Ya algunos días pasaron desde que conmemoramos todas juntas el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Pero algo quedó pendiente.
Vengo acá a contarles una mirada diferente sobre este día, una que se vivió desde las ciudades y provincias de Argentina, sobre todo, pero también como acontecimiento en todo Latinoamérica. Desde 2015 se comenzó a gestar un nuevo movimiento feminista. El hashtag que lo inauguró fue #NiUnaMenos.
La lucha contra las crecientes olas de femicidios comenzó con una multitudinaria marcha en todas las ciudades de Argentina el 3 de junio de 2015. El pedido era sencillo: Ni una menos, vivas nos queremos. Dejen de matarnos. Pero, hasta hoy, la tasa de femicidios no hizo otra cosa más que crecer. En 2016 la marcha se volvió a hacer, en la misma fecha, pero los resultados fueron los mismos: muchas personas en las plazas principales, muchos femicidios que sumar a las listas.
Nos unimos todas por el cansancio de luchar para continuar sin ser oídas, sumándonos a las luchas feministas, en contra del patriarcado, en contra del mismísimo presidente de Argentina Mauricio Macri (quien, antes de asumir al gobierno, afirmó que a las mujeres les encanta que les digan cosas en la calle, aunque ellas digan que no, y aunque se les arrojen guarangadas; “A aquellas que dicen que no les gustan los piropos, que las ofenden, no les creo nada”).
En contra de todo esto, el 19 de octubre del año pasado se realizó un quiebre en la historia del país, un punto de inflexión: el primer paro nacional de mujeres. En todos los puestos de trabajo, las mujeres fuimos vestidas de negro y paramos de 12 a 14 hs.
¿Por qué les vengo a contar todo esto? Porque quiero trasmitir cómo se vivió este 8 de marzo en la otra punta del mundo. En Argentina, mi nación; acá muere una mujer cada 18 horas. Traigo especialmente la mirada de la provincia de Santa Fe, que se ubica segunda en el ranquin con mayor tasa de femicidios.
La consigna para este 8 de marzo fue realizar, nuevamente, un paro nacional de mujeres. Luego, a las 16.30 hs nos congregamos cientos en el centro de la ciudad de Santa Fe para prepararnos para marchar 20 cuadras, cruzando toda la peatonal, hasta llegar a la plaza principal. Si la consigna era venir vestidas todas de negro, por los femicidios, yo no creí ni que la mitad lo fuese a hacer. Me equivoqué: todas a las que alcancé a ver, vestían de luto. La mayoría con un pañuelo verde (de la campaña nacional del aborto seguro, legal y gratuito), la mayoría también con un pañuelo, o algún agregado a la vestimenta, de color violeta (por el color de la mujer).
Comenzaron a sonar los tambores de las distintas agrupaciones políticas, marchando una al lado de la otra más allá de los ideales (porque todas supimos entender que nos uníamos por algo mayor a esas pequeñas diferencias). Poco a poco se comenzaron a escuchar las diferentes canciones de marcha. Las más populares, y que no pararon en ningún momento, decían: “Abajo el patriarcado se va a caer se va a caer, arriba el feminismo que va a vencer que va a vencer”; “Mujer que escucha, únete a la lucha”; “Ni una menos, vivas nos queremos”; “Alerta, alerta, alerta al que camina, mujeres feministas por américa latina; se cuidan, se cuidan, se cuidan los machistas, América Latina va a ser toda feminista”.
La marcha finalizó en la plaza 25 de mayo, pero la lucha continuó con canciones y discursos hasta que el cielo se puso completamente oscuro. Pero el cierre fue, quizás, la parte más emocionante.
Al ritmo de los tambores, comenzó a realizar una presentación el grupo teatral “No soy yo, sos vos”. Todas iban con el pecho al descubierto. Se prendió un pequeño fuego en el centro de la plaza, y realizaron una especie de ritual que incluyó cantos y gritos de bronca.
Luego, poco a poco, comenzaron a danzar con diferentes palabras escritas en cartulinas, entre las que se dejaba ver “religión”, “machismo”, “Macri gato” (es el presidente), “feminazi” (porque nunca quedan por fueran quienes intentar deslegitimarnos diciendo que somos como los nazis), “Estado”, “policía cómplice”, entre muchas más. Una a una, comenzaron a tirar las palabras al fuego, y la multitud explotaba en gritos.
El final fue con una unión de todas las que continuábamos aún en la plaza, gritando en un mismo sonido de lucha, bailando, hasta que el fuego se consumiera.
Cuando no nos incineren vivas
Cuando no nos metan en un conteiner, en bolsas de residuos.
Cuando no nos peguen
Cuando no nos empalen
Cuando no nos violen
Cuando no nos humillen
Cuando no nos denigren
Cuando no nos estrangulen
Cuando no nos apuñalen
Cuando no sobren los etcéteras
Cuando todo eso pase, va a ser un día feliz.
Mientras, sigue siendo un día de lucha como cualquier otro.
Y así será, de igual a igual.
8M” – Tamara Naymark.
Cada ciudad o pueblo, cada país, decidió libremente cómo llevaría adelante este paro. Algunas compañeras por el mundo vistieron de rojo, otras de violeta, y más acá, en Santa Fe, de negro. Ruidazos, bocinazos, cese de la jornada laboral por algunas horas o durante todo el día, marchas, expresiones artísticas que acompañaron la lucha. Cada convocatoria tuvo sus propias características, su diversidad. Una diversidad que es propia del movimiento, porque los reclamos son cientos, miles, y porque no es lo mismo ser mujer en el norte que en el sur, ni que serlo en Buenos Aires o en Jujuy, o al interior de cada provincia, en cada rincón de este país, de Latinoamérica o del mundo. Diferencias geográficas, que también configuran muchas diferencias culturales y materiales.
Pero hay algo que nos une: somos mujeres. Y nuestra sola pertenencia a ese colectivo nos hermana contra un enemigo común, que nos hace sentir su rigor desde, aún, antes de nacer. Cómo vestirnos, de qué colores, qué tan larga la pollera. Con qué jugar, cómo movernos, cómo expresaron, qué estudiar. Saber cocinar, limpiar y planchar. A quién desear, a quién amar. Dónde trabajar, a qué aspirar. Los femicidios son la manifestación última y extrema de toda esta violencia. Paramos por las que ya no están, pero también por las que estamos y las que vendrán.
Como lesbicanarias, como mujeres en este mundo patriarcal, machista, misógino y heterosexual, estas luchas no nos deben pasar por al lado, desapercibidas. Debemos unirnos en un grito de lucha, y no parar hasta que se convierta en una realidad. Sí, vamos por todo. La revolución, claramente, será feminista o no será.