Ya estamos aquí, en el último capítulo de esta primera temporada de El Ministerio del Tiempo. Se ha pasado todo en un suspirito porque son sólo ocho capítulos. El anterior fue complicado para Irene, ya que perdió a su esposa y a su mentor, 2×1 (aunque yo espero que Nuria vuelva). Así que a ver en este qué tal.
De momento está cada miembro de la patrulla con sus cosas, sobre todo Julián, que sigue con su rollo creepy acosador observando a su mujer hacer footing desde la distancia.
Hay un hombre extraño que se sienta a su lado y se le presenta con el nombre de Federico. Justo cuando Maite va a cruzar la calle donde la atropelló el coche, Julián se despierta. Todo un sueño. Alonso también cubre su cuota de creepy visitando a su mujer en el pasado y Amelia su tumba. Están todos para que los encierren, vamos.
En cuanto a la misión de turno, esta vez se trata de viajar a 1924 a la Residencia de Estudiantes de Madrid. De repente aparece Irene con su carpetita y Salvador les informa de que tras varias semanas de descanso, ese mismo día se reincorpora y será coordinadora de la misión. Menos mal que tras todo el trajín que sufrió, le han dado unos días libres para recuperarse. Nos quedamos más tranquilas.
Resulta que en un cartel de Salvador Dalí sale una tablet, cosa bastante imposible, así que a ver qué ha pasao en esa Residencia. También están Luis Buñuel y Federico García Lorca, así que ese lugar fue la crème de la créme para la cultura española. Julián confiesa a Amelia que esa misma noche soñó con Lorca (Federico, ahora lo pilláis, ¿eh?) y está un poco traspuesto. Ernesto y Salvador se quedan en el despacho porque Ernesto no tiene claro que Irene esté en las mejores condiciones para dirigir la operación. Incluso deja caer que ella podía haber soltado a Leiva, aunque Salvador no quiere ni oír hablar del tema porque para él es caso cerrado.
Os parecerá muy bonito cotillear de Irene a sus espaldas. Ernesto, creíamos que eras el BFF de Irene y ahora andas así desconfiando y sembrando dudas sobre ella. ¡Mal! Pero Irene sigue a lo suyo muy diligentemente y les da las últimas indicaciones antes de despedirlos en la puerta del tiempo que les toca. Eso sí, la carita que tiene después es de todo menos de haber superado el trauma del capítulo anterior. Igual sí que tenemos que estar un pelín preocupadas por ella, lesbicanarias.
La patrulla llega a la Residencia y están precisamente ensayando una obra de teatro. Al director le da un parrús y Julián lo ayuda, así que una muchacha se queda un poco obnubilada con él, porque se ve que todas las zagalas de esta serie se pillan por Julián… En fin. Lorca incluso le dice que cree que se han visto antes. Muy bien, así que hoy estáis místicos. Bueno es saberlo. Mientras tanto, Amelia y Alonso están buscando pistas y se encuentran de sorpresa una foto vintage de Julián y Amelia casados. La cara de Amelia es un poema, sobre todo porque por detrás está escrito: “Cuidado con el futuro” y tiene un sello del Ministerio. Así que deciden volver al presente. ¡Pero si acababais de llegar! Entonces se reúnen todos en plan concilio y como se echan miraditas de todo tipo con el tema, al final le tienen que contar a los jefes que Amelia y Julián se prometieron en la época de Amelia para que así la madre la dejase en paz. Estaba visto que esto se iba a volver en su contra, no sé qué esperaban.
Amelia: ¿De verdad no lo sabían?
Irene: Mujer, os habríamos regalado algo.
Jajajaja. Buena esa, Irene. ¡Muy buena! Di que sí, humor. Ya os digo yo que si Amelia fuese un avestruz, en este momento tendría la cabeza debajo de la tierra.
Julián está cabreado y le dice que tiene que tener claro que él no es ni marido ni padre de su hija, que la quiere un huevo, pero como amiga, porque la única mujer que puede querer en su vida es Maite y fin. Para quitarle posibles esperanzas de la cabeza a nuestra Amelia. Pobrecita.
Que, por cierto, en los pasillos del Ministerio, Irene se reencuentra con Jordi Hurtado, que se ve que también es un agente del Ministerio y hace tiempo tuvo una misión con ella. Es un momento muy top.
Como habréis adivinado por el modelito, Irene se suma a la misión. De hecho, lo primero que hace al llegar es intentar a animar a la actriz de la obra de teatro, que es una muchacha que no quiere besar a nadie por mucho que lo exija la obra y está muy disgustada.
Rosa: ¿Tú sabes que de mí se ha dicho que yo ilumino la escena?
Irene: Es que la iluminas, Rosa.
Rosa: ¿De verdad?
Irene: Como al parque la luna llena. Uy, ¿y ahora qué te pasa, tonta?
Rosa: Que lo que me ha dicho es muy bonito.
Presenciar cómo liga Irene es otro rollo. Así se las lleva a todas al huerto, claro. Mientras tanto, Amelia ya está hablando con la chica que se ha encaprichado con Julián para intentar disuadirla. Se llama Silvia, por cierto. Ya veréis, ya…
Amelia: Verás, Silvia. Deberías centrarte en tus estudios. Vas a ser mujer y médico y no muchas pueden conseguirlo.
Silvia: Ya, si mi madre siempre me dice lo mismo. Ella también estudió. Bueno, y mi abuela fue una de las primeras mujeres que fue a la universidad, en Barcelona. Y se llamaba igual que tú.
Amelia: ¿Amelia?
Silvia: Amelia Folch.
¿Perdonaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa?
Rosa ya está rendida a los pies de Irene y dice que tiene miedo, pero que de perdidos al río, porque para una vez que alguien “la trata con cariño”, no va a andarse con chiquitas. Ésta es la misma que no quería besar a un hombre en la obra de teatro, sí… Ja, tú lo que querías era besar a una mujer, ahora lo entendemos todo.
Parece que Irene se ha tomado muy en serio eso de “un clavo saca a otro clavo” y Rosa se ha dado por primera vez una alegría al cuerpo. Vamos, que ya están las dos juntas y revueltas en su momento post-coital. ¡Nos alegramos por ti, Rosa!
Rosa: Estoy temblando. De emoción y de miedo.
Irene: Tranquila, que yo no se lo voy a decir a nadie.
Rosa: No, no, si no es por eso. Bueno, que también. Pero me fío de ti.
Irene: Yo estoy acostumbrada a guardar secretos. ¿Y de qué más tienes miedo?
Rosa: Mi madre decía de un mariquita que había en el pueblo que quien probaba con él, luego ya no quería conocer mujer. Y que eso siempre pasa cuando te acuestas con quien no debes. Antes has dicho que querías pedirme un favor. Dímelo, yo por ti hago lo que sea.
Ayyy, que me meo con Rosa y su historia del “mariquita”. Vamos, que le gustó y quiere repetir, así que está cagada de miedo. Que sí Rosa, cariño, que eres del equipo lesbicanario. Tú en tu época todavía lo ves como algo malo, pero no te preocupes que enseguida Irene te lo explica todo en un momentito.
Aclaro rápidamente que el argumento del episodio va sobre Lola Mendieta, para variar. La mujer le compra cuadros a Dalí en la época y luego los va a vender al presente, porque se saca una pasta. Además, Silvia piensa que Julián es gay, porque lo ve mucho con Federico. No mujer, es que resulta que sueñan uno con el otro mutuamente y tienen una conexión rara, es por eso. Pues llora mucho y la tiene que consolar Amelia. ¡Silvia, que es tu abuelo! Esto puede llegar a tintes de Regreso al Futuro, haced el favor. Y como les siguen mandando fotitos, Julián se cabrea con el Ministerio, porque al parecer tienen ahí toda su vida documentada, y el trío calavera se va del despacho. Amelia les cuenta que Silvia es su nieta (la de ella, no la de Julián) y él también les enseña la foto recibida de su esposa muerta.
Amelia recibe un mensaje de Lola y se encuentra con ella en la Residencia. Ella niega que haya sido la de las fotos, pero le montan una encerrona. Después Irene está en plan “se lo merece, es una cabrona” y Julián se da cuenta de algo.
Julián: Ella no es la culpable.
Irene: ¿Y quién es si no?
Julián: Tú. ¿Cómo sabías que yo también recibí una foto? Aquí no lo he dicho.
Ernesto: Eso es cierto.
Julián: ¿Y dónde encontramos Alonso y yo las fotos?
Alonso: En el teatro.
Julián: Exacto. Y la última foto me la dio Rosita, la actriz que hace de Doña Inés. La encontró en su libreto. Y quien más contacto ha tenido con ella, has sido tú.
Al final Irene confiesa y le echa a Salvador todo en cara, porque ha perdido su vida y a su pareja. Salvador le dice a Ernesto que se la lleve, aunque ella antes recomienda a la patrulla que se cuiden mucho, porque el Ministerio usa a los agentes como Kleenex. ¡Guaaaau, esa Irene rebelde! Nos encanta.
Amelia y Julián se van a despedir de Lorca y Silvia a la Residencia de Estudiantes. Además, Salvador confiesa a Ernesto que fue él el que le inyectó la droga a Leiva para hacerlo pasar por muerto y poder sacarlo de la mazmorra. Todo sorpresas este episodio. Amelia recibe además una carta de Lola y, cuando Julián le dice que piensa ir a salvar a Maite, se le suma. ¿Eh? ¿Qué ha pasado aquí? Aunque intentan los dos juntos cambiar las cosas, se encadenan otra serie de sucesos y a Maite la atropellan igual. Me da que esta parte de la historia no es muy susceptible de ser cambiada. Alonso, en cambio, sí consigue cambiar la vida de su mujer para mejor y ella lo ve, así que le cuenta no sé qué historia sobre que es un fantasma. Cuando tiene un momentito a solas, Amelia saca la maldita foto esa y ahora sí que no hay duda, lesbicanarias:
Pero Amelia está ahí con su desengaño amoroso y la rompe en varios pedazos. Y así acaba todo, un capítulo muy intenso para rematar la temporada. Resulta que Irene ha puesto patas arriba todo y nosotras sin saberlo hasta el final. ¡Digna aprendiz de Leiva! También de Lola Mendieta, ¿eh? Estoy percibiendo un futuro dúo anti-Ministerio con estas dos. Tengo ya ganas de la segunda temporada, ¿y vosotras?