Póker de ti

Y de vez en cuando te observaba a hurtadillas mientras me entretenía jugando al póker, bailando un ojo en las cartas y otro en tu escote. El palo de mi última baza lo logré sumando mi corazón bañado por la suerte de un trébol de cuatro hojas, junto al tuyo más valioso que cualquier diamante tras tu sonrisa de dama pícara. Me lo jugué con vistazos en tu dirección, plantándole cara a los palos entre vasos de absenta y alguno de ron.

Un póker de tantas cartas como letras tiene tu nombre abreviado, como puntos cardinales indican la dirección del cielo coloreado, como besos para ti guardo camuflados, como suspiros que espiro cuando tus cariños me resoplan agobiados.

Y a todo ese ambiente le faltaba Sabina tarareando al fondo del bar, raspando oídos con su voz irregular. Invitándonos a desparramar las cartas por la mesa y luego la ropa sin importar lo que nos tuviéramos que apostar.

Me encanta jugar con los corazones de las cartas pero no con el tuyo, que vale por dos cuatro. Uno por cada punto cardinal señalado por sus latidos innatos. Un pulso al que acudo de inmediato, aunque en el camino se me desgasten los zapatos. Si tuviera que apostar algo, apostaría por ti. Porque no existe miedo que me asuste, obligándome a huir, por comprometerme con la Vida y con lo que tu Corazón me quiera latir.

A todas horas

Te sueño a la hora de dormir…

Te extraño a la hora de Vivir…

Tempestad

Hoy, el día despuntó con un humor de perros abandonados. El viento amaneció con el pulso acelerado. Obligó al Sol a mirar hacia otro lado. Zarandeó todas las nubes del techo encapotado hasta que derramaron su líquido malogrado en forma de aguacero congelado.

El mar se agita despistado sobre su peculiar envase salado. Riza su oleaje en meneos ondulados, en vaivenes airados, empujados por el clima huracanado. El ciclón así lo ha ordenado. El suelo tiembla sobresaltado, poniendo en duda el estado de las pisadas que, sobre su superficie, se han plantado. Se empapan las imperiosas montañas, de movimientos petrificados. Al verde primaveral se le ha echado por tierra un manto de color nevado. Las flores deciden proteger sus capullos humillados porque el día despertó acatarrado.

Los seres alados revolotean despistados, toda la noche en vela han pasado. Buscaban osados la estrella más cálida del firmamento, surcando el cosmos en vuelos nada cuadriculados. Pero se toparon con el color anulado de ese tono azulado, porque hoy el día nació nublado.

Hoy, el día cuenta con el coraje desamparado. El vasto ventanal vendaval surge radical y despiadado. Arrastra todo a su tropiezo, vistiendo los ánimos de tonos humillados. Como si el ambiente, en vez de llover, se hubiera orinado. Pero gracias al Cielo, airado o sosegado, que después de una buena tormenta el ambiente se ha ventilado. Y trae consigo la calma de una brisa con aires más esperanzados. A quien no le guste que haga como el Sol y mire hacia otro lado.