El resumen anterior nos dejaba con la incertidumbre de saber si Antonia le iba a vender la Villa de París a Celia y ésta montaba una librería junto a Cata. ¿Se habrá cumplido el sueño de Celia? ¿Al final Antonia se raja y no le vende la tienda ni a Celia ni a Cándida? Qué misterioso todo. Vamos a ver qué ha ocurrido esta semana con nuestra parejita.
Celia entra más que decida en el Ambigú para hablar con Antonia. La maestra es
directa, quiere comprarle la Villa de París. Antonia le dice que no, que Cándida ya le
ha dado una señal y que esa misma tarde le paga el resto y firman el contrato.
Celia, con buenas palabras, intenta convencerla para que se la venda a ella, los
sentimientos son más que una parte importante y seguro que no le gustaría ver que
el nombre de su hermano Germán queda vinculado al nuevo negocio que la del burdel
quiere regentar. Después de intentar apelar lo máximo posible a los sentimientos
de Antonia y ver que no surte efecto, Celia opta por la solución más rápida, le
plantifica delante un fojardo de billetes y a la dueña del ambigú le cambia la cara
por completo. Parece que es un buen método. (¡¡Haber empezado por ahí, Celia!!)
Cata está retocando un vestido cuando entra Celia. La costurera la saluda con un simple “hola” que a Celia no le gusta, no es un buen recibimiento para ¡¡¡LA NUEVA DUEÑA DE LA TIENDA!!! ¡¡¡Al final lo ha conseguido!!! ¡¡¡BRAVO CELIA!!! Cata flipa en colorines y le plantifica un besazo en todos los morros, ahí, delante de la PUERTA ABIERTA (¡¡si es que no os han pillado de milagro!!); bueno, a lo que iba, da por sentado que no ha perdido el trabajo, pero Celia no sabe todavía si la va a contratar… ¡que es broma! ¡Pues claro que sí! Pero tendrá que aprenderlo todo sobre los libros. Comentan diversas cosas sobre el trabajo que les espera e incluso Celia ha pensado en un posible nombre: “Catelia” ¿¿¿EN SERIO?? ¿¿CA TE LI A?? ¿¿Really?? ¿No han tenido otra idea los guionistas? Paaaaaaar favaaaaaaaaaaar) Cata no sabe lo que significa y Celia le explica que es una fusión de sus dos nombres. (¡Es que to da ví a no me lo cre o!) (Que sí, que vale, que es un súper ultra mega guiño a las seguidoras, pero… ¿WTF?)
Celia entra en casa y encuentra a Elpidia frotando la plata. Resulta, que hasta hace
un rato, la sirvienta estaba hospitalizada en el hospital y ahora está dale que te
pego a la plata y la madera. Celia aprovecha para confirmarle que las ideas que le
daba para el folletín estaban basadas en su vida privada. Celia, le pide disculpas por
no haberse dado cuenta que le pasaba algo y le hiciera estar ahí dándole a la lengua
cuando necesitaba otro tipo de consuelo. Y como Celia es súper justa, le da una
parte del dinero recibido por los folletines a Elpidia, que tan bien se lo ha ganado.
Ésta lo rechaza, pero la maestra insiste, que lo haga por ella o se enfada, así que no
tiene más remedio que aceptarlo.
Cata: Celia, por favor, entiéndeme.
Celia: Te entendería si me contases por qué quieres hacer esa prueba teniendo tu propia tienda.
Cata: Yo sólo digo que…que quiero hacerla. Además, es muy difícil que me cojan, se presentarán cientos de mujeres.
Celia: (se aleja de ella)
Cata: Por favor, háblame. Dime algo…
Celia: ¿Qué quieres que te diga, Cata? ¿Qué compré esta tienda para ti? Pues te lo digo. Hice un gran desembolso económico para que tú no te quedaras sin trabajo.
Cata: Has comprado esta tienda sólo por mí.
Celia: No. Para las dos. Porque pensé que te haría ilusión que nos embarcásemos en un proyecto juntas.
Cata: Y me hace mucha ilusión, pero yo no entiendo de libros, Celia. Yo… no puedo organizar tertulia ni…ni recomendarlos.
Celia: Te he dicho mil veces que eso se aprende.
Cata: eso se aprende si tienes cabeza para eso. Lo mío son los hilos y las costuras.
Celia: No te hace ni la más mínima ilusión empezar un negocio conmigo, ¿verdad?
Cata: Sí. Sí que me hace. Pero es que me da mucho miedo decepcionarte.
Celia: ¿Más que ahora?
Cata: Entiéndelo, por favor, Celia. Ponte en mi lugar. Tener la oportunidad de trabajar en… en Costuras Pavón no… no se presenta todos los días.
Celia: Haz lo que quieras, Cata. Yo no soy quién para decirte lo que debes hacer.
¡¡¡CHAAAAAAAAAAAAAAANNNNN!!! ¡¡¡Primera discusión y todavía no han abierto
la librería!!! ¿Se acabarán entendiendo o qué?
Et, voilà. La librería ya está montada. (Llena de libros parece mucho más grande).
Celia está colocando unos libros cuando entra Cata sin que se entere. Se queda
mirando la estancia y sonríe. “Ha quedado de maravilla” dice. (Y no sabemos si
gracias a ti, maja). Celia está muy contenta, está cumpliendo un sueño de cuando
era pequeña, ¡¡vivir rodeada de libros!! Y se pone más contenta todavía cuando Cata
le dice que se lo ha pensado mejor y quiere trabajar con ella, porque su sitio es al
lado de ella. Se dan un beso y CASI las pillan Blanca y Elisa. (jaaajajajaja si es que
no aprenden, no las pilla de milagro, no hacen más que besarse enfrente de la
puerta abierta de par en par). A las hermanas Silva les chifla la librería. Celia se
ofrece a enseñarles la trastienda mientras Cata pone cara de mustia (cuando
desaparecen de su vista, claro está) y se acerca a ver los libros.
Celia está haciendo números. Cata colocando libros. Por la tarde han quedado a merendar con Federico. La costurera declina la oferta, (otra mentira más) tiene que pagarle la habitación a su casera y seguro que se alarga la cosa. Celia le dice que la pueden esperar, pero Cata insiste en que es mejor que no. En eso que aparece por la puerta Simón. Le cuenta a Celia que su última entrega le ha dejado fascinado e incluso ha llorado. Es el primero de sus lectores que intenta sobornarla para que le cuente qué va a ocurrir en la próxima entrega. Ella se niega. Aún así, Simón le entrega un obsequio. A Celia le encanta. Es un libro de poemas de uno de sus autores favoritos. Y… ¡¡¡resulta que es ÉL!!! Flipa en colorines. Enseguida conectan (más de lo que lo hicieron ayer). Se ponen a hablar de escritores de poesía. Cata anda por detrás de la columna bicheando la situación muerta de celos.
Celia está en el despacho de Federico. Lo está esperando para ir a merendar. Le pregunta por Cata. La escritora le cuenta que le ha dado una excusa de lo más peregrina para no ir, piensa que se aburre con ellos, suficiente tiene con estar todo el día rodeada de libros para además ir a sus tertulias. Velasco cree que podrían hacer un esfuerzo por hablar de otras cosas. Ambos ponen cara de “ni de coña” y se echan a reír. Celia le cuenta que ayer se presentó en la firma Simón y que hoy se ha pasado por la tienda. Federico no sabe quién es, no ha leído nada suyo. Celia se lo describe a la perfección y le intenta hacer ver que puede tener una cita con él. Mientras hablan, el inspector sigue recogiendo y Celia opta por hacerlo más rápido. Coge unos papeles, los mete en una carpeta; las empieza a apilar y las deja en la mesa auxiliar y lo hace en 0 coma, no como Federico. Éste dice “pues ala, ya hemos recogido” y cuando hacen el amago de irse, suena el teléfono. No sabemos de quién se trata ni tampoco lo que le dice, pero por su cara algo heavy ha debido de ocurrir.
Y así acaba la semana, con una Celia muy ilusionada porque la inauguración de la librería ha ido bastante bien, encantada por haber conocido a un escritor al que admira y muerta de hambre porque Velasco no sale del despacho. Éste con pocas, o ningunas, intenciones de tener una cita con el tal Simón y preocupado por lo que le está contando la persona que le ha llamado y Cata, mintiendo a destajo para poder cumplir con todas sus obligaciones laborables (que le va a costar más de un disgusto) y muerta de celos con la relación que está entablando Celia con Simón. ¿Cómo continuará la cosa? Pues para saberlo, hay que esperar hasta el próximo resumen.