plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

Larkhall recibe un nuevo cargamento de reclusas. Normal, ¿verdad? De vez en cuando asistimos a esta escena y nos preguntamos si no es curioso que a esta cárcel siempre entren más presas de las que salen, con el consiguiente peligro de masificación que esto lleva consigo. Es un hecho que tenemos siempre lleno el gallinero. Reflexiones filosóficas aparte, en esta ocasión el aporte de presas tiene algo de especial: llega una peligrosísima. Tiene la moza unas artes para hacer amigos que pone tiesos los pelitos de la nuca: cumple condena por trocear a su hermana en cachitos pequeños y en la prisión anterior le arrancó de un mordisco la oreja a un guardián porque debió de levantarse de mal humor aquel día (vamos, lo normal, tal cual me pasa a mí todos los lunes). 😉

El nuevo cargamento menos la loca oficial: esa está en otro cuchitril

La llaman Tessa La Loca (obviamente no han sido muy creativos buscándole un mote). Resulta que la tal Tessa está pegando chillidos dentro del furgón que la traslada, presa de lo que parece un ataque de pánico ansioso porque, además de loca perdida, también es claustrofóbica. Viene la reclusa desprovista de documentación, dado que los de la cárcel-origen quieren endilgársela a Larkhall y convertir lo que iba a ser una estancia provisional en una definitiva. Es evidente que nadie quiere un bicho así en su cárcel. Y la que menos, Karen, que ya tiene una experiencia traumática con esta pájara: en la prisión donde tuvo su anterior destino, la loca en cuestión armó la de San Quintín. Así que alberga sobre ella un agrio recuerdo.

La sacan arrastrando hasta otra estancia y sólo se calma tras una inyección que le propina el doc de la prisión en todo el culo (así que suponemos que será un sedante lo que le ha administrado).

Mientras tanto, la Bulldog junto con la nueva guardiana (Di), se encarga de recibir al resto de las presidiarias. Con esa inmensa simpatía que la caracteriza, grita los nombres de las que van a ingresar. Tras un par de intentos con “Barbara Hunt”, una de ellas se levanta afirmando responder a esa identidad. Pone unos ojos de loca del tarro como para desplomarse en el asiento, pero la Bulldog ya se ha puesto en función “única-neurona-modo-off “ y no considera nada raro que la tal elementa afirme tener diez años menos de lo que pone en su ficha, ni que no aporte ningún otro dato sobre su persona, limitándose sólo a asentir. Y….señoras, sobre todo –repito- la cara de zumbada que exhibe la criatura es como para ponerse a pensar.

Observen, miren qué ojitos pone la pardala

En Yvonne Atkins han podido más las ganas que tiene de ver a su marido (y de pasar un buen rato con él) que la prudencia: al final aceptó el arreglo que le proponía Fenner. Jim les proporcionará la oportunidad, el espacio físico y el tiempo necesario para perfeccionar sus íntimos encuentros; todo ello a cambio de una buena cantidad de libras esterlinas, por supuesto. Fenner ha cambiado la corruptela lasciva por la económico-rentable. En este sentido puede decirse que va más acorde con la moda actual en la pasarela de corruptos.

Todas sabemos que uno de los pasatiempos preferidos de Shell Dockley es aterrorizar a las nuevas presas; ella disfruta con esto, a la par que intenta demostrar quién manda en el Ala G. La recién ingresada Barbara se ha llevado a su celda la comidita y allí está tan pancha zampándosela. Llega Shell y comienza a provocarla; pronto se empiezan a oír los gritos (de Dockley), hasta tal punto que Nikki se alarma y pregunta sin entrar qué demonios está pasando allí. Cuando abre la puerta se encuentra con la imagen más insólita de su vida: Shell arrodillada en el suelo recogiendo sumisamente los restos de la comida que lo han ensuciado. Resulta que la nueva presidiaria le ha dado un susto más que regular, cercándola contra la pared e intentando ahogarla con la propia bandeja del condumio. Menuda sorpresa.

Pero poco espacio le queda a Nikki para preocuparse de los asuntos ajenos. Dominic llega con una carta y una sonrisa enigmática en los labios. El guardián intuye, y sospecha que esa misiva….es de Helen. ¿Tal vez porque la cara se le ha iluminado a Nikki en cuanto ha olido que tenía correspondencia? Dominic dice que le gustaría saber de Helen, de la que nadie tiene noticias desde que dejó su puesto.

Nikki desconfía pero, cuando el guardián se aleja por la galería, le informa con complicidad de que Helen está bien. No sólo la carta es de ella, es que pone que ha recibido “la petición de visita” y que….¡se verán pronto! ¡Ahhh, menos mal, ya era hora que se animara un poco el cotarro de estas dos!

La presa “Barbara Hunt” está poniéndose muy pesada con que quiere ver a Karen. Es preceptivo, según ha informado la guardiana Di, que las nuevas reclusas tengan una entrevista con la jefa del ala del presidio. Pero Karen ha estado muy ocupada con unos papeles que al parecer corren mucha prisa, así que no ha podido cumplir ese trámite con ninguna de las recién llegadas. Pero ésta en particular insiste e insiste, así que habrá que convocarla.

Por su parte, la reclusa “Tessa La Loca” sigue enchironada en los bajos del penal. Dominic va a verla e intenta dialogar. Está nerviosísima, le insulta compulsivamente y entre improperios variados acaba por quejarse de que ni siquiera se saben su nombre.

Entretanto, mientras espera que le concedan la ansiada entrevista con la gobernadora Karen, “Barbara” pasea al sol del patio de la cárcel. Por alguna razón, se fija en Nikki y decide que es una chivata lameculos de los guardianes; así se lo hace saber. Wade no da crédito a lo que oye, pero piensa que es una chalada más de las que abundan por esos lares y resuelve no hacerle caso. La nueva reclusa responde a esta actitud con una violenta patada en la espinilla de su contraria, que la hace caer al suelo. Pero Nikki tiene la sangre muy colorada: se lanza sobre la agresora, la engancha por el cuello y la tira contra el pavimento. La “víctima” se pone a lloriquear justo en el momento en que Fenner y Dominic aparecen para poner orden. Nadie ha visto qué ha pasado en realidad, pero todos los indicios apuntan a que….Nikki se la va a cargar otra vez.

Efectivamente, recibirá el castigo de abandonar la celda más o menos privilegiada que tenía y “volver al nivel básico”. Este nivel es famoso en esta serie porque hay que convivir con un montón de seres trastornados, no existe privacidad alguna y por tanto constituye la fase de estancia más mugrienta del penal.

En la reunión del equipo guardián, Dominic se muestra extrañado por dos cosas:

  1. La reciente pelea sin sentido de Nikki Wade con la tal Barbara.
  2. El comportamiento de Tessa, la Loca: desde su punto de vista, está más nerviosa que agresiva. Y sigue dándole vueltas al comentario del nombre. Llega a decir que tal vez no sea tan peligrosa, pero ahí topa con la opinión de Karen. Ella no quiere ni oir hablar de un posible retorno a la cordura de Tessa: es demasiado peligrosa, muy lianta y usa su inteligencia para fingir ser normal. Tolerancia cero con ella. Resulta bastante evidente que Karen salió muy escaldada de su experiencia con esta tipa.

El mismo ingrato recuerdo de la célebre prisionera loca guarda la nueva terapeuta del ala G de Larkhall, a quien Karen conoce porque trabajó en el penal anterior con buenos resultados y por eso la ha llamado. La psicóloga tiene un reto al que enfrentarse: la cuadrilla de reclusas chiflado-rebeldes que le han asignado. Por supuesto, la estrella de la fiesta es Dockley.

Shell empieza la sesión de terapia de grupo en estado de franco pitorreo. Comienza a sincerarse sobre su vida amorosa, recordando los deseos homicidas que la acometían de niña cada vez que pensaba que su novio le era infiel. La terapeuta –inocente criatura- comienza a indagar en la confidencia, sólo para que acabe diciendo que el tal novio era…su perro. La psicóloga pone cara de circunstancias y no sé cómo tiene paciencia para no volverle la cara de un guantazo a la graciosilla ésta.

Pero resulta que la terapeuta es buena. Hurgando, hurgando, acaba por darle a Dockley en todo el eje: la culpabilidad que la abruma con el sexo. Shell se va de la sesión con una cara muy distinta de la que tenía cuando entró: ya no exhibe esa jactancia de supermalota, ahora está pensando seriamente en que, efectivamente, se siente mal. ¿Acabará por servirle de algo la terapia a esta contumaz y superficial rebelde?

La pesada Barbara ha conseguido que Karen le dé cita para la entrevista de ingreso. Gracias a Di, la gobernadora del ala G ha hecho un tremendo esfuerzo, aplazando otras tareas urgentes, así que por fin la prisionera ve atendida su solicitud: va a ser recibida por Karen en cuestión de minutos.

Dominic intenta que Nikki alegue algo a su favor para evitar que la envíen a la profundidad del averno carcelario –ya sabemos, “el nivel básico”. Ella se niega: sabe que nadie va a creer ninguna de sus razones y que nada actuará como atenuante.

Nikki mira escéptica a Dominic

Como Mc Allister se la queda mirando con aire de desconcierto, Wade cree necesario hacer un pequeño comentario (más que nada porque se vaya de una vez, supongo). Y dice lo siguiente: que no le ha servido de nada salvar a Shell de la agresión que sufrió por parte de la nueva reclusa –cuando casi la ahoga con la bandeja de la comida. Dominic nota como si una bomba llena de sospechas le hiciera explosión en la boca del estómago. Rápidamente baja a las mazmorras a ver a la loca. Allí pregunta con inquietud: “¿Cuál es tu nombre completo?”. La prisionera no sale de su asombro: lleva un montón de horas recluídan en ese lugar; sus gritos, súplicas, insultos y llantos no han servido para nada e….increíble, ahora viene un guardián a preguntarle su nombre. A pesar de su estupefacción, lo declara: se llama Bárbara Hunt.

No hace falta hacer un máster en cálculo o similares para descubrir lo que no cuadra en las cuentas: si ésta es Bárbara, la otra es….¡La DEMENTE!

Dominic sale disparado escaleras arriba a intentar abortar la tragedia: la auténtica Tessa, la Loca, estará ya con Karen. Se la tiene jurada. La va a atacar. Quién sabe si no la habrá agredido y/o contagiado de SIDA (del que está infectada). ¡¡¡¡Alarma en la prisión!!!!!

Karen recibe a la presa sin saber que recibe a la loca de atar. De hecho, ni siquiera levanta los ojos de los papeles hasta que no está a solas con ella y, cuando lo hace….se queda helada del espanto. Tessa lleva en la mano un arma temible: una jeringuilla; Karen está aterrada: un pequeño pinchazo y le inocula el virus del SIDA.

La chiflada acerca peligrosamente la aguja hipodérmica a los ojos de la directora. Entre miradas de loca perdida, reprocha a Karen su actuación con ella en la cárcel anterior: al parecer la reclusa trastornada se trastornó aún más cuando fue separada de la presa que compartía celda con ella (¡ah, el amor!). Pero el afecto no era lo que puede llamarse “correspondido”: Karen revela que tomó la medida a instancias y súplicas de la otra prisionera, que más que amar a Tessa, la tenía un terror-pánico. Se quejaba de que no le quitaba los ojos de encima en toda la noche; y a ver quién es la guapa que puede dormir con esta chalada mirando y mirando, desde el anochecer hasta el alba. Imposible, claro, es como para volverse tan chinada como la observante. Ésta no acaba de convencerse de esa versión de los hechos, para ella Karen no pensaba más que en apartarla de su amada y por eso las separó. Hemos de aclarar que tan interesante conversación se desarrolla con la mano temblorosa de Tessa poniendo esa cara de descontrol que tiene y la agujita a escasos centímetros del ojo de una Karen más que aterrorizada (yo creo que no se atreve ni a sudar de miedo). Dominic ha dado ya la voz de alarma y Fenner sube corriendo a salvar a Karen. Espera un poco escuchando a la puerta del despacho y cuando cree que la situación ya no puede descontrolarse más, entra como una tromba. Pero Tessa pega una vuelta, se sitúa detrás de Karen y la toma de rehén amenazando con clavarle la jeringa.

Jim intenta acercarse, pero la loca está mucho más loca de lo que él cree: Karen le advierte que la cosa va en serio y que es perfectamente capaz de cumplir sus amenazas. Tessa pretende salir de la prisión usando a Karen como escudo: la propia directora irá abriéndole las puertas con sus llaves y la sacará del penal en su coche particular. Y si no, pues pinchacito.

Dicho y hecho: pasan puertas y más puertas, de madera, metálicas, con rejitas, etc. Hasta consigue que el guardia del final le abra la última puerta. Pero Fenner ha ideado una artimaña para alejarla de Karen y capturarla, todo al mismo tiempo. Cuando ya están a punto de salir, Jim grita llamando a la loca, ella se vuelve y se encuentra….con un potente chorro de manguera que la desplaza varios metros lejos de la directora. Tema resuelto: se la llevan a aislamiento y ya se verá cómo le arreglan la cabeza (si es que tiene solución lo suyo).

A la verdadera Barbara Hunt se la encasquetan a Nikki en su celda. A Wade no le hace ni pizca de gracia lo de tener que compartir habitación. Pero no queda más remedio: como Barbara tiene claustrofobia, piensan que va a ser mejor tener compañía para que no se le caigan encima las cuatro paredes (psicológico-metafóricamente hablando, claro).

Bien, fin del capítulo. Sólo nos queda vivir con la esperanza de que en el próximo aparezca Helen. ¡Esto es ya echarla de menos demasiado! Hasta la semana que viene.