Nueva semana y eso significa un nuevo episodio de Skins, con el que además despedimos (¿para siempre?) a Effy y a las Naomily pues el siguiente ya tratará sobre Cassie. A pesar de estas malas noticias este episodio viene cargadito de todo, así que allá vamos.

Para hacer memoria, el otro día dejamos a las chicas un poco destruidas tras la noticia bomba de Naomi, pero ahora pasados entendemos que unos meses la cosa parece pintar algo mejor, Naomi da la impresión de haberle cogido el traquillo a esto de los monólogos y a Effy las cosas le van bastante bien en el trabajo.

Pero claro, la vida tiene otros planes y como todo estaba demasiado en calma a cada una de nuestras chicas le surge algo para complicar el camino. A Effy se le esta empezando a hacer cuesta arriba mantener su nuevo puesto y es que, acostarse con el jefe ya no es suficiente garantía en estos días. Y para sorpresa de Naomi, a su querida Emily le ha ido a hacer una visita inesperada entre consultas del médico, de las cuales por cierto no tiene ni la más menor idea, pues Naomi se niega a contarle la verdad ya que no quiere hacerle más daño a su chica, gesto muy tierno pero que a la larga traerá problemas.

Y eso que lo peor está por venir. Los médicos tienen más malas noticias para la señorita Campbell ya que la radioterapia no ha funcionado y va a tener que empezar con la quimioterapia, con todo lo que ello conlleva. Effy por su lado remonta, ya que aunque su jefe esta presionándola para que obre otro milagro, por suerte para ella su ángel de la guarda (amigo pagafantas) Dominic vuelve a salir a su rescate salvándole de nuevo para hacerla quedar bien ante su amante. Mirad si le van bien las cosas a la muchacha que hasta se permite el lujo de comprar un nuevo piso de lo más moderno y aséptico.

Pero la envidia en el trabajo es muy mala, y en uno relacionado con las finanzas donde destacar lo es todo aun más, tanto es eso que un compañero receloso se chiva de Effy a las autoridades competentes por el mucho dinero que esta haciendo la chica en tan poco tiempo, poniéndoles en la cuerda floja no solo a ella, sino a su jefe y al bueno de Dominic. El cual es todo un santo, que aunque sabe que Effy solo le trae problemas aun acude en su ayuda cuando le llama para hacerse cargo de una cada vez más irreconocible y demacrada Naomi.

A todo esto, ya ingresada en el hospital por su frágil estado, Naomi sigue sin acceder a contarle la verdad a Emily, sabe que es probable que no sobreviva a esta enfermedad pero aun así quiere proteger a su novia de todo el dolor que le va a causar enterarse de tan trágica noticia.

La situación de Effy por su parte pende cada vez de un hilo más fino, ya que su «encantador» jefe le da la espalda cargándole a ella todo el muerto, Dominic ya no quiere saber nada más de ella porque está con el agua al cuello y todo porque se dejó manipular debido a sus sentimientos por la joven, que ella explota hasta el último momento en una intentona de acostarse con él. Todo su mundo se va desmoronando poco a poco, y hasta su amiga casi en las últimas le reprocha el haber vivido en una fantasía olvidándose de lo realmente importante.

Sorprendentemente aun con todo lo que la está cayendo la Stonem se niega a terminar así, por lo que decide arreglar las cosas una última vez. Primero le echa un par y llama a Emily que aunque furiosa por haber perdido tanto tiempo valioso con Naomi, acaba agradeciendo que su amiga le haya llamado para pasar los últimos momentos con el amor de su vida; y segundo, planta a su jefe y cuenta toda la verdad que aunque eso supone un viaje a la cárcel, lo acepta feliz porque sabe que es lo correcto.

Y así termina todo, no sabemos si volveremos a ver a Effy en un futuro, pero a quien está claro que no volveremos a ver será a nuestra querida Naomi que, en un alarde de originalidad los guionistas han decidido eliminar cumpliendo el cliché lésbico más viejo de la historia, un final triste y penoso de la mejor pareja que ha surgido en esta serie. No sé vosotras pero yo ya estoy afilando mi lanza para ir a hacerles una visita.