y abrazarte clara asuncion garcia destacada

Este libro recopila un total de siete relatos de Clara Asunción García que, como se explicita en el subtítulo, tienen como temática común el amor. Por ello, viene muy a propósito para los días en que nos encontramos, en que estamos celebrando el día de las enamoradas, bajo los auspicios de su patrón San Valentín.

Todas estas narraciones tratan del amor entre mujeres, unas veces más feliz, otras más complicado, otras más añorante… Formas todas que le son propias, pero que se manifiestan con variedad, porque distinta y variada es también cada relación amorosa.

1.- “Fire”.

Aurora acude de mala gana a una de esas reuniones de antiguos alumnos de instituto en que la gente se reencuentra pero casi no se conoce, porque con treinta años por medio todo cambia mucho. La reunión se describe con merecida mordacidad y un tono irónico e incisivo: son eventos donde te encuentras con tus viejos fantasmas de la adolescencia (con los mentales y con los de verdad, es decir, los que llevan una bola enorme arrastrando mientras presumen de sus dudosos y muchas veces inventados éxitos).

Como decía, Aurora ha asistido con bastante desgana. De hecho, a la anterior fiesta no fue. Tiene varias excusas, pero la estrella de los argumentos para no acudir es que ella vive en los USA y se le antoja muy cuesta arriba cruzar el océano para semejante pijada. Esa pereza esconde la realidad: a Aurora no le apetece ir a reuniones donde pueda encontrarse con cierta persona.

Y hete aquí que este reencuentro se va a producir porque debe producirse. Es el reencuentro entre dos viejas amigas. Bueno, mucho más que amigas, en realidad.

Vuelve a sonreír. Como antaño. Y allá va mi pobre corazoncito. Triple salto mortal con looping de propina. Hoy se me mata.

Carola y ella hace treinta años que no se ven. Desde adolescentes, cuando todo era muy difícil, cuando Aurora no quiso seguir adelante con una relación que le daba miedo. Ahora hay que enfrentarse al pasado y, ¿quién sabe?, quizás al presente.

-Ura- susurra, excavando mi mirada con sus pupilas.
La palabra atraviesa el aire, entra en mí; se hace señora del Tiempo y se enrosca en mi nuca, donde el cosquilleo del espectro de unos labios erizan mi piel, como si realmente Carola estuviera tras de mí, enlazando mi cintura como solía hacer, pronunciando mi nombre en un susurro.
Nunca nadie me ha vuelto a llamar así, ni ahora ni antes, nunca; solo ella. Y siento la vida recorriendo mis venas, derrochando latidos como un excéntrico millonario lanzaría billetes desde una ventana; como si lo que hasta ahora hubiese vivido no hubiera sido más que un espejismo, un sucedáneo, una copia pirata de todo lo que es verdadero, profundo y conmovedor.

2.- “Buenos días, mundo”.

Un despertar de domingo. Un sueño erótico que exige su desenlace. Berta y Luisa, actriz y guionista respectivamente, casadas (la una con la otra, claro está). Un relato breve, simpático, con mucho amor entre las sábanas.

3.- “Y abrazarte”.

En su primera cita real tras muchas virtuales, Adela desea tanto como Laura encontrarse de verdad, conocer por fin a esa persona con la que lleva charlando durante meses por internet. Pero ahora, con ella enfrente, le asalta el miedo. Tal vez, incluso, sufra un asalto aún peor.

Pero por ello mi miedo se redobla.
Le ha puesto un telegrama urgente al pánico.
No creo que tarde en personarse.

La razón de que el pánico acuda es que Adela se encuentra con alguien que no responde a sus expectativas. Y no es que Laura sea un orco de Mordor, ni muy alta o muy bajita, o muy gorda o muy flaca, ni tan siquiera un hombre (lo cual sería toda una desconcertante sorpresa, dadas las circunstancias). No, el problema es que no imaginaba que Laura tuviera 30 añitos menos que ella.

Adela estaba muy triste, superando una terrible pérdida, y buscó en internet remedios para su aislamiento por el duelo.

Yo, que antaño bebía luz cuando tenía a Merche para compartirla. Yo, que dejé de ser luminosa primera persona del plural para convertirme en melancólica del singular.
Cuando el sol decidió irse con ella y yo me quedé con la sombra.

Y en internet encontró a Laura. La amistad virtual con ella ha sido más rica en contenido y matices que muchas amistades cara a cara. Tanto que ha generado una ilusión que ahora intenta materializarse en la vida real.

Es una narración muy completa, con un manejo del diálogo magnífico, una técnica de introspección impecable y una buena evolución de los personajes. Cuando una autora destaca un relato poniendo su nombre al conjunto es siempre porque es especial. Desde luego, en esta ocasión, la selección no ha podido ser más acertada.

4.- “¿Te lo puedes creer?” (Publicado originalmente en la antología “Donde puedas amar, no te demores” (Editorial Egales, 2016).

Una estudiante aborda a una activista LGBT (también estudiante) en el campus de una universidad, con propósitos entrevistatorios. Susana es estudiante de Periodismo, lo cual (por lógica) la impulsa naturalmente hacia la entrevista.

Beatriz, la entrevistada, acaba de dimitir de su cargo. Era hasta hace unos minutos presidenta de la asociación LGBT de la universidad (llamada IRIS).

Cuando finalmente la entrevista se produce surgen varios descubrimientos. Porque las conversaciones a veces sirven para cambiarlo todo. Pero, todo, todo y todo.

5.- “Imperator amorosa”.

“Te quiero”. Dos amigas toman una copa en cierta bonita noche de junio, en la azotea del pub “Nostromo”.

Está ahí, lo sé. Porque tú has dicho: “Te quiero”, y ha sido como ir a la Luna habiendo planeado el viaje, como leer un libro comprado por una misma, como escuchar mi propia voz al hablar. Ha sido reconocerse, ha sido nombrarse.

Pepa, nuestra protagonista narradora y destinataria de la declaración, lucha con sus dos apellidos. Ambos representan dos tendencias contrapuestas de comportamiento. Los López son osados, arriesgados, aguerridos, valientes; los Osuna, parados, indecisos, cobardicas y tendentes a la inmovilidad congénita. Y eso no deja de ser una perita, porque así no se alcanza ningún objetivo.

Y qué pena, dejar escapar tanta vida, tantos besos, tantos amaneceres por no atreverse.

Pero Pepa López Osuna comparte sangre de ambas fuentes, así que las dos corrientes sanguíneas tienen posibilidades de ganar la batalla. ¿Será Pepa más López o más Osuna?

6.- “La mujer en mi corazón”.

Nuestra protagonista tiene una mujer metida en el corazón tan hondamente y con tanta pasión, que muere por sus huesos, y por sus acciones y por todo, en resumen.

Es la quinta vez esta semana que me toca resucitar. ¡Y van…! Que cada vez que la miro, muero; que cada vez que de sus labios sale siquiera un suspiro, muero; que cada vez que se mueve, parpadea, se aparta un mechón de la frente, compra tomates, le dice al vecino del Sexto que le encanta Verdi “peronoalasdosdelamañanaoiga”, muero. Que muero, muero y muero como ocho veces al día y estoy en un ay por que ya no me renueven el carnet de “mulier resuscitatum”. ¡Que eso va por puntos.

Es lo que tiene estar coladita por completo. Lo malo es que su amada la corresponde y, con tanta intensidad, que la narradora pide tregua. Eso sí, conservando un montón de cuestiones imprescindibles para seguir muriendo de amor un poquito cada día (pero en versión más light y tranquila).

7.- “Corazón cuarteado”.

Este relato es muy especial. Si, como he dicho antes, elegir el título resulta un marcador claro para significar una de las narraciones, no lo es menos dejar otra para el final.

El diálogo entre Vicky y Lucía no se plantea en los términos habituales, porque no se encuentra dentro de la dimensión habitual. Lucía no está en el plano físico, normal, el que conocemos; Lucía ha pasado a mejor vida.

Lucía sigue apareciéndose a Vicky cada vez que ésta la rememora. Y del luctuoso suceso han transcurrido ya cinco años.

Pero Vicky no puede desplazar a su novia Lucía del lugar que ocupa: el mismísimo centro de su corazón. Como la difunta señala, con cariñoso reproche, la ha situado en la mitad de su salón de estar, en vez de dejarla un poquito más apegada a la pared.

Vicky ha sido incapaz hasta este mismo instante de desplazar a su difunta novia del lugar donde la situó cuando sucedió su muerte. Todo esto a pesar de que Lucía siempre ha insistido en que debe continuar viviendo sin ella. O, al menos, colocarla no en el mismo centro de la estancia: ella sólo pide que la desplace un poco hacia una esquinita, porque realmente está allí “como un enorme jarrón imposible de esquivar”.

Todo esto por el bien de Vicky.

La magia está en que la aparición es real: Vic la “invoca” porque no puede olvidarla. Pero es demasiado vívida como para ser imaginaria o una visión. La aparición es cierta y se materializa en la mente de la viuda: el diálogo es auténtico, no son imaginaciones. Lucía habla con ella de verdad.

Sus entrevistas y encuentros se han sucedido a lo largo de los cinco años de ausencia “material” y obligada de Lucía, y han tenido un común denominador: Lu se aparece cada vez que Vic piensa en ella. Y Lu lee los pensamientos de su viuda en el mismo instante en que se producen.

Resulta irónico que una comunicación mental tan perfecta sólo sea posible cuando la muerte está por medio.

Pero esta vez algo ha cambiado: a Lu se le pasan los pensamientos de Vic. Sólo leyendo hasta el final del relato sabremos a qué es debido.

Sé que sería más fácil, lo sé, decírselo directamente. Pero estoy hablando con el espectro de mi novia, que acuna en la palma de su mano mi roto corazón, y cuando las cosas son así, las cosas se hacen de otro modo.

Lucía tiene en custodia, desde el día en que murió, el corazón de Vicky, porque la interesada se lo entregó voluntariamente. Y lo acaricia con ternura porque el pobre está muy rotito. El único modo de repararlo es que se lo entregue a otra; porque Lucía quedaría liberada y sería muy feliz de ver que su amada rehace por fin su vida y arregla su maltrecho corazoncito.

Es mi historia preferida. Es especial, emocionante (hasta se me han saltado unas lagrimillas), tierna y emotiva. Desde mi punto de vista, un relato de amor profundo y verdadero, con pequeños toques de humor, como el episodio del “cuchiqueso” (que es de traca), o las apariciones de Lucía cada vez que Vicky se acuesta con alguien (o lo intenta). Convengamos que esto último genera situaciones algo incómodas, pero claro, Lucía no lo puede evitar: “Es que me aparezco porque no me olvidas”, se disculpa.

Como última observación a este relato, sólo me queda decir que a mí tampoco me gustó la adaptación cinematográfica de “Carol”.

En cuanto al libro en su conjunto, además de tratar sobre “esa cosa dando la tabarra llamada amor”, hay un nudo temático que enlaza la mayoría de los relatos: la superación (o no) de las barreras (a veces impuestas y artificiales), de los miedos, de la sensación de que nuestro amor es imposible. Todas esas cuestiones están para saltárselas porque, como dice un buen amigo de Aurora (primer relato de la compilación), hay que darle al amor todo el puto campo y lanzarse, sin dar nada por sentado o por perdido.

El libro merece la pena y, como decía al principio, es perfecto para estos días. Ya sabemos que el amor hay que celebrarlo siempre y no sólo en San Valentín; pero, ¿por qué no celebrarlo también en San Valentín?

Queda totalmente recomendado. Que lo disfrutéis, si os apetece.

Edición que cito: García, CA. Y abrazarte. Antología de relatos con esa cosa llamada amor dando la tabarra. Edición Kindle, 2016.