Y cuando te miro
Y cuando te miro es como ver la fotografía más hermosa del mundo. El paisaje de tu cuerpo es el ideal para recorrerlo a ciegas, extraviada. Cuando creo que ya no puedes sorprenderme más, abres la boca y veo sus dos intenciones: para decirme algo, o para besarme.
Y yo me quedo muda al oír tus monólogos, que nunca parecen acabar; me alegro por ello, porque nunca me apetece que te calles. Porque me alegras el día. Porque me alegras los tres días a la semana que nos vemos. Porque sonreírnos unos segundos bastan para sospechar que la vida no es tan mala como la pintan.
Viaje a París
¿Sabes lo que me gustaría? Desaparecer contigo. A cualquier lugar del mundo, me da igual. Pero, si es a París, mejor.
Quisiera fugarnos, vencer el miedo a temer. Recuperar el tiempo perdido que solo encontró el mal camino. El tiempo en que todo eran quejas.
Decir que sí a nuestros corazones una vez en la vida. Consumirnos a besos, tumbarnos en la cama y anudar nuestras pieles hasta que no se sepa dónde empiezas tú y dónde acabo yo. Despertarte por la mañana y que me mires desde un ojo cerrado y el otro diciendo “buenos días” a medias. Acercarte un café recién hecho, fuerte, con cuerpo –como tú– y un croissant, y besayunar juntas. Vernos comer, comernos al ver que queremos comernos. Sentirnos vivas, rescatar nuestros corazones a través del dedo del mismo nombre.
Vaguear por las calles empedradas contigo agarrada a mí. Poder presumir de chica guapa ante cualquiera que se nos quede mirando. Dejémonos llevar, no paremos de soñar. Lo cierto es… que me apetece un poco de ti.
-Eres una soñadora –murmuraste.
-Lo sé. Siempre estoy igual. Sé que esto es más real de lo que quiero admitir. Solo… -te tomé de la mano-…, solo déjame soñar un poquito más.
Te amo
-Te amo –le dije. Las dos palabras más difíciles del mundo de expresar.
-Yo no –respondió. Las dos palabras más difíciles del mundo de escuchar.