Encuentro en la isla Libro Lésbico

En una paradisíaca isla diminuta y preciosa denominada Moon, perteneciente al archipiélago de las Cook (Océano Pacífico), sólo se aceptan mujeres. La propietaria de la isla, Annabel Worth, vive allí con su pareja, llamada Cody. El negocio que tienen ambas montado consiste en ofrecer Moon como destino turístico para las chicas que quieran animarse a pasar unos días entre playas, frondas selváticas y demás Naturaleza salvaje.

No es la primera vez que ha pasado allí las vacaciones, pero Dawn Beaumont en esta ocasión tiene que acudir casi por fuerza. Ella, toda una nadadora de élite, ha sufrido un accidente de tráfico terrible y se encuentra completamente en dique seco. Lo que más le conviene es alejarse de sus sobreprotectores padres y pasar el trauma en un lugar agradable y relajante. No sin rezongar un montón (porque es muy rezongona), acepta los sabios consejos de una prima suya muy razonable y termina yéndose a Moon unas semanas a tumbarse al sol y a pasar de todo. Dawn está cabreada y deprimida porque ella tuvo la culpa del accidente (en el que, dicho sea de paso, se mató una compañera que viajaba a su lado), porque ha quedado con las piernas hechas cisco y puede irse olvidando de su carrera olímpica natatoria y…porque va a una isla regentada por una pareja de lesbianas y eso a ella le da mucho asquito. Sí, señoras, es homófoba perdida.

Tiene la cabeza llena de los prejuicios más típicos y tópicos que puedan encontrarse en la Enciclopedia de la Tontería sobre Cuestiones Lésbicas (ETCL). Valga el siguiente apunte como botón de muestra:

Quizá les hubiera sucedido algo horrible cuando eran pequeñas, algo que les hubiera puesto en contra de los hombres para siempre. Quizá hubieran abusado de ellas. Qué desgracia. Pero a ella no le había pasado nada, no odiaba a los hombres. (Pág. 101).

Tanto Annabel como Cody la tratan magníficamente, muchísimo mejor de lo que merece. Le ofrecen su apoyo, se compadecen de sus cuitas y preocupaciones, la cuidan todo lo que pueden…en fin, que se portan como perfectas santas con un ser protestón que no para de gruñir y decir impertinencias todo el rato.

Pero eso, con ser molesto, no constituye el principal problema para estas chicas. Una multinacional malvada planea comprar la isla paradisíaca. Sus motivos son oscuros (negros como la pez, diría yo), porque pretenden convertir Moon en un vertedero de residuos contaminantes y, consecuentemente, cargarse toda la flora, toda la fauna, todas las playas, todos los arrecifes…o sea, todo en general.

Para asegurarse de que el plan es factible y que la isla puede ser convertida en un erial inhabitable, envían a una espía encargada de valorar la situación y redactar un informe. La Dra. Grace Ramsay resulta perfecta para este cometido: eficaz, con déficit de escrúpulos, muy profesional y -aunque esto no tenga que ver con la misión, hay que decirlo- una conquistadora nata de mujeres. Chica que ve, chica que cae. Es, para entendernos, como un halcón peregrino: lo suyo es la caza.

Al ave rapaz le toca de vecina nada menos que la nadadora homófobo-protestona y, en cuanto la ve, la evalúa como posible presa. Tras un par de acercamientos corteses a la antipática jovencita, Grace se relame como gato ante pajarillo y resuelve que se la ha de comer, igualito que el lobo a Caperucita. La empresa no es fácil, dada la mentalidad pleistocénica de Dawn pero, ¿qué sería de un buen reto sin su dificultad?

Entretanto, los malvados continúan dando guerra. Un tal Hausmann es el cabeza visible de la empresa basurera y más malo que un nublado. Ofrece un montón de dinero en forma de inversiones al dirigente del archipiélago y…bueno, ya sabemos cómo son los políticos: el presidente no tarda ni un suspiro en ofrecerle su apoyo. Pero queda un obstáculo, comprar la isla.

Para ello, lógicamente, hay que hablar con la propietaria. Hausmann cita a Annabel Worth para hacerle una oferta muy interesante desde el punto de vista monetario (que es la única motivación que él entiende). Annabel ni toma en consideración el asunto, ella no quiere vender y punto redondo.

Hausmann entonces comienza a pensar con su mente villana en una solución alternativa a la compra.

El acorralamiento-cortejo de Dawn ya ha comenzado. La Dra. Ramsay se ha ido aproximando a ella con gran destreza y, en el instante en que la tuvo a tiro, se lanzó al ataque. Bien es cierto que la presa tampoco daba muestras de estar muy en desacuerdo con la situación, aunque la primera vez salió despavorida a pesar de estar muriéndose de las ganas. Y es que esto del lesbianismo a Dawn como que no, porque ella es muy, muy hetero. Tan hetero resulta que le temblequean las piernas (esas que tiene accidentadas y llenitas de cicatrices) a la simple vista de la conquistadora Grace, que se exalta si oye su nombre, y que pasa noches de ansiedad pensando en ella. Así es de hetero la moza.

Junto a lo claras que tiene las cosas respecto a su orientación sexual, Dawn tiene también que hacerse mirar lo del rubor porque no es normal. Esta chica se pone colorada por casi todo. Si se sorprende, se sonroja; si se asusta, se sonroja; si se emociona, se sonroja; si le duele algo, también se sonroja. En resumen, que se pasa la vida con la cara del color de un pimiento morrón.

Tras algún pequeño tira y afloja, Grace se tira a la nadadora. Era ya imposible que tardara más, porque a Dawn se le caía toda la ropa interior sólo con verla aparecer.

Dawn también se levantó y cruzó los brazos bajo el pecho. Unas mariposas hambrientas se abrían camino a caprichosos mordiscos desde la boca del estómago hasta el lugar donde las piernas se separaban. (Pág. 117)

Consecuencia de tan lúdicas y satisfactorias actividades, a la antes homófoba se le quita toda la tontería de encima ipso facto. No sólo comprende de maravilla el amor entre mujeres, sino que ella misma se enamora cual colegiala feliz de la Dra. Ramsay. Pero, ¿estará Grace en la misma onda o andará ya pensando en su próxima presa?

La conspiración del villano Hausmann sigue en marcha porque es de los que no se bajan del burro ni a tiros. Como el obstáculo mayor lo representa la tenaz propietaria que se niega a vender, habrá que suprimir el obstáculo. Annabel pilota, como tantas veces, su vieja y fiel avioneta rumbo a la isla más grande en busca de suministros. Pero esta vez el viaje de vuelta será muy diferente. Algo sucede con la brújula, se pierde y gasta todo el combustible volando en océano abierto. Finalmente, el avión se cae.

¿Conseguirá sobrevivir Annabel al accidente o dejará viudita a Cory? ¿Serán capaces de salvar la isla o habrá un estercolero más en el mundo? ¿Terminarán Grace y Dawn juntas o por separado? Para responder a estas preguntas –y vivir alguna aventurilla adicional- no os va a quedar otro remedio que leer este libro lésbico, porque no pienso contar nada más.

Al principio me costó adentrarme en la trama. El comienzo es un poco lento, difuso, con la acción que no acaba de despegar. Pero un poco más adelante empieza a coger marcha y se le va pillando interés. Incluso acabé enganchándome y leyéndola de un tirón. Es una de esas novelas con poca trascendencia, pero perfecta para pasar ratos entretenidos sin complicaciones. Disfrutadla si os apetece.

Edición que cito: Fuller, Jennifer. Encuentro en la Isla.