Escrito por: Genix
Isleña de nacimiento, desperté en este planeta en las Islas Canarias. Pese al amor al mar, a días soleados tumbada en la arena y noches cálidas paseando por la orilla, siento que pertenezco al país más grande del mundo: la humanidad. Adoro a Lesbicanarias y no solo a la página, ya me entienden… las que me conocen. Me encanta el mar y aislarme del mundo escribiendo hasta meterme en mis propios relatos generando realidades emocionales que hagan mover mis propios cimientos. En definitiva, amo respirar y ser consciente de ello cada vez que lo hago. Y como no, me gusta analizar las situaciones, las posibilidades, jugando a algo que cada vez hacemos menos: meternos en la mente de aquel que no piensa como nosotros. Comprendo todo menos la guerra, la intolerancia y las malas maneras, siempre he pensado que un buen argumento se defiende con buenas palabras no con buenos insultos ni ofensas.

Disclaimers: Todos los personajes de Venice The Series y por lo tanto de este Fan Fic, son propiedad de Open Book Productions, sólo los he tomado prestados para saciar un poco la ansiedad de no poder verlos durante una larga temporada, y con fines no lucrativos, solo por diversión pura y dura, además de un homenaje a esta serie que tanto nos ha hecho debatir

Episodio 9

En el último rincón de Venice

Ani se quedó sentada en el coche, tratando de poner en orden sus ideas, antes de bajarse de él. Ya había ido a la casa de Gina, pero nadie contestó a su llamada.
No sabía cómo hacer ni cómo digerir todo lo que le había ocurrido en las últimas horas. Solo tenía claro que, o reaccionaba, o Gina saldría de su vida para siempre. Agarró fuertemente el volante con ambas manos y respirando hondo, con su mirada llena de incertidumbre, se bajó del coche.
Avanzó por el camino que llevaba hasta la puerta y se paró ante ella con reticencia pero decidida a lograr al menos poder hablarle, indiferentemente si lograba hacerle creer lo que sentía… o no.
Alzó su mano y llamó al timbre. Unos pasos se oyeron acercarse al otro lado de la puerta.
-Hola
-Hola, ¿Gina por favor?
-¿Quién es?
-Es una chica que pregunta por tu hija.
Ani pudo escuchar los pasos del coronel acercándose desde alguna parte hacia allí. Habría sentido nervios de hablar cara a cara con el hombre que tanto había hecho sufrir a Gina con tu tozudez y con su cabezonería, sin embargo le podía los motivos de peso que la habían llevado hasta allí.
-Buenas tardes. Busco a Gina.
El hombre movió su cabeza en asentimiento a su saludo.
-No está. Ni creo que llegue hasta bastante tarde.
-Bien, disculpe pero ¿tiene alguna idea de donde puede estar?
-Si conoces a mi hija sabrás que no es estilo dejar dicho a donde ni con quien va.
Ani hizo una mueca que pretendió ser una sonrisa y afirmó con la cabeza.
-Y usted es?
-Soy Ani Martin. Si pudiera decirle que la he estado buscando, se lo agradecería mucho -dijo antes de darse de vuelta y empezar su camino de retorno al coche.
El coronel se quedó pensativo un instante.
-Ani Martin -dijo muy bajo, solo para sus oídos y su propio pensamiento.
-Es muy probable que la encuentre en su oficina -dijo a su espalda.
Ani se giró al escuchar la voz del hombre.
-Gracias -dijo con una gratitud sincera en el gesto de su cara.
El viejo cerró la puerta mientras escuchaba la voz de su fisioterapeuta desde el salón. Sonrió al reconocer el nombre de aquella chica que buscaba a su hija. Poniéndole cara al fin a la destinataria de la carta que había enviado furtivamente.
-Coronel Quisiera acabar antes de la hora de la cena -dijo la mujer que lo esperaba paciente con sus manos en la cintura. -Ya voy…Ya voy -dijo el hombre apresurando su paso ayudado de su bastón.

Ani puso su coche en marcha con la mente fija en dar con ella lo antes posible.
Pisó el acelerador echando un vistazo de reojo al reloj del tablero y ver que las agujas marcaban las diez y media de la noche.
Aparcó el coche delante del edificio. Alzó sus ojos y pudo ver como salía luz de la oficina de Gina. Cerró de un solo empujón la puerta del coche y se encaminó hacia la puerta.
Subiendo las escaleras pensaba en su encuentro con ella cara a cara. Como hacer para explicarle lo sucedido sin ni siquiera sabía si le dirigiría la palabra por como la había tratado últimamente. Se centró en las palabras de aquella carta, haciendo un descanso en un descansillo de las escaleras sacó el sobre y lo apretó contra se pecho. Si era verdad aquellos sentimientos, no debería estar preocupándose de nada porque aquellas letras escondían un amor del que siempre la sintió capaz… aunque no hacia ella.
Avanzó hasta la puerta e intentó abrirla. Con mover el picaporte con un pequeño chasquido, se abrió. Avanzó unos pasos ante la mesa vacía de Michele. Asomó tímidamente hasta ver la espalda de Gina junto a su mesa.
-Te dije que no necesitaba ayuda Michele. ¿No tienes nada que hacer en casa? ¿Una familia de la que despedirte? -dijo Gina sin girarse al sentir la presencia de alguien en la puerta pero sin romper su concentración en meter papeles y muestrarios en su maletín.
Ani sonrió tímidamente en una encrucijada de sentimientos porque por si fuera poco lo nerviosa que estaba, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo en ese momento.
-Ya sé que no necesitas ayuda. Siempre has podido valerte por ti misma -dijo finalmente.
La voz familiar de Ani hizo que Gina se girara rápido hacia ella.
-¿Interrumpo? -preguntó Ani sin encontrar por dónde empezar.
Gina no respondió, se giró hacia su mesa de nuevo, dándole la espalda, sin saber qué decir ni qué hacer.
-Me marcho a Londres en un par de días -dijo colocando los billetes electrónicos a un lado del maletín.
-Lo sé.
-Me hubiera pasado a despedir, pero últimamente ya no sé hasta donde yo…
-Fue culpa mía.
-No, tenías razón. Estaba inmiscuyéndome en donde nadie me llamaba.
-Gina…yo
Finalmente Gina se dio la vuelta y cruzó sus brazos frente a la otra mujer.
-¿Sabes qué? No es necesario que digas nada. Puedo entenderte perfectamente.
-Si de verdad quieres entenderme vas a tener que escucharme.
-Ani -dijo su nombre cerrando sus ojos y apoyando su frente en dos de sus dedos. -Lo mejor es que te vayas a casa -continuó diciendo dándose la vuelta de nuevo y apoyando sus manos en la mesa. Cerró sus ojos fuertemente mientras mordía su labio inferior.
Lejos de rendirse, Ani sacó la carta de su bolso y comenzó a leerla en voz alta.

-Querida Ani -empezó a leer las letras sobre aquel papel alzando la vista hacia la espalda de la mujer-. Te escribo esta carta porque no tengo el coraje de decirte esto cara a cara. Aún cuando hemos vivido tanto juntas-. Gina pareció moverse inquieta en su sitio, levantando la cabeza y girándose. Sus intensos ojos verdes se clavaron en el papel en las manos de aquella mujer. Ani la miró un instante antes de retomar a la carta.
– Lo primero y más importante es que ha sido un privilegio tenerte en mi vida. Incluso si es solo como una amiga. Sé que te he herido en el pasado y no puedo explicarte lo mucho que lo siento.
-Pero… -la cara de Gina se debatía entre extrañeza y sorpresa al ver aquel folio en sus manos.
Ani, al darse cuenta de que esas letras le otorgaban la oportunidad de hablar más por ella que por la misma Gina, continuó.
– Me decía a mí misma que mientras fuera honesta contigo no estaba haciendo nada malo. Fui injusta, y quiero que sepas, necesito que sepas, que me estaba mintiendo a mí misma tanto como a ti. La verdad es que me aterrorizaba entregarme completamente a ti.
-De acuerdo , de acuerdo! -exclamó Gina alzando ambas manos rogándole que parase-. La escribí yo ¿sabes? Sé perfectamente lo que pone ahí.
-No me dejas acabar -afirmó Ani pidiéndole que así fuera. Desvió su mirada de la mujer frente a ella para bajar sus ojos más relajadamente hacia la carta.
– Y ahora puedo ver lo feliz que eres, y por mucho que rompa mi corazón quiero eso para ti. La cosa es que me he dado cuenta de que siempre has sido tú la persona ideal para mí. Y si estuvieras disponible…si…por fin podría decirte que estoy lista, estoy lista para amarte de la manera en la que tú te lo mereces.
Gina miró a un lado, hacia la pared, temiendo que en cualquier momento la mujer estallara por haber escrito algo así y que acabara en sus manos, sin saber ni cómo ni por qué.
-Puedo explicar eso
Ani avanzó un par de pasos y la miraba intensamente esperando una explicación.
-No creí nunca que pudieras leerla. Simplemente desapareció. Se supone que no deberías tenerla -trató de justificarse, evidentemente alterada, con ese gesto suyo de unir las palmas de las manos ante su nariz, cuando está pensando en el modo de salir de un problema.
Ani sonrió para sí misma un segundo, antes de que Gina volviera a levantar sus ojos del suelo.
-Creo que debes olvidar de todo lo que pone ese papel. Ya sé que eres feliz y que no tiene razón de ser todo lo que pone ahí -dijo señalando con la palma de su mano hacia el papel en las manos de la otra mujer.
-Eso no es una explicación Gina -dijo acercándose la hoja a sus ojos.
Gina negó con su cabeza mientras se ocupaba en continuar metiendo cualquier hoja de su escritorio en su maletín.
-A mostrarte cuanto te amo cada día del resto de nuestras vidas-. Ani paró en esta frase-. Esta parte me encanta -añadió intentando sonriendo levemente a su espalda.
-Por todas las veces que no te lo he dicho te lo digo ahora: tú eres la mejor parte de mí. Y quiero abrazarte y protegerte y amarte y honrar todo lo que tú eres. Y estoy segura que estás pensando “wow esto es muy repentino” pero es lo que pienso. Creo que te he amado desde hace muchísimo tiempo. Probablemente desde la primera vez que te vi y sentí esas mariposas que me produce tu sonrisa -Ani levantó sus ojos hacia la mujer -¿sientes mariposas con mi sonrisa?
Gina la miró de reojo, apretando su mandíbula y haciendo un esfuerzo supremo porque la última vez que viera a Ani durante meses, fuera otra de sus peleas. Miró hacia la ventana y esperó a que la otra mujer acabara sin que notara el estremecimiento que le provocaba aquella situación.
-Y ahora estoy dispuesta a aceptar todo esto ante ti y ante mí, pero no quiero volver a ser egoísta. Así que créeme, mientras tú seas feliz es suficiente para ti. De hecho probablemente jamás te entregaré esta carta. Pero necesitaba sacarlo. Eres la pieza perdida de mi rompecabezas y te extraño tanto que creo que puedo sentir literalmente mi corazón romperse. En fin, te amo, te amo, siempre lo he hecho y siempre lo haré. Siempre serás tú, mi corazón siempre te pertenecerá. Con Amor…Gina -Ani se acercó unos pasos más a la espalda de la otra mujer. La conocía lo suficiente como para saber que mil demonios estaban jugando con su mente en ese mismo instante.
-¿Es verdad esto de que mientras yo sea feliz es suficiente para ti?
Gina, con ojos llorosos, se giró y se encontró con el rostro de Ani a solo un par de pasos de ella.
-Por supuesto que sí.
-Por eso te marchas ¿no es así?
Gina no respondió. Mordió sus labios e intentó desviar sus ojos hacia otro lado antes de afirmar con un casi imperceptible movimiento afirmativo de su cabeza.
-Cielo santo Gina. ¡Cuánto daño! -dijo acercando su frente hasta dar con la de la otra mujer-. Así que me dejas a mí la única opción…- añadió separando su frente de la suya -…la de ser egoísta – dijo buscando verse en la mirada verde de Gina que alzó su cabeza para mirarla enfrentarse a sus ojos-. Y pedirte… que te quedes -dijo Ani finalmente acortando el poco espacio que las separaba.
-Ani… no puedes pedirme eso.
-Solo escucha -dijo en un intento de levantar su mano hacia su boca pero deteniéndola en el aire y dejando solo a sus ojos delinear los labios de la mujer frente a ella.
Gina sintió su corazón salirse del pecho, latiendo con fuerza. Apartó las dos lágrimas que bajó por sus mejillas. Ani permaneció ante ella un instante con la mirada perdida dentro de ella misma, tratando de buscar palabras a sus sentimientos.
-Lo intenté. Lo intenté con todas mis fuerzas. Olvidarte es una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida. He tratado de buscar mi propia oportunidad de ser feliz pero eso es imposible. Hay una parte de mí que siempre ha estado conectada a ti. Estos meses, me había convencido a mí misma que teniéndote lejos podría centrarme en Lara…
Gina apartó sus ojos de ella y los dirigió hacia una de sus manos.
-…Hasta que me di cuenta de que cada vez que te apartaba no lo hacía tanto por ella como por mí. Está claro que puedo engañarme, pero para bien o para mal, mi corazón no me lo permite.
-Todo esto es mi culpa, debí haberme ido hace meses -dijo entre dientes negando con su cabeza.
-Escucha. Esta carta que escribiste…Tú misma lo has dicho, aún a pesar de no hacérmela llegar, necesitabas sacarlo. Yo… no soy mejor que tú, tarde o temprano habría explotado.
Gina sintió debilitarse cada músculo de su cuerpo, como si hubiera vivido a dos metros de su alma y en ese momento tras las mil y una batallas por alcanzarla, acortara distancia para entrar en sí misma. Ese sentimiento hizo que tratara de ocultar parte de su rostro con su mano, y evitar así dejar salir el nudo que oprimía su garganta desde hacía rato.
-¿Entiendes lo que trato decirte?… ¿verdad? -añadió la fotógrafa tomando sus dos manos entre las suyas, colocándolas ante su pecho con lágrimas desbordándose de sus ojos en ese mismo momento y sintiendo como aquella confesión quitaba un peso de su pecho que le impedía respirar libremente.
Gina negó un instante y casi al unísono afirmó denotando la confusión que sentía con sus palabras. Trató de tomar aire con dificultad.
-Te amo, siempre te he amado… Posiblemente porque nunca dejé de hacerlo -dijo acariciando una de sus mejillas con su pulgar.
Gina se soltó de sus manos y la estrechó en sus brazos ocultando unas lágrimas con sus ojos cerrados a su espalda. Ani sintió deslizarse la humedad de sus ojos desde su rostro hasta el pecho de la otra mujer. El sollozo de ambas mujeres llenaba el espacio de aquella oficina. No se preocuparon de nada más que dejar salir fuera todos sus miedos en forma de agua.
Cuando ambas mujeres saciaron la tensión del momento, aflojaron sus brazos y se miraron a los ojos. Gina alzó sus manos para sujetar la cara de la mujer frente a ella y apartó las lágrimas de sus mejillas con sus pulgares al tiempo que Ani le regalaba algo parecido a una pequeña y nerviosa sonrisa bajo la mirada castigada de la mujer frente a ella.
Las manos de la fotógrafa se elevaron hasta su cuello. Atrayéndola suavemente, y sin dejar de verse reflejada en sus ojos, se acercó buscando sus labios.
Los labios de Ani vagaron con cautela por los suyos, disfrutando del sentimiento agridulce de saciar la necesidad de su contacto, y dejar libre la dulzura con la que deseaba besar aquellos labios tan familiares que le pertenecían ahora más que nunca.
Gina la sujetó por sus caderas suavemente, sintiendo la calidez de su cuerpo y la necesidad de su cercanía en el suyo. Los labios de la mujer en sus brazos recorrían un tortuoso y lento camino en una serie de besos cortos y embriagadores desde la comisura de sus labios a la otra. Podía sentir su olor, respirar su mismo aliento. Incapaz de forzar el momento, calmó su ansia de abrazarla fuertemente entre sus brazos y besarla intensamente, saboreando el dolor que le suponía la sutileza de los movimientos de Ani.
Las cientos de preguntas que instantes antes, daban vueltas en su mente hasta el punto de marearla, se centraron solo en el sentimiento de sentir la sangre correr por sus venas bajo el tenue sonido de la respiración de la mujer frente a ella. Ani podía sentir los latidos fuertes del corazón de Gina bajo las manos en su cuello. Suavemente acarició con su lengua parte de los labios que besaba y sintió como si un escalofrío recorriera el cuerpo de la mujer a la que abrazaba hasta que continuó por el suyo propio y acabó en algún punto de su nuca. Necesitaba sentir la entrega de aquella mujer en un beso que se estaba tardando en corresponder. Sin miramientos abrió su boca ligeramente rodeó su labio inferior dándose la licencia de demostrarle la necesidad de profundizar en ella. Los labios de Gina se movieron en respuesta, atrapando su labio entre los suyos. Una leve caricia de su lengua hizo sentir en Ani, como si una llama se hubiera prendido al sentir el sabor de su boca.
Ani se abrazó fuertemente a su cuello mientras sentía las manos de Gina haciendo presión en acercar más su cuerpo contra ella.
El beso fue algo más que una caricia de fuego que fundía sus bocas en una sola. Fue el olvido, un instante varado en el tiempo donde al fin sus corazones latían a un mismo ritmo y bajo un mismo pecho.
Cuando al fin necesitaron respirar, fueron tomándose su tiempo aminorando el ritmo de sus respiraciones, bajando la intensidad del beso a una serie de roces de sus labios. Gina abrió sus ojos y mantuvo su mirada en los ojos de Ani. Sus pupilas totalmente dilatadas hacían que su mirada fuera de un verde más intenso de lo normal, destacando en medio de la penumbra de aquella oficina.
Sin saber en qué momento Ani pudo tomarlos, de pronto aquella mujer con mirada abrumada y con unos reconocidos gestos de deseo, puso ante su cara y la suya los billetes de viaje, para luego, lentamente, sin apartar sus ojos de los suyos, romperlos por la mitad.
Gina no pudo evitar que una ligera sonrisa se le dibujara en su cara demacrada por las lágrimas al ver los dos pedazos en ambas manos de la fotógrafa. Esta le devolvió la sonrisa guardando aún agua en sus ojos, un instante antes de volver a acercarse a ella y abrazarla. Gina besó su frente mientras que la otra mujer reposaba su rostro en su pecho, escuchando complacida los latidos acelerados del corazón bajo la ropa de la empresaria.


Gina abrió la puerta e invitó a entrar a Ani con el gesto de apartarse y cederle el paso. Era evidente que la joven fotógrafa no estaba viviendo su mejor momento. Gina podía percibir la tensión del día en sus ojos por lo que decidió anteponer cualquier deseo de la otra mujer al suyo propio. La tenia de regreso y aunque sentía de nuevo latir su corazón, ahora era el momento para volcarse en Ani y demostrarle que todo su amor iba mucho más allá de lo que ella podía imaginar.
-Ponte cómoda. Enseguida te preparo un café -la invitó poniéndose en la situación de la otra mujer a razón de todo lo que le había contado de camino a su casa.
Ani no respondió, solo se adentró en la casa acercándose directamente a la ventana y a las hermosas vistas que tenía la casa de Gina.
Las luces de las calles trasmitían un aspecto dormido de la activa ciudad. Algún coche irrumpía en las carreteras solitarias dejando atrás el eco del motor. Una fina estela blanca acariciaba lentamente la orilla de la playa. Con un sentimiento de ahogo, abrió un poco la ventana y todos los sonidos de la playa se hicieron más claros al tiempo que entraba una ligera brisa que peinó su pelo y movió la ligera cortina blanca.
Gina miraba de reojo los movimientos de Ani. Sus brazos cruzados, su frente apoyada en el bastidor de la ventana. La conocía, la conocía tan bien que sentía en su propio ser el estado abrumador por el que estaba pasando. Giró la cuchara disolviendo el poco azúcar con el que había endulzado aquel café recién hecho y se acercó hasta ella. A pesar de ver a Ani de nuevo en su casa, en su vida, sintiendo el sabor de su boca en sus labios, trató de controlar el sentimiento fuerte de abrazarla y hacerle olvidar todo, por darle el espacio que sabía que estaba necesitando. El paso que había dado no era un paso fácil, y ahora, más que nunca, tenía que ser paciente con ella e ignorar sus propios deseos, de amarla, de rendir culto a cada parte de su ser, de acariciar su pelo, llenarse de su olor, sujetar sus manos momentos antes de sentir su respiración en su rostro, por ayudarla a pasar esa etapa agridulce para ambas.
Sintiéndose culpable por su propia necesidad, mordiendo ambos labios dentro de su boca, se acercó a la espalda de la otra mujer, que sintiendo su cercanía se giró y con un gesto de gratitud en su mirada, tomó la taza de su mano.
– ¿Estás bien?
-No lo sé. Todo ha sido tan extraño… -dijo mirando hacia la calle.
Gina se sentó en el sofá tras ella. Y sujetó su taza con ambas manos mientras su mirada se perdía en algún punto del líquido negro dentro del recipiente.
-Todo va a estar bien. Yo estaré contigo.
-¿Estás segura de eso?
-Completamente.
-Lo sé -respondió Ani acercándose y sentándose a su lado, dedicándole una mirada que más parecía una disculpa.
Gina tomó su mano y la alzó hasta su boca, besándola suavemente.
Ani tomó otro sorbo de café y luego apoyó su cabeza en el hombro de la otra mujer. Sus ojos se relajaron al sentir la cercanía de Gina y sintió, como siempre, que a su lado, todo parecía siempre más llevadero. Esta, alzó su brazo con cuidado y lo colocó tras ella, abrazándola. Ani cerró sus ojos mientras la otra mujer acariciaba su pelo con la mano que la rodeaba sintiendo los suaves labios de Gina en su cabeza.
Durante un par de tragos más de café, Gina disfrutó del sentimiento de tener a Ani entre sus brazos una vez más.
-Mañana, mañana estarás mejor -dijo Gina con la taza vacía en su mano, incapaz de moverse e interrumpir la comodidad de Ani.
Inmediatamente extrañó que la otra mujer no respondiera nada a sus palabras. Miró hacia su cara, y vio su rostro sereno y calmado. Había sucumbido a un plácido sueño.
Con una pequeña sonrisa, trató de mover su brazo sin despertarla. Se levantó y apartó la taza de la mano de Ani. Caminó hacia la cocina con ambas tazas y dando una mirada, con un brillo que trasmitía la satisfacción de ver a aquella mujer en su sofá, se aproximó al armario.
Buscó entre sus camisetas y entre sus pantalones, eligiendo uno de cada para la fotógrafa. Se tuvo que estirar para alcanzar con su brazo libre, una de las mantas.
Una mano en su antebrazo la sorprendió en el intento, dando un ligero sobresalto a la empresaria.
Un instante después, sintió unos brazos rodear su cintura y alojarse sobre su estómago. Gina dejó caer su cabeza hacia atrás cerrando sus ojos.
-Creía que estabas dormida -susurró a unos centímetros de su oído.
Un dedo índice de la mujer a su espalda acarició sus labios en un intento de hacerla callar y luego bajó como una caricia por su garganta y regresar a la posición inicial. Gina se dio la vuelta y se encontró con el brillo con luz propia de la mirada de Ani que la observaba de forma intensa e inquisidora.
Ani leyó en los ojos verdes de la mujer frente a ella, toda su pasión contenida, pero también la preocupación en las facciones del resto de su rostro.
Gina abrió la boca para hablar y Ani, sin mediar palabra alguna, se acercó a besar sus labios. La empresaria solo pudo corresponder a ese beso, que se fue intensificando por segundos. La abrazó dejando deslizar la ropa que llevaba en su mano, hasta que cayó al suelo.
El corazón de Ani latía en los sutiles movimientos de sus labios. Sentía su calor fundirse con el suyo propio dentro y fuera de su boca.
Las manos de la fotógrafa vagaron desde su cuello bajando hasta sus caderas. Elevó una de sus manos siguiendo el camino de los botones de su camisa. Acarició la piel del pecho descubierto de Gina e igual de tortuosamente empezó a desabrochar el primero de los botones mientras retrocedía unos pocos pasos utilizando su otra mano en la cadera de Gina, para atraerla. v La empresaria sentía la sangre arder en sus venas, adaptándose al ritmo que marcaba la mujer que la estaba empujando a un abismo que la alejaba de cualquier realidad que no fuera ella.
Como si una inquietud ajena al estado alterado de cada fibra de su ser, le turbara, buscó los ojos de Ani intentando descifrar algo que le diera una respuesta a la actitud repentina de la mujer entre sus brazos.
Ani alzó su mirada de su mano desabrochando el botón y se miró en las estrechas pupilas de Gina. Sabía leer en aquellos ojos tanto como confiaba que ella leyera en los suyos. Así que sin parpadear, sosteniéndole su intimidante mirada, solamente dejó que leyera el deseo y necesidad que sentía por ella. Volvió a besarla y lentamente fue girando el cuerpo de Gina hasta hacerlo retroceder un paso más, justo hasta tropezar con la cama. Sin aminorar la presión hizo que Gina acabara por sentarse despacio en el colchón. La empresaria apoyó sus manos a ambos lados, sosteniendo el beso profundo de Ani. Esta, dejó caer parte de su cuerpo sobre el suyo y de pronto, se descubrió a sí misma, acostada con Ani avanzando sobre ella sostenida con ambas manos a un lado de su cabeza, sin dejar su cuerpo caer sobre el suyo. Ani solo dejó de besarla para besar lentamente la comisura de sus labios, su mandíbula, su cuello y respirar dificultosamente en su oído.
Gina cerró los ojos al sentir el largo cabello de Ani caer sobre ella y sentir su deseo en forma de exhalaciones sonoras cerca de su cuello.
-Tú….—dijo en un susurro a su oído-. Tú eres toda la ayuda que necesito -continuó susurrando antes de acariciar parte de su cuello con sus dientes.
A Gina su voz le sonó como un lamento, como una necesidad más allá de la comprensión. Un velo cayó y dejó la actitud pasiva por ofrecer a Ani lo que para ella misma era una imperiosa necesidad en el momento mismo en el que la había besado en la oficina.
Alzó sus manos del colchón y sujetó su cuello con ambas manos para atraerla hasta sí. Ani bajó su torso dejándose caer sobre el suyo. La mano de Gina luego bajó por su espalda, alojándola al final de su espalda. La presionó suavemente invitándola a dejarse caer sobre ella.
No tardó en notar el efecto que causaba en Ani el sentir su cuerpo bajo ella. Un suave y ligero gemido brotó desde su boca y murió en la suya. Esto ocasionó en Gina que todo su ser se estremeciera y, en un movimiento ligero se colocó sobre ella rodando sobre el colchón.
Continuó besándola apoyando sus antebrazos a ambos lados del rostro sonrosado y con una fina capa de sudor de Ani. Cortó con el beso un instante, necesitando verse en aquellos ojos oscuros una vez más.
La fotógrafa clavó sus pupilas en las suyas y alzando sus manos desabrochó otro de los botones de su camisa. Esa fue toda la respuesta que necesitaba Gina, bajó su boca hasta el cuello de la mujer bajo ella y besó cada tramo de piel como si fuera el único remedio para poder seguir respirando. Como si no existiera otro aire que el que contenía su olor, ningún otro sabor que no fuera el suyo, otra visión que no fuera la de sus ojos o el tacto suave y aterciopelado de la piel que cubría el alma a la que pertenecía la suya propia.
Ani gimió en su oído cuando sintió los pechos de Gina sobre los suyos, sus caderas enredadas con las suyas y sintió la necesidad de hacerle sentir lo mismo a la mujer sobre ella. En un movimiento igual de ligero la hizo girar colocándose ella sobre su cuerpo.
Gina dejó vagar sus manos por su espalda, situándolas al final de su espalda y aferrándose a su cuerpo como si fuera el único clavo ardiendo al que aferrarse en el que quería, deseaba quemarse.
Ani se incorporó de pronto, dejando los labios de la otra mujer ansiosos de su contacto, extrañándolos en el mismo instante en que se separó. Se quedó sentada a horcajadas sobre su vientre y se dispuso a desabrochar cada uno de los botones de la camisa de Gina bajo la mirada de esta, que grababa en su retina el pelo oscuro y largo de la mujer sobre ella caer por un lado de su cara, hasta casi acariciar la piel desnuda que dejaba libre sobre su estómago.
La fotógrafa abrió la camisa dejando los pechos de Gina cubiertos solo por su ropa interior. El tórax de Gina subía y bajaba en un ritmo corto y alterado, sin apartar sus ojos de la visión de la otra mujer, que mirando su piel, mordió ligeramente su labio inferior. Luego desvió sus ojos hasta los suyos en un desafío íntimo y provocador antes de alzar su propio suéter y, con un solo movimiento, quitárselo y arrojarlo a alguna parte del suelo.
Gina notó el brillo en los ojos de Ani y el recorrido de unas lágrimas furtiva por sus mejillas.
-Ani -dijo colocando sus manos en las suyas- . ¿Estás bien? -continuó diciendo con preocupación y alojando sus manos en sus antebrazos.
Ani, una vez más puso su dedo índice sobre su boca y haciendo caso omiso a las lágrimas en sus ojos, bajó hacia el único remedio a su felicidad.
Cuando Gina la vio bajar hasta su cuello, comprendiendo su silencio y cuál era su necesidad, ladeó su cabeza cerrando sus ojos impidiendo que el agua almacenada en los suyos en ese mismo momento, resbalara por su cara. Esperó el contacto inevitable de aquellos labios como su único antídoto.
No pudo evitar que le faltara el aire cuando sintió los pechos de Ani rozarse con los suyos, su cabello cayendo sobre su piel y los cálidos labios alojándose en algún punto de su yugular. Un gemido brotó de su garganta mientras Ani tomaba de ella, todo lo que ella misma necesitaba darle. Sus manos vagaron por su piel desnuda acariciándola con las yemas de sus dedos, alzando las caricias hasta sus costillas sintiendo solamente las pulsaciones de Ani en su mismo corazón en una mezcla mutua entre deseo, felicidad y…dolor.

Las cortinas ondeaban al antojo de la brisa que se colaba por la ventana. La luz de la luna hacía destacar el blanco de las sábanas que se removían en la cama. Bajo ellas, dos cuerpos desnudos disolvían en su amor todo el lastre de sus errores, transformando el instante en un nuevo comienzo, en la renovada oportunidad de volver al lugar al que se pertenece. Emoción, incertidumbre, entrega, pasión….vida.