Llueve

Llueve… El cielo llora de risa sobre la ciudad. Intenta refrescar con su alegría nuestro día a día. Nos moja para que espabilemos de una buena vez, como diciendo “esta es TÚ Vida, envía las quejas a la mierda con un billete solo de ida”. Después de la tormenta, llega la calma; tras el gris temporal aparece el arcoíris a colorearte el Alma, a amputarte cualquier mal.

Llueve… y me siento unida a ti. No me da tristeza ni pereza que el día esté oceánico. Es el momento ideal para lamernos las heridas y remendarnos las cicatrices a polvos y sacudidas. Bucear en el trasfondo de nuestros ojos y empezar a equilibrar nuestros Corazones cojos.

Llueve… y no quiero que en tu mirada vuelva a llover el dolor. Ansío que recupere el brillo de todo su color; que en ella no permanezcan más espacios en blanco llenos de vacíos.

Llueve… ¿quieres calarte conmigo?

 

Desde el nacimiento

Soy un desastre, nací con ese don. Tengo el pelo revuelto, a mi rutina le he dicho que me he muerto, y el ojo de la cordura lo tengo tuerto. Prefiero pasear por tu cuerpo y conocerlo que mirarlo desde lejos sin poder verlo. Mi desastre encaja de maravilla con tu desconcierto.

 

A la luz de…

Me encantan las veladas con velas y temporal. Es como si la luz acompañara la soledad con su peculiar abrazo acogedor. No es una penumbra enigmática, sino íntima, profunda, casi hospitalaria. Y si llueve de fondo, el momento se convierte en el mejor medio para conectar contigo mismo.

Tú, que eres muy de analizarlo todo, no te das cuenta de que eso no tiene nada de taciturno. Tus emociones por el pasado son oscuridad que va desapareciendo con cada uno de tus pasos, pero la sombra no es total. Siempre hay una luz que te guiará, aunque sea la de una escuálida vela. A pesar de su delgadez, también es firme y esbelta, con una llama constante que te llama cuando te sientes perdida.

Y si la luz de la candela se va a descansar, aparece la luz de tu mirada bondadosa. Y si cierras los ojitos, la Luna apartará las nubes de su camino para centellear a tu lado toda la noche, vigilando tus sueños. Y si sientes la Luna muy distante, recuerda que es tu Corazón el faro que cobija luz inmortal.

No permitas que la lluvia en la profundidad que tanto te gusta se convierta en un temporal que te atormente sin piedad.