Libro Lésbico

En la televisión francesa hace furor un nuevo “reality”. La fórmula no es del todo original: un montón de gente que vive su existencia cotidiana bajo la vigilancia constante de cámaras, que espían hasta el más íntimo de sus movimientos. Y, por supuesto, sometidos a la mirada indiscreta y continua de millones de televidentes ojos.

Hasta ahí, es una historia conocida. Hasta vulgar, de puro debatida, discutida y analizada. Pero hay un “detalle” que aleja al concurso televisivo de su referente inmediato (y que a todo el mundo se le habrá venido a la cabeza): Gran Hermano. La novedad es que se llama “Concentración” y ha llegado al extremo de la morbosidad, la crueldad y la psicopatía social. Porque el programa es esencialmente eso: un campo de concentración (o de exterminio, si queremos ser más precisos).

En este escenario se nos muestra la extraña historia de amor entre una carcelera de obtusa personalidad y una de las condenadas.

Aquí no hay casting de voluntarios para concursar, porque no hay voluntarios. Y no me digáis que es lógico porque no hay ningún imbécil que sea capaz de morir solamente por salir en la tele; tal como están los tiempos es muy posible que haya algún descerebrado así. El caso es que en París no deben de abundar los idiotas de este tipo, porque el equipo del programa sale de cacería cada semana a capturar víctimas. No hay selección predeterminada, cogen a la gente de forma aleatoria, la meten en la furgoneta y hala, al campo exterminador de cabeza.

Sí hay nominaciones, pero de un sentido muy distinto al que conocemos. Aquí no echan a nadie “fuera de la casa” y su único castigo es la pérdida de popularidad y famoseo. Los concursantes de “Concentración” que tienen la mala suerte de ser nominados acaban martirizados hasta morir en la más horrible de las agonías. El campo se nutre de prisioneros (a los que torturan, matan de hambre y hacen toda serie de perrerías) y de “kapos”. La palabra “Kapo” está tomada de la triste realidad: así llamaban en los campos a los prisioneros colaboradores, eran una especie de traidores que conseguían un trato privilegiado a cambio de ejercer la opresión sobre los condenados. Una interesantísima película de Guido Pontecorvo se titula precisamente “Kapo” y trata de este tema. Muy recomendable.

Para el desarrollo del programa “Concentración”, a estos kapos los reclutan también entre la gente de la calle, pero aquí sí hay un casting: sólo son seleccionados los más estúpidos, retrasados mentales, crueles y brutales. La ecuación es simple: cuanto menos cerebro tengas, más posibilidades tienes de ser contratado como kapo. Así pues, nuestras dos protagonistas aparecen en escena como prisionera y kapo. La primera es la dulce, bella e inteligente Pannonique. La guardiana es la primaria, ignorante y despiadada Zdena.

A partir de ahí, la narración se desarrolla en dos vertientes. Por un lado, la autora parece centrarse en crear el ambiente: es importante que comprendamos cada vericueto del funcionamiento del campo de exterminio, la dinámica de la organización, la humillación colectiva y las relaciones que por fuerza son disfuncionales en tal mundo perverso. Su objetivo es denunciar la insensibilidad social y el morbo televisivo del público que, a pesar de reconocer el horror, se siente incapaz de dejar de mirarlo. La idea está bien, es efectiva y crea un malestar en la lectura muy acorde con lo que se intenta transmitir. Pero algunas veces cae en lo excesivamente pedagógico, como si pensara que quien lee la novela necesita de aclaraciones constantes. Llega a resultar un poco molesto tanto afán didáctico.

Por otro lado, la historia de amor resulta extraña (como lo es, por otra parte, la situación en general). Más que amor, parece al principio que es un calentón de kapo Zdena. En su primitivismo emocional y mental, la carcelera sólo parece capaz de sentir una atracción puramente animal. Sin embargo, cuando la presa (y no me refiero a que sea prisionera, sino a que es una “presa de caza”) se le resiste, su interés se espolea. La pobre Pannonique ha perdido hasta su nombre, como el resto de las víctimas del campo, y ahora se llama CKZ114. Trata de mantener la dignidad ante el acoso de la brutal Zdena, que la golpea constantemente (mostrando así que le presta una atención distinta que al resto de los detenidos, rayana en la obsesión pseudoamorosa). Tantos palos no consiguen que la prisionera ceda al deseo de la kapo de…que le desvele cómo se llama de verdad. Como consecuencia, Zdena cada vez se encela más con la rebelde CKZ114 y hasta le da un trato privilegiado: palizas menos intensas y algo de chocolate. Ahí ya tenemos a la carcelera enamorada perdida.

Por supuesto, todas estas “atenciones” no pasan desapercibidas y todo el mundo supone que han de ser a cambio de favores sexuales (que evidentemente desea la kapo). Pero Pannonique sigue sin ceder a sus pretensiones y Zdena se desespera bajo el peso del desprecio. No es que a la prisionera le de asco la guardiana, sino lo que representa, y así se lo hace saber (aunque, dado lo cortita de entendederas que es la tal Zdena, no entiende del asunto ni la mitad).

Lo que desprecio de usted –dijo Pannonique que ya no podía más de terror- es su uso de la fuerza, de la presión, del chantaje, de la violencia. No es la naturaleza de su deseo. (Pág. 80)

A todo esto, la audiencia sigue subiendo. Pannonique ha conseguido ser una auténtica estrella mediática, por su altivez y entereza. Parece imposible de domar. La verdad es que, haga lo que haga, el público está pendiente de ella. Si se calla, les gusta; si habla, les gusta; si procura pasar desapercibida, les gusta también. Y si le planta cara a los kapos, pues da igual, también capta la atención de los televidentes. ¿Es eso bueno? Depende. Mientras se mantengan los altos índices de audiencia en sus apariciones, Pannonique tiene una oportunidad de no ser nominada…de momento. Porque ha habido prisioneros también muy populares que ya han pasado por ese trance tan poco apetecible. Una vez se atreve incluso a increpar a los espectadores, en un intento patético de que termine el horror. Por supuesto, logra exactamente el efecto contrario: la gente se pega a la pantalla más que nunca.

Su perversidad está tolerada y creada por los espectadores –dijo Pannonique-. Los políticos son una emanación del público. En cuanto a los organizadores, son tiburones que se limitan a acudir allí donde se manifiestan los fallos del sistema, o sea donde existe un mercado susceptible de proporcionarles beneficios. Los espectadores son culpables de formar un mercado que se los proporciona. (Pág 62)

Los días pasan en el campo de exterminio bajo la atenta mirada de los morbosos televidentes. Zdena cada vez está más obsesionada con la prisionera. Cuando consigue que le diga su nombre, quiere más. Adivinad qué puede querer…¡pues lo de siempre, claro! Pero Pannonique no parece muy dispuesta a aliviar los ardores sexuales de la kapo, lo cual cada vez encela más a la bruta guardiana.

Finalmente, por aquello de que nunca se sabe por dónde puede venir la ayuda, Zdena saca lo mejor de sí. Resulta que con tanta obsesión, su corazoncito late de amor de verdad por la prisionera. Así que le echa coraje al asunto y al final…¡oh, sorpresa!, es la única de entre todo el tejido social de bienpensantes capaz de un acto heroico para redimir a las pobres víctimas del degradante programa televisivo.

Ácido Sulfúrico es una novela breve que se lee bien. La idea es interesante, el desarrollo es entretenido y el mensaje es claro de puro simple. Quizá, como he apuntado antes, le sobra un poco de didactismo y remacha demasiado el pensamiento central: la insensibilidad y embrutecimiento social.

En cuanto a la relación Zdena-Pannonique, no cabe duda de que es original: tanto por el escenario y circunstancias en que se desarrolla, como por las personalidades tan antagónicas que ambas poseen. Realmente es casi más la historia de la sublimación de la guardiana por la acción del amor que siente, que una relación real entre las dos mujeres. Pannonique, de hecho, se queda más que satisfecha con el cambio operado en la sensibilidad de la carcelera, pero no avanza en sus sentimientos hacia ella.

Zdena inspiró profundamente, clavó sus ojos en los de la joven y, como quien se lanza al vacío, dijo: Me siento feliz de saber que existes, Pannonique. De lo que Zdena sintió en aquel instante, Pannonique sólo vio la onda indescriptible que la atravesó. Subió inmediatamente al tren, y éste se puso en marcha. (Pág. 113)

Resumiendo, si queréis leer algo distinto y con un poco de “mensaje”, puede ser una buena opción. No es para desmayarse del gusto, pero se deja leer con comodidad y resulta entretenida.

Que la disfrutéis…si os apetece.

Edición que cito: “Ácido Sulfúrico”. Amelie Nothomb. Anagrama. Barcelona, 2007.