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Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Llegaré muy pronto a la cuarentena, así que me voy resignando. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

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Esther está mucho mejor. Tiene la habitación atestada de flores y un nuevo corte de pelo (que le hicieron para garantizar una mejor accesibilidad a su cráneo). Así que, sin nada mejor que hacer, se dedica a leer el periódico. Mira tú que hay hojas en el periódico llenas de crímenes y atentados con los que entretenerse; pues no, Esthercita va a dar justo con la esquela de su exnovia. Allí deja los ojos clavados, y se le mete en su recién operada cabeza que tiene que ir al entierro.

Llega Maca feliz cual perdiz y le estampa un cariñoso besito, pero la faz se le muda en cuanto su esposa le comunica sus pretensiones. La paciente defiende que necesita despedirse de la muerta, y su cónyuge rebate las alegaciones con la siguiente argumentación:

  1. Tú allí no pintas nada (esto es una verdad como un templo egipcio de grande)
  2. Ni siquiera tiene el alta (otra razón de peso pesado). Como ve que Maca se pone firme, Esther cambia la estrategia y empieza a hacerle pucheritos para salirse con la suya. Pero no contaba con su mano izquierda, que responde al ataque con idéntica estrategia: con mimitos, pero diciendo que no.

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En éstas llega Héctor con más flores. Entre llenar de color y clorofila la habitación de Esther y de tebeos la de Javier Sotomayor se pasa la mañana. Por cierto, que en este hospital lo de atender a la propia plantilla se va convirtiendo en un vicio. Tenemos encamados a Esther, Javier y Claudia. Ya lo dice Vilches: “En esto sí que ha cambiado. Antes los pacientes eran de fuera del hospital”.

Héctor se ve sometido a una sesión de tercer grado por parte de Esther, que quiere saber detalles del cacharrazo que se dio contra el suelo. La única respuesta que obtiene es “fue un accidente”, y queda en obvia frustración, porque eso ya se lo habían dicho.

La manía de no decirle nada a Esther de qué fue lo que pasó va a acabar siendo contraproducente. En primer lugar porque no atiende a razones: si no la dejan ir al entierro por las buenas, será por las malas. Así que se escapa y ya está. A punto está de pillarla Guille (el celador), pero la increíble excusa de que se ausenta de la habitación para ir a otro servicio porque la cisterna está rota, cuela por ilógico que parezca. Aún tiene que pasar otro filtro: Vilches la pesca por el pasillo y, al no tener ni un pelo de tonto, se olfatea la tostada. Pero decide que el bien mayor es el respeto a la autonomía del paciente y la deja marchar.

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No tarda Maca en ir a ver a su chica y encontrarse vacía la habitación. En cuanto pilla el periódico abierto por la página de esquelas, entiende lo que ha pasado y sale disparada a encontrar a su fugada mujer. Pregunta con urgencia en el stand de Teresa si alguien sabe algo de ella, y a Guille no le queda más remedio que confesar que la ha visto marcharse hace cosa de 15-20 minutos. Maca sale corriendo mientras la secretaria increpa al confundido celador: “Pero, ¿Por qué no le dices nada y la dejas marchar? ¿Tú eres tonto?”. Teresa, no gastes tus energías en hacer preguntas cuyas respuestas todos conocemos.

Pensativa y a prudente distancia contempla Esther el acto de dar sepultura a Bea. Maca llega con el coche justo cuando la familia está abandonando el recinto y se queda observando. La ubicación que ha elegido Esther para asistir al evento no ha sido muy afortunada, porque se encuentra justo en el camino de salida de los parientes. Así que evitar darse de frente con el marido de la finada es sencillamente imposible. Y en el momento en que éste llega a su altura, reacciona airado cuando Esther le da el pésame entre sollozos. Maca, que ve cómo las cosas se empiezan a poner violentas y que el histérico viudo comienza a zarandear a Esther, sale del coche corriendo y lo separa de ella a empujones.

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Tras un ratito sentadas en reflexión, Esther reconoce que ha sido una insensatez acudir al entierro, pero explica que lo hizo porque se lo debía a la difunta. Esto termina de exasperar a Maca, que no puede evitar exclamar “¡Encima!”. Como Esther se ha traído todas las neuronas de casa, se da inmediata cuenta de que esa expresión encierra un secreto.

Por ello sigue presionando para conseguir información, y de paso explica que se siente culpable de lo sucedido (sea lo que sea lo que ha sucedido, porque ella no se acuerda). Pero Maca es hueso duro de roer y no suelta prenda. ¿Le contará alguna vez a su mujer que fue Bea la que casi se la carga a ella? ¿Le explicará que quería matarse, pero llevándosela consigo al Más Allá para no irse solita?

Cuando llegan al hospital, Maca se reincorpora a sus obligaciones asistenciales y deja a Esther al cuidado y compañía de Teresa. Una vez en la camita, la paciente refiere dificultad para dormir, nerviosismo y afán por saber. Teresa intenta que se tranquilice, pero sólo logra intrigarla aún más al describirle el susto que se llevó cuando las vio aterrizar a Maca y a ella en Urgencias. Este es un dato que Esther no conocía (que Maca estaba con ella), y le sirve de apoyo para intentar sonsacar más a la secretaria. De repente, una luz se enciende en alguna parte de su memoria. “Me acabo de acordar de algo”, dice. Y subraya: “Tengo que decir algo muy importante”.

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Sabemos por anteriores temporadas que Maca sufre de Esclerosis Múltiple. Pues bien, le toca revisión. Esther llega a acompañarla en el trance y confortarla por si hubiera malas noticias. Esperemos que no sea así. Sólo nos faltaba que ahora que se nos está curando Esther nos venga un nuevo dramón por la otra componente de nuestra parejita.

Cuando regresan de la consulta, Esther vuelve a la carga. El hecho de que Maca llegara con ella al hospital, apoya sus temores de que le estén ocultando algo. Así que atosiga a su mujer para sacarle información.

Esther: ¿Qué me estás ocultando?
Maca: Nada. Cuando llegué, estabas en el suelo.
Esther: ¿Hice algo malo?
Maca: No, cariño. Tú no has hecho nada malo. Todo lo contrario
Esther: ¿Cómo que todo lo contrario? ¿Qué quieres decir?
Maca: No quiero decir nada. Esther, por favor, olvídate. No le des más vueltas. Confía en mí. ¿Te he mentido alguna vez?
Esther: No lo sé. No me acuerdo

Es cierto que Maca miente: llegó antes de que aterrizara en el suelo y por supuesto vio muchísimo más de lo que admite. Pero tampoco merece que Esther le espete esta última y cruel frase.

Claudia está en pleno trance de decidir qué hacer con su embarazo, porque la viabilidad del bebé es muy dudosa. Maca llega para hacerse cargo de la situación, como especialista encargada del caso, y comenta con su amiga sus problemas con Esther. “Es por Esther, que no para de decirme lo maja que era Bea y la pena que le da. Tengo unas ganas de decirle: Mira, cariño, tu novia era una puta zorra que ha intentado matarte”. Como Claudia no es capaz de tomar la decisión, el Dr. Jimeno baja al jardín y ejecuta la prueba de la margarita. Tras llegar a arrancar los pétalos en su totalidad, entre la opción transfundir-no transfundir, sale lo primero: transfusión. Maca está también de acuerdo.

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Carlos se va un poco mustio porque nadie le ha tenido en cuenta en la decisión. Maca va tras él y aprovecha para pedirle consejo psicológico sobre las cuitas que la aquejan.

Ella se debate entre explicárselo todo a Esther o no hacerlo. Por un lado pesa en su ánimo que Esther está idealizando a su exnovia y lógicamente no es un sentimiento que quiera que se quede alojado en su espíritu. Por otro, Maca se siente culpable porque cree que si ella no llega a llamarla a gritos desde la calle, a Bea no le habría dado el arrebato de tirarse al vacío. Lo que está claro es que es una situación insostenible, porque Esther reclama saber y más tarde o más temprano habrá que decirle la verdad.

Y encima el tema se agrava. Debido a este sin vivir del no saber, a Esther comienzan a venirle visiones en forma de sueños. Ella, en mitad del cementerio, recibe las imprecaciones de Bea: “¡¡¡Por tu culpa!!! ¡¡¡ Ha sido por tu culpa!!!”. A ver quién es la guapa que soporta esos ataques de subconsciencia culpable, seamos sinceras. Y todo por no explicarle las cosas como es debido.

Al asistir a su despertar despavorido, a Maca se le ablanda el corazón y de paso también se le aclara la razón: decide por fin aclarar a su desasosegada esposa la verdad de la buena.

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Tú estabas en la cornisa con Bea. La tenías agarrada de la mano. Querías evitar que se suicidara

(Maca comienza a perder su presencia de ánimo y empieza a temblarle la voz).

Esther: ¿Que se suicidara? (Aquí a Maca ya le llegan los pucheros a la garganta. ¿Llegará a decirlo todo sin explotar en llanto?)
Maca: Yo fui a buscarte. Y cuando te vi arriba me puse histérica…..¡No tenía que haber gritado! ¡No tenía que haber gritado! (Misión imposible contener lo incontenible: Maca llora, solloza y se duele en puro y completo dolor).
Maca: Bea se puso nerviosa. Te agarró de la mano.
Esther: ¡Me quiso matar, Maca! ¡No fui yo!¡No fui yo!

Ahora la que se deshace en llanto es Esther, pero de alivio. Se ha quitado de encima la incertidumbre de si provocó ella o no la muerte de Bea.

¡Es que lo mejor es decir la verdad desde el principio, no le demos vueltas!

Informe sobre asuntos no-estrictamente-lesbicanarios pero que si no sabemos nada de ellos comprometeremos nuestros conocimientos para poder seguir la serie:

  1. El bebé de Claudia ha aceptado las transfusiones satisfactoriamente. De momento el asunto pinta bien. Que dure.
  2. A Javier Sotomayor (nuestro querido “Capullus Directivus”, mote con que lo condecoramos hace unos meses) lo tiene cogido por sus nobles partes íntimas Jacobo, que promete ser el supervillano de la temporada. Tras vil chantaje (desvelar que ocultó una supuesta negligencia de Raquel), le obliga a presentar la dimisión. Esto equivale a una mutilación de su apodo: se nos queda sin “Directivus”, qué pena. Vilches propone la estrategia de la comadreja (esperar a que cometa un error y luego tirarse a la yugular).

Esperemos que el plan tenga futuro y puedan hincarle el diente al tipo éste, que me cae tan mal que a veces pienso que podría envenenarle personalmente.

Y, sin más asuntos que tratar, se levanta la sesión y el acta de este episodio. ¿Les apetece comentar algo?