Navidad y nostalgia empiezan con NEste es un relato triste, ya te aviso.
Tengo que hacer un esfuerzo terrible para no echarme a llorar por la pena de no verte. En realidad, tampoco podría; ya no me quedan lágrimas. Soportar las Navidades contigo en la otra punta del mundo, en otro hemisferio, o incluso en el país de al lado es tremendamente duro. Se me hace tan cuesta arriba como subir una montaña vertical por completo, como escalar por una aguja.
Así me resultan estas fechas. De por sí me espantan. Demasiada alegría es preocupante. Y si a eso le sumas que vuelves a faltar tú, ya no me queda gran cosa para sentir felicidad. Por eso en esta época noto la nostalgia más afilada. Ni siquiera sé cuál es tu color favorito…
Fuera llueve, pero es tan fría tu ausencia que hasta la calle la padece y ha helado. Nieva. Es una nieve de blanco roto, sucio. Tan sucio como el olvido. Tan roto como un corazón lleno de nostalgia en Navidad.
Vamos
Vamos, preciosa, que tú puedes con la tristeza y sabes permanecer a flote cuando el mar de lágrimas se convierte en un abismal océano de lamentos. Anímate, que el gris del nubarrón que te angustia es solo el color del temporal.
Vamos, pequeña, que la vida pasa y no quiero que sigas pasando de ella. Ánimo, que si te caes, estoy abajo para ayudarte construir el camino de vuelta, a empezar de cero o de menos uno, si hace falta.
Vamos, encanto, que la vida nunca ha querido darte la espalda, que la cara oculta es necesaria, y dar un paso atrás con un salto mortal es lo más natural. Vamos, linda, a practicar esa sonrisa, a olvidar aparentar, a dejar de mentir, a reescribir la casualidad. A buscar un horizonte que nadie conozca, a idear planes, viajes, metas nuevas y proyectos descabellados. ¿Sabes por qué? Porque donde otros han fracasado, tú triunfarás. Y donde otros han triunfado, tú brillarás.
Vamos, corazón, empecemos por una cerveza y una (e)tapa de plan A. Vamos, invito yo.
Gracias, encanto
Gracias por tu mejor sonrisa,
que nunca tenía prisa,
tan pacífica como una brisa.
Gracias por obligarme a madrugar,
para que me diera tiempo a reaccionar
sin permitirme remolonear.
Gracias por esperarme;
desde la distancia, por cuidarme,
y con la escritura liarme.
Gracias por mirarme y no huir.
Por ayudarme a saber qué decir.
Mi honda cicatriz empiezo a zurcir.
Gracias por dejarme soñar con los ojos abiertos,
cada una de tus miradas para mí fue un acierto
que en prosa convierto.
Gracias por seguir y por quererme a tu manera,
solo por ello merece la pena tanta espera.
Confío en no aguardar a una quimera.
Gracias por no querer que insista,
aunque mi corazón, de olvidarte, se resista;
siempre ha sido un vanguardista…
Gracias por el paréntesis de tantas semanas borradas,
por un sinfín de jornadas tachadas
y por la esperanza del futuro abrigadas.
Gracias por las tormentas al tronar,
por hablarme de la lluvia, que siempre cala al recitar.
Sus gotas nunca dejarán de brillar.
Gracias por inspirarme, por orientarme,
con tus versos refrescarme
y a veces, por soportarme.
Gracias por compartir tu huella con mi escritura.
Gracias a ella mantengo la cordura.
La bohemia derrotó a la tortura.
Gracias por tu sinceridad, encanto.
Para nada me resultó un espanto.
Por ella, aquel dolor ya no lo aguanto.
Gracias aunque nos separen kilómetros, V. María.
Sin ti en mi vida, no sé qué haría.
Quizá me sobrepondría, quizá me moriría.