¿Han visto el video del niño que grita “Esto se va a descontrolaaaaaar” y todo se cae? Algo así pasa cuando no enfrentamos ciertas cosas y de igual forma pasa con la vida en pareja. Conforme la relación madura, pasa por ciertas etapas y llega un punto de compromiso, es importante aclarar que no pasa con todas, pues cada relación avanza distinto o tiene una dinámica diferente, tampoco hay una fecha específica para atreverse a hacer las cosas, lo único seguro es que alguna de estas 3 decisiones pueden cambiar el rumbo de todo entre ustedes.

Vivir juntas

Decir sí o no puede alterar todo, pues quizá no estén listas o no haya los recursos para hacerlo, podrían aventarse a lo loco y llamar al camión de mudanzas, la decisión puede alterar todo para bien o para mal.

Esto no es como tener una rommie con quien tienes sexo y ves Netflix los fines de semana, va directo a la confianza y el acercamiento sin hartarse, seguir divirtiéndose y conseguir acuerdos que beneficien a ambas partes.

Hay retos como si tendrán mascotas, quién paga qué, cuál es el lado preferido para dormir o incluso cuál es la marca perfecta de artículos del hogar; no suena tan difícil pero si este compromiso no se toma con la flexibilidad y ganas de aprender de la novia, definitivamente puede resultar en el caos de la separación. Mudarse no es aguantar todo de la otra persona, es compartir, ceder y recibir, así de fácil.

Matrimonio

El casarse puede ser motivado por dos razones; la tradición y la seguridad. Muchas mujeres (y hombres también) fuimos educadas con la idea de casarnos, tener unos chilpayates (niños) y vivir con nuestro marido, y aunque ahora deseemos “marida” el plan podría no cambiar.

Ahora, se entiende que al ser esposas se obtienen beneficios de salud, vivienda y otros más que nos otorgan una seguridad integral, nos amparan con situaciones como viudez o incluso la opción de un acuerdo prenupcial en caso de separación.

El decidir esto puede ser enorme para tu relación.

Hijas, hijos

Si ya vives con ella, es familia; si se han unido en matrimonio, son familia. Pero cuando se desea extender el número de integrantes, y no hablamos precisamente de gathijos o perrhijos, también es ENORME (perdón por gritar) para ustedes.

Cuando alguna de las dos está en negación y de verdad no quiere hijos, viene una gran incompatibilidad y un posible desastre; de ambas querer y no tener las posibilidades de conseguirlo es desgastante; si quieren, pueden y se sienten listas, serán una hermosa familia lesbomaternal.

Estas decisiones están ligadas al compromiso, primero en pareja, luego ante un contrato (eso es el matrimonio) que avala su unión y finalmente con una o unas vidas agregadas a su familia. Tener “hijos” es quizá la decisión más fuerte que pueden tomar, pues es responsabilizarse de un ser humano, ayudarlo a crecer y darle mucho amor.

Por supuesto, no todas las lesbicanarias quienes nos leen están en esta etapa, pero siéntanse libres y compártannos sus planes.