Astarté, diosa de la fertilidad, la vida y el amor, contaba entre el pueblo fenicio con bastante popularidad y un buen número de fieles. Las sacerdotisas de la deidad construyeron en Gadir, colonia Fenicia, actualmente llamada Cádiz, un gran templo.

Cientos de años más tarde, un pescador gaditano encontró una cajita pulcramente labrada con extraños caracteres cuneiformes en su exterior. Como siempre que pescaba algo extraño con matices de antigüedad, se la vendió al arqueólogo amateur del lugar. Pronto éste se dio cuenta de que aquella pieza no era como las demás. De entrada, tuvo que recurrir a un amigo erudito en lenguas semíticas, quien pronto identificó la inscripción como propia del subgrupo cananeo. Ello indicaba, sin lugar a dudas, que el texto estaba escrito en lengua fenicia. Lo que contenía la caja era una hermosa daga labrada acompañada de un tremendo secreto: un poder reservado sólo a las mujeres. Algo que podría cambiar el mundo.

Patricia no está en su mejor momento amoroso. Tras la ruptura con su pareja, debe aprender a vivir sola, o a reconstruir su existencia con otra persona. Esos son siempre, sin duda, momentos difíciles. Quién le iba a decir a ella que una visita a su ginecóloga podía cambiarle la vida.

Un día, en la consulta ginecológica, allí sentadita con otras pacientes aguardando hasta que le toque entrar, conoce a una mujer fascinante. Es joven, atlética, atractiva, enigmática, de alta estatura y melena cobriza y brillante. Sus ojos se encuentran y Patricia comienza a sentir que el suelo le desaparece bajo los pies. Su nombre es Iduna, como la diosa nórdica de la eterna juventud. A pesar de aparentar menos de treinta años, la mirada profunda de la desconocida confundía a Patricia. Revelaba una extraña calma y un poder que daba vértigo, provocando que se replanteara su valoración inicial en torno a la edad de aquella mujer enigmática. La otra seguía intentando traspasar su mente, por lo que se negó a abandonar el recorrido visual invasor a lo largo de su cuerpo. Estaba atrapada.

Lo que no puede ni tan siquiera imaginar Patricia son las posibles consecuencias que apareja establecer una relación con Iduna. Resulta bastante evidente que la interfecta está más que interesada en Patricia. Pronto surge la primera invitación. Iduna tiene un grupo de amigas tan atléticas y jóvenes como ella misma, aficionadas al deporte extremo: escaladas, rafting, etc. Sus nombres son Gea, Hilda y Hebe. Tal concentración de deidades y personajes mitológicos hace pensar a Patricia si no habrán adoptado pseudónimos y esos no sean sus verdaderos nombres. Porque es mucha casualidad.

La atracción es mutua. Iduna y Patricia se devoran con los ojos. Pero Iduna da largas a un posible encuentro íntimo. Patricia comienza a perder la paciencia y pronto establece un ultimátum. Por vez primera desde que comenzó su vida sin Sara, siente algo importante por alguien.

Por esta razón, las amigas de Patricia están tan contentas. Por fin su corazón ha despertado. Hasta que un día, Alejandra, la pequeña niña de Mel y Carla, hace un dibujo. Hay que señalar que esta cría tiene una clarividencia especial. Con esto no quiero decir que sea muy lista (imagino que también lo es), sino que está dotada de poderes extraordinarios, paranormales; ella “ve” más allá, vislumbra otros planos de realidad. Entre ellos, el futuro.

En el dibujo de la pequeña aparece Patricia (su versión pintada por una mano infantil) y, a su lado, una mujer muy alta, pelirroja, con una daga en la mano y actitud amenazante.

“La daga fenicia” plantea una historia sorprendente y flanqueada de elementos fantásticos que hacen que se lea con interés. Los personajes son ya conocidos, por las obras anteriores de la escritora, pero la lectura de estas novelas previas no es imprescindible para comprender lo que sucede en esta. Puede decirse que con la saga que comienza en “No voy a disculparme” sólo comparte esos personajes: la acción es completamente independiente. A pesar de ello resulta conveniente la lectura de los otros libros, porque sin duda arrojarán información interesante sobre quienes aquí intervienen (Patricia y su anterior pareja Sara, sin ir más lejos y, por supuesto, Mel, Carla y demás amigas de la ahora protagonista).

Es la propia temática del libro la que lo hace especial. No se trata de una historia de amor entre mujeres con los problemas habituales. Aquí es fundamental el ingrediente fantástico de la narración.

Lo que plantea es un misterio en toda regla. Algo tan fuera de lo común, que no debe ser contado ni descrito. Algo que se enraíza en los rituales, la magia y los mitos de las antiguas civilizaciones del Mediterráneo. Poderoso, profundo y decisivo para la mitad de la humanidad: las mujeres.

Además, tengo que decir que, si os gusta la novela, no os vais a quedar con la miel en los labios porque tiene continuación: la segunda parte se llamará “Regreso a Eterna” y saldrá publicada en septiembre de este año.

Edición citada: Martínez, M. La daga fenicia. Ed. Egales. Madrid/Barcelona, 2013.

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