Comenzamos una reseña de una novela que tengo que recomendar absolutamente. Señoras, esto no es cualquier cosa, es caza mayor.
Esta historia no es la primera vez que aparece en Lesbicanarias. Rogue dio noticia de una adaptación cinematográfica que se iba a realizar, ya hace algún tiempo. Parece ser que a estas alturas el proyecto va viento en popa, así que veremos Carol en las pantallas dentro de poco. Pero la obra literaria en sí merece un sitio en nuestras reseñas, y ahora vamos a dárselo porque es de justicia.
Carol se publicó en el año 1952 con el título inicial de El Precio de la Sal y bajo el pseudónimo de Claire Morgan. La propia autora nos cuenta en el prólogo los avatares del parto. La idea se le manifestó en el año 1948, inmediatamente después de publicar su primera novela, nada más y nada menos que “Extraños en un Tren”. Ella tenía una característica en común con Therese: trabajar temporalmente en unos grandes almacenes. A partir de esa experiencia, Highsmith imagina el enamoramiento profundo e indiscutible de la joven dependienta ocasional por una clienta, pero, ¡qué clienta!
Carol, objeto del amor apasionado de Therese, es una bella y elegante mujer. Distinguida, con estilo, hermosa hasta decir basta, y con un “savoir faire” capaz de hacer desmayar a cualquiera. Así que nuestra Therese, para nada inmune a encantos tan grandes, cae rendida a sus pies.
Sus ojos se encontraron en el mismo instante, cuando Therese levantó la vista de la caja que estaba abriendo y la mujer volvió la cabeza, mirando directamente hacia Therese. Era alta y rubia, y su esbelta y grácil figura iba envuelta en un amplio abrigo de piel que mantenía abierto con una mano puesta en la cintura. Tenía los ojos grises, incoloros pero dominantes como la luz o el fuego. Atrapada por aquellos ojos, Therese no podía apartar la mirada”. (Págs. 45-46)
Completamente fascinada, la joven dependienta (que en realidad es escenógrafa, pero se saca un dinerillo con estos trabajos temporales) hace lo posible para establecer contacto con la altiva e inaccesible dama. Lo consigue, claro está.
A partir de entonces, comienza lo que parece en principio la típica buena amistad entre mujeres. Pero Therese tiene muy claro desde el comienzo la naturaleza de sus sentimientos: ella sabe que está enamorada. No es amistad, ni cariño, ni tampoco admiración. Es amor. A todo esto, nuestra joven escenógrafa tiene que lidiar con lo que siente por su novio. Obviamente, el flechazo por Carol hace que se tambaleen todos los cimientos de lo que hasta entonces había sido su vida emocional.
Por su parte, la atractiva dama tiene también sus líos vitales. Se encuentra en pleno proceso de divorcio e intentando quedarse con la custodia de su hija pequeña. Y no sabemos si la simpatía que siente por Therese es sólo eso o esconde algo mucho más potente y profundo.
Cuando Carol le propone que la acompañe de vacaciones, Therese no lo duda. Es su oportunidad para convivir más intensamente con su amada y, de ese modo, propiciar que las cosas se desarrollen por su camino natural, y los sentimientos afloren por ambas partes. Esto sucede, efectivamente: a partir de un momento dado, en esas vacaciones, surge la relación amorosa. Lo de dos mujeres en coche recorriendo la Norteamérica profunda no lo inventaron Thelma y Louise. Ni tampoco lo de ir huyendo de alguien, ni lo de llevar una pistola encima.
Creo que esto habrá servido para haceros una idea de por dónde van a ir los tiros de las vacaciones de Carol y Therese: nada relajantes. Pronto se dan cuenta de todo a lo que tienen que enfrentarse. Y que un amor así tiene un alto y necesario coste.
A quien le guste el estilo de Patricia Highsmith (me incluyo en este grupo) tendrá por fuerza que adorar “Carol”. La autora va al grano, con frases cortas, lapidarias, eficaces. Dice lo que quiere decir empleando las palabras justas, ni más ni menos -como si esto fuera poco. Su habilidad con los diálogos es espectacular: es capaz de avanzar en la narración recurriendo solamente al diálogo. Podría capturar toda la acción en un diálogo infinito; en realidad no necesita más recursos, aunque sí los utilice. Estas características -desde mi punto de vista, virtudes- hacen que las historias de Highsmith sean tan fácilmente transportables al guión cinematográfico. No es casualidad que tantas de sus obras hayan sido adaptadas al cine.
Quizá por la época en que se escribe, o tal vez por la natural sobriedad del estilo de la autora, el sexo está cuidadosamente perfilado, pero no es explícito ni abundante. Las relaciones sexuales sirven sólo para denotar que la relación entre las dos mujeres es plena (no una simple amistad platónica estilo bostoniano). No obstante, la sexualidad que se describe contiene suficiente carga de lirismo como para expresar el placer carnal-amoroso de un modo brillante.
Amanecía. Los dedos de Carol se tensaron en su pelo, Carol la besó en los labios y el placer la asaltó otra vez como si fuese una continuación de aquel momento de la noche anterior, en que Carol le había rodeado el cuello. “Te quiero”, quería oír Therese otra vez, pero las palabras se borraban con el hormigueante y maravilloso placer que se expandía en oleadas desde los labios de Carol hasta su nuca, sus hombros, que le recorrían súbitamente todo el cuerpo. Sus brazos se cerraban alrededor de Carol y sólo tenía conciencia de Carol, de la mano de Carol que se deslizaba sobre sus costillas, del pelo de Carol rozándole sus pechos desnudos, y luego su cuerpo también pareció desvanecerse en ondas crecientes que saltaban más y más allá, más allá de lo que el pensamiento podía seguir”. (Págs. 208-209)
En la contraportada del libro -a la que luego volveré a referirme- se subraya su carácter de novela de “suspense”. Esta afirmación viene muy probablemente predestinada porque la autora tiene gran fama como escritora de narraciones de ese género. Pero me parece un encasillamiento forzado. Es como si esta novela se saliera de lo que acostumbra a hacer Patricia Highsmith y hubiera que meterla con calzador para que parezca coherente con el resto de su obra. Se dice en apoyo de esta tesis que la narración es una mezcla de “tensa calma” con “alarmas”. Que yo sepa, esto no es una característica exclusiva de las novelas de suspense: toda historia que pretenda llevar al lector hasta el final tiene que mantener cierta tensión y generar algún clímax periódicamente. Lo que sí es cierto es que las demás narraciones de Patricia Highsmith (que son de suspense) tienen un sello diferenciador respecto a lo que habitualmente es una historia policíaca. El interior de los personajes, sus motivaciones, las razones de sus actos son muy importantes.
A Highsmith le gusta bucear en la naturaleza humana y sus criaturas están dotadas de profundidad psicológica. Y esto es lo que más tiene en común “Carol” con el resto de la producción de la escritora.
Además de las indudables virtudes estilísticas y el interés de la trama, “Carol” tiene el mérito de ser la primera novela de temática homosexual con final feliz. Hasta entonces, los amores fracasaban, las protagonistas pagaban por su pecado, su vida acababa siendo un desastre y todas las relaciones entre personas del mismo sexo estaban abocadas a la tragedia, a la infelicidad y al castigo. Todo un panorama creado para “disuadir” a cualquiera de llevar una vida tan miserable.
No estoy muy de acuerdo con el resumen valorativo que figura en la contraportada del libro. Ahí se afirma que, aunque la historia termina bien –en el sentido de que tiene un final esperanzador- , en el fondo siempre subyace como idea “la fragilidad de la felicidad”.
Es cierto que en “Carol” la relación de ambas mujeres no es fácil. Es incluso peligrosa. Naturalmente (sucede ahora, cómo no iba a pasar en los años 50 del pasado siglo), se enfrentan a dificultades muy graves. Ignorar que estos problemas estaban ínsitos -por pura lógica, porque así era la sociedad de esos años- en una relación entre mujeres, es desconocer la realidad homosexual en aquel momento histórico. Por desgracia, esos condicionantes tan graves subsistieron durante mucho tiempo y, para mayor desgracia aún, todavía persisten en ciertas partes del mundo. Pero en esta novela, por primera vez, toda la opresión social y los problemas terribles están para vencerlos, no para sufrir infructuosamente. No es que la felicidad sea “frágil”, es que hay que luchar mucho por ella y enfrentarse a todo para lograrla. Conseguirán lo que quieren –que sobreviva la relación-, aunque deban pagar un precio muy alto.
Ese es el sentido del título inicial de la novela, “El Precio de la Sal”. Porque, ¿qué SAL es esa? La sal de la vida, lo que le da valor a la existencia, aquello por lo que merece la pena vivir. La idea es: si quieres ser feliz, debes pagar un precio, ser valiente, dar la cara y arriesgar todo lo que tienes. Sólo el futuro te dirá si ha merecido la pena; si con el precio pagado, conseguiste la sal de tu vida.
Todo lo dicho creo que justifica mi recomendación de lectura de esta novela. Si os apetece, disfrutadla como yo la he disfrutado.
Edición citada: Highsmith, Patricia. Carol. Ed. Anagrama. Barcelona, 1991.