En nuestro mundo del siglo 21 existen 79 países en los que es literalmente ilegal ser parte de la comunidad LGBT+. La mayoría son territorios africanos, árabes o del sudeste asiático. Serían 81 si tomáramos en cuenta a Rusia y Lituania, pero por detalles técnicos no lo haremos. Verán en estos dos países europeos no existen leyes, como tales, que condenen a las personas por ser queer. Pero sí existen leyes que condenan lo que ellos llaman «propaganda homosexual«, que básicamente es comportarse, hablar o vestir prendas que hagan referencia la sexualidad que no sea hetero.
La mayoría de estos 79 países son lugares que todavía no podemos llamar países desarrollados o en los que el respeto a los derechos humanos es, cuando menos, cuestionable. Es indignante, hay que tenerles el ojo puesto y luchar por abolir esta tendencia tan ignorante. Pero todavía debería preocuparnos más que algunos países que pertenecen al supuesto Primer Mundo, tengan algunas leyes preocupantes en contra de la comunidad LGBT+.
Es difícil emprender una lucha global contra la represión y el prejuicio a los homosexuales, cuando los que llevan la bandera tienen trapitos sucios en casa. No es el único caso, pero vamos a referirnos principalmente a Estados Unidos y su porción de conservadores atorrantes.
¿Por qué EE.UU.?
Recientemente el estado norteamericano de Carolina del Norte anunció una ley absolutamente inaceptable y represiva que es considerada la medida anti LGBT+ más drástica de la última década. Por ejemplo, esta ley permite que las empresas despidan a una persona simplemente por ser queer. O alguien puede ser expulsado de un hotel por ser parte de la comunidad LGBT+. Peor, una persona estaría obligada a mostrar sus genitales a un policía si el oficial sospechara que esta persona pudiera ser transgénero.
Si esto no es una descarada violación a los derechos humanos básicos, no sé qué será.
No es sólo Carolina del Norte
El estado de Georgia hizo algo similar, pero basados en la «libertad religiosa«. Es básicamente el mismo trato de no atender o aceptar personas queer. Todo empezó cuando el gobernador pensó que esto daría oportunidad a los líderes religiosos de negarse a realizar matrimonios entre personas del mismo sexo. Así, los pobrecitos, no se verían obligados a abrir sus facilidades a personas con visiones de vida «cuestionables».
Esta ley tuvo un severo revés cuando varias compañías importantes como Disney, Coca-Cola, Delta Airlines, Home Depot, UPS, Google, Microsoft y Time Warner, entre otras, se unieron al esfuerzo por rechazar esta ley, amenazando con llevar sus negocios a otra parte.
Mississippi también lanzó una ley muy similar bajo la libertad religiosa este año. Es como una epidemia.
¿Cuál es la diferencia?
Pero estas dos leyes tienen una diferencia primordial. Mientras la de Georgia implica que tu religión te daría carta blanca para discriminar a quién te provoque. La de Carolina del Norte está basada en una mentira más siniestra.
Básicamente la gente de este estado parece creer que permitir a los transgénero utilizar baños y lockers del sexo con el que se identifican va a permitir a los hombres entrar al baño de mujeres. Los legisladores incluso reclutaron niñas para que declararan que un niño no debería poder estar en el mismo baño que ella.
Este es el problema de la ignorancia y la doble moral. En tantos otros casos los niños pueden hacer sentir incómodas a las niñas porque «son niños», «son curiosos», «eso es lo que hacen», o las peores: «que no se vista así si no quiere atención», «que no provoque al niño».
Pero cuando se trata de una persona que no se identifica con el sexo con el que nació, entonces ya sus derechos a ser guarro no existen. Esta gente cree que un transgénero es alguien que se disfraza del sexo opuesto para tomar ventaja. Ya hay que tener la mente retorcida para pensar así, ¿no? Como dice el dicho, cada ladrón juzga por su condición.
Lo peor es que esta ley es tan dañina que tiene un punto que le quita al estado de Carolina del Norte la habilidad de demandar bajo la ley de antidiscriminación. Un derecho que se ha mantenido desde 1985 y que permitía a las personas que eran despedidas por su religión, raza o género demandar por segregación. Pues este remedio ya no existe en Carolina del Norte.
Esto, además, quiere decir que no son sólo las personas de la comunidad LGBT+ las afectadas, literalmente pueden despedirte o negarte servicio si les da la gana. Si eres una persona de color, si eres mujer, si eres musulmán, y tú no puedes hacer nada al respecto, no puedes defender tus derechos. Es así de terrible. Es que ya tienes que darte cuenta de que tu ley es inaceptable si el propio Donald Trump piensa que es demasiado.
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¿De dónde vienen estas leyes?
Pero la verdadera pregunta es, ¿qué causa que se creen estas leyes? La mayoría vino como una ola de reacción ante leyes que comenzaron a surgir para proteger a las personas transgénero, con ordenanzas que les permiten utilizar los servicios de baño público según el sexo con el que se identifican.
Pero no, la causa no es la leyes que se están creando para proteger a las personas transgénero. La causa es la ignorancia. Por alguna razón absurda los straight creen que los queer viven deseándolos, desnudándolos con la mente y a un paso de abordarlos sexualmente a todos. Como si ser hetero fuera un afrodisiaco irresistible. Lamento destrozarles su ego, pero su heterosexualidad no los hace cotizados premios.
Usar la religión como escudo ya agotó sus argumentos. Está muy bien que tengas una religión y que vivas tu vida de acuerdo a tus propias creencias, mientras no hagas daño a los demás. Pero saltar de eso a intentar forzar esas creencias en el resto del mundo y en las leyes, ya es harina de otro costal. Es opresión, es discriminación y, estoy segura, va en contra de todo lo que cualquier religión implica.
Ya sé que han pasado más de dos mil años, pero con lo que viven recordándolo y sufriéndolo y reviviéndolo constantemente, parece mentira que se olviden lo que se siente ser reprimidos, perseguidos, castigados y obligados a adoptar otra creencia que no es la propia.
Mejores caras en Europa
A pesar del mal papel de Rusia y Lituania, o Azerbaiyán, o Armenia, o Turquía. Alemania acaba de lanzar un plan, a penas ahora en 2016, para anular las condenas de los hombres gay que fueron encarcelados por su sexualidad bajo la ley Nazi. Más de 50 mil hombres fueron condenados entre 1946 y 1969 por ser homosexuales.
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La homosexualidad dejó de ser un crimen en este país en 1969, pero la legislación Nazi que condenaba la preferencia sexual de estos hombres no fue anulada sino hasta 1994. Hasta 2002 fue que el gobierno alemán anuló las condenas realizadas durante el período Nazi, pero esto no incluyó a los hombres condenados después de la guerra.
Por supuesto que esperar casi 50 años para llevar justicia a estos pobres hombres es una atrocidad. Pero la dirección es la correcta. En Alemania las parejas del mismo sexo pueden vivir en unión civil desde 2001 y estas parejas tienen los mismos derechos de adopción que los matrimonios heterosexuales.
Irlanda adoptó en 2015 el derecho al matrimonio gay. Italia se convirtió en el último país de la Unión Europea en legalizar los derechos para uniones entre personas del mismo sexo. El ranking de los países europeos más amigables a la comunidad LGBT+ está liderado por Malta, Bélgica y Reino Unido. Dinamarca ocupa el cuarto puesto, España y Portugal empatan en el quinto lugar.
Así está Latinoamérica
Durante casi dos décadas, desde los 70 y hasta finales de los 80, América Latina era potencialmente la región más peligrosa del mundo para la comunidad LGBT+. Una sociedad basada en la idea del machismo que veía a la homosexualidad como la mayor prueba de la decadencia burguesa.
En la Cuba comunista los gays eran encarcelados y torturados por montones. Durante la dictadura argentina de extrema derecha, bajo el nombre de Proceso Nacional, se vivió una cruel guerra contra los disidentes políticos y los llamados indeseables sociales (los gay). Para finales de los 80 la violencia contra la comunidad LGBT+ en Brasil se había tornado tan mortal que los activistas que defendían sus derechos declararon un «homocausto».
No fue sino hasta 1995 cuando Amnistía Internacional lanzó un reporte titulado Rompiendo el Silencio, sobre la violencia en contra de las personas queer en todo el mundo, que se comenzó a tener idea de lo grave de la situación.
Pero no eran sólo los países que vivieron dictaduras militares. En Colombia, por ejemplo, la policía incluía a los homosexuales en las redadas de «limpieza», donde se incluían a drogadictos, prostitutas y los sin hogar. Y en México las personas LGBT+ eran forzadas a vivir en el clóset gracias a las constantes campañas de «moralidad».
Hoy en día, sin embargo, gran parte del continente se para junto a Europa Occidental y Estados Unidos, entre las regiones más progresistas en pro de los derechos LGBT+. Todos los países latinoamericanos han despenalizado la homosexualidad. Panamá fue el último en hacerlo en 2008. Y todos tienen leyes que protegen a los gays y las lesbianas contra la discriminación.
El matrimonio homosexual es legal en Uruguay, Argentina (que fue el primero en 2010), Brasil y en muchos estados mexicanos. En Colombia, Chile, Ecuador y Bolivia la unión civil entre personas del mismo sexo es legal y ofrece a estas parejas los mismos derechos y beneficios de un matrimonio común, pero sin el nombre.
El camino todavía es largo, y aunque no hay que desviar la vista de los países más represivos, donde las personas de la comunidad LGBT+ corren mayor riesgo, es importante mantener al primer mundo en línea también.