Me encantan aquellos libros de los que no sabes en qué lío te metes cuando empiezas a leerlos. Son libros que sorprenden, que cautivan, con los que la diversión nace de su capacidad de mantenerte en vilo de un modo constante. Cuando comienzas a leer La perfección del silencio , tu mente parte del supuesto de que se trata de un libro lésbico y que las cosas transcurrirán dentro del plano habitual: habrá una trama amorosa entre dos mujeres, probablemente interesante, y éste será el principal ingrediente del plato.

Y así es, pero no del todo. Porque el guiso está bien trabado, aunque con especias diferentes que le dan un toque inesperado. Además de ser una buena novela de amor entre mujeres, es algo más: una inmejorable novela de intriga. Y escribir una magnífica novela de intriga no resulta nada fácil.

Sara trabaja en una librería tradicional, con el buen sabor de una tienda de siempre, que funciona con profesionalidad. Es una librería de curioso y larguísimo nombre, donde ella se encuentra feliz de la vida… laboral.

Pero Sara no está contenta en el plano afectivo-personal. Un amor intenso, pero conflictivo, le provocó graves heridas emocionales aún sin curar y de las que le está costando muchísimo reponerse.

Sara tiene una amiga fiel, llamada Ana. Ana es bisexual y se toma su existencia amatoria de un modo abierto: sin compromisos, sin rollos de enamoramientos….vamos, que se tira a quien le apetece procurando evitar que un polvo termine llevándola al altar. Últimamente tiene una chica que le dura más de lo habitual; ella la llama «pequeña zanahoria» porque es bajita y pelirroja. ¿Acabará Ana sentando la cabeza con la benjamina hortaliza? El universo amistoso de Sara se completa con el «marica imperfecto» – según su propia autodefinición- de Juanepi (contracción cariñosa de Juan Epifanio), que busca a su medio naranjo y que…quién sabe, tal vez acabe por encontrarlo. En Juanepi y en Ana tiene nuestra librera sus mejores aliados.

Una noche Ana consigue que Sara salga por fin a que le dé un poquito el aire. Sara lleva sin asomar la nariz fuera de casa o de la librería un buen montón de tiempo: está muy maltrecha y no puede evitar recordar que justo hace un año, en ese mismo local, conoció a una mujer. Aquella noche, ella irrumpió en su vida. Una mujer fuera de lo habitual; alguien que, tanto en aquel momento como ahora mismo, está por encima de lo común. Es especial: es diferente, es interesante, es misteriosa, es….Maca.

Desde aquel preciso instante, todo se ha conjurado para que Maca sea un libro de páginas ocultas para Sara. Por supuesto, esta faceta contribuye a que su interés se agudice hasta el máximo: nada hay tan fascinante como lo desconocido, aquello que no se consigue desvelar. Sus ojos son profundos, oscuros, hermosos, y parecen guardar un gran secreto (o quizás varios). Los ojos de Maca son actantes: brillan, se opacan, expresan lo que sus palabras no dicen…y Sara cree vislumbrar el alma de su Maca a través de ellos. Aprende a escudriñar en sus ojos, y a descubrir cuándo muestran y cuándo ocultan, aunque no sepa bien el qué. Y está invadida de temores, de dudas y de inseguridad.

Me conformaba, pero, aún así, había tratado de decírselo, de decirle que la quería, suspirando sobre sus labios las palabras que no era capaz de pronunciar. Y aunque sus besos y sus caricias sonaban también a su alma, yo no tenía la certeza, porque pensaba que era lo que yo deseaba que fuese y no lo que era en realidad. (Pág. 67)

Sara se enamora de Maca por completo, enteramente, sin posibilidad de retorno. Y acaba por creer con rotunda claridad que Maca siente el mismo poderoso amor por ella.

Pero, ¿quién es Maca? Ella es una eficiente, segura y alta ejecutiva de una importante empresa multinacional. Alguien con la mente fría de quien acostumbra a manejar la vida como si fuera un negocio: buscando rentabilidad, objetivos y beneficios.

Ahora bien, Maca muestra una curiosa debilidad que sólo descubre ante Sara. Parece que, en efecto, ha encontrado la horma de su zapato: es indudable que la fría mujer de negocios ha caído rendida al fin a los pies de su amada librera. Inician un cortejo pausado, sin prisas: comienza por una amistad que ambas saben con vocación de amor, pero se toman su tiempo.

Todo va bien, ¿no? Dos chicas enamoradas la una de la otra y la otra de la una. Perfecto. Pues no. Si la vida real no es sencilla, no lo iba a ser más la vida de la ficción. Sara sabe que quiere a Maca, aunque hay algo que sigue produciéndole una cierta inquietud, algo que no termina de definir, una especie de presentimiento.

Con todo, había algo que sí tenía claro, eran mis sentimientos hacia ella. Me sentía al borde del abismo y tan sólo deseaba que alguien me empujara. (Pág. 51)

Para ponerle más pimienta a la trama, el pasado de Maca empezará a invadir la existencia que quiere compartir con Sara. Y será una invasión potente, dañina y difícil de repeler, como la de los hunos. Entonces Sara vuelve a tener dudas. A ver, lógico: tu novia se comporta de forma extraña, recibe llamadas enigmáticas que no aclara, anda como espíritu perdido en el monte de las ánimas… ¿quién no empezaría a tener sospechas de que algo no cuadra en la relación?

Para colmo, las reservas de nuestra librera toman forma real cuando pilla a otra mujer en circunstancias verosímiles de haberse acostado con Maca. Claro está, una traición así no es fácil de perdonar a priori. Maca jura y perjura que no hubo acostón. Pero quien miente una vez, miente ciento. Dicen que la fe mueve montañas, pero mucha fe hace falta para creer ciertos argumentos sin prueba alguna que los sustente ni evidencia que contradiga lo que tus propios ojos han visto.

A partir de ese momento, justamente lo que sucede es el partir (en varias facetas: parten porque parten peras, Maca parte lejos para no agobiar a su doliente novia, y todo acaba partido). Pero lo último que se pierde es la esperanza…y el contacto.

Lo que no tiene explicación puede tenerla. Lo que parece traición puede ser otro asunto. Lo que vimos a una luz, tal vez lo vimos mal; la realidad se vislumbra a través del color del cristal con que se mira. Maca oculta cosas, tal vez por una buena razón, tal vez por intereses bastardos. Sara está desorientada, perdida, enamorada y desconcertada. Y sobre todo muy dolida. Pero no puede negarse a la evidencia: sigue queriendo a Maca con todo su corazón.

Ahora bien, le resulta innegable que no es inteligente volver con ella. Atención a la cita, porque lo del amor «enjaulado» y «peleón», me ha encantado:

No tenía sentido negármelo a mí misma, porque sí, sentía el amor dentro de mí, enjaulado, peleón. Seguía queriéndola, no podía evitarlo.

Llegadas a tales extremos no hay punto de unión posible, ¿o sí?

El secreto de Maca ha caído como un obús en la mitad de la relación y parece haberla destruido. Pero nos queda la intriga. ¿Sabremos qué ha pasado en realidad? ¿Será la verdad el bálsamo que necesitan Maca y Sara para reconstruir su amor desde los escombros? Y, lo más urgente, ¿saldrán vivas de esta? Porque, hay que advertirlo, se enfrentarán a un serio peligro….de muerte.

La narración comienza «in media res» y eso permite que nos adentremos en la trama con ciertos datos que nos hacen anticipar el desarrollo de la historia. Esto funciona muy bien porque –y tal recurso va a ser una constante en la novela- sin que lo advirtamos, se nos proporcionan píldoras de información que finalmente resultarán muy valiosas. Los diálogos son numerosos y muy ágiles. Cumplen su cometido de dotar a los personajes de un modo de expresión directa: hay que dejarles hablar por sí mismos. Como recurso narrativo a destacar, sin duda el uso de la transcripción literal de los correos electrónicos. Funciona muy bien para el fin que fue concebido.

El sexo está tratado de un modo explícito, sin rodeos. Encontramos, de hecho, varias escenas de sexo bastante largas y detalladas, teñidas de fuerte lubricidad. Ahora bien, evitando siempre recurrir a lo manido y a las expresiones desgastadas. Se observa una gran habilidad para evitar las descripciones rutinarias, hay expresiones nuevas y un modo de narrar las escenas amorosas lleno de carnalidad, pero enriquecida con un ingrediente emocional muy poderoso.

Se colocó sobre mí y empezó a tocarme con delicadeza, como si sus manos fueran instrumentos y yo una melodía que ejecutar. (Pág. 75)

Es una lujuria fruto del amor, ya sea en su forma de pasión, ya sea de su nostalgia, o del dolor por creer haberlo perdido. Pero siempre el amor es el que conduce al sexo, el sexo es continuamente una expresión de amor.

Guié su mano sin vacilación y ella me penetró con facilidad, tan rápidamente que no pude evitar un suspiro prolongado, que se confundió con el suyo. Creo que estaba tan conmocionada como yo. Había una carga de infinita nostalgia en lo que estábamos haciendo. Cerré los ojos. (Pág. 199)

De todas estas virtudes hay que hablar, lógicamente. Pero, si tengo que centrarme en por qué me parece muy recomendable esta novela, no tengo ninguna duda: la intriga.

Es una novela de amor, pero con el aliciente de contar con una sorpresa tras cada esquina. Está llena de imprevistos y de golpes de efecto sabiamente administrados: aparecen en el punto de desarrollo de la novela más óptimo posible. No hay reposo, cuando pareces estar en terreno conocido y fiable, surge lo inesperado. Como en una montaña rusa, la autora elige cuándo desconcertarte, cuándo subes, cuándo bajas y cuándo te despeñas directamente. Y se empeña en hacerte disfrutar de la intriga una y otra vez, logrando sobresaltarte justo cuando ella quiere.

Ya dije que desde el mismísimo comienzo hay síntomas que nos hacen sospechar que no es oro todo lo que reluce, que las apariencias engañan, que hay un misterio, que algo no va bien…y esas inquietudes planean en la atmósfera narrativa de una manera constante. Como en toda buena novela de intriga (y desde mi punto de vista «La Perfección del Silencio» lo es), las pistas hay que dejarlas esparcidas por aquí y por allá. Quien lee el libro se va encontrando miguitas – como las de Pulgarcito- con las que encontrar el camino. No hay engaño, no se oculta nada, sólo es que estaba delante de tus narices y no supiste verlo. Y la última sorpresa, ya lo anticipo, es apoteósica: no la ves venir, ni de lejos ni de cerca. Aparece, súbita e inesperada, y te deja fuera de combate.

Completamente recomendada, señoras. Podéis sumergiros sin reparos en esta grandísima historia de amor con peligro incluido (peligro en serio, de los que dan miedo de veras), y llegar hasta el fondo de lo que significa La perfección del silencio .

Pero ahora volvía a tener miedo de nuevo, porque había conocido a una mujer que llevaba la perfección del silencio en el esbozo de sus labios. (Pág. 125)

Disfrutadla, si os apetece. 🙂