Ser fuerte, aunque duela
Yo siempre he tenido el corazón a dieta. Casi esquelético. Con el paso de los desamores fue oscureciendo su calor, olvidando su color. Del rojo más vivo pasó al taciturno granate, después al marrón nostalgia y acabó siendo de color gangrena… Un día de esos en los que no esperas nada, “algo” le llamó la atención y dio un brinco, entusiasmado. Chirrió, no estaba acostumbrado a moverse ni sonreír. Poco a poco, con la calidez de algo más brillante que el Sol, alguien atrapó mis sueños. Desde entonces está más vivo que nunca, más sensato a cada paso y tropiezo que le hacen avanzar, latiendo con energía. Ahora es un Corazón con mayúsculas. Su dieta favorita, unas palabras llenas del sentimiento más puro. Todo ello gracias a la luz del Sol pero, sobre todo, a la de tu sonrisa.
Los ojos son el espejo del alma
Tiene unos ojos que son el espejo en el que cualquiera querría reflejarse. Son preciosos, brillantes, acogedores pero ocupados por la tristeza. Preocupados por el miedo. Dependiendo de cómo les dé la luz son azul profundo o de un ligero turquesa, como si abrazase el mar dentro de ellos. Su honda depresión se asemeja a la del Océano Pacífico. Un océano formado a base de gotas de sus lágrimas. Y que para nada es pacífico.
Y si los abriga la fría noche parecen marrones e igual de taciturnos, como si alguien hubiera echado por tierra cada uno de sus sueños e ilusiones. Lo que ella no sabe desde su hogar es que yo excavaría hasta desenterrar los deseos que le fueron arrebatados. Bucearía a la sima más abisal para rescatar su esperanza y devolvérsela de donde nunca debió salir: de los ojos más hermosos que puede conceder la Vida a una mujer.
Escribiéndo(te)
Aquí es donde te escribo. Donde suceden todas esas ideas que quedan entre el papel y yo, porque los demás no saben entenderlas. Aquí es donde me atreví a verte desde la escritura en vez de permanecer, seguir, continuar, sostener la mirada en tu recuerdo. Te di forma y un sentido que hacían más soportable mis jodidos sentimientos. O mis sentimientos jodidos. Aquí te amé y tú me mataste. Te desnudé y tú te dejaste. Te hice el amor y tú me follaste. Aquí lloré, te odié y de nuevo volví a amarte. Más a tu huella que a las veces que eras noche. Aquí fumé, bebí, enloquecí, y en tus ojos mil y una veces me caí. Y después de viajar por tu espalda desnuda, pasear por tu vientre donde mi lengua no era muda, fondeando en tu artística mirada castaña y sin ninguna duda, una noche en que brillaba a rabiar la luna, caí en la cuenta de que te amaba más que a ninguna.