Cruising las Vegas es la segunda parte de “En Aguas Profundas” y, como su precedente, está escrito a la limón por Radclyffe y Karin Kallmaker. La reseña de la primera parte de este libro lésbico la hizo Rogue hace tiempo y he de manifestar que estoy de acuerdo con ella completamente, puesto que sus opiniones son transferibles a esta colección de relatos.

Cruising Las Vegas portada

Sólo tengo que añadir un par de cositas: para empezar, esto es lo que yo llamo un “Libro-ESTUFA”. Está bien, dentro de su género, pero siempre y cuando sepamos qué nos ofrece. Un libro-estufa es aquel que sirve para calentar. Justo para eso. Nada más. Cumple con su función mientras no esperemos otra cosa y sea eficaz en este cometido. Si un libro-estufa te calienta, es un buen libro-estufa. De lo contrario, no sirve.

Como siempre, un conjunto de relatos tiene como lado bueno que si algunos de ellos son mejores, otros no lo son. Pero hay variedad y si no te gusta uno, seguro que otro acaba convenciéndote más.

Hay algunos lazos de unión entre historias, como protagonistas comunes o situaciones que se entrelazan. Pero en general, son bastante independientes entre sí: el nexo que las agrupa es que se trata de situaciones sexuales que se desarrollan en los impresionantes hoteles de Las Vegas (ciudad del pecado por antonomasia).

Como todo libro-estufa, el lenguaje es bastante subidito de tono y la acción se contrae mucho: por regla general se trata de llegar lo antes posible al momento álgido de la situación (el folleteo).

Una idea central revolotea por entre todos los relatos: lo fácil que es ligar. Resulta impresionante. Basta con sentarse en la barra –por ejemplo- y pedirse una copichuela mirando al tendido, para que una guapa moza cualquiera se acerque y ya tengamos la noche arreglada.

Y como en estos hoteles no falta de nada, también existe un servicio organizado de scorts (que es como, al parecer, se llama en fino a la prostitución de toda la vida). Así que, hasta desde una perspectiva comercialista pueden las clientas solventar sus problemas de calentamiento global.

No faltan tampoco las descarriadas criaturas que han llegado allí en busca de un buen polvo. Ni las despistadas que acaban por encontrarlo. Una cuestión curiosa es la fama que tienen los congresos médicos de alentar este tipo de gozosas situaciones. Resulta sorprendente. ¿Será verdad que entre ponencia y ponencia, las doctoras disfrutan de esos ratos de relax?

El panorama general, por tanto, es que aquí nadie pasa hambre. Pero nada de nada. En absoluto. Más bien, el festín está servido las 24 horas del día.

¿Qué podría ser lo más característico de este libro-estufa, que lo diferenciara de otros libros-estufa? Por una parte, las altas temperaturas que alcanza la estufa, y por otra, que el sexo está visto en distancias cortas. Las descripciones de la actividad sexual son muy detalladas, casi parece un manual de técnicas kamasútricas lésbicas. Algo así como un How-To del folleteo.

No es que sea explícito, que lo es, sino que está bastante enfocado a la entrepierna. En los diferentes relatos hay una genitalidad muy acusada. Esto sitúa al libro en un ámbito claramente pornográfico.

Como ya he dicho, esto no es algo que deba molestar: si es porno, pues es porno. Lo único a reclamar aquí es que las cosas estén claras y no nos vendan gato por liebre. No es el caso: la propia portada del libro deja muy claro qué se encontrará en el interior. Porque convendréis conmigo en que la foto de esas dos damas rebozándose vivas, no deja mucho lugar a especulaciones.

Ahora bien, sí quiero manifestar una salvedad a todo esto. Me parece bien el sexo puro y crudo, pero muchas veces me ha asaltado durante la lectura una extraña sensación de irrealidad. Me refiero a la manera que tienen las mujeres de estos relatos de sentir la excitación sexual: reaccionan de un modo tan orgánico-físico-eréctil que casi parece un reflejo “masculino”, antes de cómo de verdad se calienta una mujer. No sé que opinaréis de esto, pero nosotras no estamos tan pendientes de sentir una erección en el clítoris.

Es como si las chicas se empalmaran del mismo modo que lo hacen los señores. Y creo que estaremos de acuerdo en que eso no es exactamente igual. Nos ponemos como motos, pero no estamos pendientes de la erección en sí. También hay una cierta obsesión por el tema penetrativo. O eso, o sexo oral. Son las actividades favoritas practicadas. Ambas están servidas en primerísimos primeros planos verdaderamente nítidos y profusamente detallados.

Poco más resta por decir. Si os apetece un calentón (o varios), aquí tenéis un libro que puede servir ad-hoc para tan elogiable propósito. Que lo disfrutéis, si os apetece.