libros lésbicos

Siento ese libro de un rojo intenso ardiendo dentro de mí, como una promesa de que cada cosa que he vivido en sueños y para la que no he encontrado explicación está naciendo. (Pág. 63)

Raquel lo lleva todo apuntado en su libro rojo. Se dedica a hacer repartos con su moto. Ella es Mensaka, con tal nombre se la conoce. No se quita el casco jamás. Es una profesional de la entrega rápida de mercancías. De cualquier tipo de mercancía. En las calles de Madrid, Raquel se mueve como una liendre, rápida y eficaz. Mensaka es muy buena en lo suyo. Su pecado es amar a pecho descubierto y su castigo darse de bruces con los errores y no consumar los aciertos. Raquel es capaz de absorber toda la desdicha que nos acosa en este mundo, de tan mala suerte que tiene. Aunque tal vez sea que toma decisiones equivocadas, quién sabe.

Tony. Un tipo especial. Más que especial. Consciente de que algo va mal en su cabeza, vive en una desorientación que intenta desesperadamente armonizar con la realidad. Le han diagnosticado una bipolaridad casi a lo tonto, porque el psiquiatra que le trató nunca contó con los datos adecuados para resolver la incógnita de su ecuación. A Tony se le tronchó la vida un día en que era muy pequeñito y desde entonces no ha podido juntar las piezas de su alma.

Una stripper que no folla. Toda una aparente paradoja para los cientos de babosos que esperan algo más que verla bailar colgándose de una barra vertical. Pero así es Marta. Bailarina de vocación y capaz de cruzar el ancho mar para aprenderlo todo de la danza profesional. Con una vida a cuestas y experiencias malévolas que acabaron por llevarla donde está: en la convicción de que las relaciones sexuales (y no digamos los lazos amorosos) se han terminado para siempre, por su propia salud mental.

Son tres almas atormentadas. Tres seres de vidas difíciles. Tres espíritus abocados a la destrucción, si no son capaces de remediarlo.

Estos tres personajes viven más o menos independientemente dentro de la novela. Pero una sutil tela de araña los enlaza de manera irremediable. Los tres tienen algún nexo de unión, aunque sus historias discurran por caminos en apariencia discordantes.

Que Tony está como una cabra es algo que no se le escapa ni a él mismo. Lo que hace no es normal. Cómo actúa, no es normal. Sus reacciones no son algo normal. Le domina una angustia terrible, que le hace capaz de hacer cualquier cosa, prácticamente. Tras esa evidencia, queda por aclarar qué le pasó a un sensible muchacho inteligente para desarrollar una personalidad tan conflictiva. Algo sucedió.

Estaba preciosa. Totalmente desnuda, su piel brillaba con la luz nocturna. Era como la duna de un desierto en medio de una estepa. Parecía quebrarse entre las piedras, disolverse, convertirse en algún tipo de sustancia que la llevase lejos de esta vida. Acercó su cuerpo desnudo al de ella y pudo notar el calor de su cuerpo y el sudor pegándose a su piel. (Pág. 287)

Como también algo le sucedió a Marta, con quien Tony tuvo lazos íntimos durante la adolescencia. Una chica ilusionada, que sólo pensaba en bailar y en ser feliz. ¿Dónde fueron sus ilusiones? ¿Qué ocurrió para llegar a tal grado de derrota? ¿Fue su primera novia, su primer novio o alguien después quien le robó las ganas de luchar?

«Te quiero», dice cuando cree que no la oigo y una punzada de dolor me abre el corazón, llamando a escena a un millón de lágrimas. Te quiero. Como se quiere lo que es imposible de tener, como se quieren la cosas que no nos pertenecen, con la abnegada obligación de una pareja, de una madre, de una amante que ha recibido mucho o incluso, aunque no haya tenido nada. Porque ese es su trabajo en esta vida, trabajo que hacen gratis, con mucho gusto, con mucho dolor, con mucho sacrificio y con mucha esperanza. (Pág. 341)

Y Raquel, ¡Ay, Raquel! Qué vida amorosa tan poco gratificante. Cuántos caminos ha creído ver cerrados ante su paso. Cuántos sueños rotos. Pero Mensaka es dura, sigue buscando, sigue emocionándose y persiguiendo su propia ilusión. Quién sabe. Quizá encuentre por fin a la chica adecuada en algún lugar de Chueca. O tal vez no.

Escucha lo que te digo. Nos hubiéramos cogido de la mano para pasear por el parque en otoño mientras las hojas húmedas colgaban de unos árboles melancólicos. Allá te hubiera comprado palomitas o golosinas o algún café y en un banco frío nos hubiéramos abrazado con el mundo a nuestros pies, como si no hiciera falta nada más que cogerse de la mano en un parque al atarecer y ver cómo las luces de la vida se van encendiendo. (Pág. 319).

Este es un libro lésbico, pero no exclusivamente lésbico. En él se abordan también amores heterosexuales y sexualidad masculina, lo cual no es muy habitual pero sí interesante. La narración de las relaciones sexuales es bastante directa y detallada. Pero no esperéis escenas de alegre folleteo; el sexo es crudo, áspero, una forma de expresión acorde con las relaciones humanas a las que acompaña.

Siento cómo mi sexo abnegado se dilata, llevo demasiado tiempo sin sentir el contacto fisico con alguien que me mire a los ojos y ella, la cerveza, los tequilas y la noche están siendo tan generosos conmigo que no opongo ningún tipo de resistencia para que pueda hacer conmigo lo que quiera. Cuando estoy desnuda, coge mis piernas y las eleva ligeramente por encima de su cintura. De verdad, pensé que esto, que ella, que todo iba a suceder de una forma más clásica. Cierro los ojos, reclino mi cabeza hacia atrás. Extiendo los brazos para que pueda verme y tocarme y vapulearme, si es lo que quiere. (Pág. 311)

El libro rojo de Raquel es recomendable por muchos motivos. Uno de ellos, que pocas veces se encuentra una estructura tan bien construida. La novela está edificada sobre capítulos alternos en los que los tres personajes van ofreciéndonos su historia de manera entrecruzada. Marta camina por episodios con títulos en inglés. Raquel lo hace mediante su particular peregrinaje por las calles de Madrid y las confesiones de Tony son una cuenta atrás…hasta el desenlace final que es “Cassandra”, y que reunirá a los tres actantes de la obra. Cassandra, si recordáis, es la desdichada hija de Príamo de Troya, que profetizó el desastre…sin que nadie le hiciera el menor caso. Una profeta (perdonad que no diga “profetisa”, pero es que me parece cursi) con poco éxito en su profesión, ya que nadie se tomaba en serio sus profecías. Y así les fue a los troyanos. «Cassandra» es un canto de múltiples voces, una fusión entre el coro de una tragedia griega y de una ópera en la que, como decía Mozart, todo el mundo puede hablar a la vez y ser inteligible. Con los registros entrecruzados, los tiempos que se mezclan, la acción que se va acelerando y las situaciones que se turnan y se solapan, con la única pista de la hora que marca cada fragmento del episodio; el resultado es abrumador, con apoteosis incluida. «Cassandra» es el digno capítulo final de un gran libro.

En cuanto al uso de la voz narrativa, no puedo decir más que elogios. Es variada, sorprendente, se adecúa a cada situación y a cada personaje. Pondré sólo dos ejemplos: el personaje de Toni acaba siendo una verdadera obra de arte: el uso de la primera persona es espectacular, pero cuando recurre al monólogo interior llega a ser fulgurante. Consigue crear un actante auténtico, elaborado y profundo; la prospección en su mente perturbada es arrebatadora. Ya es difícil conseguir que quien lee sienta empatía con un personaje tan extremo. El segundo ejemplo es la utilización de la segunda persona narrativa (estaremos todas de acuerdo en que eso no resulta nada habitual) en el capítulo “Pool Dance”. El efecto logrado es dotar a la narración de Marta de una atmósfera extraña, turbia, muy eficaz. Marta está confesando su desilusión y su derrota.

Es una novela muy trabajada, tejida y cosida a conciencia. A esto hay que añadir la dificultad que supone entramar tres historias con sus propias voces narrativas y hacer de ello un todo coherente. Nada fácil, en mi opinión. Como tampoco resulta fácil elegir las citas: una de las mayores dificultades que me he encontrado al hacer la reseña. ¿Cómo seleccionar una cita cuando prácticamente cualquier frase del libro merecería citarse? Casi una misión imposible.

El cuarto está lleno de la luz temblorosa y rojiza del otoño (Pág. 326)

Y por si fuera poco, alguna vez también ilustra sobre Grandes Verdades de la Humanidad, como: «En los hospitales no hay un término medio para establecer un clima. O te hielas o te asas como un pollo». (Pág. 328). Esto es tan innegable como que el sol sale por las mañanas. 😉

En la contraportada se alude al realismo mágico para enmarcar el estilo de la novela. Supongo que para algunas lectoras, esta afirmación evocará cierta dificultad de lectura. Pues bien, el libro es denso, complejo y rico en matices. Pero no penséis en un tostonazo porque no va por ahí el tema. Se nota un esfuerzo por dotar de profundidad psicológica y vital a la historia de los personajes, pero eso no lastra la lectura. Más bien la enriquece. Yo diría que en ciertas partes de la novela, el onirismo que propicia la radiografía de los personajes estaría muy cerca de un interesante surrealismo. Interesante, más que nada, porque impulsa una visión tan íntima del alma de Tony, de Raquel y de Marta, que llega a estremecer.

Sueño con que me la bebo y dentro de mí se convierte en una sirena erotómana que canta odas imposibles al deseo. Este sentimiento recurrente que despierta en mí el perfume de su piel es algo que podría parecerse al amor, si no fuera tan descarado y obvio que estamos en direcciones opuestas, mirando al mismo sitio (Pág. 164).

No es una lectura «ligera», en el sentido que suele usarse esta palabra; aquí hay que meterse de lleno en el asunto, asumir que se está ante algo importante y tomárselo en serio. Ahora bien, creedme, merece mucho la pena. Así que disfrutadla, si os apetece.

Edición que cito: MARTÍN, M. El libro rojo de Raquel Editorial La Calle. Antequera (Málaga), 2014.