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Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Llegaré muy pronto a la cuarentena, así que me voy resignando. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

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¿Qué está sucediendo esta mañana en Hospital Central? ¿Por qué Esther no lleva ropa de faena? Pronto nos lo aclara ella misma mientras Teresita le cose un botón: una revista literaria la ha llamado con intenciones de hacerle una entrevista. Por tal motivo está Esther totalmente nerviosita, ilusionada, más pintada que de costumbre y toda vestida de negro (color que en el imaginario de Esther resulta ideal para una escritora a punto de ser entrevistada, porque se supone que combina elegancia y seriedad).

El evento ocurrirá a lo largo de la mañana y está motivado porque la tal revista (que es gratuita y se distribuye en librerías) tiene la intención de hacer un monográfico sobre cuentos infantiles. Como al parecer Esther ganó un concurso de esta rama literaria, ahora se la rifan los medios de comunicación.

Cosido el botón rebelde, Esther porta sus nervios hacia otra parte del hospital. Mientras, Héctor y Alicia comentan cómo van los preparativos de su boda con el único objeto de que Teresita se entere (porque esta mujer si no está al cabo de todos los chismes, rumores y cotilleos, se nos muere).

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Las ocupaciones y preocupaciones de Maca son en estos momentos bastante más trascendentes que las de su mujer. La angustiada madre de un niño aquejado de una leucemia mieloblástica aguda es informada por los Dres. Gimeno y Fernández Wilson del procedimiento a seguir con su hijo. La única solución viable es proceder a un trasplante de células madre. Su padre y su tía han ido a por ellas. En cuanto lleguen las tales células-mamá, se las meten al crío en la médula y ya está el niño reparado. Pero no va a ser tan sencillo llegar a este probable final feliz del tratamiento, porque durante el transporte de las células una imprudencia al volante del papá del paciente ocasiona un accidente muy grave.

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Ajena a estos sucesos sigue la madre del niño enfermo en el hospital. La pobre mujer está tan atacada de los nervios que Gimeno decide darle un calmante. Pero poco más hace, porque está totalmente adormilado y no da una en el clavo esta mañana. La causa del amodorramiento radical del Dr. Gimeno es que, por darle gusto a Claudia, se está tomando una medicación que se supone va a curarle ese raro síndrome que impide que sus dedos abran el plástico de las revistas científicas. Maca y Claudia tienen que responder por él a las preguntas de la atribulada madre, porque el estado de sopor inducido por las pastillas le impide contestar con coherencia. Es que Gimeno está tan enamoradito de Claudia que se bebería un cóctel de cicuta con arsénico y un golpe de matarratas si ella se lo pidiera.

Esther se encuentra haciendo cosas de enfermería cuando aparece Vilches preguntando ansioso por el oncólogo que lleva a su exnovia. Una vez orientado sobre dónde localizarlo (en su clínica privada), Esther sale por la puerta como un rayo y se cruza…con su esposa. ¿Creen que se dicen siquiera «hola»? ¿Tal vez «adios», o «hasta lueguito»? No. Ni los buenos días se dan. No sé cuál de las dos tiene la culpa porque ninguna hace caso a la otra, pero esto es un gravísimo fallo en el protocolo de pareja. Ni un roce, ni un cariñito, ni un saludo amoroso…podría ser por las prisas laborales y el estrés propio del ámbito hospitalario pero…¿Pasar por el lado como si te toparas con el perro del quiosquero?

Maca está muy nerviosa, es la verdad, pero no sé si le alcanza el motivo para lograr la disculpa: necesita que Vilches mande de una buena vez el informe de ingresos de gripe A porque Sotomayor entra en una reunión importantísima (¡en una hora!) y como hospital van a quedar fatal si no llevan el tal informe. Yo no me fiaría mucho de que Vilches haga lo encomendado, que no tiene la cabeza donde debe.

¡Ahí estamos! ¡Acerté! Esto es que voy sintonizando correctamente la bola de cristal. Sotomayor está llamando con total desespero a Maca porque está a punto de entrar YA en la reunión y sigue sin los documentos salvadores de la reputación de Hospital Central. Fernando se ofrece para bucear entre los papeles a ver si aparecen y los mandan de una vez, dejando a Maca que dirija más tranquila las Urgencias sin que Sotomayor incordie llamándola cada dos segundos.

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Eso es lo que intenta hacer Maca: dirigir su Servicio. Pero es misión imposible: ella está tan modosita y concentrada en rellenar folios con sus escrituras, pero llega Raquel con su monomanía (quejarse del novato pretencioso que no hace más que fastidiar por todo y no sabe si darle el alta porque da valores hepáticos sospechosos). Maca la escucha con paciencita pero, terminado el turno del confesionario, la jefa de Urgencias recibe a la penitente número dos que también viene a pedir cosas y protestar: Valeria. Recién contratada, la médico más borde de este hospital quiere ponerse a ver pacientes de inmediato, sin pausa ni demora. Maca decide que lo mejor es empezar a ejercer de Jefa desde el principio con esta sujeta y le aprieta las riendas. Valeria comenzará a tener pacientes cuando Maca lo mande y ordene. Ni un minuto antes. Ay, cómo me gustan estas demostraciones de poder.

Pero la estrategia directiva de Maca tiene efectos secundarios indeseables: enviar a Valeria a que le comunique al novato los resultados de su analítica sólo conducen a que se entere de una peligrosa información. Como los valores en sangre de las transaminasas y de la GPT son absolutamente escandalosas, está claro que Dani tiene algo.

Lo que no imaginábamos es que iba a ser tan tonto como para declarar ante la recién llegada que padece de una hepatitis B. Lo primero que piensa Valeria es que se ha contagiado por crápula multicopulador (uno de las vías de contraer esta enfermedad son las relaciones sexuales sin protección). Ay, tontín, acabas de regalar (que no vender) tu alma a una diablilla. Cualquiera sabrá qué querrá hacer contigo ahora.

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Esther tiene su gozo en un pozo. La entrevista va a ser por teléfono, por lo que tanto arreglo corporal, tanta ropita y tanto maquillaje resultan irrelevantes para el acontecimiento. La decepción no la puede ocultar de ninguna manera. Tras la experiencia desilusionante, Esther hace dos cosas: 1) Se lo cuenta a su esposa; 2) Se pone el uniforme de trabajar.

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A Maca también le comunica que la revista quiere publicar opiniones de gente allegada a la escritora. Debe llamar a la redacción y prestarse a decir de ella cosas bonitas. ¿En calidad de jefa o de esposa?, pregunta Maca. Como Esther no sabe aclarar esto, supondremos que pedirán ambos puntos de vista. Maca promete llamar en el mismo momento para aclarar que Esther es «la mejor escritora del mundo» (palabras textuales), pero aparece Reyes y todo su ánimo se escora hacia esta nueva cuestión: ¿Será o no su hermanita?

Las dos presuntas hermanas inician un ejercicio de esgrima teñida de rencores. Maca le echa en cara que no contesta al móvil. Reyes para la estocada: para qué coger el teléfono después del trato recibido en el episodio anterior, dice. Nuestra pediatra no se deja amedrentar y contraataca con otro movimiento: ¿Por qué te has venido a mi hospital y no traes los análisis de ADN ya hechos? Reyes detiene el avance y responde a su vez: si se viene a sacar sangre de sus venas precisamente al Hospital Central es para que nadie sospeche que manipula los resultados. Ambas se toman un respiro y parece que no van a levantar de nuevo los floretes. Maca encomienda la analítica a Esther y eso pone en guardia a Reyes otra vez. Ella entiende que si Maca no la acompaña a la extracción es porque la deja en manos ajenas.

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Aquí el problema que se nos descubre es si la paciente es consciente de que la persona a quien ocupa Maca del asunto es su esposa y no una empleada cualquiera. No lo sabemos, pero el resultado es que Reyes empuña de nuevo sus armas: «Pensé que tú eras distinta a tus hermanos, pero ya veo que sois todos iguales». Y nuestra pediatra queda en estado de desánimo contenido mientras Esther acompaña a Reyes a la prueba que aclarará el origen de su estirpe.

Un buen ratito más tarde, la sangría provoca en Reyes una lipotimia respetable. Al final resulta que Maca está abocada a vivir el trance del análisis junto a su presunta hermana de todas maneras. Afortunadamente, nuestra héroa acude al incidente con más estabilidad espiritual: Fernando topó entre todos los papeles con el adecuado y se lo envió a Sotomayor. Misión cumplida y el hospital ha salvado la cara informando adecuadamente sobre sus incidencias respecto a la gripe A (una enfermedad que podría ser modelo en la pasarela de las patologías, por lo muchísimo de moda que está).

A Esther no se le logra que alguien le haga publicidad de la buena. Gimeno está equipado con toda su mejor voluntad y hablando por el teléfono de las excelencias de la homenajeada, pero su tono de voz es cansino, amodorrado y carente de la más mínima pizca de entusiasmo. Por si fuera poco, entre bostezo y bostezo, lo único que se le ocurre decir de Esther es que es una fantástica organizadora de Enfermería.

Claudia entra y asiste como testigo a la pésima actuación telefónica de Gimeno y a la riña exasperada de Esther. Pero él no entiende el porqué del disgusto de la enfermera, que se queja de que ha sido poco “personal” en sus comentarios. Queriéndolo arreglar, Gimeno ofrece volver a llamar y decir lo bien que le salen las croquetas a Esther, que es algo mucho más personal sin duda. Nuestra Jefa de Enfermería lo para a tiempo, temerosa de que el bienintencionado somnoliento meta todavía más la pata si ello cupiera. La lipotimia ha amansado mucho el carácter de Reyes y, cuando Maca va a verla, se muestra mucho más calmada y cooperadora. Le explica que si no le cogía el teléfono era porque pensó no seguir adelante con lo de las pruebas de paternidad, abandonando su propósito.

La razón que la llevó a cambiar de opinión ha sido que el bebé que porta en sí podría necesitar del caudal hereditario, dado que ella está sin trabajo y poco puede ofrecerle en materia patrimonial. Macarena hace un gesto escéptico y Reyes se apresura a justificarse y aclarar que Pedro (el causante de todo este lío) significó mucho en su vida. Está visto que la chica quiere finalizar las hostilidades y llegar al armisticio: pide a Maca con tono de súplica que se tome un café con ella para hablar tranquilas, aunque luego no quiera volver a verla en la vida.

Y eso hacen: irse a la cafetería a hablar. Allí a solas, frente a frente, Reyes se confiesa. Le cuenta a Maca que Pedro (el señor a quien ella no podía llamar papá) se pasó acudiendo a verla una vez al mes durante toda su niñez. Esos encuentros iluminaban de felicidad sus días infantiles y de ilusión los periodos de espera entre visita y visita. Llegaron sus 12 años, y ella empezó a preguntar por qué Pedro no vivía en casa con su mamá y con ella. Que le regalara un trenecito de colores no conmueve a Maca en lo más mínimo: también tuvo uno, y en su opinión es un regalo infantil de lo más común. Pero que se quedara silbando a la puerta hasta que le abrían y que llamara a Reyes “colibrí” le produce una auténtica alteración en su espíritu. Por estos detalles Maca acaba de darse cuenta de que efectivamente tiene ante sí a su hermana y los ojos se le llenan de lágrimas sin poderlo remediar.

Cuando vuelve a encontrarse con su esposa, ésta está que trina. Esther se ha vuelto a poner las galas para sacarse fotos con el móvil y enviarlas a la revista, con la esperanza de que publiquen su retrato junto con el texto. Entonces se le ocurre preguntarle a Maca si la elogió mucho y bien en la conversación con los redactores de la entrevista. Maca no puede mentir y admite humildemente que ni siquiera ha llamado. Esther comienza a quejarse en estado de total frustración porque a nadie parece importarle lo más mínimo lo que a ella le importa, sin saber que su esposa tiene una buena coartada: No todos los días te encuentras con una hermana nueva surgida de quién sabe dónde. Esther se queda de piedra, pero aún mohína, y Maca tiene que hacerle un gracioso cariñito en la barbilla para conseguir que finalmente se eche a reir. Con esto y un besito, todo arreglado.

Gimeno no puede más: entre las nubes de su letargo mira insistente el frasquito de las pastillas que le generan este estado de sopor continuado. La pregunta que le circunda las amodorradas neuronas es: ¿Me las sigo tomando o no me las sigo tomando? Esa es la cuestión. Pero, ¿Es esa la cuestión de verdad? Pues no. Gimeno tiene ya decidido que las pastillas le sientan como un tiro, pero teme que a Claudia le siente mal que las deje de ingerir.

Cuando Claudia le da permiso para abandonar el tratamiento porque ella misma reconoce que es peor el remedio que la enfermedad, el pobre Gimenín le lanza una mirada arrobada cual corderito abandonado que ablandaría el más pétreo corazón.

Alicia y Maca ponen al día el tablón de anuncios (ya saben, se quita lo que ya no es de actualidad y se pinchan papeles nuevos que tampoco interesan a nadie). Llega Esther, y Alicia comenta que lo que acaba de colocar Maca en el tablón es la convocatoria que sale periódicamente para cubrir el puesto de Jefa de Enfermería. Maca dice que no sabe por qué la pone, dado que todo el mundo quiere que siga siendo Esther. Y entonces, Esther responde, desconcertando a ambas:

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Esther: Todos menos yo.
Alicia: Y eso, ¿Por qué?
Esther: No sé. Porque a lo mejor me apetece…hacer algo diferente.
Alicia: Eso lo dices porque llevas un mal día. Pero seguro que mañana lo ves de otra manera.

Alicia las deja solas y sigue a sus cosas. Maca se ha quedado preocupada.

Maca: ¿Qué pasa, cariño? ¿Estás bien?
Esther: No, no estoy bien, Maca. Necesito un cambio: algo que me motive, que me haga…sentir especial. No sé.
Maca: Vamos, que yo no te hago sentir especial.
Esther: ¡Qué tonta eres! Tú eres lo más bonito que me ha pasado. Perdona mi reacción de antes.
Maca: ¿Qué reacción? ¡¡¡No me acuerdo!!!

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Llega la recién aceptada hermana de Maca con la intención de aportar los análisis para que biológicamente quede demostrado el parentesco. Pero a esta hermana ya no le hacen falta coincidencias genéticas científicamente probadas para aceptarla como lo que es y Esther invita a su nueva cuñada a tomarse unos chatos con ellas. Reyes intenta resistirse, pero finalmente se rinde a la maniobra de acogida familiar y juntas se van felices de cañas por los madriles.

Y Colorín Colorado, este capítulo se ha finiquitado. Ale, ahora ustedes comenten, que yo ya me he ganado el pan con el sudor de mi frente.