plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Llegaré muy pronto a la cuarentena, así que me voy resignando. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

“Despedirse a la francesa”: Dícese de irse, largarse o desaparecer sin decir absolutamente nada de una reunión, party o similar. Tan maleducada conducta fue inventada por los nobles franceses en el siglo XVIII; el pueblo, harto ya de tanta bobada, se alzó en armas y los pasó a todos por la guillotina. Despedirse a la francesa fue lo que hizo Telecinco en febrero de este año cuando dejó de emitir Hospital Central sin dar ninguna explicación.

“Dar plantón”: expresión que se refiere al acto consistente en aparecer muy tarde o ni tan siquiera presentarse a una cita. Esto es lo que hizo Telecinco la semana pasada que, después de anunciar que volvía a emitir la serie, lo que puso fue el último episodio que ya habíamos visto en el lejano febrero pasado.

Una vez hechas estas quejosas aclaraciones sobre lo bien que trata la cadena a quienes sufridamente intentamos seguir las tramas de Hospital Central, comienzo mi labor resumeril (lo siento, es que no podía aguantarme sin protestar un poco). Maca y Esther aparecen por lontananza. Maca habla nerviosa por el móvil con su abogado. Recordarán que nuestra Maca (junto con sus hermanos) recibió una herencia envenenada, porque las empresas de su papá están todas en quiebra y los trabajadores de uñas y subiéndose por las paredes.

La solución más conveniente parece ser que los citados empleados se queden con las empresas en autogestión; esto equivale, según Esther, a “regalárselas”. Y aunque así fuera, bonita, pues menudo “regalo” que les estás endosando. Maca le explica que es lo mejor, pero como todavía falta que se pongan todos de acuerdo, seguimos con el problema pendiente; así que decide ponerse a trabajar a ver si con el trajín despeja su mente de nubarrones. Justo cuando emprende la marcha, aparece Jimeno. Éste se queda junto a Esther contemplando admirativo el encanto locomotor de la pediatra: “¡Qué gracia, qué elegancia al caminar….!”, dice poniendo ojos golositos… Señoras, seamos sinceras, cuando le miramos los andares a una chica, lo que nos llama la atención no es el desplazamiento en sí, sino la anatomía que ejecuta el movimiento. Esther, clara y directa, exclama (haciéndose eco de nuestros pensamientos): “¡Qué culo tiene!”.

Tras tan magnífica visión, Jimeno y Esther siguen parlando en vez de trabajar. La conversación gira en torno a la preocupación que sufre la enfermera por lo disgustada que ve a su cónyuge. Jimeno ofrece una curiosa terapia: que Maca divida su cerebro y ponga en un hemisferio lo negativo, dejándolo ahí aisladito, y que en el otro hemisferio vivan las cuestiones positivas (Esther, principalmente). Esto de empujar a Maca hacia los territorios de la esquizofrenia no sé yo si es buena idea. Pero ya sabemos que Jimeno es así: excelentes intenciones pero remedios estrafalarios.

Esther tiene esa misma tarde la firma del cuento que le han publicado. Es para ella un acto muy importante (Jimeno lo llama su “entrada en el Parnaso Literario”) y, con toda lógica, desea que su amada acuda al evento para prestarle su apoyo. Tanto ella como Jimeno tienen sus dudas de que Maca siquiera se acuerde del asunto. Y como a ambos les parece muy fuerte que sea Esther quien se lo tenga que recordar, Jimeno se ofrece a ser su “nudo en la corbata”. Así que queda en que le tirará puntadas a Maca a lo largo de la mañana hasta estar seguro de que no se le va a olvidar.

Al no haber más de una candidata, no tiene sentido celebrar elecciones a Jefa de Enfermeras. Así que abrimos el sobre, y el cargo es para….¡Alicia! No vale, así no hay emoción, vaya aburrimiento de entrega de premios. A pesar de ni haberse siquiera presentado, Esther sigue sintiendo que el puesto le ha sido robado vilmente y continúa mirando a Alicia con ojos de matar.

La hostilidad se respira en el aire, la tensión se palpa en el ambiente, y Jimeno nada puede hacer para aliviar la tormenta con sus bromas. Menos mal que todo el mundo entra en modo “tertulia televisiva” (es decir, hablando todos a la vez sin que se entienda nada) y la situación acaba al final por resolverse con el anuncio que Alicia y Héctor querían hacer: que suspenden su boda por el rito católico. No va a haber boda eclesiástica y “en consecuencia”, tampoco hay celebración. A ver, que no entiendo nada: yo me he casado por lo civil (obviamente, no voy a esperar de cura bendiciones) y ya llevamos tres banquetes. ¿Qué tiene que ver no casarse por la Iglesia con celebrarlo en condiciones? ¿Qué tiene que ver la velocidad con el tocino y el culo con las témporas?

Jimeno y Claudia siguen con esa historia suya tan loca. Se miran arrobados y se ríen juntos de pijadas privadas (dos que se mondan de la risa juntos por una bobería, tienen algo muy fuerte en común). Claudia se empeña en negar lo evidente y la experta mirada cotilla de la secretaria detecta al instante que le atrae el oso-amoroso-Jimeno. Chicas a quienes os gusta a rabiar esta neuróloga: sed pacientes y no desenfundéis aún vuestras armas de ligoteo. En estos momentos, Claudia es inmune a todo sex appeal que no provenga del gordito. Ya habrá ocasión en otra temporada de tirarle los tejos con puntería y a discreción, no malgastéis vuestras balas.

Volvamos a la realidad que verdaderamente nos importa (no nos engañemos, al final lo que verdaderamente calienta nuestras cabezas es el tema Maca & Esther). Ambas están en el mostrador de recepción: Maca hablando por teléfono de sus líos con la ruina que le han dejado por herencia; Esther escribe cosas en papelitos. La secretaria ronda por allí fisgándolo todo, como siempre.

Al parecer, los trabajadores de las empresas de don Maca´s Papuchi no tragan con cargar con un negocio en bancarrota y más bien quedarían más contentos cobrando sus sueldos. Hay otra opción: una especie de importantísima multinacional (o cosa parecida) hizo hace tiempo una oferta para comprar las bodeguitas Wilson. Se llama “Riofrío”. Que yo sepa, ese es el nombre de un palacio en la provincia de Segovia, con una finca llena de ciervos que pertenece a la Corona española (algo así como el coto donde podría rodarse “Bambi”). Oh, si tan hermosa Firma comercial quisiera aún pagar todas las deudas, aún podría Maca salir del atolladero sin empeñar hasta la bata.

Colgado el teléfono y en mitad de estas reflexiones, llega Raquel en plan soy-una-médica-borde-con-ganas-de-echar-bronca-a-enfermera, y riñe a Esther por haber entregado a Waldo una analítica de un paciente que no era suyo, sino de ella. Maca interviene defendiendo a su chica, Raquel se va mohína de gesto y Teresa (la secretaria) dice: “Desde luego, menudos líos tenéis las dos, ¿eh?”. Y responde Esther: “Ya sabes: en la salud, en la enfermedad y en los marrones”. Maca levanta entonces la cabeza y deja de prestar toda su atención a la interesante historia clínica que estaba examinando y, cruzando su mirada con la de su señora, sonríe hasta con los ojos. Y recibe su premio: Esther le lanza un cálido y fugaz besito.

Un montón de cosas más tarde, que incluyen un intento de asesinar al Dr. Vilches, Jimeno llega al Mostrador de Reuniones (o sea, el mismo de siempre) y ataca a Maca con la siguiente frase: “Hola, preciosa”. Maca le mira escéptica, quita de su vista otro papelito que observaba concentradísima y responde: “A ver, Jimeno, ¿qué quieres?”. Después de un tercer grado no muy severo, el gordito acaba confesando que su propósito es recordarle la firma de cuentos que Esther tiene programada para esa tarde; que si se le olvida, tiene augurada crisis matrimonial. Maca asegura solemnemente que no va a faltar, que no se preocupe, que se lo agradece mucho y que lo tiene presente en todas sus neuronas activas. Vale, pues que sea verdad, porque si no apareces, tu mujer es capaz de hacerte morcilla.

¿A quién no le ha pasado que en mitad de la mañana tiene mono de su chica? Sí, ya sé, estamos todo el tiempo juntas, pero…qué se le va a hacer, a veces sucede. Pues a Maca también: así que se desliza cual gatita sonriente por la zona donde sabe que se encuentra su Esther y la sorprende por la espalda. Maniobra: se sitúan las manitas tal que a la altura de las caderas-culete de la contraria, se avanza con los deditos hacia arriba con cierta lentitud y cuantas más cosquillas reciba tu señora hasta llegar a la zona hombros-paletilla-cogote, tanto más gustirrinín. “¡¡¡Qué escalofríos!!!”, exclama Esther. La responsable de los estremecimientos enlaza la conversación con el recordatorio que ha recibido de un “pajarito” del evento literario de por la tarde. Pide, además, una “dedicatoria especial”. Esther pregunta dónde quiere que firme……

Uyyyy, Maca se acerca con una sonrisa picaruela a su oído y nos quedamos sin saber dónde va a quedar estampada la rúbrica de Esther cuando queden a solas, sin testigos, y en completa intimidad. Oh, por todas las diosas, qué morbo.

Como no todo va a ser amor en el trabajo, Maca y Esther se ocupan conjuntamente de un niño accidentado con raras circunstancias familiares. El niño es propietario de una mochila por la que pregunta sin cesar y le gusta Star Wars. Maca, más que nada por entretener al niño, confiesa que su película preferida de la saga es “El Imperio Contraataca”, y Esther la mira sonriendo. Efectivamente, Esther, la amas; y si sonríes porque además es tu peli preferida de Star Wars tienes también algo en común conmigo.

Un montón de actos clínicos más tarde, aparece por fin la dichosa mochila del niño. El hospital entero apesta a perfumes femeninos todos mezclados. Hasta el tonto del pueblo hubiera llegado a la conclusión de que no es normal hallar tal bomba anti-pituitaria en la tal mochila. Así que Maca y Esther concluyen que el chaval delinque. Su ilegal actividad consiste en robar esencias aromáticas de marca (y por tanto carísimas) y después venderlas por ahí. Hábilmente interrogado, el precoz comercial de perfumería confiesa que lo hace para ayudar en casa porque su papá está en el paro y su mamá enfermita. Con esta situación tan patética, el muchacho se siente en la obligación de sacar adelante a su familia como un hombrecito que es.

Maca hace sus llamadas para ofrecer la venta a Riofrío de las bodegas. Vuelve a ver al niño perfumista, y le gasta bromas sobre lo chulo de la escayola. Yo sé que a veces soy un poco chinche, pero resulta que ahora alude al “brazo biónico de Luke”. Y resulta que antes su cónyuge se refirió al tal brazo artificial como de “Han Solo”. Que nos aclaremos, que aquí habemus gente que también nos hemos visto las pelis de Star Wars y tenemos la cabeza delicada: ya hay bastante locura en mi mente como para sembrar más confusiones. Un cuidado, por diosss.

La que está bipolar es Esther. Se encuentra con Alicia en el primer día de su ejercicio en el cargo de Jefota máxima de la Enfermería. Esther la odia por haberle arrebatado tal puesto. Se miran de frente, se vuelven mirar. Ninguna respira. Esther sonríe y…….. tema resuelto, no hubo nada. No me digáis que no ha perdido un tornillo (y que con él se le ha ido todo el rencor por el fregadero).

Con un tornillo menos, pero cambiada, arregladita y con vestido, se prepara Esther para el literario evento que servirá de colofón a esta jornada. Con su esposa tiene este diálogo:

Esther: “¿Ya has terminado?”
Maca: “Cariño…., ¡estás increíble!”
Esther: “Gracias” (Maca, después de sostener una mirada admirativa hacia su mujer, torna a un estado de desaliento, del que Esther se da cuenta).
Esther: “Mi amor, anima esa cara, que tú no tienes la culpa de lo que ha pasado, y lo mejor que podías hacer era vender”.
Maca: “Vale”.
Esther: ”¿Vale?”
Maca: “Sí”.
Esther: “¿Te espero y te cambias?”
Maca: “No, mejor vete yendo tú, que yo le tengo que dar el alta a Adrián”.
Esther: “No llegues tarde, que tengo mucho miedo y no quiero estar sola delante de toda esa gente, ¿eh?”. Maca: “Cariño, ¡no seas tonta!”

Y, para subrayar sus palabras de apoyo, Maca le da un besito amoroso en los labios. Sonrientes, la una se va a dar el famoso alta y la otra emprende el camino hacia la firma de los ejemplares literarios.

Todo va bien, todo va bien. Tan bien que algo tenía que torcerse a última hora. Justo cuando Maca abandonaba el hospital en pos de su esposa, se percata de que el chiquillo de los perfumes robados es diabético y nadie le ha advertido. Si nadie se lo dice, no tomará tratamiento y perecerá sin remedio. La responsabilidad de Maca como médico que es, se superpone a sus deberes conyugales y sale en búsqueda del paciente perdido. Esther espera, Maca tarda. Esther comienza a firmar, Maca sigue sin llegar. Esther se desespera, llama a Maca al móvil justo cuando ésta encuentra al pequeño paciente e informa de la dolencia y el tratamiento a seguir. El teléfono deja de sonar. Esther piensa que su mujer pasa de ella, y se ve desamparada y solita ante el público. Qué desencuentro, qué desconcierto, qué decepción, qué mala pata, qué asco de todo.

¿Tiene remedio esto o Maca se va a llevar una buena bronca y lo mismo nos rompen estas dos la relación? ¿Acabará en divorcio esta parejita por un informe médico fuera de horario laboral? ¿Comprenderá Esther que Maca se debe a su profesión sanadora? ¿Entenderá Maca que ya está bien de andar siempre con líos y no atender a las cosas que le importan a su señora?

Todas estas preguntas y muchísisimas más encontrarán respuestas (y si no, ya nos las inventaremos) en el próximo capítulo, para cuyo resumen quedan emplazadas.

Por cierto, ¿creen que Esther debe perdonar a Maca, fustigarla con el látigo de su indiferencia sin piedad, o simplemente hacerla sufrir un poquito para que la tenga de centro en su vida? ¿Creen justificado que Maca anteponga lo de la diabetes del niño al acto de la firma del cuento infantil?

O sea, que…¿qué piensan de todo, del mundo en general y del universo en particular?

Hasta la próxima semana.