Siempre he leído sobre chicas que por fin deciden decirles a sus familias sobre su orientación sexual y a continuación leer como éstas a veces no les responden de manera muy positiva, y es algo que me da mucha tristeza, por eso hoy decidí contar mi experiencia al salir del armario, porque yo he tenido la suerte de no tener que lidiar con padres enfadados o que no entendían la situación. No lo he pasado mal en ningún momento, y por eso me apetecía escribirlo, para mostrar a las chicas que a veces no todo sale mal, y por suerte no todo es negro para quien decide contar su orientación en un momento dado a su familia.

Yo soy de un pueblo en el que la palabra homosexualidad aún es un tabú para algunas personas, sobre todo para las mayores. Cuando yo tenía 16 años, o sea, hace 10 años, no había ningún homosexual aquí donde yo vivo, y no porque no los hubiera, sino porque nadie había “salido del armario”, ahora en la actualidad, ha cambiado la situación y todo es más abierto.

Cuando tenía 17, sentía una necesidad enorme de contar a las personas cercanas a mí que me gustaban las chicas, que no me emocionaba al ver a los chicos de los anuncios de Hugo Boss. Así que mis labios se decidieron a hablar ese mismo año, a mis 17, y eso sucedió en una fiesta de fin de año, en la que un tanto bebida, aunque no culpo al alcohol, porque fui yo la que le dije en un momento de la noche a pleno pulmón a mi mejor amiga “Soy lesbianaaaaaaa” dando un grito enorme para que me escuchara por encima de la música, con la suerte, que en el momento que grité, la música paró y no solo mi amiga, sino toda la gente que tenia a mi alrededor me miró extrañada, pero a mí me dio igual porque me sentía aliviada, así que la primera vez que lo dije fue algo más multitudinario de lo que habría esperado. Esa fue mi primera salida del armario, porque soy de las que piensan que nos pasamos toda la vida saliendo de él, con los amigos, la familia, los compañeros de universidad, de trabajo…

A partir de ese momento todo cambió, porque me sentía más yo, al menos con una persona, mi mejor amiga, la que con el tiempo pensó que era hora que saliera por el ambiente. A mí la idea me ponía un poco nerviosa, pero al final, le dije que sí, y una noche las dos llegamos a la puerta del Sasha, la discoteca de ambiente más conocida aquí, cuando vi la gente haciendo cola, volví sobre mis pasos, porque me entró un miedo ilógico e irracional, supongo que miedo a lo nuevo, a lo desconocido, pero mi amiga, me paró y me convenció para entrar, esa noche conocimos a una chica que se convertiría en mi amiga durante mucho tiempo.

Y así pasaba el tiempo, los meses e incluso algún que otro año, y a mí me incomodaba el hecho de no poder contarle todo lo que hacía o sentía por alguna chica a una de las personas más importantes para mí, mi madre. No quería mentirle por lo que nuestra comunicación se fue deteriorando, y ya cuando salía algún fin de semana, no le contaba donde iba ni que hacía, ella con el tiempo también dejó de preguntar, vivía en mi mundo paralelo y nos habíamos distanciado mucho por ese motivo.

El resto de la familia, comenzó a decir que era extraño que nunca hubiera llevado un chico a casa, que nunca había tenido novio, pero mi madre siempre se mantuvo en silencio y nunca hizo comentario de ningún tipo, ella siempre observaba pero sin participar en los interrogatorios a los que me veía a veces sometida.

Una noche de sábado, decidí quedarme en casa y ambas estábamos viendo la televisión cuando mi madre me dijo que sabía que yo quería decirle algo, que a veces había empezado pero nunca fui capaz de seguir la conversación, así que sin yo esperarlo, me hizo una pregunta con la mayor naturalidad del mundo: “¿Cuándo me vas a decir que eres lesbiana?”

Ese fue el momento en que mi corazón dio uno de sus mayores vuelcos, solo salió de mis labios a modo de susurro un “¿ahora?” entonces ella sonrió, esa sonrisa me dio una tranquilidad inmensa, porque sabía que dijera lo que dijera, estaría apoyándome.

Esa noche le conté lo que había hecho ese par de años, mis salidas por el ambiente, las chicas que me habían gustado o el círculo de amistad que tenia formado y que ella desconocida. Me acosté esa noche en su misma cama y estuvimos hablando hasta las 7 de la mañana, son de esas conversaciones que nunca olvidas. Ella se dedicaba a escuchar todo lo que le contaba, esos años que habíamos tenido de silencio o incomunicación se fueron acortando con el paso de las horas y en un momento dado me dijo que ella siempre supo que me gustaban las chicas (siempre bromea diciendo que me brillan los ojos cuando hablo de alguna mujer) y me dijo que para ella nada había cambiado, que yo seguía siendo la misma de siempre y que me quería mucho, que nada iba a cambiar, pero sí cambió, en el sentido que desde ese día pude contarle cada paso que daba y podía ser yo misma con una de las personas más importantes en mi vida.

Y así han pasado los años, ahora tengo 26 y le cuento cada persona que me gusta y cada situación, buena o mala. Y ella sigue teniendo un miedo, siempre es el mismo durante todos estos años, y es que alguien no respete mi orientación y me haga daño, y no hablo del sentido físico, pero como siempre le digo, no ofende quien quiere, sino quien puede. Así que a día de hoy, está interesada por el mundo LGTB, a veces lee lesbicanarias, me increpa sino llevo una bandera el día del orgullo y actualmente insiste en que lleve a mi novia a casa (tranquila amor, aun no) y sé que lo hace porque quiere formar parte de mi mundo y se lo agradeceré siempre.

Con todo lo que os he contado, no quiero decir que los padres que no aceptan en un primer momento a sus hijos cuando les cuentan su orientación no los quieran o sean los más malvados del planeta, todo el mundo quiere a sus hijos pero por unas razones u otras hay padres que les cuesta más aceptar o asimilar esa información que les damos, para ellos supongo que no tiene que ser fácil, porque desde pequeños, crean y sueñan con un mundo perfecto para nosotros y al enterarse, creen que ese mundo se difumina, se encuentran con algo que no conocen y lo desconocido a veces asusta, pero algunos solo necesitan tiempo para ver ese nuevo mundo con más color, un mundo en el que realmente somos más felices y, si les damos tiempo, seguro consiguen entrar y formar parte de él.

Imagenes por: Salkiwi y Dental Ben