plantas39

Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

Nikki está enfadadísima. Es ese estado tan peculiar en que te percatas de que la quieres tanto, que la matarías. Así, sin más, por paradójico que parezca. Y los culpables de estos sentimientos tan raritos son los celos feroces. Lo peor de todo es que Helen se halla in albis y viene tan contenta a comentar los últimos avances en los fundamentos jurídicos de la apelación de la ofendida. ¿Cómo podría imaginarse que Nikki está mosqueada por su cena con Dominic, o mejor dicho, porque no le contó nada de la tal cena? No podría imaginarlo, así que Wade se lo tira a la cara.

Y ahí se genera el típico conflicto de siempre en estos casos de celos enfermantes: ambas hablan de falta de confianza. La celosa de no ser informada (“no soy importante en tu vida como para contarme las cosas”) y la “sospechosa” de no deberle explicaciones a la primera (“no tienes derecho a desconfiar de mí”). Tan tradicional discusión, acaba con malas caras por ambas partes que, verbalizándolas, tendrían la siguiente traducción: “Ahí te quedas” vs “Que te den”. Todo muy romántico. Pero, señoras, lo importante es que acabamos de asistir a la primera y verdadera pelea de pareja entre nuestras protagonistas. Y eso, debo decir, es un síntoma de que la relación se consolida: Hay que ser pareja para discutir de determinadas maneras e intensidades.

Desatada la tormenta, las cosas no hacen más que empeorar. Ahora la que está enfadada es Helen, porque a Nikki se le ha bajado el hervor y le toca sufrir cómo su novia pasa por su lado en los pasillos sin mirarla siquiera. Al final no puede más y se acerca a Ms Steward a pedirle perdón. Lo que pasa es que a la vez que se disculpa, intenta justificar sus celos.

Helen advierte que no tolerará que se ponga en entredicho lo correcto de su comportamiento y exige que Nikki no piense que sus sentimientos son tan volubles. ¿Queda solucionada la mini-crisis? Ya veremos.

Por si no hubiera suficiente leña ardiendo, Di, la guardiana imprudente, le ha contado a todo el mundo lo de la cita de Helen con Dominic. Esta chica es más pesada que una vaca en brazos y además una auténtica cotilla: absorbe con deleite cualquier bulo o rumor y se dedica a esparcirlo. Y como vive en un mundo de ideas preconcebidas, realiza la siguiente operación aritmética: hombre+mujer+cena o comida=rollo macabeo obligatorio. Traducción: si Dominic y Helen han cenado curry (o cualesquiera otra vianda), se han tenido que acostar por fuerza.

Y como la cría de patio de colegio que demuestra ser, le pide a Dominic detalles de la cita.

Para recrearse, supongo. Al final va a conseguir que McAllister se encele con una posibilidad amorosa que a él probablemente no se le había pasado por la cabeza.

Helen está muy centrada en su nueva labor profesional. Su objetivo ahora es Shaz, que manifiesta una preocupante falta de sensibilidad hacia las víctimas del asesinato que perpetró. Según Ms Steward, no es que sea una psicópata despiadada, sino que su mente ha desarrollado un mecanismo psicológico de defensa, negándose a ver los “detalles” de su acción. El tratamiento que ha ideado consiste en enfrentarla con la realidad: que tenga una entrevista con alguno de los familiares de las víctimas. Shaz queda horrorizada ante tal posibilidad y se niega en redondo. Pero Ms Steward recuerda a la presa que la futura revisión de su condena depende mucho de los informes que ella redacte y que, si no coopera, no puede esperar que sean elogiosos.

Era de esperar que Dominic empezara a tener ideas raras tras tantas insinuaciones sobre su “relación” con Helen. Así que se planta en su casa con ánimo de proseguir la velada anterior (la del curry). Ms Steward estaba tan tranquila en su salón-comedor repasando papelotes del trabajo y se lleva la sorpresa de su vida cuando se encuentra con el mozo en el quicio de la puerta.

No encontrando otra salida educada posible, le invita a entrar. Ambos se sientan y comienzan a beber mientras charlan de todo un poco en general y de la vida y futuro profesional de McAllister en particular. Entonces, suena el teléfono. Es Nikki que llama desde la cabina de la prisión. Helen se levanta para contestar, pero no atina bien (posiblemente porque ha bebido algo más de la cuenta) y se le cae el auricular al suelo. Dominic alcanza el auricular y lo tiende a su anfitriona, pero ya es tarde: los sonidos que Nikki ha oído indican pristilinamente que Helen está acompañada a esas horas y en su casa por un hombre. Wade cuelga, disgustada.

Nikki, notando cómo en su frente dos cositas pugnan por salir al exterior y preocupándose, en lógica consecuencia

Dominic se ofrece para comprobar el número a ver quién es la persona molesta que llama y cuelga sin responder. Helen se niega. Con todo este movimiento telefónico, se han ido acercando el uno al otro y…Dominic intenta besarla. Helen aparta la cabeza y simplemente le susurra un “no”. McAllister es un chico respetuoso, la verdad: pide disculpas y aclara que interpretó mal las señales, pero que no va a insistir. Se ha equivocado y no pasa nada. Helen entonces siente no haber sido clara con el muchacho. Se lamenta de no haber dicho simplemente que está enamorada de otra persona, y así no habría alentado las esperanzas de nadie. Entonces Dominic, intrigado –es natural que lo esté- pregunta: “¿Quién es él?”. Helen apenas vacila, respondiendo que no se trata de “él”, sino “ella”. McAllister pone una cara que es un poema, se queda del todo a cuadros. Pausa. No contenta con el efecto producido, Helen le atiza otro golpe: “Es Nikki Wade”. Dominic ya no está a cuadros, está a polígonos. Le pinchan y no sangra; y menos mal que está sentado en el sofá, que de lo contrario se nos desnuca contra el suelo del desmayo. Helen le ruega que mantenga el secreto, por las evidentes malas consecuencias que podría tener una noticia bomba de ese calibre en la prisión.

¿Puede Ms Steward confiar en la discreción de Dominic? Su cara de preocupación cuando cierra la puerta tras despedirse de él, parece contradecir esta idea.

Nikki está hecha una furia. El episodio del teléfono no ha hecho más que dispararle la paranoia: ahora tiene el convencimiento de haber pillado a Helen poniéndole los cuernos. Barbara, su sensata compañera de celda, hace cuanto puede por calmarla. Que Ms Steward estuviera acompañada por Dominic en su casa, no significa que esté liada con él. Pero Nikki echa mano de su experiencia en relaciones con mujeres heteros y suelta la siguiente perla, que espero que anoten como frase del día:

He salido con mujeres heteros antes. No saben lo que es la sinceridad…¡están tan acostumbradas a manipular a los hombres…!”

Wade acaba de explicar el porqué para una lesbiana salir con una hetera puede ser conflictivo: no porque en realidad le gusten los hombres y esté sólo curioseando, tampoco porque pueda estar confundida y de repente pegue un salto de nuevo a la acera de la que viene…en fin, cosas así que podría pensarse que son el nido de un posible conflicto. En realidad es porque, señoras, los hombres son mucho más tontos que las mujeres y –por lo tanto- infinitamente más manipulables. Y claro, una mujer hetero se crece ante la facilidad de la manipulación, le coge vicio a mangonear a sus parejas y no para de mentir y llevarte por el camino de la amargura.

Pese a los esfuerzos de Barbara por hacerla entrar en razón, Nikki no pega ojo en toda la noche, reconcomida por los celos malvados. Así que, cuando McAllister se queda a solas con ella en la celda, posiblemente intentando explicar que lo sabe todo y que nada pasó con Helen en la cita, Wade reacciona de mala manera. Con tal hostilidad le trata, que Dominic decide dejar la conversación para otro momento y se va.

Un buen rato más tarde, mientras Nikki realiza sus labores jardineras cotidianas, se acerca Helen mostrando evidentes síntomas de querer hablar con ella. Sabe que la encontrará disgustada y de muy mal humor. Pero, a pesar de ello, trata de arreglar las cosas.

Helen: Nikki…
Nikki: ¿Reconociéndolo?
Helen: Por favor, dame la oportunidad de explicarlo. Yo no invité anoche a Dominic, simplemente se presentó.
Nikki: Le dejaste entrar, ¿no?
Helen: No podía no dejarle entrar.
Nikki: No, claro que no podías.
Helen: Mira, si quieres saber qué pasó y qué no…
Nikki: ¡Helen, me alegro por ti! Debe de ser un gran alivio saber que aún puedes atraer a los chicos. Y ahora, ¿por qué no te largas? ¡Mujerzuela falsaria!

El insulto enerva a Helen, que reacciona también mal: haciendo valer su autoridad. Con órdenes y arrogancia no se adelanta nada, y menos con la parte dolida –sin justa razón, pero dolida al fin y al cabo.

Helen: Un momento, aún estás bajo mi responsabilidad…y será mejor que te entre en la cabeza. Si no quieres comprometer tu apelación, te conducirás y dirigirás a mí según las reglas.
Nikki: ¿O qué? ¿Me denunciarás?
Helen: No me fuerces a ello, Nikki.
Nikki: ¿Sí? Ahora que me has arruinado los planes, ya no me importa una mierda mi apelación. Pero no te preocupes, no se me olvidará llamarte “Señorita”.
Helen: ¡Estoy tan harta de ti!

Y tras este cruce de espadas, Ms Steward se va. Wade clava con rabia la azadilla en la tierra sin mirar; y por tanto sin darse cuenta de que entre el instrumento y el suelo…estaba su mano. Así que se mete un corte tremendo con esa especie de tenedor de hierro. Ahí le van a tener que dar un buen montón de puntos, que es una herida muy fea: no se ha llevado el pulgar de pura casualidad.

Helen también se ha quedado muy disgustada después de la discusión en el jardín. Mientras busca en un fichero alguna documentación, se acerca Dominic. Él quiere aclarar que, después del episodio nocturno que ha estropeado tantas cosas, sigue interesado en hablar con Ms Steward de…cursos –para mejorar en el trabajo, imagino. Como la ve con tan mala cara, pregunta qué le sucede y Helen explica que tiene un problema morrocotudo con Nikki, que no se cree que en la famosa velada no pasara nada trascendente.

Como viene siendo habitual, son interrumpidos en su conversación por la boba de Di, que seguramente sacará sus típicas conclusiones tras verlos en compañía.

Nikki acude a curarse un día después. La enfermera se muestra bastante preocupada por la herida: va a tener que limpiarla muy bien y no habrá manera de librarse de que le pinchen la antitetánica. Wade ha sido al principio un poco brusca con ella, y la chica ha soportado los malos modos con resignación. Así que, tras las primeras pasadas de gasa y desinfectante, Nikki se disculpa. Su mala educación está motivada, explica, por estar atravesando momentos difíciles. La enfermera enseguida comprende que se trata de un problema de pareja y le cuenta a Nikki su propia situación. Ahí es donde Wade aprende una cosa: su caso no es único: ella piensa que todas sus preocupaciones están agravadas por el hecho de estar encerrada. Pero hay otros modos de encontrarse atrapada y sin salida, aparte de estar en prisión.

El novio de la enfermera ha sido deportado a Australia y ella tiene que pagar todas las deudas contraídas por la pareja antes de poder salir del Reino Unido y reunirse con él. Así que trabaja día y noche para conseguir el dinero que finalmente la hará libre. Para ella, la cárcel es el país entero, del que no puede salir.

Dominic se quedó muy preocupado al ver lo disgustada que estaba Ms Steward por su pelea con Nikki. Así que, decidido a ayudar, se planta en la celda de Wade y allí le suelta que él con Helen no ha tenido nada, que Helen no quiere saber nada de él y que Helen le ha confesado que a quien ama es a Nikki. Wade sigue muy burra y le suelta al guardián que para conseguir tal declaración, seguro que tuvo que llegar con Helen a algún grado de intimidad. Dominic se larga dejándola por imposible, pero antes recomienda a la reclusa que reflexione, porque todo lo que imagina está sólo en su cabeza.

Con disgusto y todo, Helen tiene que seguir trabajando, que para eso la pagan. Está muy centrada en el caso Sharon Wiley (no, no es nueva, es Shaz, a quien repatea enormemente que la llamen “Sharon”). Como señalábamos al inicio de este capítulo, Ms Steward tiene la certeza de que esa actitud pseudopsicopática de la moza es más fachada que otra cosa. Helen piensa que la falta de compasión hacia sus víctimas, la ausencia de remordimientos y el despego con que habla de los asesinatos que cometió son en realidad mecanismos de defensa psicológicos. Sigue creyendo Ms Steward que lo que necesita es enfrentarse con el horror de lo que hizo: entrevistarse con uno de los familiares de la víctima. Pues bien, ya tenemos familiar, tenemos consentimiento de Shaz (finalmente no le quedó más remedio que acceder) y tenemos fecha y hora para el encuentro. Se presenta una pacífica anciana quien, en vez de ponerle mala cara, lo primero que hace es darle la mano a la asesina de su marido.

La pobre mujer tiene encima que cargar con el hecho de que fue un regalo suyo lo que la dejó viuda: ella le compró las famosas ostras a su marido con toda la ilusión, porque a él le encantaban acompañadas de cerveza negra (yo nunca hubiera pensado que esta fuera una combinación posible, pero en fin, lo mismo pruebo; siempre asegurándome de que las ostras están sanas, claro).

A Nikki por fin se le han bajado los vapores, ya no está en ebullición y se ha dado cuenta de que con tanta tontería puede perder a Helen. En esta mudanza de pensamiento mucho habrán tenido que ver sin duda tanto la conversación con la enfermera, como la declaración de Dominic. Así que le entran las urgencias por verla y pedirle perdón. Pero Ms Steward está supervisando la entrevista entre la viuda y la envenenadora y no va a salir en bastante tiempo de allí. Wade no puede pensar en otra cosa salvo en colarse en la entrevista: ¡tiene que ver a Helen ya! Hay un punto débil de acceso en la sala: estamos en el Reino Unido, por lo que todo el mundo toma té a todas horas. La manera de colarse es llevando el té. Pacta, pues, Nikki con la reclusa encargada de tal misión y allí se presenta con la bandeja del té, para asombro y sorpresa de Ms Steward.

La verdad verdadera es que Helen estaba en ese momento en plena faena con el caso de la envenenadora arrepentida: la intervención de la tierna pero firme ancianita ha provocado efectos devastadores en Shaz. Al fin ha comprendido la entidad y cantidad del mal que causó y llora sin descanso, ni visos de parar. Nikki interrumpe la escena de este llanto infinito, solicitando respetuosamente que Ms Steward hable un momento con ella. Ya fuera de la sala de visitas, se deshace en disculpas, confiesa que ha sido una “completa imbécil”, declara su amor y…asegura que sabe que Helen también la quiere.

Craso error. Ms Steward reacciona airada:

Helen: ¡No! No, Nikki. Es demasiado tarde. Dijiste cosas que no puedo olvidar. Ya no sé lo que siento por ti.
Nikki: Por favor…
Helen: ¡No! ¡Ve a enamorarte de otra!

Y sale, dejando a Wade plantada y casi en el mismo estado lacrimoso que la arrepentida Shaz.

La escena tampoco ha dejado incólume a Ms Steward, ahora veremos un síntoma de que el tema le sigue escociendo. Cuando está recogiendo sus papeles y demás cosas en la cartera, lista para salir del trabajo, entra Karen. La jefa se muestra sonriente y amigable y, creyendo que hace una gracia, le pregunta a Helen por cómo va su “relación” con Dominic. Es evidente que Karen ha oído las insinuaciones de la guardiana cotilla-alcahueta (Di, La Imprudente), y les ha dado crédito. Ella piensa sinceramente que Ms Steward tiene un idilio con Mr McAllister. Helen reacciona agriamente y con cierta agresividad: “¡Escucha, Karen! ¡He venido a este maldito lugar a trabajar!”, grita. Ms Betts se queda de una pieza.

La que ya no está en una pieza, sino hecha bastantes pedazos es Nikki. En la oscuridad de la celda, medita tristemente sobre la última de sus meteduras de pata. En sus pensamientos se incluye también la certeza de que ha perdido a Helen para siempre y sin remedio. Barbara se acerca y le dice: “Al menos sabes que está viva y que respira en el mismo rincón del mundo que tú”. Acto seguido, mientras le mete algo en uno de los bolsillos de la chaqueta, afirma: “No deberías rendirte”. Nikki echa mano al bolsillo y el objeto introducido en él resulta ser…una tarjeta telefónica.

Wade decide seguir el consejo de su compañera de celda y se dirige a la cabina del pasillo. Marca el número de Ms Steward. El teléfono suena, salta el contestador.

Nikki: Hola, soy yo. Por favor, coge el teléfono si estás ahí. No voy a desistir contigo, Helen, no puedo. Dame otra oportunidad. No puedo creer que nos haya pasado esto. Sé que es culpa mía pero…tengo que hablar contigo.

En efecto, Helen estaba justo al lado del teléfono, escuchando todas y cada una de las palabras que Nikki ha vertido en su contestador. Resistiendo al principio, emocionándose poco a poco y finalmente, mandando su orgullo al carajo y cogiendo el auricular…en el mismo momento en que Nikki, desesperanzada, cuelga. Y como no puede devolver la llamada, a Helen no le queda más consuelo que oír la grabación, mientras se le llenan los ojos de lágrimas.

Fin del episodio. Después de tantos desencuentros, tantos celos, tanto malentendido, tantas ofensas mutuas y, en resumen, tanto drama, ¿creen que estas dos tienen alguna oportunidad?

Bueno, recuerden que “amores reñidos son los más queridos”. Hasta la semana que viene.