Relatos lésbicos

Estoy enamorada

Estoy enamorada, pero no de ti. Ni de ella. Ni de la que corresponde. Ni de la que se hospeda en mi corazón. No. Estoy enamorada de todas vosotras y de ninguna. Más bien me enamoro de las ganas de escribir que me inspiráis.

Cada vez que cierro cualquiera de mis relatos o una nueva novela significa quitar un eslabón a esa condena autopropuesta con forma de cadena, coser un punto a este metro sesenta y uno de cicatriz.

Estoy enamorada de Madrid, de París, de Alsacia, de Fréjus, de Francia; de calles empedradas, de la lluvia, de las emociones grises. De balcones desplegados ante el horizonte, de palabras expresando el infinito. Del arte, de la bohemia, de la escritura y de las musas. De dibujarte en novelas y relatos, en poemas y versos de arena.

Estoy enamorada del arte que de ti aprendí.

Cambia tu mirada

Si tus ojos te hacen llorar, no te los saques; solo cambia tu mirada sobre el mundo en el que viajas. Cambia tu mirada, pero no te cambies tú. Igual tienes que mirar con el corazón en vez de con lo de siempre.

No permitas que se te rompa la sonrisa ni nada que tú no quieras. Yo te quiero ver así, feliz, con penas y sin ellas. Compartir tus heridas y besarlas todos los días.

Si tus ojos te hacen pecar, peca tranquila, no tiene nada de malo. No temas recorrer lunares, espaldas y curvas. Cuidado con la de la sonrisa, que esa es peligrosa.

No vivas la vida con prisa ni tampoco a medias. Vive sin excusas ni fronteras; vive hasta que, del gusto, te mueras.

Háblame

Háblame de lo que quieras, de mil formas, a gritos o a susurros. Con tus pupilas o incluso en silencio.

Háblame de la lluvia, de tu tormenta interior, de esa chica que te vuelve loca, de la que por ti pierde la razón.

Háblame, cuéntame, coméntame cuando estés triste o contenta a rabiar, y cuando no tengas fuerzas para hablar.

Háblame, explícate ahora, mañana o dentro de una semana.

Háblame de tonterías o de cosas serias.

Háblame, corazón, que yo siempre querré quererte y escucharte las penas y las risas.

Háblame con tus poemas, con tus carcajadas o desde tu infierno peculiar.

Háblame siendo tú misma; pero, por favor, nunca me dejes de hablar.