Escrito por: Arcadia:
Karen presenta formalmente a Helen al equipo de guardianes, informando que va a trabajar en Larkhall para la Dirección de Área y que la han ascendido a un “nivel 4”. Esto es chino mandarín para mí, pero los caretos que ponen la Bulldog y Fenner denuncian un disgusto que sólo puede significar lo siguiente: Ms Steward está tan por encima de ellos que es intocable. Podrá realizar sus tareas con entera libertad y sin preocuparse de zancadillas.
Efectivamente, como ella misma aclara, no responde ni siquiera ante el Gobernador de la prisión y no va a inmiscuirse en el funcionamiento cotidiano del centro penitenciario. Su misión investigadora se centra en las reclusas con cadena perpetua o semi-perpetua. Eso, como ya advirtió en el capítulo anterior, pone a Nikki Wade en su centro de mira. Para finalizar su informe, Karen habla sobre Shell Dockley: tras su exhibición de locura del pasado capítulo, se la han llevado al hospital de la cárcel y allí permanece en observación.
Helen entra en el comedor; las presas la reciben con alegría y a Nikki se le van los ojitos detrás de sus pasos.
Pronto se acerca su amada y propone que se vayan a la celda de Wade para estar más tranquilas. Barbara contempla su marcha con ternura. Ya en la celda, Ms Steward comenta con cierta sorpresa el regreso de Nikki al archifamoso “nivel básico”: tal retorno obedece a que no ha aprendido aún a ser una “chica buena”, según la ex oficial. Helen, querida, ¿aún no te has percatado de que estamos entre chicas malas? ¡Si lo pone en el propio título de la serie? En fin, dejando a un lado el despiste de esta mujer (jejejeje, es una broma), observemos atentamente su conversación:
Nikki: Helen, no creas que no valoro lo que intentas hacer por mí. Ahora tengo más motivos que nunca para salir de aquí. Pero la realidad es que van a pasar nueve años antes de que me suelten.
Helen: Mira, este trabajo me da acceso a todos los expedientes de las condenadas a perpetua de aquí. Esto incluye tu expediente: detalles del juicio, orientaciones del juez, actualizaciones para la condicional…todo.
Nikki: ¿Y?
Helen: Así que quizá pueda encontrar algo que te saque de aquí.
Nikki: ¿Qué tal una llave mágica?
Helen: ¡Venga, Nikki! ¡Voy en serio!
Nikki: Helen, sé lo que me pierdo. Y no estoy dispuesta a pasar los próximos nueve años viviendo falsas esperanzas, contando con salir pronto.
Helen: No serán falsas esperanzas si hacemos que suceda.
Wade sigue escéptica, pero aclara que su único consuelo es que al menos Helen está allí y puede tocarla. Ms Steward se aparta de ella bruscamente: ya no es la gobernadora, pero trabaja en la prisión y Nikki sigue siendo una interna. Imposibles los contactos físicos, hay que seguir andándose con muchísimo cuidado. Aunque a regañadientes, Wade lo comprende y acepta. Helen sigue explicando su plan: si consiguiera encontrar alguna irregularidad invalidante que diera pie a una apelación, podría revisarse la condena de Nikki. Todo es cuestión de buscar, y ella lo hará con ahínco. A fin de cuentas, se trata de liberar a la que –fuera de la trena- será su novia.
No acaba Helen de salir de la celda de su amada y, ¡zas!, es abordada por el mismísimo villano Fenner. Él sigue con sus costumbres de siempre: hacer comentarios insidiosos sobre las relaciones de Helen con Nikki, realizar turbias insinuaciones sobre si el Big Boss sabe del tema, etc, etc. En suma, intentar encontrar algún medio de molestar y/o perjudicar a Ms Steward y a Wade – ni él mismo tiene claro a quién odia más de las dos.
Helen se lo quita de encima de un elegante plumazo: ni se esconde, ni tiene por qué explicarse, pero informa que el Big Boss está plenamente informado de todos los aspectos relevantes para el desarrollo correcto de su trabajo en Larkhall. Y eso incluye su relación con la reclusa Nikki Wade.
Toma ya, chúpate esa mandarina. El malicioso Jim se queda mascullando su rabia mal disimulada.
Zandra está cada vez peor de sus dolores de cabeza. Las gafas no han servido de nada: no es un problema de visión lo que tiene esta chica, pero al inepto médico de la cárcel sí le falta visión para ver que se encuentra realmente enferma. El dolor es muy fuerte y la chica está irritada y manifiesta su desesperación contestando mal a todo el mundo. Un buen día, en el más íntimo rincón de un wáter, se desmaya tras convulsionar. Tan evidente mal estado de salud no pasa desapercibido a quien haya dos dedos de frente: este no es el caso de la Bulldog, que insiste continuamente en que tales dolencias son producto de la sempiterna adicción de Zandra a todo tipo de sustancias tóxicas. Pero la reclusa ahora sí se había puesto manos a la obra con el tema de quitarse del vicio. Algo le pasa a esta chica y no tiene buena pinta. Fenner ha sacado los pies del tiesto en el negocio que se trae con Yvonne Atkins. De puro ambicioso, llega a ser imprudente y comienza a pedir más dinero por sus servicios. Olvida que Yvonne es la mujer de un mafioso…y con éstos pocas bromas. ¿Qué resuelve el mafioso? Devolverle a Jim su propia medicina, chantajeándolo a su vez. Aparecen de repente unas bonitas fotos comprometedoras del corrupto carcelero jugando al golf con el propio mafioso delincuente: estas actividades lúdicas en tan peligrosa compañía no van a contribuir precisamente a acrecentar su prestigio como honrado e incorruptible guardián. Eso sí que sería de interés para el Big Boss y no las relaciones de Helen con Nikki. Fenner arranca las fotos de la pared y pretende agredir a la reclusa, pero ella está atenta y para el golpe.
Yvonne tiene cogido a Fenner por ciertas partes situadas en su entrepierna y lo sabe: ahora no sólo no va a pagar un duro más, sino que exige que le prepare su fuga. Jim se pone tan de los nervios al enterarse de que está atrapado que le da un tremendo golpe a un archivador, olvidando que es de metal, y…se hace pupita en la mano. Que se fastidie. Barbara ha resultado ser una compañera de celda bastante más interesante de lo que podía parecer. Lleva la señora un diario personal, en el que narra y describe la vida carcelaria sin ahorrar detalles lúgubres y descarnados: ella quiere que la realidad se refleje con todo su feísmo. Y remoloneando en una conversación con Nikki, terminamos por enterarnos de lo siguiente: esta mujer estaba verdaderamente enamorada de su marido. Sí, ese al que mató. Pero lo mató por amor y realizando el supremo sacrificio de privarse de la compañía de su amado para liberarle del dolor y la desesperación.
Nikki está impresionada: el modo en que esta señora habla de su difunto esposo no deja lugar a dudas sobre la hondura y perpetuidad de sus sentimientos. El Amor es capaz de todo en beneficio de la persona amada, hasta de matar… por Amor. Ainns, snifffs, vamos a dejarlo que se me ponen las narices mocosas, ¡y luego con tanta sentimentalidad, me disperso y no hilo la historieta!
Prueba de amor es también la tarea que se ha autoasignado Helen: la investigación de los legajos en que se basa la condena de Nikki. A solas y a la luz de un flexo, la exgobernadora estudia con atención la confesión de Wade.
Como recordarán, Nikki le cortó el cuello con una botella rota a un policía que intentaba violar a su novia. La razón es justa, pero no deja de ser un homicidio. Otra cosa es que la condena sea más severa de lo que debería: ahora empezamos a comprender por qué. La razón: Nikki tiene la lengua muy suelta y el día que repartieron la diplomacia, Wade se quedó sin ración. Sus declaraciones son sinceras, pero llenas de inconveniencias. Afirma una y otra vez que no lamentó en absoluto lo que hizo, que la víctima se merecía eso y más, que no le ayudó (en parte porque era inútil hacerlo, en parte porque no quería salvarle), etc, etc. Entre otras lindezas, acusa a la policía de encubrir a uno de los suyos y manifiesta su contento porque “el cabrón esté muerto”. Nadie dice que lo que expresó en la declaración no sea la pura verdad, pero de cara a un juicio por homicidio con agravantes no queda nada bonito. Obviamente, al juez no le sentó muy bien tanta sinceridad: consideró que se trataba de un asesinato a sangre fría y en la aplicación de la pena, hizo una anotación al margen verdaderamente terrible: establece un plazo de 10 años antes de que ni tan siquiera se considere la posibilidad de concederle una libertad condicional. Es decir, de salir a los nueve años nada de nada.
Me van a permitir un pequeño receso: si el sistema judicial y penitenciario del Reino Unido es tal como se refleja en la serie, es para echarse a temblar. ¿Cómo es posible que un/a condenado/a no sepa siquiera cuál es su condena concreta? ¿Cómo puede ser que los expedientes sean secretos y no tenga acceso a ellos ni el/la propio/a interesado/a? ¿Es posible que un juez pueda restringir el derecho de recurso/apelación? Yo alucino, espero que sea parte de la ficción, porque de lo contrario es para plantearse poner los pies en las islas británicas: este sistema es más propio de una dictadura centroafricana que de un país civilizado.
Bueno, volvamos a la acción. A Helen se le ha pasado la tarde entre los papeles y le han dado las tantas de la noche sin querer. De su concentración viene a sacarla Karen, quien de paso la invita a una copichuela en su despacho.
Departen ambas amigablemente y en la conversación entra el tema Jim Fenner; Helen advierte con insistencia a la nueva gobernadora de lo mal bicho que es el guardián y que use dos pares de ojos cuando trate con él.
De hecho, tiene más razón que un santo. Fenner, chantajeado por Yvonne, está dispuesto a ayudar en su fuga. El plan es el siguiente: pretextando lo malito que se supone que está su marido (Charlie, el mafioso), su abnegada esposa tendrá que ir a visitarle al hospital. En el trayecto entre la cárcel y el recinto hospitalario, la gente de Charlie abordará el taxi transportador y liberará a la reclusa. Dicho y hecho; Fenner se encarga de acompañar personalmente (junto con Sylvia) a la presa fuguista. La escapada está prevista para una semana más tarde, pero Yvonne no se fía ni un pelo de Fenner y adelanta el evento para ese mismo día. Su hija se presentará en la hora de visitas carcelarias llorando como magdalena; su padre habrá empeorado un montón y será necesaria una visita rápida esa tarde. A Fenner le sienta como un tiro tanta presión y tanto cambio de planes, pero no le queda más remedio que agachar las orejas. La hija acude a ver a su madre como estaba previsto. Viene llorando a mares, como también estaba previsto. Pero cuando habla con Yvonne, aclara que sus lágrimas son veraces y que se vierten por una gran desgracia: su papá mafioso ha sido trincado por la policía. La muchacha va a tener a sus dos progenitores igualmente entrullados en ese mismo día. Yvonne intenta que eso no sea así y resuelve no abortar su proyecto de fuga. Sale con sus guardianes en el taxi y a medio camino simula una urgencia gastrointestinal.
Pide que se pare el coche para usar el servicio de un bar y aliviarse las tripas. Fenner permanece fuera, dejando que la fuga se desarrolle sin incidentes; la Bulldog entra en los servicios de señoras con la reclusa. Yvonne pretende usar el que tiene ventana (con la clarísima intención de largarse por allí), pero la Bulldog la cambia de garito. De nada le sirve: una vez a solas con la taza del wáter, Yvonne se las ingenia para deslizarse bajo el panel separador de ambos servicios. Y una vez en el otro, ya puede salir por la ventana. Pero Fenner, que estaba fuera esperando, pilla un periódico y se entera de la detención de Charlie. Libre del chantaje por arresto del chantajista, Jim sale disparado a impedir la fuga de Atkins. Y lo consigue: la pilla por las piernas cuando ya tenía medio cuerpo fuera de la ventana. Yvonne ha vuelto bajo el poder del malvado guardián y esta vez sin posible defensa, y sin los privilegios que poseía con el marido mafioso en libertad.
Aquí las liberaciones no son fáciles, ni por las bravas ni por la vía legal. Helen comunica las malísimas nuevas a Nikki, que se queda helada. Si ya le resultaba difícil pensar en nueve años más metida en el agujero de Larkhall, el alma se le desploma a los pies considerando que puede permanecer allí más tiempo. Pero no para ahí el disgusto: Ms Steward informa de que, al haber matado a un oficial de policía, la condena de Nikki sólo puede ser revisada por el Ministro del Interior. Y tan altísima instancia puede decidir simplemente no soltarla jamás. La angustia de Nikki no conoce límites ante tal noticia; Helen justifica de alguna manera un trato tan severo, dadas las declaraciones tan autoinculpatorias que profirió la procesada. En sus palabras, “no se hizo ningún favor”.
Pero lo que más dolor le causa a Nikki es la última pregunta de Helen en esta conversación: “¿Eres de verdad una asesina a sangre fría?”. ¡Helen, por Dios, que es tu novia! ¡De una novia no se piensan esas cosas!
Y como cuando a los problemas les da por florecer, echan brotes a diestro y siniestro, Zandra Plackett también los tiene. Y muy gordos. Su enfermedad ignorada sigue su proceso…a peor. Ahora ya tiene visión borrosa y una alta intolerancia al más pequeño ruido. Las cosas se desatan del todo cuando un día sufre un desmayo con pérdida de conciencia: ahí es donde el personal de la cárcel se alarma y la mandan al hospital. Tras una larga sesión de pruebas diagnósticas, Zandra regresa a la cárcel dos días más tarde, aparentemente repuesta. Pero Karen ha recibido una llamada de teléfono y no sabemos qué le habrán dicho los médicos, pero ha puesto una cara muy rara. De hecho, cuando Zandra no la ve, le dirige unas miradas de lástima que dan que pensar. ¿Tendremos un disgusto con esta chica?
Trabajando está Helen con los papeles de siempre en la biblioteca, cuando aparece Nikki, que le hace una seña para que salga con ella a otra habitación cercana. Cierran la puerta tras de sí y….¡BESO! Beso urgente y ardoroso.
Varios arrumacos más tarde, Helen se pone seria y exige hablar. Wade explica que “hablar” es “lo que se hace después”. Pero Ms Steward no está para cachondeítos e insiste: tienen que mantener una conversación importante.
Helen: Nikki, necesito que comprendas. Has dado un giro radical a mi vida. Creía conocer el rumbo a seguir. Estaba haciendo el trabajo que quería hacer, estaba comprometida con el hombre que amaba…El camino ya no está marcado. No sé qué esperar, excepto que no será normal.
Nikki: ¿Y qué es “normal”? ¿Un marido, un trabajo, 2.4 niños?
Helen: Quería tener hijos algún día.
Nikki: Aún puedes tenerlos. Hay maneras. Mira, Helen, no eres anormal; no eres normal. Tú sólo eres tú. Haces lo que quieres hacer: lo que sientes.
Helen: Quiero hacer lo que sea mejor para ambas.
Nikki: Esto lo es. Pero, Helen, una relación necesita que las dos personas se impliquen. A veces siento como si estuviera sola. Necesito saber que tú no estás simplemente dejándote llevar.
Helen: ¡No te preocupes, no estoy dejándome llevar! Nikki…si no sintiera como siento, no estaría hablando así.
Nuestras chicas se quedan un ratito arrullándose y haciendo manitas. Cuando Helen se da cuenta de que debe irse, Nikki le expresa su preocupación porque arruine su futuro profesional por intentar sacarla de la cárcel. Ambas prometen no meterse en líos para que todo vaya lo mejor posible. Y, llegado el momento de la despedida, se dan otros cuantos besitos, pero miren qué encantador detalle: justo antes del beso, toquecito de nariz con nariz. ¿A que queda tierno?
Y aquí está el beso post caricia nasal.
Helen está completamente decidida a poner toda la carne en el asador respecto a la excarcelación de su amada. Así que se cuela de rondón en el despacho donde se encuentra guardado su expediente personal y, clandestinamente, hace fotocopias de todos los documentos que en él se contienen.
¿Para qué quiere estas copias Helen? Obviamente para enseñárselos a alguien externo. Alguien con conocimientos suficientes como para poder ayudar.
Y aquí finaliza el episodio. Éste les habrá gustado más, ¿no? Ha sido variadito, las chicas han salido bastante y con una buena ración de amorcito. Como nos gusta. 😉 Hasta la semana que viene.