Este post forma parte de Yo Lesbicanaria un espacio en el que invito a otras chicas lesbianas y bisexuales a quienes admiro a escribir un post como invitadas en el blog para mostrar lo diferentes que somos y que existimos lesbianas de todos los tipos. Así que denle la bienvenida a Yovanu

Lesbianas habemus las que toda su vida lo supieron, las que se dieron cuenta ya de grandes, las que nunca se dan por aludidas y dejan tirado el telegrama que se los anunció en algún lugar escondido y estamos las que tuvimos desde pequeñas un montón de luces de neón en nuestro camino pero tardamos unos años en darnos cuenta que significaban.

Yo soy del último grupo. A mí no sólo me gustan las mujeres, sino que han ocupado mi corazón y mi espectro visual desde muy temprana edad, pero claro, no tenía idea que significaba todo eso, la palabra lesbiana no estaba ni en mi vocabulario ni en el de nadie de mi entorno, así que difícilmente yo podía saber que eso que sentía tenía una razón de ser, un significado.

Todas esas alarmas y anuncios luminosos que indicaban que lo mío no era Pedro sino Heidi (y si venía acompañada de Clarita mejor), son hoy para mí una obviedad absoluta, pero en mi tierna infancia y adolescencia, no tenían nombre ni entidad.

Sólo voy a enumerar algunas de esas lucecitas lésbicas en mi camino, no voy a caer en el recuento de la música que me gustaba, ni los juguetes que usaba, ni nada de eso, porque creo que mis gustos en ese sentido estuvieron más bien cerca de heterolandia. Voy a hablar de algunas de las mujeres que dejaron huella en mi corazón.

Digamos que las mujeres me hicieron sufrir desde muy pequeña y yo encima sin saber porque sufría.

Una de ellas fue mi maestra de kinder, la luz de mis ojos, la razón para despertarme por las mañanas y acudir al colegio a desarrollar actividades que no me interesaban en lo más mínimo, pero fue mi primer amor a los 4 años y lo viví con la intensidad con que se viven los amores a esa edad….….pero un buen día, sin que yo lo viera venir, porque pensaba que nuestra relación iba viento en popa, dejó el colegio, dejó la clase, me DEJO A MI. Yo llegue feliz como siempre, porque la iba a ver a ella como todas las mañanas, y había otra persona en su lugar…que no sé sino era más bella incluso, pero no era MI Laura, mi amor…..desazón es poco, me dieron unas explicaciones de compromiso cuando pregunté por ella, claro, las explicaciones bobas que le dan a una niña de 4 años, ¿Quién iba a estar pensando que yo sufría por amor?

Incluso recuerdo que producto de mi fracaso amoroso tuve un breve noviazgo hetero con Nicolás, vergüenza me da recordarlo, sufría por una mujer y fui a parar a los brazos de un hombre, pero… ¿es que toda mi vida es un cliché? Pero él era bueno, jugaba conmigo, no molestaba demasiado, y al fin y al cabo preferimos quedar amigos, lo nuestro no estaba destinado a perdurar.

A partir de ese momento todo fue cuesta arriba, ya no quise ir más a clase, mis padres sufrían todos los días para convencerme, pero yo ya no quería estar ahí, sin la presencia de Laura no tenía sentido….el resultado es que mi madre harta de luchar con el empecinamiento de la niña en no querer ir al colegio, decidió que las clases para mí ese año habían terminado y comenzó la búsqueda de un nuevo lugar.

Con el nuevo colegio y a los 5 años tuve más suerte, pese a que me parecía hermosa mi maestra, dulce, cariñosa y cumplía con todos los requisitos para enamorarme, no me enamoré de ella como de Laura, es que yo no estaba todavía preparada para volver a enamorarme, así que el año transcurría en apacible normalidad, hasta que se dio lo inevitable, otra mujer entró en mi vida. Del colegio llamaron a mis padres porque detectaron un problema de dicción en mí, parece que pronunciaba la R como los franceses, algo que con el idioma castellano parece que es incompatible, así que a visitar foniatra me mandaron, y ahí conocí a Marina…..mi segundo amor.

Fue un amor breve pero intenso, nos veíamos una vez por semana, siempre los lunes, siempre una hora durante unos meses, me acompañaba mi madre, pero su presencia pasaba desapercibida para mí, yo sólo le prestaba atención a Marina. Hacía todos los ejercicios que ella me decía, creo que no sólo mejore mi dicción con el temita de la R, sino que creo mejore todas las letras del abecedario y sus respectivas combinaciones, cuando años más tarde me elegían para hablar en público en el colegio o la universidad o incluso ya profesionalmente, internamente yo sabía que eso era gracias a mi amor por Marina. Pero antes de llegar al momento del reconocimiento anterior y agradecer lo que ella hizo por mí, previamente me rompió el corazón…..así como alguna vez me abandonó Laura, un día me abandonó Marina, la diferencia fue que Laura desapareció de golpe y Marina me dijo que se iba, previsiblemente lloré y lloré mucho, mi madre no sabía que hacer para consolarme, incluso recuerdo haber salido de ahí directo a una juguetería, pero no había juguete que pudiera reemplazarla.

Mi tristeza fue tal que en esa tarde volví a hablar tan mal como al comienzo, como si los 2 o 3 meses de sesiones con ella no hubieran existido, como si sólo hubiera aprendido a hablar para que ella me escuchara. No sé como lo superé, sé que con mi familia nos fuimos de vacaciones y cuando volví estaba mi foniatra nueva, de la que no recuerdo el nombre, ni la cara, ni nada, simplemente fue el reemplazo de MI Marina….ya resignada a que ella no iba a volver por más que yo hablara mal quise terminar rápido con todo, así que retorné al camino de los bien pronunciados y terminamos el tratamiento.

El resto de mi infancia trascurrió tranquila, ya sin tanto drama amoroso, casi no me fijaba en chicas, pero creo que esto es natural a esa edad, no es que yo de golpe hubiera decidido olvidarme de las mujeres, sino que estaba un poco más ocupada en ser niña, jugar, mirar televisión, esas cositas con las que nos entretenemos hasta que llegamos a la parte más confusa y a la vez determinante para algunos aspectos de nuestras vidas, la adolescencia.

Con el arribo de la misma volvió el amor y surgieron las diferencias. Yo me daba cuenta que viendo Beverly Hills 90210 por más que tuviera el póster del gemelo Walsh colgado en una pared de mi cuarto, mi corazón latía por Brenda.

No me volví a enamorar de profesoras en el colegio, pero no por falta de voluntad sino porque me tocó una mala cosecha, ninguna era muy agraciada, ni tenían un algo que me hiciera acelerar la respiración en su presencia. Así que me limité a tener fugaces y breves encantamientos visuales con chicas mayores que yo. Eso por suerte me evitó caer en el cliché de enamorarme de mi mejor amiga o de alguna compañerita de clase, al menos ese cliché, no lo tuve, y lo agradezco enormemente.

Pero claro, las diferencias eran notorias, no me enamoraba de ningún chico, me aburrían las conversaciones que tenían mis amigas, que si Martín me mira, que si Juan ayer no me llamó, que no sé como acercarme a Javier, que me vuelvo loca cada vez que lo veo a Diego, yo las escuchaba, hasta les prestaba atención y hacía el papel de buena amiga pero había algo en todos esos conflictos amorosos que a mí me daban ganas de dormir de manera evidente, y no lograba dilucidar que era. Iba a fiestas, salía por ahí, conocía chicos y no había caso, ninguno me aceleraba el corazón, no soñaba con ellos por las noches, ni me interesaba hacer esos análisis de comportamiento masculino con el que tanto se entretenían mis amigas, simplemente a mí no me sucedía igual, yo lo notaba pero no sabía ponerle nombre.

Me daba cuenta que cada vez era más frecuente quedarme enamorada de la protagonista femenina de la película, me autoconvencía que yo las admiraba por su gran capacidad histriónica y no por el lento caer de sus párpados en pantalla y sus sonrisas hermosas….y fue así que sin querer, cambiando de canales de madrugada me encontré con una película, el nombre no viene al caso, pero trataba sobre un grupo de amigas, medio rebeldes todas contra el status quo, principalmente porque una de ellas, que era la más anti sistema (y la más linda claro) las había convencido de rebelarse. La película en sí no valía mucho, pero la chica anti sistema se enamoraba de una de las otras, y ésta otra por más que la quería mucho, no sentía lo mismo o no se animaba a sentirlo….fue ver eso en pantalla y sentir que me estaban hablando directamente a mí. De golpe se fueron acomodando vivencias, pensamientos y sentimientos en mi cabeza como si se tratara de un rompecabezas, me acordé de mis desamores infantiles, mis enamoramientos de adolescente, mi falta de interés en el sexo masculino y de golpe todo comenzó a tener sentido, de repente fue como si un gran arcoiris hubiera aparecido en mi vida para iluminarla, mágicamente ví con claridad algo que no es que yo desconociera que existía, a ver, que yo alguna vez en la teoría había escuchado que hombres o mujeres pueden enamorarse de alguien de su mismo sexo, pero nunca lo había asociado conmigo. En definitiva, ese gran arcoiris que me iluminó esa noche me ayudó a pronunciar en voz alta una pregunta: ¿soy lesbiana? Me tomó creo que algo así como un par de nanosegundos responder afirmativamente., nunca estuve tan segura de algo en mi vida, debe haber sido uno de los momentos de mayor claridad de mi existencia.

Y así fue, finalmente todo tenía nombre. Hoy no me interesan demasiado las etiquetas, pero en ese momento de mi vida yo necesitaba tener una, darle un nombre a lo que me pasaba, saber que eso que sentía tenía una razón de ser, que había mucha gente que sentía igual, que no estaba sola, que había incluso un mundo que hasta ese momento era invisible a mis ojos, lleno de gente como yo.

Luego vino lo previsible, lo que hicimos casi todas, descubrir los lugares de ambiente, conocer chicas que también se enamoraban de chicas, etc…y por suerte no tuve que transitar mucho, ya que un día me encontraba dando vueltas inocentemente por la bollósfera, y encontré a mi niña perfecta, la que finalizó con mi mala suerte serial en el amor luego de tanto abandono femenino en mi infancia, finalmente encontré alguien que ya hace muchos años me acompaña en la vida.

Supongo que todas en mayor o menor medida vamos teniendo señales mientras crecemos, algunas las reconocen enseguida, otras se toman su tiempo y algunas prefieren no verlas nunca, pero ahí están siempre, y cuando miramos hacia atrás vemos que fueron muchas e intensas, sólo había que saber apreciarlas.

Yovanu

Yovanu es la corresponsal de Lesbicanarias en Buenos Aires y aparte de escribir muy bien tiene otros talentos como el de la fotografía y el de hacer que los días en Twitter sean inmensamente más divertidos. Si te gustó este artículo puedes seguirla en el pajarraco (como ella lo llama) y muy pronto aquí mismo en Lesbicanarias.