Escrito por: Arcadia:
Jess, eufórica y radiante, estrena modelito multicolor de gama erótica. El atuendo consta de: zapatos rojos brillantes con tacón de altura imposible, sujetador de fantasía con faldita cortita (todo del mismo color), especie de corpiño con tintes colorados, guantes también rojos y medias malva. Y así preparada, espera impaciente la llegada de su amante Alex, así que cuando suena el timbre del portero automático, Jess también automáticamente abre la puerta sin mirar. Resulta que no es Alex, sino su amiga Siobhan, que se parte de la risa cuando contempla a Jess con semejante facha.
Esta es una prueba evidente de que Jessica está graciosa, porque Siobhan no tiene muchas ganas de broma. De hecho, viene a pedir cobijo a su amiga en su apartamento, para tomarse tiempo y reflexionar sobre lo destruído que está su matrimonio. Pero le da un poco de apuro por invadir la intimidad del pisito de amor de Jess. A Jessica no sólo no le importa que Siobhan se quede a vivir en su apartamento por un tiempo, sino que se lo toma como una oportunidad de llevar a Alex a lugares más “arriesgados”. Esto es buscarle el lado bueno a las cosas y ver el vaso medio lleno y no medio vacío, la esencia del optimismo espiritual.
Poniendo en práctica la idea, Jess conduce a Alex a un lugar que ni siquiera ella sabe qué demonios es, pero que es el escenario de algún evento organizado por su jefe, Simon. Ya antes de que se ilumine la estancia, es evidente que se trata de algo muy parecido a un restaurante. Cuando se hace la luz, topamos con dos botellitas de champán listas para ser descorchadas y consumidas placenteramente y justo al lado….UN PIE. Sí, señoras, un pie dorado (no me atrevo a decir que sea de oro, porque no lo es todo lo que reluce). ¿Qué pinta un pie encima de una mesa al lado de las botellitas? La solución se obtiene mirando a la pancarta que preside este comedor: “Chiropodist of the Year”. Alex no puede evitar una sonrisa, ni yo tampoco. Ha de haber celebraciones y homenajes para todos los gremios, y los podólogos ilustres tienen también derecho a un trofeo en forma de pie que reconozca su dilatada labor profesional.
Alex y Jessica se tumban debajo de una mesa (que digo yo, ¿Por qué no se sientan a una, como las personas corrientes y normales?) y se beben las botellitas que antes vimos al lado del pedi-trofeo. Alex se acuerda de que se tiene que ir. Jess le dice que se espere unos minutitos, porque en nada es su cumple, y le propone ir a cenar para celebrarlo. Ah, vaya, qué contrariedad, Alex ya ha quedado a cenar con su…esposa. Y lo primero es lo primero, hasta para Alex. En desagravio, ofrece comida en superhotelazo al día siguiente. Y tras un breve tortoleo, felicita con cariñosos besos a Jess, sin interesarse por cuántos cumple (que eso nunca se le pregunta a una dama).
Ya podía Jessica aprender de su ligue un poco de diplomacia. En mitad de la fiesta de los podólogos, se acerca a Simon y le plantifica un piquito sin reparar en que su mujer está justo al lado. La esposa se indigna por las inapropiadas familiaridades que usan jefe y empleada. Simon se defiende del chaparrón que le cae, alegando que Jess es lesbiana y odia a los hombres (vaya, el tópico de siempre), considerándole a él un completo imbécil (si Jessica piensa eso, estamos del todo de acuerdo ella y yo). La esposa de Simon no se traga el cuento y se larga de la fiesta cabreadísima. El inefable jefe-organizador-de-eventos no se explica cómo Miranda (su mujer) piensa que se acuesta con Jess justo cuando no se están acostando. La respuesta más fiable es que la justicia a veces viene con retraso, lenta pero segura.
Jessica recibe una llamada de Alex al móvil confirmando la cita de la comida del cumple. Quedan definitivamente a las dos (qué mediterráneos se nos están volviendo estos anglosajones, parecen hasta nuestras horas de comer aquí en nuestra España).
Puntual, nuestra Jess llega a su cita en lo que resulta ser un bonito comedor blanquísimo y elegantísimo (uno de esos lugares cuyo encanto reside en gran medida en que los camareros te hacen la pelota lo más rastreramente posible, hasta conseguir que te creas la Reina de Saba).
Alex tarda mucho. Muchísimo. Jessica mira el móvil por ver si tiene algún mensaje, bebe agua, bebe sorbitos de vino, se aburre, etc, etc. Aparece Simon por la puerta y, sentándose a la mesa, anuncia que Alex está atascada en alguna parte y que procurará llegar para la sobremesa. Como no quería dejarla sola, le ha llamado para que la sustituya en el trabajo de acompañar. Jess está frustrada y algo dolorida. Y, como a falta de pan buenas son tortas, deja que Simon la invite a su comida de cumpleaños y de este modo se le pasa un poquito el berrinche.
Pero está muy claro que Jess no se divierte con su jefe, porque se divertiría más con Alex. Llegados los postres, Simon pregunta si se va con las amigas por la noche, más que nada por dar conversación. Jessica no tiene nada planeado, ni ganas, de puro mustia que está. Una cosa lleva a la otra, y Simon declara finalmente lo que le tiene intrigado, preguntando qué tiene Alex de diferente como para conseguir un cambio de tantos grados en el comportamiento vital de Jess. Ésta reflexiona un segundo y descubre por sí misma lo siguiente:
Jess: Bueno, con ella yo…. soy esa parte de mí que ni tan siquiera sabía que existía. Quiero decir, todas las cosas que me gustan de mí misma, ¿Entiendes?.
Simon: Sexy, divertida, despreocupada…
Jess: Sí, todas esas estupideces. Son únicamente un gran disfraz y….todo lo que soy interiormente. Sólo soy una gran débil. Y Alex es la única que entre todos ha sido capaz de llegar directamente a ello.
Simon: A mí eso me parece amor.
Jess: O quizá sólo la quiero de esta manera porque….porque sé que en realidad nunca la voy a tener.
Cuando llega el pastelito con velita, Jessica se da tristemente cuenta de que espera en vano que Alex vaya a la comida. Da las gracias con suavidad a su acompañante y queda clausurada la celebración de su melancólico y decepcionado cumpleaños.
Justo cuando salen del restaurante, el móvil de Jess suena ella responde ilusionada a la llamada. Efectivamente, todas hemos imaginado quién llama. Alex propone pasarse por el apartamento de Jessica por la noche y ésta acepta ilusionada sin pensárselo dos veces. Cuando se despiden, Simon esboza una sonrisa compasiva.
Ya en casa, Jess recibe la visita de Hari (el marido de su amiga Siobhan), que viene a traer varias pertenencias de su esposa, decidido como está a terminar definitivamente su relación con ella. Hari quiere divorciarse porque Siobhan no sólo le ha sido infiel, sino que está embarazada de su amante. Jess intenta terciar en el asunto, pero Hari está muy dolido y no cree que pueda perdonar a su mujer. Animado por la intervención de Jessica en sus asuntos, Hari decide interferir también en los de ella y pregunta por su relación con Alex. Cuando Jess responde que le va de cine con el affair, él le hace la siguiente observación: “Pero le estás haciendo daño a alguien, Jess. Incluso, aunque no lo sepa, estás haciéndole daño a todo el mundo. Gracias por la copa”. Y se larga dignamente, dejando a nuestra Jessica descolocada y pensativa.
Alex llega radiante cantando el cumpleaños feliz, dando besitos reiterados y disculpándose con insistencia. Cuando Jess pregunta dónde cree Lisa que está en ese momento su consorte (es decir qué excusa le ha puesto y qué mentira le ha contado), Alex simplemente no quiere hablar del tema, y sigue con los besitos. Tras una elipsis que esconde con total seguridad un acostamiento en toda regla, Jess pregunta tranquila si siempre va a ser todo así.
Alex: ¿Cómo? ¿Salvajemente emocionante, romántico y sexy?
Jess: No. Me refiero a lo que viene después de eso. Ya sabes, lo que viene después, cuando te vas y yo me quedo sintiéndome….mierda.
Alex: No lo sé. Pensaba que tú eras la experta.
Jess: Yo también.
Alex: Me he pasado la vida entera intentando encontrar a la persona adecuada. Y justo cuando la encontré….llegaste tú.
Jess: Bueno, yo me he pasado la vida entera buscando entre toda la gente inadecuada y…divirtiéndome sin sentido, y entonces apareciste tú.
A Jess se le están llenando los ojos de lágrimas y le tiembla la voz, pero mantiene el tipo y consigue continuar hablando.
Jess: Y desde que te conocí…te he querido toda para mí.
Alex: Ya te lo dije. No puedo hacerle eso a Lisa.
Jessica la mira a los ojos y, tomándose su tiempo, asiente reflexiva. “Dijiste que no me valoraba. Bueno, no siento que esto sea valorarme. Esto no es sentirse bien”. Alex se da cuenta del sufrimiento que está sintiendo Jess. “Lo siento mucho”, dice emocionada.
Jessica baja los ojos y exclama: “Te quiero. Pero duele”. Y Alex susurra comprensiva mientras ambas vuelven a encontrar sus miradas: “Lo sé. También me duele a mí”. Jess recuerda las palabras de Hari y la frase de Alex aclara su razón.
Es como si una revelación iluminara la mente de Jess: “Así que nos está haciendo daño a las tres”. El llanto se le sube a la garganta y decide: “Deberíamos dejarlo”, mientras la mira con arrobada ternura. Alex entiende la firmeza de la decisión de Jess, y la abraza con dulzura mientras ella misma tampoco puede contener el llanto.
Y llorando a mares encuentran sus amigas a Jessica, que ya ha vaciado una caja grandota entera de Kleenex desde que Alex se fue del apartamento. Pero, una vez explicada la decisión, comienza la fiestecita por su cumpleaños la mar de bien.
Dicen que el amor nos hace mejores personas. Y yo pienso que es verdad.
Jess decide terminar con una relación negativa que causa dolor a todas las personas implicadas. La antigua Jessica hubiera preferido seguir con la diversión, cimentándose en su egoísmo y además habría justificado su actitud precisamente en el amor. Pero la nueva Jess quiere de verdad a Alex y esto le lleva a no soportar causarle sufrimiento, respeta su decisión de seguir con su esposa y comienza también a quererse también a sí misma.
Y además pocas veces hemos podido ver una ruptura tan tierna e intensa.
Así que yo quiero quedarme con lo positivo: la historia de amor de Lisa y Alex sigue adelante (que, aunque Jessica nos caiga muy bien, también se lo merecen) y Jess ha crecido como persona y tiene toda una nueva vida por delante.
El amor entre dos chicas sigue vivo y probablemente se ha fortalecido. Y, señoras, por tal razón creo que tenemos un final feliz en esta primera temporada de “Mistresses”.
Ha sido todo un placer comentarla para ustedes. Un abrazo a todas y…. hasta la próxima serie que me toque resumir.