El anterior resumen de Seis Hermanas lo dejábamos con la esperada vuelta de Francisca y con Cata con un mal cuerpo que no veas por su lectura, no apropiada, de la novela de Celia… ¿qué habrá pasado esta semana? Pues vamos a averiguarlo.
Empezamos la semana en casa Silva con Diana, Blanca y Celia desayunando. Diana tiene el estómago cerrado, Salvador sigue en prisión y todavía no saben si va a salir. Va a ser la fiesta de compromiso de Blanca (recordemos que se va a casar con Tristán) y, en vez de estar todas alegres, tienen unas caras de funeral que echan para atrás… También comentan lo increíble que parece que Blanca vaya a ser la madrina en el casamiento de Rodolfo Loygorri con Amalia (La Cachetera). En mitad del desayuno aparece la pequeña de las Silva, Elisa. Celia la ha llamado porque tiene una gran noticia que darles. ¡¡¡FRANCISCA HA VUELTO!!!
En otro lado de la ciudad, Cata está en la Villa de París; en eso que llega la insufrible de Marina para jodernos el rato. La MUY COTILLA se ha acercado hasta la tienda para ver cómo le ha ido a la costurera con la maestra después de los consejos que le dio. Cata enseguida pone cara de pocos amigos y le dice que no quiere hablar del tema, en resumen, que no le ha servido para nada lo que la guarra le ha dicho y aconsejado y que, si puede ser, se olvide de ella. Pero mientras tanto, la guarra se las ingenia para seguir sacándole información a Cata, al final ésta acaba contándole que Celia ha escrito una novela donde narra su relación con Aurora, escrita como si la maestra fuera un hombre (no se vaya a escandalizar la sociedad de entonces, y para no ir a la cárcel, claro está).
Mientras Cata lo “pasa mal” con Marina, Celia y sus hermanas están en su salsa. La pelirroja ha pasado la noche en la habitación de Celia y, ni sus hermanas ni el servicio, se han dado cuenta. La cantante va a pasar unos días por Madrid, así las hermanas se pueden poner al día, y lo más importante, ESTAR TODAS JUNTAS (aunque falta Adela, qué lástima, joé). Tampoco ha podido traer a su hijo, por si acaso “el parches” se enteraba e intentaba hacerle una jugarreta, pero ha traído fotografías para que sus tías puedan ver lo grande que está ya.
Ya por la tarde, Celia acude a la tienda de moda para visitar a su novia. Va a contarle que su hermana Francisca ha adelantado su viaje y ya está en la ciudad y que le encantaría que se conocieran. También aprovecha para decirle que tiene entradas para el teatro, para otra obra de Galdós. La costurera pregunta sobre qué trata la obra y Celia le cuenta que va sobre una rica heredera que está buscando al amor de su vida, que vive en los bajos fondos de Madrid y ella intenta sacarlo de ahí, y Cata entiende que es lo mismo que está haciendo Celia con ella. La maestra le dice que no, que a ella le encanta tal y como es, y, de repente, la costurera se pone seria y se marcha al almacén. Celia deja sus cosas en el mostrador cuando…
¡¡BOOOOOOOOOOOOOOOM!! Encuentra en el bolso de Cata la foto de Aurora. (Si es que… ¿a quién se le ocurre llevarla encima?) aiiiinnnssss… Y claro, nuestra maestra pone un pucherito al verla. Cuando Cata vuelve del almacén, ve que Celia tiene la foto en la mano. Enseguida la maestra le recrimina por qué está en su poder. Al menos la chica no le miente y le dice que se la cogió uno de los días que estuvo en su casa. Celia ata cabos rápido, entiende el cambio repentino de la costurera, cuando se hizo el peinado; que le guste el teatro cuando en realidad no es así… Cata se defiende diciendo que quiere estar a la altura de la enfermera, no es una competición, contesta la maestra. Ésta le pregunta que si alguna vez la ha hecho sentirse inferior a ella, Cata sólo puede negarlo, es todo por su mentalidad y las absurdas ideas que le ha metido la guarra en la cabeza. Al final Celia dice la frase que da a entender el fin de la relación: “Quizá no debería haber empezado nada de esto” y se va. Cata se siente cual animalillo abandonado.
Después de la boda, Celia ha ido a la Villa de París para poder arreglar las cosas con Cata y no la ha encontrado, también la ha buscado en la casa de huéspedes donde se alojaba y nada, lo ha pagado todo y ha desaparecido. Celia, ante tal preocupación, acude a Velasco para que la ayude a buscarla.
A la mañana siguiente, Celia acude al Ambigú a preguntarle a Antonia sobre la tienda; ha pasado por allí y la ha visto cerrada, cosa que le ha llamado la atención. La tabernera le confirma que sí, que Cata se ha marchado pero sin dar razón alguna, aunque ella cree que es por mal de amores. (No vas para nada desencaminada, Antonia). Una vecina de la tienda le dijo que últimamente se pasaba mucho por allí la guarra de Marina, en ese momento a Celia le cambia la cara y sale echando chispas de la taberna.
Y tal cual sale de plano en una escena entra corriendo en otra (con tanto correr normal que esté tan delgadilla la niña). A lo que iba, Celia va a contarle a Velasco lo de Marina. El inspector está leyendo detenidamente un informe y casi no le presta atención a la maestra, ésta se exaspera… ¡cuánta paciencia! Al final Celia acaba diciéndole al inspector que como Marina le haga algo a Cata, la mata (jajajaja… me encanta la forma que tiene de decirlo). Al final, Velasco le cuenta a Celia que Benito ha despertado y ha confesado que Luis intentó matarlo, siguiendo órdenes de Marina, así que el informe era para ir a detenerla. Celia está fuera de sus cabales al ver que Federico no hace nada, así que decide ir ella misma a casa de Marina; justo en ese momento suena el teléfono, es la confirmación para que Velasco pueda ir a detenerla, y claro está, Celia se va con él.
Llegan justo a tiempo a casa de Marina, ésta ya tenía la maleta en la mano lista para desaparecer. La guarra se esconde en el piso de arriba, pero un policía da con ella rápidamente. La orden también es para detener a Luis, pero no lo encuentran en la casa… (¿Ya se lo ha cargado Marina? ¿Le ha dado tiempo a huir? Esto de no ver los capis enteros… ahora me quedo con la duda).
Empieza un nuevo día y Celia acude al despacho de su buen amigo Velasco. El inspector está muy liado con tanto papel, le ofrece asiento a Celia, le retira la silla y la maestra se queda parada “¿Encima de los papeles?” dice… Jajajaja qué cachonda; él, para recompensar, le ofrece mandarina y, como todas vosotras sabréis, Celia (Candela) no desprecia la comida, así que acepta encantada. (Si fuera por Candela, se pasaría TODO el día comiendo, jijijiji). Federico había llamado a Celia para que fuera a verlo, tenía algo para ella. Después de rebuscarlo por toda la mesa en su caos organizado, como dice él, lo encuentra. Se trata de una nota en la que pone la dirección donde está trabajando ahora Cata. Celia se queda más tranquila al saber que está perfectamente. Le devuelve la nota al inspector, se muere por verla pero no cree que sea oportuno, ya que si ha “desaparecido” es porque no quiere verla más. Al final Federico la convence para que acuda a su encuentro, la vida no da tantas oportunidades, y no debería dejar escapar esta por una tontería.
Así que aquí tenemos a la maestra, esperando para ver a Cata. Ésta llega y le pregunta cómo la ha encontrado, por Velasco, claro está. Celia estaba preocupada con todo lo que ha pasado con la guarra y sólo de pensar que le podría haber hecho algo a ella… le revolvía las entrañas. La maestra le pregunta que si se ha ido por lo que le dijo, la costurera le contesta que en parte sí, y porque se había dado cuenta que NUNCA iba a estar a la altura de Aurora.
Cata: … Encontré el libro que estás escribiendo. Celia: ¿Qué? Cata: Sé que no debería haberlo hecho, pero me pudo la curiosidad y lo leí. Mira, ahí está muy claro lo mucho que la quisiste, y lo importante que fue para ti. Celia: Y lo fue. Y sí, la amé muchísimo. Y tuvimos que superar mil obstáculos hasta que se la llevó la muerte. Cata: Celia, yo nunca seré como ella. Celia: No. Tú nunca serás como ella. Ni yo te amaré como la quise a ella. Cata: ¿Me has hecho venir aquí para decirme esto? Celia: Pues sí. Porque yo no pretendo que sustituyas a Aurora, eso es… eso es morboso, Cata, y es cruel, y no se puede competir con un recuerdo. Cata: Por eso me fui. Celia: Pero no tienes por qué. Mira Cata, yo no te busqué… ni quería estar contigo e incluso te aparte de mí… Cata: Lo sé. Celia: Pero es ahora cuando he estado a punto de perderte que… que me he dado cuenta de que… de que no puedo parar de pensar en ti. Y yo no quiero que dejes de ser la Cata que tú eres. La Cata que tiene un talento increíble para dibujar. Que es indecisa…insegura… y tiene un corazón enorme. Cata: ¿Y el libro? Celia: El libro acaba con una palabra. FIN. Y eso es lo que pretende, cerrar páginas y abrir otras nuevas. Y yo creo que tú y yo escribiríamos una historia muy hermosa. Cata: Ojalá yo supiese decir cosas tan bonitas. Celia: Y ojalá yo pudiese besarte ahora mismo.
Y hacen la acción de acercar sus dedos y acariciarse sutilmente. (Un movimiento que parece de lo más arcaico, parace que les estén dando cuerda en las manos para avanzar…) (lo siento, pero pueden hacer lo mismo, poner una la mano encima de la otra, como si se estuvieran dando apoyo, creo que eso no está mal visto, ¿no?).
Ya por la noche, Celia regresa a su casa y se lleva una grata sorpresa; Salvador ha salido de la cárcel, y se ha reconciliado con Diana, y Blanca está con Cristóbal, su verdadero amor. Están esperando a Elisa. De repente llega Elpidia corriendo y anuncia la llegada de la más pequeña. Las hermanas y parejas se esconden como pueden en el salón. La pequeña entra con cara triste en el salón preguntando por sus hermanas cuando… ¡¡¡SORPRESA!!! Y Elisa se pone a llorar.
Están todos reunidos en el salón con un aperitivo. Diana, lo primero que suelta es un bombazo, le han vendido la fábrica a Rodolfo. Cristóbal se va a Francia a trabajar. Y Celia anuncia que ya ha finalizado su novela y, a lo mejor, se publica. Cogen sus copas y cada una brinda por un motivo, pero especialmente, por Elisa, que es su santo. Suena el timbre de la puerta, es Rosalía, no trae buenas noticias. Tío Richi está muy mal en el hospital.
Antonia está apañando el local para abrirlo cuando entra Cata. La costurera ha dejado su trabajo y ha vuelto con la intención de recuperar el que tenía. Antonia intuye que su huída anterior era por mal de amores, Cata se asusta, ella no ha dicho eso, pero la tabernera le dice que el muchacho tiene que valer mucho la pena y que ojalá se enderece la cosa, hinque la rodilla en el suelo y la lleve al altar. Cata respira tranquila, no sabe nada (fiu, fiu). Antonia está encantada con la vuelta de Cata, eso sí, le dice que el trabajo le va a durar lo que tarde en vender la tienda.
Cata ha retomado su rutina. Celia se alegra de que Antonia le haya devuelto el empleo. La costurera le cuenta a la maestra que tendrá trabajo hasta que Antonia venda la tienda, Celia le da ánimos, con lo buena que es, seguro que encuentra trabajo rápidamente. Cata le pregunta a su novia qué tal le ha ido la reunión en la editorial; le cuenta que van a publicar su libro, pero no tal y como está, sino como folletines, por capítulos. Cata no se lo toma nada bien, le pide a Celia que si de verdad la quiere, decline la oferta, que no la publique nunca.
A Cata le ha gustado el manuscrito pero… piensa que cualquiera puede reconocerlas por cercanía o porque recuerde el escándalo que se montó con la prensa hace años. Celia no había caído en ese detalle, así que decide que va a firmar con un pseudónimo, Cruz Galván. El nombre lo han elegido los sombreros de la tienda, sí, como lo leéis, hacen un juego y es así como va a firmar Celia de ahora en adelante.
Celia llega corriendo al comedor, Diana, Blanca y Salvador la están esperando a ella y a Elisa. La pequeña llega y dice que la disculpen, que no va a comer con ellos, se marcha al hospital a ver cómo sigue su padre. Las hermanas la convencen para que coma y luego vaya al hospital. Empiezan a recordar tiempos pasados; cuando todas trabajaban en la fábrica; el accidente en la mano de Elisa; Salvador conoció allí a Diana… y Celia les cuenta que van a publicar su novela, aunque en forma de folletín. Las hermanas se alegran mucho por ella. Blanca anuncia que se va a casar con Cristóbal. Se va a vivir a Francia con él y fue ella quien le pidió matrimonio.
Celia acude a visitar a su novia al trabajo. Ésta se lleva una grata sorpresa, no la esperaba tan temprano, la hacía escribiendo la primera entrega de su folletín. La maestra la saca de su equívoco, asume que no se le da nada bien escribir en dicho formato, por lo que todo lo que escribe o lo encuentra básico o directamente no le gusta. Su chica la ayuda a ver que lo que tiene que escribir es una historia que le guste a la gente normal, la que trabaja todo el día por un jornal mísere, que lo que busca es olvidarse de sus problemas por un rato. Celia capta la idea y se vuelve a casa a intentar escribir la primera entrega.
Seguimos en la Villa de París. En esta ocasión, es Blanca la que acude a ver a la costurera. Cuando entra, Cata está en la trastienda y Blanca aprovecha para ver los dibujos que hay en el mostrador. A la mayor de las Silva le encantan los bocetos y le propone que le haga su vestido de novia. Cata acepta encantada, aunque tiene un reto importante: hacerlo en ¡3 DÍAS!
En otro lado de la ciudad, Celia baja a la cocina para pedir opinión a Merceditas y Elpidia sobre el folletín. Les pregunta que si lo leen y qué es lo que más les gusta de ellos. Elpidia es una auténtica fan de poster de los folletines, por lo que no pierde el tiempo en explicarle a la señorita Celia cómo deben de ir encaminados, pero sobretodo, tienen que acabar bien, el amor es lo más importante.
Y así acaba la semana, con la maestra buscando ideas para su folletín y con Cata metida en una gran contrarreloj para diseñar y elaborar el vestido de novia de su cuñada Blanca. ¿¿¿Qué nos deparará la semana que viene??? Pues habrá que esperar para verlo.