Escrito por: Genix
Isleña de nacimiento, desperté en este planeta en las Islas Canarias. Pese al amor al mar, a días soleados tumbada en la arena y noches cálidas paseando por la orilla, siento que pertenezco al país más grande del mundo: la humanidad. Me encanta el mar y aislarme del mundo escribiendo hasta meterme en mis propios relatos generando realidades emocionales que hagan mover mis propios cimientos. En definitiva, amo respirar y ser consciente de ello cada vez que lo hago.

La Deuda

Relatos Lésbicos La Deuda

Tenemos una deuda, una cargada de nudos que nadie jamás podrá desatar pese a las caricias de esa red de seda que tanto anhelaste… Supongo que cuando tu cuerpo te duela de sentirlos latiendo por toda tú y descubras esa pequeña inmortalidad de su naturaleza, volveremos a encontrarnos.

Podría ser en otro tiempo más silencioso… en una noche un poco más iluminada que en la que nos conocimos, en una nube que pase más rápida que las demás o la única que cubra tu cielo cuando todas las demás ni se percaten de ti, en un recuerdo que parecía perdido en algún cajón olvidado, o regresando a ese lugar en donde dejarme la piel mirando tus ojos, mi silencio y la paz que me da extenderte mi mano, sea algo que te permitas sentir.

Si te tienta alguna vez apostar por mí, apostando por ti… solo hazlo, aunque ya no esté cerca.

Recordarte, en la cordura o en la locura, en la consciencia o mis descuidos… con o sin ti… va a ser mi salvación y mi condena, por la que brindaré en algún lugar que aún desconozco, rodeada de gente increíble, preguntándome, sin admitirlo, por qué te recuerdo desde tan “lejos”, donde empiezo a olvidarme de tu rostro y qué sentía cuando caminábamos de la mano por la calle, pero reteniéndote lo suficiente para desear que seas feliz, donde quiera que estés, hagas lo que hagas. Hay un hilo de plata irrompible e invisible que nos une, que hace que tu cielo sea mi cielo, que tu sonrisa sea la mía. Poco importa que nos hayamos acostumbrado a ignorarlo hasta creer que no existe, tampoco vemos el aire que respiramos y nos mantiene viviendo, esperando “la vida”.

Tenemos una deuda de mirar sin miedo las estrellas.

Si te vieras como logré verte… Pero tú prefieres volar con un ancla invisible postrada en la tierra y yo prefiero desafiar la gravedad ignorándola, tu tendencia era mirar alrededor cuando desarmada, yo te miraba fijamente y no podía dejar de tomarte en cuenta…Sí, quería ser parte de tu vida y hacerte parte de la mía. Así que si vas a recordarme el error que fui, poniendo palabras a esas excusas eternas que dan siempre los que sienten necesidad de justificar lo injustificable, díselo a aquellos que quieran escucharlo, yo seré feliz de haberte apreciado en aquellas luces tenues que casi te hacían perderte en la oscuridad de ti misma, esas que creaste para refugiarte en ellas…

Cuéntales de todo sin decir nada. A ver como logras que estén allí, donde solo estábamos tú y yo. Explícale la magia pretendiendo que entiendan lo que tú misma no aceptas. Quizás alguien logre escuchar las palabras que callas y que no por estar escondidas en el silencio, cuentan tu historia.

Ni la moralidad logrará callar esa parte de ti, buscará alguna salida para acabar por darte a comprender que los caminos se abren para mostrarte un mundo cualquiera, que no es malo, ni es bueno…sino único por la compañía con quien lo recorres. Esa era la meta… avanzar por él, desconociendo qué encontrar pero sabiendo quién está a tu lado para sostenerte cuando caigas, hacerte sonreír cuando estés a punto de llorar, recordarte que no estás sola en tu soledad, y compartir a media tarde parte de mi agua en tus terrenos desolados. Un mundo único, muy único…abierto, que explorar alimentado sencillamente por amor a la vida.

Por ti hubiera declarado la guerra al mismísimo infierno o creado un universo en donde siempre hubiera un espacio en donde resguardarte de todo. Tu amiga, confidente, un testigo de tu existencia. Pero nada de eso hubiera tenido sentido al mínimo intento de convencerte de ello…así no, así no es como se debe surcar ese mar. Se es, o no se es, se está o no se está…te quedas o te vas.

Y lo sé, sé que lo correcto es a veces lo que hace llorar al cielo, clamando la justicia para los nobles… nobles de corazón, de esos que merodean por la vida arrastrando los hilos que los dista de ese día en que fueron marionetas. No conozco un premio digno para lo obsoleto y flexible de la falsa moral, y es posible que sea porque cuando el corazón habla, no tiene ningún sentido toda esa parafernalia a pesar de parecer coherente. Coherencia ¿qué demonios es eso? ¿qué hay en este mundo que lo sea?

…Y así, así de fácil todo lo blanco se vuelve negro, y lo negro ni siquiera lo ves, con lo cual eres la gran poseedora de una gran nada. ¿Es lo que pasa con los colores?, ¿mueren porque lo sujetas, los amarras, lo rindes hasta que ya no hay latidos en ese pecho, ni arco iris en mitad de la noche?.

Matar la inocencia bajo la presunción del pecado… no se puede caer más bajo ¿qué sentido tiene todo eso si pones precio y juicio a un sentimiento?… Sabes la respuesta, ¿no la ves? …está escondida en la pregunta.

Elige tu camino, yo seguiré en el mío. Hagámoslo con un guiño y una sonrisa. Voy a seguir con esa gravedad que puede doler…pero no arrasa dejando tras de sí solo niebla, una densa niebla en la que perderse es más sencillo que encontrarse, pero entre la cual aprendes a sentirte en tu hogar, uno cómodo, idílico y de enfoque perfecto para esas fotos de la entrada de casa. No quiero ese hogar… no pretendo dar jaque mate a la esperanza de lo invisible. Este error te verá siempre, como verá al resto de gente que llegue a calarme el alma, como una verdad, aunque en tu caso termines siendo una con nombre de mentira cobarde.

Sí, tenemos una deuda, tú te debes a tu extraño concepto de ti misma…y yo me debo… me debo a mi gran absurdo… seguir viendo luz por los rincones. Sin cuentas pendientes… Seremos felices a nuestra manera.

¿Por qué será que el alma no habla más alto? ¿Por qué a veces pareciera que llego tarde a mi propio comienzo? Quizás el lenguaje del corazón es ese, ser sutil como un aliento, para confiar en que la libertad y el esfuerzo por escucharlo nos hagan ser más libres que nunca.

Imagen por: Derrick Coetzee