Una semana más en El Ministerio del Tiempo la patrulla es la encargada de arreglar uno de los múltiples desaguisados que pasan a lo largo de la historia. En este caso Cervantes no llevó el manuscrito de El Quijote a imprimir porque quería centrarse en el teatro y se lo dio a unos ingleses. ¿Dónde encaja nuestra Irene Larra en este capítulo? Pues enseguida os lo cuento.
En esta escena que veis Salvador está ofendidísimo porque ha habido un problema en una misión y España no ganó con Vivo Cantando y empató con otros tres países en la primera posición (como así ha quedado en la historia). Irene tiene cara de “pues yo no sé por qué tanto drama con esto, jefe, peores membretes hemos causado en otras misiones”, pero se ve que para Salvador esto es un drama nacional.
Después los avisan del tema de El Quijote y a Amelia al enterarse casi se le salta el corazón del pecho y pone cara de señora escandalizada oyoyoyoyoy. Irene está allí e intenta explicarle.
Amelia: No tiene sentido que Cervantes haya renunciado a la publicación de su gran obra.
Irene: Sí, a cambio de empezar una carrera teatral. Cervantes aspira al éxito y a la fama de otros dramaturgos como Lope de Vega, por ejemplo. Eres una experta en esa época.
Amelia: Gracias…
Y no, no creáis que ese “gracias” ha sido precisamente educado, sino más bien irónico, porque aquí siguen todos rechinando los dientes cada vez que les habla Irene. Coño, pues menos mal que vuestro querido Julián os dijo que la perdonaseis, porque vamos… ¡Rencorosos! Me duele mucho esto, ¿eh? Que Irene y Amelia tienen que hacerse amiguis otra vez.
Mientras los de siempre se van de misión (con la incorporación del nuevo, a quien le gusta ser llamado Pacino), Susana aparece por el Ministerio y se dirige hacia las puertas porque ¿para qué perder el tiempo?
Pero su autorización no es del nivel que da paso a las puertas del tiempo y el guardia le dice que encantado, pero que no hay tu tía. Entre que esto pasa, Irene y Ernesto están en la cafetería tomando algo y esto ya sí que me gusta más.
Ernesto: Últimamente no hablas mucho.
Irene: Tú tampoco.
Ernesto: Lo sé. Creo que es hora de cambiar de actitud. Fue muy duro para mí lo que hiciste.
Irene: Lo sé.
Ernesto: En fin, creo que es hora de pasar página. ¿Has vuelto a saber algo de tu esposa?
Irene: No.
Ernesto: Vaya. Lo siento.
Claro que sí, DAOS UN ABRAZO Y HACED LAS PACES. Lo mejor de toda esta conversación es que no se nota falsa e incluso Ernesto se preocupa por Nuria. A Irene recordarla le sienta como una patada en el culo y se ve que todavía está herida.
Sí, mucho bollodrama, Irene. Hay dos opciones aquí: O intentas saber de ella y reconciliarte o te buscas un nuevo ligue para que duela menos (aka Susana). Tú verás… Y hablando del rey de Roma, Susana aparece por la cafetería e Irene tiene que fingir ante Ernesto que le cae pésimamente, aunque se retrasa un poco y le susurra a Susana “mañana lo haré”. ¿Qué harás qué, Irene? ¿QUÉ?
Pero el deber manda y Salvador pone al tanto a Ernesto e Irene de que el supuesto inglés que tiene en posesión El Quijote no es otro que Walcott, el americano que viajaba en el tiempo la temporada pasada. Informan a la patrulla, que está infiltrada en la compañía de teatro de Cervantes para evitar que esa carrera como dramaturgo salga adelante. Se encuentran un pen de Walcott y Pacino lo lleva al Ministerio. Resulta estar lleno de información tanto de Cervantes como de Lope de Vega, el viejo amigo de Amelia.
Otra vieja amiga (porque este capítulo es como una reunión de antiguos alumnos del instituto) es Lola, a quien recordemos que tienen encerrada en una prisión del Ministerio. Uno de sus guardias parece muy amable con ella y la mujer le da las gracias, pero el hombre resulta ser un cromañón que pretende violarla y es una escena horrible. MECAGOENSUSMUERTOS. Menos mal que llega Irene de heroína y le pone una cadena al pescuezo al tío y lo ahoga sin miramiento ninguno. Ole tú, Irene. OLE TÚ. Lola se queda patidifusa sin saber qué está pasando e Irene le tiende la mano en plan “vengo a salvarte”. Y se van huyendo juntas a lo Thelma y Louise. A topeeeeeeeeeeeee.
En el presente Susana hace su parte de compinche y entra al sistema informático del Ministerio con la clave de Irene para borrar el aviso de que Lola se ha escapado. Hecho. Mirad lo bien que trabajan en equipo, no se puede pedir más.
Pacino viaja para tratar con Lope de Vega y se tiene que poner con él en plan fanboy, porque otra cosa no, pero este hombre tiene un ego que tira pa’ atrás. Descubren que los de USA ya han quedado con Lope, a Alonso lo reconoce un señor viejuno que peleó con él en los Tercios, lo acusan de brujería y sale corriendo, le estropean la obra a Cervantes… Follones, vamos. Amelia decide dejarse llevar por su chichi en lugar de por su cerebro (ay, la juventud y las hormonas) y va a reencontrarse con su crush número 1. A mí esto de ser fangirl entre épocas me parece una cosa muy loca. Y, mientras, Alonso y Pacino se encuentran con los americanos que tienen unos relojes muy modernos con los que se teletransportan en el tiempo, sin puerta ni nada. Pues ya sabemos cómo viajan, ya está montado el percal.
Total, entre todo esto casi se cargan a Cervantes porque lo hacen tan desgraciado que está a punto de suicidarse (lo que les faltaba, son superdiligentes en sus misiones), así que deciden marcarse un Van Gogh en Doctor Who (si sois whovians me entenderéis) y llevárselo al presente para que vea el valor de su obra. ASÍ, A LO LOCO.
Así que sí, otro capítulo entero con muy poca Irene, pero entretenido como siempre. Irene y Susana están compinchadas (¿y liadas? Yo lo dejo caer) y ahora también han soltado a Lola, que se encuentra con Susana en su coche. Susana le da dinero y un pasaporte americano en una carpetita con el logo de la empresa americana que me da que es la que fabrica las pulseritas del tiempo power-balance. Y poco más. Siento el retraso en este resumen, pero es que de momento a Irene nos la tienen abandonada, no hay acción lesbicanaria, nada. Esperemos que esto se vaya resolviendo con el paso de los episodios.