plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas.»

Maca se quedó hecha trizas en el episodio anterior. Se acuerdan, ¿verdad? Que se te vaya la parienta al otro lado del océano y tú te pongas burra y decidas no acompañarla, provocando así la ruptura, no es algo que suceda todos los días. Afortunadamente.

El tiempo que ha transcurrido entre capítulo y capítulo no ha curado las heridas de nuestra Jefa de Urgencias. Ahora se dedica a trabajar a lo bestia para olvidar y a hacer cosas raras (por ejemplo, ayudar a Vilches preparándole una conferencia). Precisamente es Vilches quien se la encuentra de la siguiente manera: con la cabeza encima de la mesa y los pelos desparramados por toda la superficie del escritorio. Tan apuesta postura ha sido adoptada por Maca debido a su extremo cansancio: tras horas y horas de guardias encadenadas, al fin se quedó traspuesta. Vilches la despierta y recoge el material que le ha preparado para la ponencia; él mismo se muestra sorprendidísimo por el afán repentino que le ha entrado a Maca por ayudarle, y le dice: “Mira, no sé si somos amigos, pero si te quieres suicidar doblando turnos, no cuentes conmigo”.

Diagnóstico correcto: es lo que está haciendo nuestra pediatra, matarse a trabajar, pero de modo literal. Y ella reacciona como suele, a lo bruto: “No te he preguntado qué te parece mi vida”; es que nuestra Maca es muy orgullosa e independiente, y nunca reconocerá que necesita ayuda. Pero Vilches, en vez de callarse y dejar que se hunda solita en la miseria, realiza la siguiente reflexión: “¿Sabes? Los fantasmas siempre nos atrapan, por mucho que trabajemos”. Traducción: por más que curres hasta la extenuación, que agotes tu cuerpo y tu mente, que te machaques con despiadado sadismo, no vas a olvidar a Esther ni a dejar de sentirte una mierda solitaria.

Una jovencita entra en Urgencias muy agitada, gritando que ayuden a su amiga, que acaba de sufrir un desvanecimiento en el exterior del hospital. Maca se la encuentra en el suelo, inconsciente y con el pulso débil. La peticionaria de auxilio, muy angustiada, informa de que la paciente tiene un problema renal grave y está sometida a tratamiento de hemodiálisis. Atentas, señoras, que éste es un caso de extrema afectuosidad entre jóvenes mujeres, que sólo puede significar lo que todas están imaginando. La chica exclama: “Por favor, si le pasa algo, me muero”. Efectivamente, han acertado, estamos ante una parejita lesbicanaria.

Maca también se da cuenta. No es que esté muy despabilada nuestra pediatra, pero que lo primero que haga la muchacha cuando entra en el box es darle tiernos besos en la mano a la paciente, deja las cosas muy claras. A la vista de los análisis, el diagnóstico es claro: ha sufrido un coma urémico. Mientras la chica no deja de darle besitos a su inconsciente novia, Maca indaga en la posible causa del problema: si ha asistido con regularidad a la diálisis, es imposible que haya llegado a esta situación. Parece que la paciente es un poco díscola a la hora de ir a tratamiento y que, o la acompaña su chica, o hace novillos en la diálisis. El día anterior la novia tenía un examen y ella aprovechó para saltarse la sesión. Aunque no es lo más apropiado que permanezca con acompañante en el box, los ruegos de la muchacha consiguen que Maca termine apiadándose y al final deja que se quede a la vera de la inconsciente (tanto porque lo está, como porque lo es: a quién se le ocurre no ir a diálisis cuando tienes un riñón malito).

Que son pareja es tan evidente que cuando Maca se lo comenta a Claudia, ésta se limita a responder: “Ya”. Ella se ha dado cuenta al vuelo. Para aquellas que están interesadas en los progresos que hace Claudia en el mundo heterosexual, debo dar buenas noticias: primero impuso a Gimeno que se deshiciera de sus queridas revistas; ahora le ha exigido que también expulse a su fiel perro Greta de casa. Ella se está sintiendo culpable y lo somatiza imaginando contracciones de parto y demás sensaciones desagradables de embarazada: así se lo hace notar Maca. Al final, esta actitud tan francamente tiránica por parte de Claudia terminará por fastidiar su relación con Gimeno. Así que, para quienes tengan interés en que la neuróloga quede libre y alejada de los heteroprados, hay esperanzas. Pero ojito para las futuras posibles parejas de Claudia: hay que irse olvidando de publicaciones periódicas almacenadas en casa y de mascotas, que son dos cosas que ella no puede ver.

Maca habla con el centro de diálisis y descubre que la paciente urémica (Sol Martí) es más rebelde de lo que imaginaba su novia. Alma (que así se llama) sospechaba ya algo, pero no que no sólo se haya saltado una sesión, sino dos. Así no es de extrañar que le haya dado el coma. La razón de su actitud es que está harta de esperar un trasplante de riñón y ha tirado la toalla con el tratamiento. Maca dice que tal vez sea la opción personal de la paciente, sugiriendo que es ella quien debe tomar la decisión de vivir o morir, pero Alma corta en seco el argumento: “No, en esa opción yo no quepo”. Ni está dispuesta a dejarla, ni a permitir que no cuide su salud, ni a separarse siquiera de su lado un solo instante. Por eso implora a Maca que no llame a los padres de Sol. La madre de Alma (con la que su hija ha hablado por teléfono) parece apoyar la relación. Pero los suegros son harina de otro costal: Alma tiene clarísimo que en, cuanto se presenten, a ella la echan de allí. Como Maca comprende a la perfección este género de situaciones por haberlas vivido en carne propia, accede a retrasar un poco la comunicación del estado de Sol a sus intolerantes padres. Y lo primero es lo primero: a la paciente la transportan para darle una sesión de diálisis para que se vaya recuperando del coma. Antes de salir de la habitación, se lleva puesto otro besito en la frente. Sol, hija mía, ¿qué le has dado a esta chica, aparte de disgustos, que la tienes toda loquita?

El tratamiento hace su efecto. Alma, que no le quita ojo, ve cómo Sol abre lentamente sus párpados y recupera la consciencia. Avisa a Maca rápidamente. Entre las dos la tranquilizan, pero la paciente insiste en que no tiene ganas de seguirse tratando, que no le quedan fuerzas, ni esperanza, que no quiere seguir. Explica que son demasiados los sacrificios que Alma ha hecho por ella: matricularse en una universidad a distancia para poder acompañarla a diálisis todos los días, soportar la situación y, en suma, cargar con una enferma. Maca las observa en silencio, tomando buena nota de la lección. Alma afirma que si faltan las fuerzas, ella las tendrá por las dos. Nuestra Jefa de Urgencias sigue mirando atenta: ese es un verdadero amor, del que pelea contra tormentas y tempestades y no se rinde ante nada. Un amor que es entrega y sacrificio. Está bien que Maca haya cogido apuntes.

Por más que Maca intente retrasar el aviso a los padres de Sol, éste debe producirse porque ella es menor de edad. Y por fin acuden ambos, la madre disparada hacia su hija, el padre echándole ojos de asesino a Alma, que permanece (como siempre) al lado de Sol. La primera frase que pronuncia este simpático señor es: “¿Qué hace ésta aquí?”. Maca explica que fue ella quien trajo a la paciente al hospital y que, gracias a su pronta reacción, han podido atajar el coma que de otro modo quién sabe si no hubiera sido irreversible. De alguna manera, les está dejando claro que su hija le debe la vida.

Duro como piedra, el padre repone que vale, pero que ahora ya está atendida y… la echa directamente de la habitación, tal como Alma temía. Ella suplica, pero el tierno progenitor le dice que ella allí “no pinta nada” y que ya le informarán como al resto de las amigas. Pero Alma no es una “amiga” cualquiera, y así lo manifiesta. La madre, nerviosa perdida y preocupada por lo más importante (las apariencias, cómo no), le pide que no diga esas cosas porque “qué se van a pensar los doctores”. El padre es un déspota y la madre una hipócrita. ¡Vaya familia que le ha ido a tocar a la pobre paciente renal, y vaya suegros que se ha agenciado Alma! Entonces, el intachable caballero, remata la faena diciendo: “Hasta que te conoció, mi hija era normal, hasta tenía un novio que…”. Eso ya no lo puede sufrir Maca, que le interrumpe visiblemente cabreada y le recuerda que a su hija no le hace ningún bien que delante de ella preparen esas peloteras. ¡Pero qué se ha creído el calvorota del pleistoceno éste, para anormal él: vaya padre que ni se preocupa ni cuida de la salud de su hija; si por estos progenitores tan “normales” fuera, esta niña estaba desde hace meses criando malvas! Si eso es ser un padre normal o simplemente una persona normal, venga Dios y lo vea.

Acaba de darme un ataque de sermoneo, así que me encasqueto la casulla y digo: A ver, Paco (que así se denomina el capullo aneuronal éste), hijo mío, tu niña no ha sido abducida por el Genio del Lesbomal, simplemente ha conocido una persona que la quiere de verdad y que da la casualidad de que es una chica. Si querías un chico de yerno, pues se siente. Y que sepas que el pelo de la cabeza ya lo has perdido, así que ajo y agua.

Como queda claro que las broncas no son lo más indicado para recuperar a la cría, la mamá-de-las-cavernas presiona a su hija para que sea ella quien directamente eche a la novia de la habitación. Un amor de madre, de verdad (modo irónico on, claro). Visto el panorama de que no van a dejar de tocar las napias y perturbar a la paciente, al final es Alma quien cede y voluntariamente abandona el recinto. Una vez más, es ella quien dirige sus actos al bienestar de Sol. Los cabrones, perdón, “amorosos” progenitores se quedan al pie de la cama, lugar que ha ocupado hasta ese momento quien de verdad tenía que estar allí por méritos propios.

Maca se encuentra un rato más tarde a Alma aparcada en una mesa de la cafetería. Le lleva un refresco y algo de comer. Se sienta con ella y comienzan a hablar:

Maca: ¿Qué vas a hacer, te vas a quedar aquí?
Alma: Sí.
Maca: No sabemos cuánto tiempo se va a quedar ingresada. A lo mejor le damos el alta pronto. Depende de cómo haya funcionado la diálisis.
Alma: Bueno, no me importa. Tampoco tengo nada que hacer.
Maca: Sol me ha dicho que estudias.
Alma: Bueno, tenía que buscar una excusa para venir a Madrid y me matriculé en la Facultad. Pero luego, cuando vi que Sol no quería ir a diálisis, lo dejé todo para acompañarla. Y el otro día me había enfadado con ella y no fui. Y claro, ella no fue.
Maca: Tú no eres responsable de lo que ella haga.
Alma: Ya. Pero no fue.
Maca: Y no fue culpa tuya.
Alma: No sé, yo creo que sí, pero bueno. Muchas gracias por el bocadillo. Y por todo.
Maca: ¿Sabes qué? Yo te envidio.
Alma: ¿Por qué?
Maca: Porque eres muy generosa. Por eso.
Alma: No sé…la quiero. Eso es todo.

Y ante una explicación tan certera y firme de lo que es de verdad el amor, Maca baja la mirada pensativa. Es muy probable que su pensamiento esté ahora en dos puntos, uno muy lejos y otro muy cerca: en quien está en Argentina y en su propio corazón.

El escáner emocional que acabamos de hacerle a Maca es certero: cuando el médico mexicano ligón se acerca a ella para comentarle que Sol ya ni les habla a sus papás, nuestra Jefa de Urgencias se confiesa diciendo que ella sabe muy bien qué es eso, cuando eres un elemento extraño y amenazante y la familia de tu pareja estaría encantada de que desaparecieras. Y entonces hacen todo lo que está en su mano para boicotear la relación. Y entonces, el ligón responde:

Las parejas no rompen por algo que sucede fuera. Al contrario, los obstáculos las hacen más fuertes. ¿O es que no lo sabías? Los que se quieren son indestructibles.

¡Ahí le has dado! Maca sale disparada en dirección a Alma, que espera pacientemente sentada en la sala de idem (es decir, de espera). Y se la lleva a ver a Sol. Cuando entran en la habitación, se la encuentran en pleno apogeo de vómito: resulta que sólo Alma –porque tiene experiencia- sabe cómo sujetar la cabeza y tratar tales ataques. Efectivamente, porque es ella la que ha estado siempre al pie del cañón. Pese a las protestas parentales, Maca consigue que ambos progenitores la acompañen fuera. Les va a leer la cartilla.

Primero advierte sobre el hecho de que lo que más debe importarles es la salud de su hija; por tanto, si de veras la quieren, eso es lo que debe primar por encima de todo. Ellos replican que sí que profesan un verdadero afecto hacia ella, pero que no les cabe en la cabeza que tenga una mujer por pareja. Entonces Maca les aclara que no la quieren como ella es. Cuando se le rebota el Paco, que exige que le diga de una vez lo que sea, nuestra Jefa de Urgencias no puede ser más clara.

Pues mire, creo que Alma ha cuidado muy bien de su hija. Incluso a veces, mejor que ustedes mismos. Ella sabe lo que Sol está sufriendo. Le agarra la cabeza cuando vomita y le da ánimos cuando está triste. Esa chica no tiene otra vida que cuidar de su hija. Y, como la quiere, está aguantando que ustedes la miren con ese desprecio. Les aseguro que las personas no somos tan generosas ni tenemos esa capacidad de amar. Así que deberían estarle agradecidos. Yo, desde luego, estoy aprendiendo mucho con ella.

Después de tan ajustada y eficaz filípica, los padres se quedan algo mustios. Al parecer, quisieron donarle el riñón, pero no son compatibles. Pero hasta en eso está también Alma a la altura de las circunstancias: no pasan cinco minutos y se presta a hacerse las pruebas de compatibilidad. Maca no puede con tanta emoción, le pregunta si es consciente de lo que eso significa. La fiel y enamorada muchacha responde que sí, que lo que quiere sin duda es darle un riñón a su novia. Tan buenos propósitos no son fructíferos: resulta que no son compatibles. Nuestro gozo en un pozo, Sol tendrá que seguir con la hemodiálisis y esperando un riñón. Alma pide a Maca que no se chive de que ha pedido donar el órgano; no quiere colgarse medallas. Esta chica es un ángel de amor.

Tanta devoción no impide que Sol esté desesperanzada y tenga reacciones extremas. Lo primero que hace es arrancarse la vía. Le confiesa a Maca que ya no puede más, que la diálisis no la va a seguir y que prefiere morirse. A pesar de este episodio, el alta es inminente. Pero Alma pide a nuestra protagonista que no la suelte aún, porque ella la conoce y es posible que haga alguna locura. Maca accede a pedir un informe psiquiátrico a ver si tiene o no impulsos suicidas. De momento, Sol se queda ingresada. Con un poco de suerte, volvemos a ver a esta tierna parejita en el próximo episodio. Ya me gustaría, porque me caen de cine.

Maca termina su jornada laboral y se queda a dormir en el hospital, como es últimamente su costumbre. Como ella misma ha dicho, ha aprendido mucho ese día. Así que, abrazada a uno de los cuentos que escribió su mujer, llora un poco, perdida en la nostalgia.