plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

Si en el capítulo anterior la ausencia de Helen ya nos produjo un disgusto lógico, señoras, seguimos penando: en éste no aparece ninguna de nuestras heroínas. Pero aprovecharé el tiempo de penitencia para ponerlas al día de otras tramas de la serie, porque con la ignorancia de ellas muy probablemente se acaben perdiendo en las historias que tanto nos interesan.

En el último episodio dejamos a la guardiana más antipática tirada en el suelo en estado de conmoción. Como mala hierba no muere nunca, ha vuelto. Con collarín, pero ahí está, con ánimos vengativos y pidiendo investigaciones a diestro y siniestro, con la lejana esperanza de que, de algún modo, se pueda identificar de entre toda Fuenteovejuna, a la responsable concreta del empujón.

Las ansias denunciantes parece que han brotado cual epidemia: Fenner se apunta al carro e informa a Karen que acaba de presentar una queja por acoso laboral contra ella. Considera el pájaro que esta señora se ha sobrepasado en sus funciones, ejerciendo su jefatura autoritariamente y con menoscabo de su dignidad profesional como subalterno. Tanto cinismo no parece posible, pero efectivamente en algunos casos se da.

Lo cierto es que algunas cosas sí que han cambiado en el ala G de Larkhall. De entrada, como ya comentamos en el episodio anterior, tenemos chica nueva en la oficina que se llama Di y es divina (en algunos aspectos, aunque desde luego muy ingenua) –perdón por la licencia que puede considerarse una broma privada, pero no he podido resistirme: quien haya vivido en los años 80 en España, y tuviera suficiente uso de razón para ver la tele entonces, entenderá el juego de palabras.

Ésta es Di, la nueva guardiana ingenua

Bien, la nueva guardiana es un fardel llenito de buenas intenciones…y de posibles imprudencias. No trilla con la Bulldog ni con el señor Fenner y se ha hecho amiga de Dominic Mc Allister (que es, como sabemos, el carcelero más razonable de la tropa).

Precisamente a Mc Allister le encomienda Karen la difícil tarea de ser el “Guardián Personal” de la señorita Dockley. Y cuando digo que va a ser una difícil tarea es porque va a serlo mucho: Shell está completamente trastornada con el asunto de Fenner. Por una parte, se ilusionó con sus promesas de amor; por otra, se siente rechazada por un Hombre, lo que al parecer erosiona su autoestima hasta límites fatales. El resultado es que se le ha despertado una especie de brote ninfomaníaco y anda buscando a cualquiera que tenga pene para que se lo meta….donde ustedes ya imaginan. La chica ha perdido el norte completamente y ahora ya no es la sinvergüenza abusona de siempre: parece que de verdad está enferma mental.

Dockley ofrece sus encantos a Dominic

Así que su primera víctima es el pobre Dominic, a quien prepara encerronas en su celda, abriéndose de piernas, mostrándose en cueritos vivos…. Total que lo tiene mártir de la pura incomodidad. La segunda víctima: el tipo de mantenimiento. Es un chaval que encima está medio colado por Crystal (la ultracristiana de la guitarra) y, obviamente, no le hace ninguna gracia que una tía que no conoce de nada le acose sexualmente mientras el verdadero objeto de sus amores puede mosquearse al ver la escena –cosa que ocurre.

El asunto es que el muchacho está verdaderamente interesado por Crystal, hasta el punto que las dos Julies se conmueven con su amor y al final de episodio les preparan a ambos una cena romántica clandestina. Por su parte, Fenner sigue haciendo de las suyas. Esta vez intenta quitarse de enmedio a Karen, chivándose al Big Boss, mientras ambos juegan al golf, de que tuvo una aventura con ella en un congreso carcelario hace años. Los dos –según su versión- bebieron unas cuantas pintas y acabaron en la cama (desde mi punto de vista la que bebió demasiado fue Karen, que tuvo que estar por fuerza medio borracha para acostarse con este elemento). Dice el sujeto que la bella directora del Ala G está molesta con él porque, cual gallardo caballero, no deseó continuar con la relación. Esta sí que es buena: sabíamos que Fenner es un corrupto, un abusón, un machista y un dominante, pero no sabíamos que además fuera narcisista.

Hay que tener un concepto de sí mismo elevado hasta lo más alto del cielo para imaginar que Karen en realidad se muere de celos y de despecho porque este sujeto no quiso acostarse con ella una segunda vez. ¿No sería al revés? En fin, que la artimaña no cuela, porque Karen ya había informado al Big Boss de sus aventuras, por lo que a Fenner el chivatazo le sale por la culata. Es más: Simon le avisa de que no tiente tanto su suerte, concretamente le dice que “no quiera tener la torta y comerla”-versión anglosajona de nuestra vieja expresión “querer tener la pajarita y el huevo”.

Cuando Dominic informa a la directora del último numerito de Shell (se ha quedado completamente desnuda ante él, por el procedimiento de dejar caer la bata que portaba como única prenda), Karen se va a hablar con la reclusa con la esperanza lejana de hacerla entrar en razón. En un punto concreto de la entrevista, Karen intenta que Dockley se dé cuenta de que con esta actitud en realidad se está menospreciando a sí misma. El resultado es el contrario al perseguido: en vez de concienciarse, Shell comienza a sentir más autodesprecio aún. Así que se mira al espejo llamándose de todo menos bonita, centrando sus insultos en los aspectos más directamente relacionados con su vasta e indiscriminada vida sexual. O sea, que se llama a sí misma puta de todas las maneras posibles.

Tanto se desprecia que llega al autocastigo: acto seguido de insultarse, se quema con un cigarrillo en la mano (uf, eso debe de doler un montón).

Karen ha detectado el grado de chaladura que impregna el Ala G de Larkhall: se las ingenia para conseguir presupuesto y organizar una terapia psiquiátrica de grupo para las presas que más lo necesiten. Naturalmente, se encuentra con la oposición frontal de don Fenner y su acólita Sylvia, que lo consideran una pérdida de tiempo y dinero. Pero Jim tiene otra motivación adicional para oponerse a la terapia: Karen está convencida de que Shell necesita ayuda urgente pues ha intuido que tiene un desequilibrio mental importante. Y eso a Fenner le pone de los nervios porque, ¿y si en la terapia se pone a contar de nuevo sus escarceos fornicatorios, esta vez con mayor insistencia y detalle? Nada bueno para él. Pero Karen es firme, y firme es también su decisión: habrá terapia y punto.

Puede que crea que ya lo ha perdido todo, o que quiera desafiar aún más a la nueva jefa. El caso es que Fenner tiene otra idea: proponerle a Yvonne un arreglo ventajoso para los dos. ¿Recuerdan a esta mujer? Píldoras de memoria: la señora que entró en los últimos episodios de la anterior temporada, esposa de un mafioso, con mucha pasta. El negocio consiste en lo siguiente: él le consigue un cuartito para que se vea con su amado marido en plan íntimo, a cambio de un buen puñado de dólares (libras esterlinas, en este caso).

Yvonne es cualquier cosa menos tonta y rechaza la oferta. Desde luego, el malvado guardián no se está llevando muchas alegrías en esta temporada, ¿verdad?

Y terminamos el episodio elevando nuestras plegarias para que el próximo sea más acorde a nuestros intereses. Recemos, señoras, pidiendo diversión. Un saludo y hasta la semana que viene.