La abuela de Sara se muere. Ante noticia tan devastadora, Sara está sumida en una lógica tristeza. Lo que más necesita ahora es apoyo y consuelo. Eso espera de Rocío, a quien hasta hace bien poco creía el amor de su vida. Aunque han roto, Sara piensa que al menos sí puede contar con su amistad. Pero Rocío la decepciona una vez más. Su relación no ha sido fácil. Comenzó de una manera ambigua, tonteando. Ambas estaban muy confusas sobre sus sentimientos; dudaban entre calificarlos de amor, de amistad o de algo a medio camino entre ambos.
Rocío le explicó a Sara que sentía un cariño especial, pero ausente de atracción física. Sentía todo lo que debería sentir alguien enamorado, pero sin su aspecto más carnal. Convinieron en calificar ese sentimiento de “espiritual” y volvieron las dos a sus casas más asustadas que al principio, sin saber cómo manejar esa espiritualidad.
Esta especie de amor platónico es, indudablemente, producto del miedo: una forma de disimular ante sí mismas la verdadera naturaleza de su amor. Un amor normal que no tiene nada de platónico. Pero ellas viven en el autoengaño, en no reconocer la realidad para no tener que encararla. Lógicamente, eso dura poco.
De todas formas, resultaba tranquilizador pensar en ese cariño como algo etéreo, y así lo hicieron. Hasta que esa misma madrugada Sara recibió un mensaje de Rocío diciéndole que la deseaba con toda su alma.
A pesar de todo, el miedo sigue planeando hasta el punto de hacer fracasar la relación. Rocío tiene una homofobia interiorizada que no le cabe en sí. Se oculta de manera enfermiza, le entra pánico al pensar que alguien puede percatarse de los lazos que la unen a Sara. Llega a extremos tales que no permite siquiera que su novia (porque es su novia, aunque la quiera esconder) se sincere con su mejor amiga.
La había dejado porque, cuando supo que Sara le había contado a Emma que estaban juntas se sintió traicionada y sucumbió al pánico de sentirse observada y señalada por todos como la chica que había mantenido una relación anormal con otra mujer.
Tras la ruptura, Rocío se comporta como todo menos como amiga. A Sara le duele su desapego. Cada vez tiene más claro que no puede contar con ella ni para que le ofrezca un poco de consuelo en los momentos tan tristes de la enfermedad de su abuela. Vamos, que pasa de ella olímpicamente y encima Sara sigue un poco colgada de su ex. Pero como no ha sido una relación sana, la ruptura tampoco lo ha sido y los sentimientos de Sara se han vuelto también oscuros.
Más tarde, sin embargo, poco a poco el amor se le envenenó de otra cosa, del mismo modo que un vaso de agua clara en el que cae una gota de tinta negra acaba tiñéndose irremediablemente de gris.
En este estado de cosas, nuestra dolida protagonista bastante tiene con ir capeando el temporal de sus encontrados sentimientos como buenamente puede. Comparte piso con Carla, una chica tan heterosexual que viene hasta con novio ya incorporado. Pero son amigas, más amigas –le duele reconocerlo, pero es cierto- de lo que ha sido jamás Rocío. Carla no sólo le presta su apoyo emocional, también colabora en otros aspectos. Hasta sale de marcha por el ambiente con Sara para que ésta conozca chicas, se ligue a alguna y borre de una vez el fantasma de su ex.
Carla pidió un bocadillo con queso y una mediana, y Sara, otra mediana y un bocadillo de tortilla de patata, ante la sonrisa burlona de Carla, que le preguntó si pedía tortilla para hacer patria.
Se llevan tan bien, tan bien, que algunas veces a Sara se le cruza el pensamiento de que si Carla no fuera hetero….quién sabe.
No le falta razón en pensar que Carla le convendría, porque es una chica estupenda y el polo opuesto de la turbia Rocío. Pero claro, está el obstáculo de su heterosexualidad (un defecto como otro cualquiera). Aunque, ¿es Carla una hetero monolítica o hay esperanzas de recuperación? En muchas ocasiones, se perciben señales y pistas de que los hombres no son lo tuyo, o al menos no únicamente. Uno de estos indicios es, tradicionalmente, que algo se despierte dentro de la interesada ante el visionado de The L Word. Carla tiene mucho que meditar respecto a sus reacciones con esta serie.
…y fue consciente de lo ilógico que resultaba que las escenas de sexo heterosexual no la excitaran tanto como ese simple beso…
¿Tendrá Sara alguna oportunidad con Carla o serán las fútiles dudas típicas de una heteroconfusa?
La acción se desarrolla en Barcelona y se nota que la autora conoce bien la ciudad. Incluso nos permite asomar la nariz por el ambiente lésbico barcelonés, lo cual resulta bastante interesante. En general la ambientación es muy buena; en mi opinión destaca el tratamiento del ambiente clínico en las escenas de hospitalización de la abuela: refleja muy bien la atmósfera emocional que acompaña a los familiares de un paciente grave. También tienen mucha relevancia las incursiones en el pasado de su abuela y la visita final de Sara al pueblo en busca de recuerdos.
Porque la idea central de La mujer transparente
Entonces ya nadie la veía por la calle ni se veía a sí misma en el espejo porque se había vuelto transparente. Y nunca más sintió dolor, como ella quería, pero nunca tampoco fue feliz porque había olvidado quién era.
La novela tiene un fondo psicológico que le da profundidad a la narración y la estructura está orientada al desarrollo del devenir emocional de Sara. Se trata de una novela de aprendizaje en la que la protagonista deberá vencer el pasado para construir su felicidad.
Este es un libro lésbico ágil y ameno pero, como acabo de decir, no es una trama sin peso específico. La historia de Sara y sus ajetreos sentimentales está bien construida y se lee con interés. Tiene también su dosis de drama, pero sin final trágico; y esto es siempre de agradecer. Por tanto, creo que puede ser una buena opción de lectura. Que la disfrutéis, si os apetece.
Edición citada: Ejea, Vanessa. La mujer transparente. Edición Ebook. Ediciones Oblicuas. Barcelona, 2014.