No es fácil alejarte
¿Sabes? No es fácil alejarte. Odiarte sí. Pero alejarte hasta el olvido…, eso ya es otro cantar. En tu caso se podría decir “otro recitar”, que va más contigo.
Reconozco que alguna vez te he odiado. Y también que viví momentos en que era incapaz de distinguir a quién despreciaba más: a tu indiferencia o a mi timidez. Aun así, querer alejarte no es mi sentimiento más fuerte hacia ti. El que gana la batalla también empieza por “A”. Y, si giras la palabra, luce el paradero de la Fuente de Trevi. Me gustaría poder hallar mil maneras de hacer de ti un recuerdo indoloro. No sé si es mejor que duelas un ratito o que escuezas para siempre.
Yo solo soy una escritora a la que no conoce nadie
Yo solo soy una escritora a la que no conoce nadie, que se pasa los días intentando reescribir su vida. En círculos, dando vueltas a sus errores en bucle. Y poniendo a ese error el nombre de otras mujeres para no recordar el de verdad, porque duele demasiado.
Me gustaría irme unos días contigo a una casa rural, a un hotel, a un camping o donde coño sea. Por el día, hablar de todo hasta que se agoten las palabras en el mundo. Por las noches, amarnos como si no hubiera un mañana, hasta darnos de sí los cuerpos y quedarnos secas. Y al acabar, acabar también con nosotras mismas y esta absurda situación que ninguna queremos aceptar.
Eso me gustaría. Para que tú puedas seguir con tu vida y yo recuperar el rumbo de la mía. ¿Sabes por qué? Porque yo solo soy una escritora a la que nadie conoce, que siempre tiene un pie en el borde del precipicio y el otro en el aire, en duda, sin saber si avanzar o recular.
La verdad es que tengo justo lo que me merezco. Que es SOLEDAD. Noches sin dormir. Durmiendo solo en sueños. Cuando sueño contigo. Por eso no me conoce nadie. Porque solo me quiero para ti.
Qué fue
-Me gusta el color de tu camiseta –me dijo.
-Gracias. A mí el de tus ojos –respondí.
No sé si fue el color de sus ojos o el de su sonrisa, o la luz del atardecer, que como iba a llover, me animó a ser valiente por si el agua se tragaba el mundo, con nosotras dentro. Pero con esa atmósfera alternativa, lo que me pedía el cuerpo era besarla hasta que nuestros labios fuesen uno solo. Y que fuera lo que tuviera que ser.