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Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

Parece que a Isis le gustaron los carneros: Helen y Nikki están de vuelta. ¡Por fin! Y las veremos en compañía con bastante frecuencia. Ms Steward tiene como cometido organizar un grupo de presas condenadas a perpetua. Así que se verán todo el tiempo en las reuniones de trabajo. Nikki preferiría “reunirse” con ella de otras maneras más divertidas e íntimas y así se lo hace saber a su amada.

Pero Helen, aunque sonriente, quiere hablar de temas serios e informa a Wade de que le pasó todo su expediente a una amiga suya abogada (y de las buenas). Por fin sabemos para qué quería tantas fotocopias. La letrada ha revisado la documentación y considera que hay fundamento para iniciar un procedimiento de apelación.

Son muy buenas noticias para Nikki. Con la finalidad de preparar la causa, su ya nueva abogada tendrá con ella una entrevista muy pronto. De todo esto informa Helen a su reclusa preferida, aunque le advierte que no se haga muchas ilusiones porque todo el asunto está aún muy verde. Pero para Wade más que el resultado, lo importante es tener esperanza –algo que ha estado muy cerca de perder.

A Jim Fenner lo transporta Di al trabajo porque no dispone de coche propio: al parecer se ha comprado uno nuevo y no se lo entregan hasta la semana siguiente. Di está especialmente pesadita, sacando de sí un aire que querría ser ingenuo, pero que decididamente es de metepatas profesional. Tiene el coche lleno de folletos de viaje, con el objeto de llevar a su mamá de vacaciones a España (resignémonos: para los británicos no somos más que un destino turístico en todas sus facetas). Insiste una y otra vez en que Jim estudie los tales folletos, a pesar de que él deja muy claro que no le interesan porque no tiene prevista ninguna escapada. Acto seguido, cuando llega a la prisión ve a Dominic hablando con Helen y de inmediato –sonriendo bobamente- presume que está ligando con ella. Lo dicho: una pesadita entrometida de tomo y lomo.

La vida con Lady Tiranosauria no es fácil. Sus compañeras de celda están de ella hasta la coronilla, especialmente Crystal; los continuos comentarios racistas que le dedica se pasan de castaño oscuro. Desde insinuar que por ser de raza negra es una persona sucia hasta sugerir que no es más que un primate, Renné no ahorra desprecios para la pobre chica de la guitarra. Crystal está harta y se queja a los guardianes. Ms Betts encarga a Fenner que le eche un buen rapapolvo a la nueva y racista reclusa: no va a consentir este tipo de comportamientos en el Ala G. Esto a Jim se le da bien, hay que reconocerlo. La reptila le recibe con el despotismo que la caracteriza y le desafía sin rebozo alguno. Fenner, sin despeinarse ni por un momento, agarra uno de sus botes de champú, lo olisquea y decide que huele sospechosamente; así que, ni corto ni perezoso, comienza a derramarlo por la taza del wáter.

Renné pone el grito en el cielo: ¡sus carísimos potingues pueden perderse sin remedio! Fenner sigue sin inmutarse tirando el preciado producto, mientras recorre con la mirada la celda en busca de más cosméticos que correrán su misma suerte. Lady Tiranosauria se rinde: promete buen comportamiento, respeto y obediencia al guardián, con tal de que no le arroje por el wáter más cosas caras de su propiedad. Jim sale de la celda triunfante y sonriente; ha conseguido domar a la rebelde.

Para Fenner, Renné ha dejado de ser un problema. Otras personas no pueden decir lo mismo. Shell está de ella hasta los pelos. Cada vez que le sirve la comida, insiste en que le detalle qué ingredientes contiene cada plato. Luego, con sus malos modales de Alta Reptila de Alcurnia, siempre hace algún comentario ofensivo, dominante o sencillamente desagradable. Dockley no la soporta y llega incluso a decir públicamente que estaría encantada si la serpiente se ahogara con la comida. No es Renné chica de hacer amigas.

Pero quien tiene de verdad que preocuparse por su presencia es Yvonne: se encuentra tan tranquila en los lavabos colectivos. De repente, surge nadie sabe desde dónde la Reptila y, abalanzándose sobre ella, intenta realizarle un centenar de bonitos cortes con la famosa cuchilla de afeitar que ha conseguido introducir en la prisión. Menos mal que Nikki andaba por allí y, echándole mano a Lady Tiranosauria, consigue que Yvonne no salga herida del ataque.

La serpiente se desliza rápidamente fuera de la estancia y Wade recomienda con fervor a Yvonne que tenga muchísimo cuidado con la elementa ésta y que la mantenga vigilada. Consejos obvios, creo yo, para quien casi acaba en cachitos cortaditos tras una agresión frustrada como ésta.

Las gamberras no paran quietas, no va con su naturaleza. Hoy la broma es meter en su celda a la Bulldog y dejarla encerrada dentro. Como las puertas sólo se abren desde fuera, no hay forma de hacerlo si no es con llave. Y las llaves las tiene la propia Bulldog. La solución que proponen taimadamente es que la guardiana les facilite el manojo de llaves a fin de liberarla. La muy tonta cae en la trampa y las gamberras se largan a darse una vuelta por la prisión con libre acceso, ahora que tienen las citadas llaves.

Como destino de ocio les interesa especialmente la cantina. Allí rebuscan en la basura y de ella extraen unos trozos enmohecidos de pan. Luego, con alegría traviesa, retornan a la celda y dejan salir a la nerviosísima Bulldog –no sin antes hacerla prometer que no dirá nada de lo acontecido. La guardiana no puede delatarlas, porque el episodio la perjudica más que a nadie: facilitarle las llaves a unas reclusas es una falta gravísima que atenta contra la seguridad general de todo el Ala G.

Pronto descubrimos para qué quieren las gamberras el pan pocho. Mucho asco le tienen a Renné, así que no se va a librar de sufrir alguna de sus bromitas pesadas. Lady Tiranosauria tiene una especial pasión por beber constantemente de un tetrabrik de leche que descansa junto a su litera. Pues bien, Shaz introduce los cachos de pan mohoso en él. Así que cuando Renné echa un trago de la leche se encuentra con una desagradable sorpresa: debe de estar verdaderamente repugnante, porque escupe la leche de inmediato víctima de arcadas y un asquito monumental. Denny y Shaz se ríen de su gracia, felices de fastidiar a la reptila, que tan mal les cae.

Comienza la primera sesión de las Reclusas Eternas Reunidas (aquellas que no esperan abandonar la prisión hasta el mismo día del Juicio Final). Ms Steward se presenta, expone los objetivos del recién formado grupo y reparte un cuestionario que espera que rellenen todas con mansedumbre y sin protestas. Helen se muestra muy voluntariosa, pero tiene a su lado sentada a Nikki, y eso hace que de vez en cuanto se le deslicen los ojos hacia ella. En una de esas furtivas miradas, no puede evitar perder el hilo por décimas de segundo; Nikki se sonríe con satisfacción, por tener el poder de provocar en su amada esos patinazos mentales.

Helen, quedándose en blanco por mirar a Nikki en mitad del speech

La reunión termina y Nikki retiene a Helen a base de contarle que va a llamar a su abogado. Ms Steward se interesa por si Wade mantiene aún contacto con su exnovia (Trisha). Efectivamente es así, puesto que ella aún regenta el club propiedad de ambas.

Y justo cuando empiezan a ponerse cariñosas, entra Dominic El Oportuno y las interrumpe. El guardián echa una mirada significativa a ambas: de sobra sabe que allí había intimidad.

Además de dedicar su tiempo libre-que es mucho-a hacerse enemigas por todas partes, Lady Tiranosauria realiza otras actividades. Como el resto del género humano, tiene la costumbre de comer para no morirse. Así que se dirige a una de las mesas del comedor, presta a masticar las viandas del día. Cuando se sienta, se percata de que tiene la jarra vacía y se levanta de nuevo a llenarla.

Dejar abandonada la comida, sin vigilancia, puede ser peligroso

Una misteriosa mano cambia el bote de pimienta por otro exactamente igual. Renné vuelve, le echa al puré de patata (y a otro mejunge no identificado) medio salero e igual cantidad de pimienta y empieza a comer. Di viene a incordiarla, intentando convencerla de que mejore sus relaciones sociales con las demás presas. La reptila la mira con sorna y sigue masticando con la boca llena. Las demás reclusas la miran. Ella sigue a lo suyo, cuando de repente al tragar uno de los bocados le cambia la expresión. Hasta Di se da cuenta de que Renné se está poniendo malísima de la muerte –nunca mejor dicho, porque se está ahogando a toda velocidad. Tan rápido es el proceso, que la pobre reptila sólo acierta a llegar al pasillo y cae fulminada en el suelo, justo encima de la letra G que pone nombre al Ala. Sí, señoras, ha fenecido. Ya tenemos otra difunta que contabilizar en nuestra lista de finadas de esta temporada.

De menos no es que la vayan a echar, dados los pocos cariños que despertaba. Pero una muerte en tan extrañas circunstancias merece ser investigada: huele a envenenamiento que tira para atrás. Ya sabrán que hay una teoría que defiende que el veneno es el método de asesinato femenino por excelencia: es pérfido, no requiere fuerza física, es muy ocultable y….las mujeres han sido siempre las que preparaban la comida en las casas, así que lo tenían más fácil para echar en la misma la sustancia tóxica en cuestión. Sea como fuere, los polis de Scotland Yard no pueden quejarse de falta de sospechosas en una prisión femenina y llenita de asesinas convictas. ¿Quién habrá sido? Comienza la investigación y no tenemos claro más que una sola cosa: esta vez el culpable no es el mayordomo.

Naturalmente, en la reunión diaria de guardianes se trata el tema. Fenner llega con un aspecto lamentable, ojeroso y sin afeitar. Ms Betts, como jefa de personal, le pregunta a qué se debe tanta falta de aseo personal. Jim enarbola una frágil excusa: ha trasnochado con su esposa en cierto club de golf y se ha presentado en el trabajo sin recibir ni una triste ducha. Pero este comportamiento de Fenner no es aislado, busca constantemente a Dominic para que le acompañe al pub a beber cerveza. Y no es una pinta, ni dos, ni tres, son muchísimas más. Jim empina la jarra con demasiada frecuencia y abundancia.

En el Ala G cualquiera puede ser la culpable de la muerte de Lady Tiranosauria, porque todas tenían ganas de que desapareciera del mapa. Pero la primera sospechosa es Shaz, por tener un historial de envenenamiento (aunque por ostras, artículo difícil de conseguir en prisión).

Por primera vez en mucho tiempo asistimos a un destello en el cerebro de la Bulldog. Opina la guardiana, con mucha razón, que mil ocasiones se le hubieran brindado a la rapaza de liquidar a la víctima, puesto que compartían celda y la tenía muy a mano. Pero la policía insiste en que Shaz ha de ser la primera interrogada.

Hay que destacar que las sospechas del agente material del asesinato se dirigen al matarratas que almacenan en la cantina, y que se esparce diariamente por el suelo de la misma cuando las reclusas ya reposan encerradas en sus celdas. Crystal miró con ojos interesados el cajoncito del veneno en una ocasión y está harta de los comentarios racistas que le dedica. Shell sirve la comida y tampoco la puede ni ver. Y Shaz es una envenenadora, pero no tuvo acceso a la cantina –así que no es posible que cogiera el famoso matarratas.

Pero, claro, eso no es cierto: Shaz sí tuvo acceso a la cantina la noche que junto a Denn ejecutaron la gamberrada de birlarle las llaves a la Bulldog. Hubo un cierto tiempo en que ambas pudieron entrar con total libertad en cualquier dependencia de la cárcel, incluida la cantina. Así que, ¿y si Shaz realmente cogió el matarratas y envenenó la comida de Renné, a la que tanto detestaba?

Sigamos con el caso. ¿Quién más pudo ser, aparte de todo el mundo? Yvonne, que teme por su vida desde la última vez que Lady Tiranosauria casi la hace rodajitas con la cuchilla, también es sospechosa.

Todas las reclusas están confinadas en sus celdas hasta que concluya la investigación de la policía. Por esa razón, si Helen quiere ver a Nikki, tiene que ir a buscarla. Y eso hace: entra con cuidado en la celda, Wade está como un lirón. Se acerca silenciosamente y le acaricia la mejilla con ternura.

Pero, por mucho cariño que haya notado, Nikki también se sorprende del toque y despierta con gran susto encima. Por supuesto, se tranquiliza en cuanto ve a su amada, que sonríe tranquila. Helen dice que ha ido a recoger el cuestionario; saldrá de allí además con una carta de amor, que promete leer en cuanto esté en su camita.

La Bulldog, siguiendo el consejo de un Fenner medio bebido, decide confesarle a la jefa todo el episodio de las llaves. Dejar sueltas y con acceso total a las dependencias del Ala G a las dos gamberras es una metida de pata monumental. Karen, lógicamente, se enfada mucho y promete a la guardiana que esta vez no le va a pasar la falta.

En cuanto los detectives de Scotland Yard son informados del suceso, Shaz vuelve a ser la principal sospechosa. Helen abandona ya de noche la cárcel, tras un día de intenso trabajo, y se topa con Dominic a la salida. Tras breves intercambios sobre lo poco que echa de menos ser la jefa del Ala G y demás historias sin importancia, Helen pide a McAllister que la informe sobre la situación de Shell Dockley. Dominic propone entonces que queden a tomar algo (unas birritas con curry) y en tan grato escenario, hablarán de la reclusa.

Helen advierte que tomará notas: está claro que para Ms Steward no es una cena romántica, sino una comida de trabajo. ¿Opinará Dominic lo mismo? Es lo que también se pregunta Nikki, que observa la escena tras las rejas que cierran una de las ventanas de la prisión.

Lo único que podía auyentar la inquisidora mirada de los investigadores de encima de Shaz, como envenenadora oficial, era la imposibilidad de que se hubiera acercado a la cantina. Tal creencia ha sido destruida por el informe de la Bulldog sobre el tema de las llaves hurtadas. Ahora Shaz se enfrenta a cargar con la muerta sin remisión: confiesa que sí introdujo pan mohoso en la bebida de la víctima, pero insiste en que no hizo nada más. Ella defiende que no la envenenó, pero los detectives no se creen la historia. Están convencidos de tener a la culpable en las manos.

No será la única perjudicada por la gamberrada. La Bulldog comparece ante la jefa, quien transmite que será sancionada con un mes sin sueldo y la degradación profesional al nivel de oficial básico (pierde los galones). La guardiana comienza a hacer pucheros a toda velocidad. Protesta y suspira mientras se quita las jarreteras de la chaqueta, símbolo de su status, pero no le queda más remedio que aguantar y callar. Y, como le dice Karen, que no se queje del castigo: bastante tiene con no perder el empleo.

La policía quiere, además, interrogarla. No se fían ya de nadie, van a preguntar a todo el mundo. Eso también incluye al oficial superior que se encontraba de servicio cuando Renné palmó. Aquí hay otro problema: es Fenner. Y Fenner no estaba en aquel momento, sino que se encontraba bebiendo (que es lo único que hace últimamente) en el pub más cercano. Dominic se chiva a la jefa. Karen entra de nuevo en estado de exasperación: no se topa más que con ineptitudes de sus guardianes. Manda llamar a Jim y McAllister acude a darle el aviso…al pub. Cuando le cuenta a Fenner lo que ha pasado, éste se da por despedido definitivamente y decide irse a su casa.

No es sólo él quien lo da todo por perdido: siendo la sospechosa única y enfilada, Shaz decide declararse culpable. Su idea es que, dado que ya está condenada a cadena perpetua, no pueden aumentarle la pena por otro asesinato más. Cuando Yvonne se entera de la confesión –falsa, por supuesto-, pone el grito en el cielo y le explica a Denny el terrible peligro que conlleva lo que ha hecho Shaz. Efectivamente, más años en Larkhall no le van a echar, puesto que ya los tiene todos. Pero sí pueden considerar que tiene una grave perturbación mental y terminar en un psiquiátrico penitenciario.

Denny se aterra: jamás habían supuesto que tal cosa pudiera suceder. Shaz tiene que retractarse con la máxima rapidez. No va a ser fácil enderezar el entuerto. Los detectives de Scotland Yard nunca han demostrado un gran interés por descubrir la verdad, sino por encontrar a una culpable. Y la tienen, cualquiera se la arranca ahora de las zarpas. Helen ha traído a su amiga abogada para hablar con Nikki. Es la primera entrevista con su nueva letrada. Ms Steward las deja a solas.

La chica se sienta frente a Wade y abre su maletín con aire profesional. Nikki le agradece el interés y que haya accedido a asumir su defensa, pero la abogada le quita importancia al tema alegando que a ella también le conviene el caso: es una verdadera notoriedad, dado que Wade es la única reclusa condenada a una pena tan larga por matar a un policía. Dicho esto, pasa a formular preguntas más interesantes. Lo primero que intriga a la letrada es por qué Nikki no fue llamada a declarar en el estrado, pues opina que normalmente eso hace parecer culpable al acusado. Wade aclara que ella tiene un temperamento muy poco diplomático y lo más probable es que su abogado de entonces temiera que su testimonio fastidiara aún más todo el proceso.

Pero la letrada hace más que preguntar: viene con los deberes hechos. Se ha enterado de que en su día, a la defensa de Nikki se le negó acceso a información relevante sobre el detective muerto: era un hombre con un importante historial de violencia, hasta el punto de que su esposa le había abandonado un año antes del infausto suceso. Los motivos fueron los abusos físicos y mentales que ejercía sobre ella.

Todo indica que Shaz va a comerse todo el marrón por la muerte de Lady Tiranosauria. Pero, oh Hados misericordiosos, llega el resultado toxicológico de la autopsia practicada a Renné. La finada no ha abandonado este mundo envenenada con estricnina. Sus vísceras demuestran que más bien fue un shock anafiláctico lo que la precipitó a la tumba. Era alérgica a los frutos secos e ingirió alguno. ¿Quiere ello decir que no la asesinaron, que se trató de un simple accidente alimenticio? Nosotras sabemos que no, alguien cambió intencionalmente el bote de pimienta. En esa pimienta había algo: frutos secos. La asesina sabía que la víctima era alérgica y la mató por ese procedimiento. Pero eso sólo lo hemos visto nosotras, no la policía. Así que se acabó la investigación.

Karen, más libre de obligaciones, decide que si la montaña no va a ella, irá ella a la montaña. Cambiemos “montaña” por Fenner y ya está: la jefa visitando al díscolo guardián. Por fin nos enteraremos de lo que le pasa, que está muy raro el muchacho. Cuando Karen penetra en Fenner´s morada, el espectáculo que se despliega ante sus ojos es…un estercolero. La casa de Jim tiene mierda desperdigada como para llenar dos o tres remolques. Él está medio borracho y confiesa al fin que le ha dejado su mujer (algo que se veía venir) y que está superdeprimido.

Esta es la razón por la que se ha dado a la bebida, confiesa mientras llora con desconsuelo en el hombro de Karen. Voy a pensar un poco, ¿me da pena? Pues no.

No dejemos cabos sueltos. Una buena historia de asesinatos exige que se desvele la personalidad del asesino porque, de lo contrario, el público se queda frustrado. Solucionado todo y con la policía fuera del recinto carcelario, Yvonne suspira aliviada y esboza una sonrisa de satisfacción.

La entrevista de Nikki con la nueva letrada ha sido fructífera. Según su opinión profesional, resultará muy útil el hecho de que Wade se lleve bien con su ex, porque Trisha tendrá que declarar. Ms Steward aparece tras el tiempo pactado –una hora- y pregunta sonriente qué tal ha ido todo. Para finalizar, Helen se despide de su amiga con beso y abrazo. Cuando se queda a solas con Nikki, ésta cuestiona suspicaz si conoce a la abogada desde hace mucho o poco tiempo. Helen responde que son amigas desde siempre. Wade atornilla un poco más la pregunta:

Nikki: ¿Eso es todo lo que es? ¿Una amiga?
Helen: Nikki, ya te he dicho antes que nunca me han ido las mujeres.
Nikki: Sólo hombres.
Helen: Basta ya de ponerte celosa. Mira, esa carta que me escribiste…yo siento exactamente lo mismo. Confía en mí.

Helen tiene razón, merece confianza si no hace nada por no merecerla. Pero Nikki está en una prisión, encerrada, sin control alguno sobre lo que pasa o puede pasar fuera de la cárcel. En tales circunstancias, dominar los celos no es sencillo. Y mucho menos si oyes una conversación por accidente: Dominic contándole a Di que ha quedado esa noche para cenar con Helen. Ay, Nikki, ten cuidado, que los celos envenenan a veces más que la estricnina.

Y colorín colorado, este episodio se ha finiquitado. No se me quejarán, ¿no?, que esta vez ha habido de todo. No creo que sea necesario ahora mismo sacrificarle más carneros a Isis, tenemos suficiente ración de Helen&Nikki por el momento. Que siga así. Hasta la semana que viene.