miradas dejan de ser discretas para ser más intensas hasta que llega un punto en el que no sólo Marianne mira fijamente a Héloïse intentando retener hasta la forma de su oreja, sino que se convierte a su vez en la observada.

Quizá lo que más me llamó la atención de la película es cómo su directora te mantiene absorta en ella con tan solo cuatro actrices y dos escenarios. Sólo hay dos momentos puntuales en los que aparecen otras mujeres. Las dos protagonistas ocupan la pantalla prácticamente las dos horas con alguna conversación añadida con las otras dos actrices secundarias, la madre y la criada.

“Retrato de una mujer en llamas” es una superposición de preciosas fotografías con el mar como invitado, Orfeo ocupando momentos con su historia con Eurídice y Vivaldi poniendo la banda sonora.

En la época en las que nos sitúa la historia la mujer no decide sobre su vida sino que deciden sobre ella. En este caso tenemos el punto de Héloïse, una mujer que va a ser obligada a casarse con un hombre que no conoce porque su madre así lo cree conveniente. Y por otro lado está Marianne, una pintora sin intención de casarse, que viaja sola y cuyo futuro es sustituir a su padre como profesora de pintura en el taller. En toda la película no aparece ningún hombre y esta ausencia se hace notable cuando piensas en la película después de finalizar su visionado, no antes.

Las dos actrices son sencillamente maravillosas. Hacen un trabajo inmejorable mostrando muchísimo diciendo muy poco. La directora consigue, con su enfoque, lograr una gran sensibilidad y sensualidad sólo con miradas y pequeños gestos entre ellas. Os diré que los últimos 5 minutos de la película consiguieron conmoverme de una forma maravillosa.

Esta es una bonita historia de amor que sobrevive en el tiempo a pesar de la época, de la sociedad que las rodea y de todo lo que depara su futuro. Como dato curioso, Adèle Haenel, la actriz que encarna a Héloïse, es pareja de Céline Sciamma, la directora.