El día de hoy me ha dado por ponerme a reflexionar (no se preocupen estos lapsus en mi vida son escasos) sobre esa terrible costumbre que tengo a veces de defender la actitud de la gente que me tolera pero no me acepta.

Creo que tiene que ver con la manera en la que fui educada, y es que muchas veces nuestra raíces son muy profundas y por más que evolucionamos siempre se nos quedan resquicios (para bien y para mal) de todo aquello que nos ha rodeado a lo largo de nuestra vida.

Hoy me toca hablar de un resquicio algo negativo: la homofobia interiorizada y ustedes seguramente dirán pero si tienes un blog del tema, hablas todos los días de ser lesbiana y estás fuera del closet ¿como puedes sufrir de ese mal? Pues es que lo terrible de esta clase de homofobia es que nosotros mismas nos auto convencemos de que no es tal.

La homofobia interiorizada no necesariamente significa que te rechaces a ti misma por ser lesbiana, hay otros aspectos mucho más sutiles pero también importantes que van dentro de ella, por ejemplo el sentirte constantemente culpable por tu orientación sexual. Ya saben, como cuando le contestas el celular a tu novia enfrente de tus padres y tú sientes (por mucho que sepan de tu relación) que no debes expresarte cariñosamente por no molestarles o aquella vez que pensaste que el gay pride es una vergüenza porque no hay sino gays y lesbianas luciéndose y haciendo el pato (que es verdad que sucede pero también en los carnavales y ahí hacemos la vista gorda porque «es lo normal»).

Para mí quizá lo más difícil sea sacudirme la sensación de que la gente me está haciendo un favor al quererme como soy. Recuerdo que cuando salí del closet ante mis padres y amigos pensaba que el que se avergonzaran de mí era mi culpa, y de hecho lo era, pero no por ser lesbiana sino porque muchas veces no supe defenderme y hacerme valer porque pensaba dentro de mí que en cierta manera lo que hacían era normal.

Es como cuando estás enfrente de tus sobrinos y te apetece besar a tu novia y te limitas, ¿qué tiene de malo? ¿crees que alguna pareja heterosexual tiene las mismas precauciones que tú? Pues por supuesto que no, pero tanto escondernos a lo largo del tiempo te hace ir encajando detallitos como el que se refieran a tu pareja como la amiga «fulanita» o que a pesar de haberles dicho la verdad sigan haciendo como que no paso nada.

Por eso hoy he querido darme a mí misma un par de consejos, (no me atrevo a extenderlos al público porque cada caso es un mundo y el mío es muy pequeño) y es que ya no quiero ser tolerada, quiero ser aceptada.

  1. Deja de fingir ser quien no eres: Si te es imposible hacerlo ante los demás (Hay cientos de miles de razones válidas para no salir del armario) por lo menos sé sincera contigo misma y permítete una total libertad, no te toleres ¡acéptate!
  1. No permitas que la gente evada la verdad enfrente de ti:  Si ya has salido del armario no permitas que la gente a tu alrededor te meta de nuevo. No te marches molesta si alguien a quien has contado que eres lesbiana te vuelve a preguntar si tienes novio. Tómalo con calma pero asegúrate de recordarle al responder que a ti no te gustan los chicos.
  2. No te permitas sentirte culpable: No estas haciendo nada malo, no permitas que nadie te haga sentir culpable o avergonzada por tu orientación sexual. Deshecha esos pensamientos, no puedes pedirle a los demás que lleguen a un punto al que tu no has conseguido llegar.
  1. Conócete a ti misma y a tu sexualidad: Necesitas aprender a conocerte para ser capaz de ser, parecer y comportarte con los demás tal cual eres.
  2. Si te encuentras con que alguien que quieres es incapaz de aceptarte no te derrumbes: Quiere tú a esa persona por quien es (siempre y cuando no te haga más daño que bienestar) hay veces en los que las limitaciones de la gente son más grandes que su deseo de cambiar. Quiérelos tú con sus defectos, pero no cambies para suavizarlos, si ellos no lo hacen ¿por qué has de hacerlo tú?

Voy a trabajar en aplicar estos auto consejos que son más fáciles de escribir que de practicar, ya les iré contando que tal me fue. ¿Y ustedes han aprendido algún otro punto que nos pueda servir o me van a dejar aquí solita en plan reflexivo?