Muy buenas una semana más a este paseo por los años cincuenta de la mano de las señoritas García y Rivas. Después de la muerte del boxeador de cuarta, ya solo nos queda un obstáculo en forma de hombre para que estas chicas puedan disfrutar de su amor. Aunque visto lo de esta semana, ese pequeño problema se va difuminando despacito entre pelea y pelea. Bueno, mejor vamos ya a ello.
La semana de Ana comienza como la del todo mundo, trabajando. Así nos la encontramos en los almacenes con Leonardo, hablando sobre nuevos productos para el negocio. Muy guapa y sexy nuestra Rivas cuando se pone a hablar en plan profesional. Con esto quiero decir que ni me entere de lo que dijo en esa conversación, creo que un tema sobre alfombras, pero disculpen por tener mis sentidos puestos en otras cosas.
La conversación y mi concentración son interrumpidas por unas voces provenientes del pasillo. Y cuando sale a ver de qué se trata se encuentra a Clementina, una de las trabajadoras de allí con su bebe. Ha ido hasta allí para que los compañeros conocieran a su hija. Y en un momento dado le pregunta a Ana si quiere coger al bebe, a lo que con muchas dudas, acepta. Mejor que vaya ensayando para cuando tengan ese hijo Teresa y ella…
Y como la semana parece que va de las chicas con niños, vemos a nuestra Teresa en su tienda con Manolita y su hija Leonor. La mujer que se empeñado en apuntar a su hija a un concurso de talentos infantiles de cual solo la madre está emocionada, pues la niña refleja todo lo contrario. Y ahí está mi Teresa, dando algunos consejos a la niña. Claramente está ensayando para dentro de unos meses cuando tenga su García-Rivas Junior.
Mientras en el despacho, Ana tiene una visita. Es Rosa la actriz que hace unos meses se fue de gira con la compañía por territorio americano y acaba de volver. Le lleva una cajita como regalo y bueno, empieza a contar como le ha ido por aquellos mundos. Pero Ana rebosa de trabajo y aunque la recién llegada le dice de quedar en fin de semana, la Rivas le dice que le es imposible. Sí mi Ana está centrada en lo que está, o sea, en conquistar a su amiga a como dé lugar. Ok, eso lo digo yo, pero estaría bien, ¿no?
En la tienda, nuestra Teresa recibe la visita de su marido, el cual está muy decaído por un caso que está llevando. No lo voy a contar, porque no viene al caso. La cosa es que siente que ya no tiene esas fuerzas y esa dedicación en el trabajo como tenía antes. Ahora, como él dice, se lava un poco las manos. Su mujer, intenta animarlo, diciéndole que solo se ha vuelto más prudente que antes y que eso no es algo malo.
Al día siguiente a Ana la sacan de la cama, ya que esa noche entraron en los almacenes. Un robo un tanto extraño, pues no se llevaron nada, solo una alfombra que tenía en el escaparate. Tengo que decir que ese tema lo están llevando, ya que dichas alfombras traen consigo cierta información muy importante para algunas personas. Cosa que ellos no saben y por lo que le ven la rareza, tanto por una alfombra que no es de mucho valor…
Al rato vuelve Leonardo de comisaria, según cuenta no le prestaron mucha atención por el robo y por fin suena la puerta, y entra el amor de Ana. Esa cara de seriedad se le cambia por una sonrisa de oreja a oreja. Las chicas empiezan a hablar sobre la fusión que se traen entre manos, ideas, puntos de vista y demás. Hablan sobre el hecho que ahora van a estar muy unidas con todo ello y se lamentar de haber perdido el tiempo con tantas peleas. Y yo, yo también lo lamento… Pero Teresa está segura que nunca más nada las separará y entonces comienzan a hablar del futuro niño que viene en camino, a lo que la Rivas le insinúa que estaría bien que su hijo tuviera un primo… Haberrrrrr, que Ana se centre y no piense en primos para su hijo, sino en buscar otra madre para él, una como por ejemplo la que tiene delante.
Pues de nuevo, Teresa empieza a contarle sus problemas matrimoniales y de como a veces se siente culpable, ya que ve como ella mira para adelante mientras que Héctor sigue mirando hacia el pasado. Le cuenta que aunque lo quiere mucho, a veces son como dos extraños que no tienen nada que ver. Mi Ana aprovecha y le dice que así se sentía ella cuando decidió separarse de Alfonso. ¿Soy yo la única que coge la indirecta directa?
Teresa le dice que su marido ya no es su mundo y nuestra Ana le dice que seguro que está solo pasando por un mal momento. Que espera que no le pase como a ella y se le apague ese amor poco a poco. Pues yo espero que sí, y seguro que las lesbicanarias también, pero que se apague a la de ya, como si cayera un buen cubo de agua fría contra una minúscula llama, que se apague en un momento. En fin, me centro. Nuestra Teresa le dice que ella siempre ha creído que el amor no se apaga siempre que haya por las partes cariño y comprensión, y ahí hay un silencio y un intercambio de miradas, en el que más que hablar del amor hacia su marido, está hablando del amor por su cuñada.
Sigue la terapia y Teresa empieza a hablarle lo bien que estaban antes de estar embarazada, que habría ido o hecho cualquier cosa por él, por lo que no comprende porque ahora su marido se comporte así, pero Ana, que es una listilla, le sugiere algo que está muy cerca de la verdad.
Ana: Puede estar celoso de que pasemos tanto tiempo juntas en los almacenes
Teresa: Pero qué tontería, Si tú y yo hemos sido siempre muy amigas… (cruce de miradas y silencio incómodo entre ambas)
Ana le dice que seguro que es solo una mala racha y que solucionarán todos sus problemas, además le dice que su hijo necesita de un tío. Que manía tiene la Rivas de querer que si primos, tios y demás para su niño, esa no es para nada la actitud. Teresa le dice que ojala lo puedan solucionar porque según palabras textuales “quiero seguir confiando en el amor” y de nuevo se quedan mirando como dos bobitas. Ainsss el amor, el amooorrrrr…. Pero todo es interrumpido por una llamada, por lo que bajan de las nubes, le entran de repente unas prisas raras pero eso sí, se despiden de manera muy cariñosa.
Poco después, Ana va a ver a Cristina, quien le entrega una copia del libro que ha escrito, trata sobre un amor imposible, distintas clases sociales, una mujer liberal. Ana le dice que se muere por leerla y como buena lesbicanaria, ya huele que esa historia acabará fatal. Además que ella sabe un rato sobre estos tipos de amores, los llamados imposibles…
Mientras Teresa llega a su casa algo tarde porque ha estado muy liada con temas de la tienda y evita decirle que fue a ver a Ana. Su marido le dice que está algo triste porque llegó antes para pasar tiempo con ella. Su mujer se disculpa y le dice que se tomará libre la tarde del día siguiente para hacer algo juntos y de paso pueden llamar a Ana para que vaya con ellos. A su marido le cambia la cara porque no le apetece nada, pero su mujer le dice que Ana los necesita, con lo que Héctor termina aceptando a regañadientes.
Al día siguiente volvemos al despacho de Ana, donde se encuentra con Teresa y su abogado, ya tiene listos los contratos para que sean firmados por las chicas. Al rato, cuando termina todo, Ana nota a Teresa rara y la detiene para preguntarle que es lo que realmente le sucede. Le pregunta si aun no le ha dicho a su marido lo que ha hecho, a lo que su amiga le confiesa que aún no ha tenido oportunidad. La Rivas le dice que no puede retrasar más ese asunto, puesto que hace falta la firma de su marido, Teresa le dice que no es un problema, sabe se lo tiene que decir.
Por lo que cuando Teresa llega a casa con su marido solo tiene un objetivo, conseguir la firma, cosa que a su marido no le hace ni pizca de gracia, ya que le dice que no ha contado con él para nada y ahora que lo necesita lo busca. Le dice que se siente como un cero a la izquierda y ella se defiende diciéndole lo mucho que ha cambiado, que su carácter no es el mismo, siempre está enfadado y no entiende porque ahora no quiere que Ana y ella hagan esto juntas. Pero su marido, solo le coge los papeles y tras firmárselos de mala gana, se va. Pero bueno, yo me quedo con la cara de Teresa cuando ve los papeles por fin firmados, esa media sonrisa que asoma… Y así termina la semana, ¿Qué piensan al respecto?