Escrito por: Arcadia:

«Soy de ideas fijas. Vivo en la meseta norte española. Estoy felizmente casada, después de muchos años de vida en común, y que vaya tan felizmente como hasta ahora. Me encanta el cine (sobre todo el clásico), la buena literatura y las historias bien contadas. En el Twituniverse se me conoce como @havingdrink«

Como decían los sabios antiguos, todo tiene un final….de temporada. Y aquí estamos, en el episodio con el que termina la segunda temporada de Bad Girls. Pero no se entristezcan: disfruten de él, que tiempo habrá para las nostalgias y para esperar a la tercera parte.

El acontecimiento que marca la jornada es la celebración de los 30 años de matrimonio de la Bulldog. Para conmemorar tan señalado evento, se organiza un fiestón nocturno ¡en la propia cárcel! El asunto tiene sus ventajas (no se va a gastar un duro en camareros, servirán el bebercio las propias reclusas) y sus inconvenientes (no veo yo muy buena idea confiar en las presas hasta este punto, dado lo malas piezas que son).

La Bulldog se encuentra en estos precisos instantes generando la lista de invitados. En ella no ha incluido a Karen, en venganza porque la degradó. La culpa fue sólo suya y de su propia inutilidad, pero eso la Bulldog no lo reconoce.

Hasta Fenner le hace ver que sus rencores son vacuos y Dominic exclama con ironía pitorreica que darle las llaves a una presa no constituye una falta grave, no, qué va, para nada. No la convencen, pero basta con que aparezca la jefa por la puerta para que su natural pelotismo le salga de las entrañas y…anota el nombre de Karen justo delante de todos los demás de la lista. Nadie como la Bulldog para arrastrase cual felpudo ante los jefes.

Tal vez se extrañen de ese súbito deseo colaborador de Fenner. En el capítulo anterior tuvimos una pequeña pista que tal vez explique tan insólito comportamiento: Karen y Jim se miraron con ojos golosos e incluso se llegaron a dar un besico. Podemos colegir de esto y de que siguen cercanos, que están medio saliendo.

Crystal, la chica de la guitarra, ha cumplido su condena. Está a punto de abandonar la prisión. Mientras consigue el pase de salida, espera en el quicio de la puerta de la sala de guardianes. Por unos segundos, se queda allí a solas con el regalo que los compañeros le van a hacer a la Bulldog: un reloj de mesa con la inscripción “A Sylvia y Bobby, 30 años y aún pisando fuerte”.

Entretanto, ¿qué está tramando Nikki? Primero la vemos en el teléfono.

Está hablando con su ex (Trish); recordemos que Wade le dijo a su abogada que se lleva bien con ella, hasta el punto de contar con su apoyo en cuanto pueda salir de la cárcel. Le pide dinero, nada menos que 3.000 pounds. Acto seguido, entra en su celda. Se aproxima al lavabo y, apoyada en él, se quita el vendaje de la mano. Después, con el borde de la propia tarjeta telefónica se abre la herida. Uf, da grima sólo de verlo.

¿Ven qué pinta tiene la herida? Pues es antes de abrírsela .de nuevo. No pongo cómo queda después, que sería muy gore

Vuelve a vendarse la mano; esta vez la gasa tiene un color rojo que delata lo muy necesitada que está la herida de una cura. Con cara de dolor –que seguramente no es fingida- se encamina a la enfermería. Al ver la sangre en la venda, Di la deja pasar abriendo las puertas de acceso. Avanzan ambas por los pasillos y, en uno de ellos, topan con Helen y Jim (que están charlando, aunque no amigablemente). Helen se queda algo preocupada con el gesto de dolor de Nikki, y responde automáticamente a sus “buenos días”.

La enfermera recibe a Wade, dispuesta a curarle la herida. Lo que menos se podía imaginar es que la reclusa vaya a proponerle que realice algo muy distinto a un acto clínico: aceptar 3.000 libras para que pueda irse con su novio a Australia. Por supuesto, a cambio de algo: un “pequeño” favor. Aprovechando la fiesta de los guardianes, debe “ayudarles” en la vigilancia y dejarla a ella escapar. Eso sí, va a ser una huida a lo Cenicienta: por una sola noche. La enfermera se escandaliza, ¡debería denunciar proposición tan deshonesta! Pero calla al oír otra vez las cuatro palabras mágicas: “Tres mil libras esterlinas”. No acaba de convencerse, aún le queda una pega por poner: ¿qué pasa si Nikki aprovecha la libertad y no retorna a prisión cuando den las doce y la carroza se le convierta en calabaza? Todo se descubriría y la enfermerita pagaría las consecuencias. Wade la tranquiliza: sólo necesita esa noche, no le interesa escapar porque su abogada está tramitándole la apelación y seguramente consiga su libertad en poco tiempo. Huir ahora sería echarlo todo a perder.

Comienza la fiesta de aniversario de bodas. Sylvia la Bulldog y su cónyuge entran en el recinto. Es Bobby (el maridito) un tipo de largas y esponjosas patillas, mirada oriental y sonrisa autosuficiente.

¿Verá algo Bobby por entre esas rendijitas que tiene por ojos?

El altanero sujeto, tan bajito como su mujer, viene con el propósito de “poner a Karen en su sitio”. Ofendido como se halla por la degradación de su inútil esposa, yo esperaba que en cuanto viera a Ms Betts sacara una cólera indignada de León de la Metro como mínimo. Se acerca a la Jefa, le dice que ha oído hablar de ella, le hace la observación de que no está de acuerdo con que privara de los galones a su esposa y…ahí finalizó el asunto. El fiero felino se quedó en gatito.

Tenaz en su original forma de reñir a Ms Betts, su siguiente paso es invitarla a bailar. Karen procura ganar tiempo y le promete que más adelante le echará un baile, siempre que tenga permiso de su mujer (Bobby, tengo que aclarar, porque la jefa no tiene señora). Lo que sí tiene Karen es nuevo semi-novio porque, como ya he dicho, en el episodio anterior le dio tierna y medio maternal y acabó besando a Jim Fenner. El caso es que Shell Dockley babea por Ms Betts porque le solucionó el tema de dar a sus niños en acogida y además no publicó nada de sus problemas de abusos en la infancia. La reclusa la considera la mejor gobernadora del Ala G que jamás han tenido y nunca tendrán: la tiene en un altar, situado muy cerca de los cuernos de la luna. Así que cuando Yvonne le sugiere que – por el lenguaje corporal de Fenner y Karen- ambos están liados, Shell se lleva una gran decepción. No puede concebirse que nadie decente se enrolle con el malvado Jim, por eso al principio se cierra en la negación: no es posible, no es verdad. Pero se queda mosca, comienza a observarles ella también y advierte a Karen que sobre Fenner no ha mentido. Ms Betts se queda pensativa ante el comentario de Dockley.

Como Nikki había predicho, el guardián de servicio no tarda en tener envidia de sus compañeros que están de fiesta y le deja las llaves un ratito a la enfermera para poder tomarse él también una copita. Es la oportunidad para Wade de cambiarse con el disfraz-uniforme que le ha proporcionado la propia enfermera y así salir de la prisión por esa noche. Se coloca una peluca rubia, se viste con tales ropas y corre rauda a las taquillas del personal para atrapar el abrigo y pasar por el último control de acceso.

Di se ha puesto sus mejores galas: un vestido de fiesta con tirantes. Aparte de beber más de la cuenta, se dedica a acosar a Dominic todo el rato. Lo saca a bailar y, con el natural batuqueo resultante de la danza, a ella se le desprende uno de los tirantes. Lógicamente, se retira a los vestuarios a sujetárselo, a fin de que no se le vea toda la teta en primer plano.

Y la taquilla de Di pilla justo enfrente de la de la enfermera, de donde en ese preciso instante Nikki está extrayendo el abrigo. Como Di la reconozca, todo se ha perdido, se fastidió la fuga. Pero la guardiana está demasiado nerviosa con el tirante. Se cruzan, pero farfulla una disculpa y ni siquiera la mira. Uf, por los pelos.

Wade llega ante el guardia de puerta. Él está muy distraído, sólo pendiente de que alguien le traiga una cerveza de la fiesta. Pregunta el nombre a la “enfermera” y Nikki dice llamarse “Ford”. El guardián comprueba el listado de acceso y no encuentra allí ningún “Ford” apuntado.

En vez de considerar que algo raro pasa, cree que el guardián de la mañana ha olvidado tomar nota del acceso y la apunta él mismo. Wade sale, por fin, del recinto penitenciario.

Ya sabíamos que encargarles a las presas el cometido de servir las copas podía no ser una buena idea. Como son de la piel del diablo, no pueden dejar de hacer diabluras. La primera es llevar bolsas bajo la ropa para echar en ellas licor, llevárselo a las celdas y allí armar ellas su propia fiesta. La segunda: echarle una pastilla en la bebida a la Bulldog para que “se anime”. La sustancia que le han suministrado es una especie de estimulante poderosísimo –algo parecido al éxtasis-, con el que esperan ponerla como una moto. Y como tal comienza a actuar casi de inmediato: la entrega del regalo de los compañeros es un desastre –alguien ha cambiado el reloj que le habían comprado por una taladradora-, pero a ella le importa un pimiento. Sólo quiere bailar. Le da tan bailona que no para de bailar y de obligar a su sufrido y agotado marido a que baile. Como los síntomas no difieren mucho de una curda impresionante en plena fase de euforia, todo el mundo piensa que ha empinado el codo en exceso.

No es la única que se encuentra en peligro tóxico: Fenner está intentando emborrachar a Karen a base de rellenarle la copa de vino, para que ella no lleve la cuenta de cuántas se ha tomado. Shell acude al rescate y le aclara que ya lleva cuatro. Ms Betts mira a Jim un pelín atravesada y Dockley se queda muy satisfecha por haber contribuido al inicio de hostilidades.

Mientras tanto jolgorio y tanto bebercio corren por la fiesta carcelaria, Nikki ha pillado un autobús y se presenta…en la casa de Helen.

Cuál no será la sorpresa de Ms Steward cuando acude a abrir y se encuentra allí a Wade, ¡y vestida de enfermera! Reacciona con pánico y le cierra la puerta en las narices; acto seguido, mientras respira entrecortadamente, le echa ojos insistentes al teléfono. Helen está pensando en llamar a la policía. Pero como Nikki no cesa de aporrear la puerta y amenaza con echarla abajo a golpes, acaba por abrir. Ms Steward le grita a Wade que está loca de atar, que qué pretende, que le va a costar el puesto que una convicta fugada permanezca en su casa….Nikki sólo le dice: “Te amo”.

La Bulldog se pone cada vez más pesada. Cuando su marido quiere sentarse, alegando que ya no puede ni con su alma, ella empieza a echarle en cara que así es con todo. Alude claramente a la falta de fuelle en la cama de su cónyuge, para regocijo y burla general. Bobby se harta e intenta llevársela a casa, convencido de que está muy bebida y que es esa la razón por la que hace tanto el ridículo. Mientras baila como loca, las reclusas se ríen de ella despiadadamente. Pero la Bulldog está embargada por un ataque de tozudez, así que se niega y le presenta a su marido el más genuino ademán británico de desprecio -a saber, una “peineta”, pero en vez de mantener bien erguido el dedo corazón mientras recogen los demás deditos, ellos hacen una “uve” con índice+corazón. Viene a ser lo siguiente:

Y la traducción del obsceno gesto es: “¡que te jodan!”. Bobby no está dispuesto a soportar tamaña humillación y se larga muy digno.

Nikki explica a Helen las razones de su fugaz fuga. Piensa volver al trullo, pero necesitaba hablar con ella, aclarar las cosas, explicarlo todo antes de perderla para siempre. Y, sobre todo, pasar por fin una noche juntas, aunque sólo sea una noche.

Helen pregunta si se ha vuelto loca. Por toda respuesta, Nikki dice: “Dime que me quieres” y, tras el suspiro que Ms Steward suelta al mirarla, la besa.

Tras varios besos atormentados, Helen toma la iniciativa besándola a su vez y…tirando de ropa. Y ahí cortan la escena en la versión que se emitió en la tele, más o menos aquí:

Pero la cosa no terminaba ahí: Helen coge marcha y despoja a Nikki del blusón azul de enfermería. Sucede lo lógico, Wade imita el gesto mientras Ms Steward la empuja hasta que caen ambas en un sofá que –casual y afortunadamente- estaba muy cerquita.

Nikki tumbada, Helen que se le echa encima, Wade que aprovecha para tocar pechos…

Hay una buena sesión de besos desaforados, desesperados y arrebatados. Ahora sí, este es su final.

Digo yo, ¿por qué borraron la escena?, ¿ha sido acaso para tanto? La pacatería de la tele británica tenía un listón muy subido por aquel entonces, según parece. Siento la calidad tan poco apropiada de las tres imágenes anteriores, pero que hubieran sido censuradas me daba morbo y no me he podido resistir: había que ponerlas.

Bien, sigamos. La fiesta a estas alturas tiene ya poco de divertido. Los que no andan borrachos perdidos, están a punto de irse. En el primer caso está la Bulldog, que ya se ha caído encima de una mesa llena de copas, ha rodado por el suelo, se ha echado a llorar y ahora mismo está que da pena. Karen piensa que lo mejor es meterla en un taxi que la lleve a su casa; Fenner –que una y otra vez demuestra la ínfima calidad humana que tiene en su interior- sugiere que lo mejor es dejarla. Total, al día siguiente ya aparecerá en el suelo de algún cuarto de baño y entonces tendrán tiempo de recogerla. Ms Betts no está de acuerdo, no es el trato a dispensar a un ser humano aunque no sea nada simpático y caiga fatal. Fenner pasa de todo y sigue bebiendo.

En el segundo caso (los que se van a su casita, hartos en su mayoría) se encuentra Dominic. Di lo pilla justo antes de salir y le ofrece compartir un taxi. Él acepta y la primera parada la hacen en la casa de Di. La guardiana parece ansiosa por que Dominic la acompañe dentro a tomar algo (un té, probablemente, no olvidemos dónde estamos), pero el muchacho se queda dentro del taxi y la despide con un educado “buenas noches”. Ella finge buscar afanosamente las llaves, perdiendo tanto tiempo que McAllister decide bajarse del taxi a ver qué pasa (eso sí, pidiéndole al taxista que le espere). En el porche, Di le invita a entrar, él duda, ella insiste, él parece que va a ceder…pero entonces oyen la voz de la madre enferma de la guardiana que reclama sus cuidados. Está claro que no es la mejor ocasión para tomar té, ni copas, ni nada.

Dominic se va, dejando a una frustrada Di que sube refunfuñando por las escaleras. Cuando llega a su habitación, la estampa que se nos ofrece es surrealista: todas las paredes están cubiertas con fotos de Dominic, cada mesa o mesita tiene alguna foto de Dominic, y hasta hay una especie de altar con velitas y cirios, donde su propietaria rinde culto a más fotos de Dominic y a diversos objetos personales que le ha ido sustrayendo-¡si hasta le ha birlado el pasaporte! En el espejo de la cómoda ha escrito con carmín rojo en letras mayúsculas “Dominic”. ¿Hace falta algún otro dato para saber que esta chica tiene una monomanía obsesiva con Dominic? Pues eso. Y cuidadito, que éstas fanáticas suelen estar chifladas y acaban perpetrando alguna zarracina sangrienta cuando su dios no responde a sus plegarias.

Nikki y Helen han consumado su amor. Sí, señoras, ¡por fin! ¡Albricias! Están ambas en la cama abrazaditas, Nikki se emociona y Helen la consuela y le seca las lágrimas con dulzura.

Se miran con ternura, con arrobo…pero poco dura la tranquilidad. Ms Steward recuerda que hay un mundo fuera y le dice a su novia que tiene que devolverla a la prisión antes de que nadie se percate de la mini-fuga. Wade pide un poco más de tiempo: hasta el cambio de turno por la mañana.

Pero Ms Steward sigue decidida y se da la vuelta en la cama para incorporarse. No puede porque Nikki la retiene, dándole de paso un besito en la espalda. Entonces Helen ve un papel que asoma entre otros muchos que están encima de la mesilla y trata de ocultarlo. Wade ve la maniobra y pregunta qué pone en ese papel. Ms Steward confiesa: es una carta de Claire, la abogada de Nikki. No son buenas noticias, su solicitud de apelación ha sido rechazada.

Crystal, la chica de la guitarra, vive su libertad con cierta falta de entusiasmo. Está sola, aburrida y abandonada en un albergue. Nadie ha ido a recibirla, nadie se ha acordado de ella. Su vida fuera de la cárcel no ofrece muchas expectativas. Y encima tiene que volver al albergue antes de las once, o se queda en la calle toda la noche porque cierran la puerta. Al filo de que esto ocurra, regresa con ánimo de dormir en su camita hasta el día siguiente. De repente, una voz la llama…¡es Josh, su ansiado novio! El muchacho no sabía dónde encontrarla. Crystal está un poco dolida con él, pero pronto se reconcilian, recogen el equipaje de la chica de la guitarra y abandonan el albergue. Se irán a vivir a casa de Josh. Todo perfecto, ¿verdad? No. En la habitación queda olvidado un reloj conocido: el regalo de aniversario de la Bulldog. Crystal no ha podido resistir a sus manías cleptómanas.

Helen y Nikki se toman un chupito en el sofá (sí, en el mismo donde empezó la refriega amorosa). Debaten intensamente las noticias jurídicas que afectan a Wade.

Helen: No es el final de todo, ¡no lo es! Claire dice que va a seguir adelante y que reclamará ante la Comisión de Revisión de Casos Criminales. Por eso va a venir a verte la semana próxima. ¡No vas a rendirte!

Nikki: ¿Estás de broma? Por supuesto que no.

Helen (suspirando): Bien, porque yo tampoco. Te amo, Nikki.

Nikki: ¿Lo bastante como para renunciar a todo por mí?

Helen: Sí, tú sabes cuánto.

Nikki: No voy a volver a esa prisión, Helen. No después de esto. Esta es mi última oportunidad ahora. Si vuelvo, sé que estaré allí hasta cumplir los malditos 50. Tú no esperarás tanto.

Helen: Nikki, no sería tanto. Si el CRCC acepta tu caso…

Nikki: Si.., si…, si…¿y si no? ¿De verdad crees que podría soportarlo? Porque te digo que después de lo que hemos pasado esta semana, lo sé, me volvería completamente loca. Tenemos que huir. Esta noche.

Helen: ¡Nikki, lo que dices es una majadería absoluta!

Nikki: Puedo conseguir un pasaporte. Trish puede ayudarme.

Helen: ¡No vamos a fugarnos! ¡No!

Nikki: No, por supuesto, eso sería estúpido. Yo iré por delante. Puedo estar fuera del país antes incluso de que me echen en falta. ¡San Francisco! Y después, cuando todo se enfríe, puedes venir a reunirte conmigo. Si…me amas lo suficiente.

Helen: ¿Qué clase de vida sería esa para nosotras?

Nikki: Mejor que si esperamos a la maldita Justicia. Es verdad, Helen, sabes que lo es.

Helen: ¡No! ¡No lo es! Ni se te ocurra pensarlo, esa no es una opción.

Pero Nikki no da su brazo a torcer, pide y suplica a Helen que la deje ir, que confíe en ella. Ms Steward duda, la mira a los ojos y, finalmente, acepta. Cuando Wade entra en la habitación de al lado a vestirse, Helen se queda pensativa y con gesto angustiado. Se acerca al teléfono, levanta el auricular y marca…¡el 999! En silencio aguarda a que una voz al otro lado de la línea responda “teléfono de emergencias”.

Fenner hace su última ronda, cerrando las celdas que aún permanecen abiertas. La de Dockley es una de ellas: se ha retirado algo más tarde porque ha servido copas en la fiesta. Shell se acerca mimosa al guardián, declarando que le echa de menos. Es evidente, según ella, que ahora que sale con Ms Betts no está necesitado de cariños (porque se los da la propia Karen). Así que, como tanto le añora, suplica que al menos le dé un beso de limosna. Esto es demasiado para el lujurioso guardián; la aparente sumisión de la reclusa le desarma y no tarda en echarla sobre la litera y comenzar a darle besos y a meterle mano. Y es una mano de Dockley la que, sin que él se de cuenta, se desliza hacia un lado y recoge…una botella rota.

Posiblemente la ha conseguido entre los cascos rotos de la accidentada fiesta; empuña el cuello de lo que queda de ella: un trozo de afilado y temible vidrio con varias puntas. Es evidente su intención, cortarle la garganta a su recién recuperado amante.

Si les gustan los finales abiertos, aquí hay uno del que no tendrán queja alguna, porque lo está de par en par. Quedan por hilvanar los siguientes hilos: ¿Asesinará Shell a Fenner mientras copulan? ¿Bajará Di a Dominic de los altarcitos y se lo acabará tirando? ¿Volverá Crystal a ingresar en prisión por ladrona compulsiva? Y, lo más importante, ¿delatará Helen a Nikki y ésta se quedará enchironada para siempre jamás? ¿Se fugarán allende el océano y no volverán a aparecer por la serie?

Ha sido un placer servirles estos trece episodios. Ahora toca tomarse un respiro antes de abordar la tercera temporada, en la que estas y otras preguntas hallarán sus respuestas (porque las buscaremos y acabaremos por encontrarlas, no lo duden). Mientras tanto, sean felices y malas –no tanto como las chicas de la serie, pero algo malotas sí, que es más divertido. Un abrazo. ?