Malas noticias: Maca se ha tenido que ir a Jerez a ver qué tal anda su madre enferma. Eso significa que permanecerá ausente durante todo el capítulo. Esto es horrible. Un episodio de Hospital Central sin la Dra. Fernández Wilson es como un jardín sin flores, una noche sin estrellas, un camello sin jorobas o un flan sin tembleque.

Nadie sabe lo que acontece a la Sra. Wilson, pero se habla de la posibilidad de trasladarla a este hospital, lo que genera expectativas sobre si su belleza será pareja o no a la de su hija.

Se confirma otro mal asunto: Leyre no va a volver (y por Jacobo no pregunta nadie porque nos importa un pimiento a todos, pero no se le ve tampoco camino de retorno). El personal del hospital está en cuadro, informa Sotomayor, que no es ya director pero sigue informando. Es de prever, por tanto, que el trabajo desborde a la exigua plantilla y las Urgencias (por ejemplo) se colapsen. Pero esto no es óbice para que los dos astros médicos que iluminan el firmamento (Vilches y Sotomayor) desaparezcan en mitad de la mañana a darse una vuelta por el campo y a nadie le parece extraño que con tal escasez de personal estos dos se larguen por las buenas dejando a los compañeros que lidien con el marronazo.

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Claudia entra despavorida en el hospital. Si pensábamos que ya Doña Fortuna la había sonreído, nos equivocábamos de plano. El bebé nació, pero sigue con problemas muy serios (tanto que lo han tenido que ingresar en Cuidados Intensivos). Y con tanto trajín, a Teresa se le olvida decirle algo muy importante sobre Esther. Ésta tampoco va a librar hoy: aprovechando que su cónyuge no la puede consolar ni apoyar porque está de viaje, nos la van a hacer padecer un poco (como ya es habitual, por otra parte).

La presión asistencial comienza a concentrarse en Enfermería, y Esther empieza ya a sufrir. Faltan pañales, las enfermeras no dan abasto a sacar sangre, los enfermos se agolpan encamillados en los pasillos, nadie sabe quién está dónde….un desastre sanitario de proporciones ciclópeas. Todo el mundo presiona a la jefa de enfermeras, que se afana inútilmente en que todo funcione más o menos.

Pero si sólo fueran las cuitas laborales, Esther sería aproximadamente feliz. Lo que de verdad la trae por el camino de la amargura es que se le olvidan un montón de cosas. Teresa la sorprende consultando el número del móvil de Maca, que debería tener supermemorizado.

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Descubrimos así que lo que tenía que haberle dicho la secretaria (que tampoco anda bien de memoria por lo que parece) a Claudia es que Esther quiere hacerse un scanner por si algo le funciona neurológicamente mal en la cabeza de resultas del porrazo, y sea ésta la causa de tanto fallo en el recordar.

Como Claudia no sabe nada, Waldo se presta solícito a pedir y realizar el escáner. El pobre tiene buena voluntad, y se pasa toda la prueba intentando que Esther se tranquilice y lo pase lo mejor posible. La estrategia que se le ocurre es que piense en cosas bonitas, así que comienza a inducirle posibles recuerdos agradables. Pero el éxito no acompaña al plan: cuando Esther piensa en sus hijos, se acuerda de lo difícil que fue el parto; y cuando se centra en su esposa, descubre con tremendo dolor que no recuerda cómo la conoció.

Desde luego es alarmante. No es de extrañar que la desdichada mujer esté asustadísima y acabe echándose a llorar.

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Sale el scanner, Waldo le echa un vistazo e informa a Esther de que está perfecto. Pero ella no queda conforme. Si no hay lesiones que expliquen esas pérdidas de memoria, ¿por qué las tiene? Es cierto que se acuerda de sus hijos y de sus partos, pero no de cómo conoció a Maca. Si ya es desconcertante de por sí una amnesia, más debe de serlo una pérdida de memoria selectiva que se focaliza sólo en los recuerdos sobre tu pareja y lo que la rodea. Esther no está satisfecha de la interpretación del escáner y las explicaciones de Waldo, probablemente porque:

  1. A estas alturas todo el hospital sabe que Waldo empina el codo más de la cuenta y eso puede debilitar su perspicacia clínica una barbaridad. Cualquiera se fía.
  2. Tiene poca experiencia. Claudia habrá visto varios millares de millones más de escáneres.

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Así que decide buscar una segunda opinión para quedarse tranquila. Claudia anda muy ocupada cuidando de su bebé que está muy enfermito (tiene una anemia espectacular, que no saben cómo solucionársela: ahora lo intentan con eritropoyetina). Mientras espera a que Claudia salga, se queda con Jimeno y éste le sugiere que ejercite su mente con alguna actividad de estimulación cerebral. Esther protesta porque ella no es de sudokus ni de crucigramas, pero Jimeno se está refriendo a algo más productivo literariamente hablando: escribir cuentos. Esther se cansa de esperar y decide que luego buscará a Claudia por los pasillos.

Hablando de pasillos: están completamente atestados. La situación del hospital ha devenido en imposible: hay un colapso total. Para muestra, un botón: se dejan un paciente olvidado por allí, no lo atiende nadie y al final Raquel se lo encuentra frito. La razón de esta hecatombe es al parecer la ausencia de una cabeza pensante que dirija todo el cotarro. El hospital está, pues, enfermo de acefalia.

Claudia ve por fin el scanner y concluye que Esther no tiene absolutamente nada.

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Esther: No sé si es mejor que haya causas o que no las haya.
Claudia: A ver, has sufrido un traumatismo brutal. Y psicológicamente tu mente reacciona de esta manera. Pero dale tiempo, no te agobies.
Esther: Sobre todo son cosas relacionadas con Maca. Se me ha olvidado el día que nos conocimos…
Claudia: Fue un flechazo. A primera vista.
Esther: ¿Sí?
Claudia: Además no lo tenía nada fácil, porque no era tu tipo de mujer. ¡Más que nada porque no eras lesbiana! (Ríe).
Esther: Y, ¿por qué insistió? No sé, ¿qué vio en mí, o…?
Claudia: Vio el futuro. ¿Te parece poco?

Esther se entrega a la terapia y ¡A narrar se ha dicho! El cuento que construye trata de una palmera llamada Marcelina que hace lo que todas las palmeras: estar plantada en el desierto y dejarse azotar por los vientos. Un escorpión y un dromedario llamados Tristan y Yusuf respectivamente la tienen marginada por completo, al creerse superiores por pertenecer ellos al reino animal y ella al vegetal. Esta es una historia de intolerancia por no saber respetar las diferencias.

Mientras Esther escribe y escribe, Jimeno se atreve por fin a expresarle a Claudia su rendido, completo y arrobado amor. No puedo comprender cómo le da calabazas, porque es una de las declaraciones más bonitas que se han visto jamás. Le pide que ponga la mano sobre su pancita y pregunta si no nota los millones de mariposas que se mueven dentro y que comienzan a multiplicarse en cuanto sus ojos se posan en ella. Todo esto con un gesto y una sonrisa tierna que conmoverían a la mismísima Reina de los Hielos.

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Cuando Esther le cuenta el cuento (que ya lo ha terminado), Jimeno está el pobre destrozadito y por tanto muy lábil. Así que sospechamos que si se echa a llorar no es porque se emocione con la narración, sino porque no puede más de pura tristeza.

El cuento, como no podía de otro modo ser, acaba con el triunfo de la palmera. Mucho orgullo el de los dos estúpidos animales con lo de poderse mover de acá para allá, pero cuando viene un ciclón y se los lleva volando, queda patente que lo de ser una planta con raíces resulta mucho más práctico. Así que, qué remedio, acaban por tolerarla, aceptarla y respetarla.

Y fin del episodio. Pero, como no hemos tenido mucho contenido lesbicanario posiblemente porque Maca está ausente, vamos a alborotar un poco el gallinero, no se nos vaya a dormir.

Aprovechando que Maca no está en el hospital en estos momentos, vamos a hablar de ella a sus espaldas. He dudado mucho sobre si dar o no este paso. Soy consciente de que peligra mi vida, porque entiendo perfectamente que la admiración que sienten por Maca puede llevarlas a defenderla incluso por las armas. Pero debo ser valiente y, ¡qué demonios! a veces hay que ser capaz de arriesgar el propio pellejo por una buena causa. Y esta buena causa es la Verdad. La suerte está echada.

Así que allá va: Maca es FEA.

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Como lo oyen. Es FEA, y ya está. Y las desafío a todas Vds. una por una, en grupos de siete, en parejas, en masa, como deseen, a demostrar que esta afirmación mía es falsa. Ya aviso que lo tienen complicado, porque Maca es FEA. Y no habrá quien pueda demostrar lo contrario.

Por supuesto que es una broma, no se me enojen mucho. Pero quedan emplazadas para el próximo resumen, en el que desvelaré la irrebatible razón por la que nuestra querida Dra. Fdez. Wilson no puede librarse de este apelativo. Que disfruten de la intriga y la curiosidad. Hasta la semana que viene.